Barajas T4
Por Jorge Arturo Diaz Reyes, 17 de junio del
2014
Barajas 13:00. Parqueadero. Dos maletas, un morral. Ascensor.
Pasillo. Pesaje, pasaje, visaje. Tren subterráneo. Terminal 4. Ascensor. Puerta R. De todo
In Bond. Carísimo. Un pieza de ibérico 30,50. Venga. Cintas caminadoras. Vuelos
a cualquier parte. Norte, sur, oriente, occidente.
Salas y salas. Sillas y sillas. Pegadas, duras, grises,
impersonales. Vidrieras, aviones (uno llamado Emilia Pardo Bazán), maquinaria,
cielo, concreto, hierro. Destinos, idiomas razas. Lejos, al final. Avianca.
Vuelo 15 a Cali, dice la pantalla. Bajo ella, cuatro jóvenes atareados, tres
mujeres y un hombre, organizan. Son españoles.
Rostros, escenas, historias. La pareja mayor, de aspecto
sereno, vivido. Parecen amarse. La cuida, lo mima. Abstraídos, con audífonos,
dos adolescentes teclean frenéticos sus teléfonos.
Inmigrantes de vacaciones a su tierra, muchos. Gente
trabajadora. Familias, maletas, cajas, bolsas, regalos, niños, bebé. Un
estudiante, por el suelo, maletín, computador, papeles, lápiz, una botella de
coca cola y un pedazo de sándwich. Distante, morena, maquillaje, miniprendas,
tacones, aroma, sexi ¿Profesional?
Dispensadora de refrescos y golosinas. El niño negro
señala, cuenta monedas, sonríe, pregunta. Muchos hacen cola frente a la puerta
con su impedimenta. No es necesario, les advierten por altavoz. El abordaje
será numérico. No se dan por aludidos, la fila crece. Pasan los minutos, la
hora, la otra y llaman. Primero, los de primera...
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