lunes, 28 de marzo de 2022

PARTE DE GUERRA - VIÑETA 451

VIÑETA 51

 
Parte de guerra
Jorge Arturo Díaz Reyes, Cali III 28 2022
Paths of glory, pintura 1917. Autor: Christopher R. W. NevinsonWikipedia

 Contra el ilusionante mensaje del doctor Ghebreyesus director general de la OMS: “Mi esperanza de acabar con la pandemia de COVID-19 en 2022”, lanzado el 30 de diciembre de 2021, este tercer año pandémico se inició con un recrudecimiento sin precedentes (pico).
 
Parecía un planificado contraataque a la campaña de vacunación que alcanzaba entonces al 50% de la humanidad. Las avanzadillas de la nueva ofensiva fueron avistadas el martes 9 de noviembre de 2021 por la Red para la Vigilancia de Sudáfrica en la República de Botsuana. Sitio no precisamente débil en la línea defensiva. Uno de los países con más rápido crecimiento económico en el mundo y con mayor ingreso per cápita, inversión en salud y educación del continente.
 
Sin embargo, como un ejército de refresco, la variante del Covid 19, atacó y siguió de largo a paso redoblado, desplegándose por todos los frentes y por todas las vías. Preferentemente aéreas, globalizándose con una rapidez que superó en mucho la de las anteriores andanadas y metiendo miedo.
 
Diecisiete días después, la nueva fuerza agresora, fue declarada “variante preocupante” y se la designó con la letra griega Ómicron, saltándose del alfabeto las letras “Nu y “Xi” para evitar confusiones etimológicas o xenofóbicas que azuzaran los muchos conflictos internos en el campo humano.
 
La “preocupación” surgía del armamento de largo alcance y destrucción masiva que portaba la nueva ola. Múltiples mutaciones; treinta y dos de ellas en las proteínas de las espículas, las cuales aumentaban su resistencia y efectividad.
 
Informes inteligentes alertaban sobre la mayor velocidad de contagio, incluso en personal blindado, veterano de previas infecciones por SARS-CoV-2. Pronto, las estadísticas mundiales corroboraron que Omicron avanzaba como en un klitzbrieg.
 
El censo de víctimas se disparó en 90 días, de 271 millones acumulados en los dos años anteriores, a 460 millones detectados el 15 de marzo del 2022. Aumento vertical en corto lapso que pudo convertir la preocupación en pánico, a no ser por un dato alentador. Más heridos, pero relativamente menos muertos. El índice cayó del 2% al 1.3% en el mismo breve período.
 
Quizá no por benevolencia enemiga, sino porque de alguna manera las vacunas contrarrestaban la gravedad de los ataques en las poblaciones más vulnerables (viejos) que habían sido reforzadas. Ahora, pese al saboteo quintacolumnista, negacionista, y anticiencia, el invasor se repliega. La curva se aplana. Se gana terreno y los deseos de normalidad comienzan a casar con las evidencias.
 
Bueno, ¿y que tiene que ver esto con los toros? Todo. Las ferias han reaparecido, el público se retrata en las taquillas, las figuras hibernantes salen a competir con los que aguantaron la parada, se abren puertas grandes por doquier, y los antitaurinos retoman su intolerancia.
 
Ghebreyesus acierta, esta otra guerra mundial que ha cobrado seis millones doscientas mil vidas, acaba. Despertamos de la pesadilla…, pero la muerte sigue ahí.


lunes, 21 de marzo de 2022

ALBUR Y CALAMBUR - VIÑETA 450

 
VIÑETA 450
 
Albur y calambur
Jorge Arturo Díaz Reyes, Cali III 21 2022
Juan Belmonte 1917. Foto: Vandel, ABC
Dice cada uno de la feria según le va en ella”. Réplica de Melibea a la quejumbrosa Celestina en el acto cuarto, sin que supiera el autor que tal respuesta se haría dicho popular y además enunciado más que precoz del ahora llamado periodismo literario. Cuya versión más conspicua, es la crónica taurina.

Género que nacería 279 años después, cuando a “Un Curioso” le dio, el 20 de junio de 1793, por contar para el Diario de Madrid, la corrida vista en la Plaza de los Hospitales Reales. El capricho caló tanto en la parroquia, que se instituyó, y cuando “Un Curioso” no iba a los toros, enviaban al “Amigo de Un Curioso” para que lo reemplazara. Desde entonces los revisteros, plumíferos, cronistas, críticos… hemos continuado el relato del toreo cómo hemos podido. Llevados voluntaria o involuntariamente por la emoción, el tedio, el gusto, el disgusto, el afecto, el desafecto, el prejuicio, la parcialidad, el interés, la necesidad...
 
Inevitable, pues los relatores, aficionados (condición sine qua non), somos feligresía del rito-arte, pasional, azaroso, imprevisible y efímero. Cuando tratamos de convertirlo a lenguaje, nuestro particular sentir nos impide dejar de ser quienes somos (nunca percepción e interpretación son exactos). Fabricar un relato escueto, aséptico, especular, cómo un informe contable, un acta o un artículo científico sería una impostura estéril.
 
Somerset Maugham, tan preocupado siempre por la técnica narrativa, confiesa qué buscando síntesis y objetividad, intentó un libro privándose de adjetivos y cualquier valoración personal.
—Me salió un bodrio que parecía un telegrama larguísimo— concluyó.
 
En este universo de gravedad mortal, plagado de apariciones, deidades, monstruos, fenómenos, terremotos, faraones, califas… animales monumentales, terciados, antediluvianos, marrajos, albahíos, facados, dulces, marmolillos, luceros, estorninos…  el calificativo, la metáfora, el juego de palabras, el doble significado… más que opciones de estilo, son exorcismos obligados.
 
Un sábado, por septiembre de 1917, con Don Pío, el cronista titular en vacaciones, una orden resuena en la redacción de El Liberal:
Clarito: mañana hará usted lo de Madrid—  
 
Toreaban una “corrida de alto bordo”, Joselito y Belmonte apadrinando la alternativa de Felix Merino. En busca de dar un aldabonazo, el incipiente relator se pasó de rigor y puso “mal a los tres”.
 
Al otro día, Don Ramón Pérez de Ayala, protector de Clarito leía la crónica con Belmonte mientras Toribio afeitaba al maestro, quien molesto exclamó:
—¡Cla… Clarito! ¡Quien será este Cla… Clarito?
—Yo le conozco –dijo defensivamente don Ramón.
Es un periodista joven que vale mucho.
Y… y ¿Cuánto vale? —Dejó caer Juan.
 
Literatura de los toros, albur y calambur.
 

lunes, 14 de marzo de 2022

FALLANDO FALLAS - VIÑETA 449

 
VIÑETA 449
 
Fallando Fallas
Jorge Arturo Díaz Reyes, Cali III 14 2022 
Ferrera recibe al primer victorino en Valencia. Foto: Jacobo Silvestre, Burladero TV
Capote coreográfico, sin alma, inconsistente, azul escandaloso, intenso por el haz, tenue por el envés. Con él abrió Ferrera la primera corrida de Las Fallas. Otra de sus nuevas extravagancias.
 
Qué rugido cuando lo desplegó. Sonó como un juramento al esnobismo. “Patatero”, pasó de largo, quizá indignado, dejando atrás eso que le abanicaba de lejos, una, dos, tres veces, con sus respectivas aclamaciones. Introito a un lanceo aguado y desmandado, en el que solo destelló la cromática chillona. “Para gustos los colores”, contestó socarrón.
 
Con la muleta, que sí lo era, tampoco hubo control a los tardos y cortos envites. Par banderazos, cuatro macheteos y un irse de la suerte con pasito raudo por la espada. Emilio Muñoz justificó: “Cuando no se puede lucir lo mejor es abreviar y estar lo menos posible ante la cara del toro”. Contradijeron ese posmoderno axioma tres pinchazos poco breves (hondo el último) y un descabello sin estocada. Mucho más metido y natural estuvo Antonio con el generoso pitón izquierdo del cuarto, pero igualmente impreciso y largo al matar, saludó una ovación.
 
La tarde se debatió entre lo esencial y lo superfluo, De lo primero, la imponente presencia del cinqueño encierro victorino. Entipado, corpulento, astifino, ofensivo, cárdeno oscuro todo. Todo un lujo derrochado. Ya, su diverso y complejo talante, es materia de toreros, todo toro tiene su lidia y muerte. El único que le hizo honor fue el siempre susceptible Daniel Luque, quien de pronto se distrajo de su tenaz y fragorosa reyerta con el tremendo segundo bis (615 kilos y casi seis años) para entablar un contrapunteo gestual con los músicos, porque homenajeaban su torería sin pedirle permiso. ¿Ah? Lo veraz y arrojado de su entrega obligan obviar la pataleta. Pues a fuerza de apostar la piel, puso la plaza en admirado suspenso, y si la honesta estocada, total, tris contraria, hubiese sido más letal, dos orejas no hubiesen tenido reparo. La una fue de rigor. Encaró leal también al quinto y erró con la espada.
 
Del valenciano Román, consentido por sus paisanos, que solo llenaron media plaza, mejor no abundar. Pases y pases, diez pinchazos (cinco y cinco), cuatro avisos (dos y dos), una estocada, y el toro más propicio, el sexto, “Gallarete”, desperdiciado lastimosamente. Le hicieron saludar primero e irse aplaudido al final. Así, para qué más. Falla fallando arrancaron Las Fallas.
 

lunes, 7 de marzo de 2022

SER O NO SER - VIÑETA 448

 
VIÑETA 448
 
Ser o no ser
Jorge Arturo Díaz Reyes, Cali III 7 2022 
Toros. Foto: Juan Pablo Zumel Arranz, Wikipedia
The New Yorker publica hoy un largo artículo de Lawrence Wright: “El elefante en la sala del tribunal”, y en su newsletter lo promueve con una pregunta que hasta hace poco hubiese podido sonar absurda: ¿Un animal es una persona?
 
La respuesta implícita (solo quitando los signos de interrogación), y el tácito silogismo que la supone --toda persona es animal, luego todo animal es persona-- le prestan racionalidad y licencia como argumento clave del animalismo actual. Inventiva vieja, por demás. Desde tiempos inmemoriales la personificación de animales, vegetales o minerales ha ocupado supersticiones, sectas, religiones, políticas y teorías.
 
Las mitologías egipcias, hindúes, greco-romanas abundan en ello. En el siglo VII, por ejemplo, el emperador japonés Tenmu en consonancia con el budismo dominante, prohibió el consumo de carne, alegando que los animales eran seres como los humanos, con sensibilidad y conciencia, y además, en el ciclo transmigratorio (samsara) tu o algún ser querido, pudo haber sido animal.
 
Por supuesto, señala Wright, hubo también móviles económicos en la imperial disposición, ya que los bueyes (toros castrados) eran importante fuerza motriz para el cultivo del arroz, base de la dieta japonesa, el comercio y la industria. A todo ello encima el autor un sarcasmo: “puede que los bueyes fueran sus hermanos, pero eso no impedía que les pusieran el yugo”.
 
Sarcasmo que también vale ahora para el mascotismo que se santifica y solaza en mantener animales prisioneros a perpetuidad, obligarles a caminar encadenados, mutilarlos, exhibirlos y otras reverencias moralmente tan contradictorias, como tomarse inconsultamente su propiedad y representación.
 
Estas y otras incongruencias pretenden pasar e instalarse en la imperfecta justicia (humana). Meses atrás, un tribunal estadounidense reconoció a una manada de hipopótamos traídos originalmente a Colombia por el narcotraficante Pablo Escobar como “personas interesadas” en una demanda. Jurisprudencia.
 
En la misma onda, pero con distinta suerte, cursó en Nueva York una petición de “habeas corpus” para liberar a “Happy”, elefante tailandés alojado en el Zoologico del Bronx. El juez argumentó: “que un animal simplemente no tiene derecho de habeas-corpus, reservado solo para humanos, ya que tampoco puede asumir deberes y responsabilidades legales.
 
Desde luego, también el toro de lidia, sin saberlo, sin voz y sin voto está implicado por sus “defensores” de oficio en esta rebuscada confusión de identidades que puede llevarlo por el camino de la personificación al exterminio.