lunes, 27 de septiembre de 2021

SI EL TORO RECITARA - VIÑETA 425

 
VIÑETA 425
 
Si el toro recitara…
Jorge Arturo Díaz Reyes, IX 27 2021
El Victorino “Venadito” ayer en Las Ventas, Fotograma Plaza Toros TV
 
El viernes, en Sevilla, Juan Ortega y Morante cubrieron castamente con sus capas la “ruinosa” corrida de Juan Pedro. El sábado, llegaron Perera y Roca Rey a tratar, hasta con tremendismo, de inyectar vida y emoción a una postrada y aborregada de Justo Hernández, quien al final exclamó: “siento vergüenza”.
 
Ese mismo día, en Madrid, tres arrojados novilleros; Diosleguarde, Fonseca y Perera, fueron vapuleados por una fuerte novillada de Fuente Ymbro. Y ayer domingo, también en Las Ventas, los serios victorinos fueron execrados por no ayudar, por no dejarse de López Chávez, Lamelas y Colombo.
 
Algunas autorizadas voces lanzadas al mundo desde las dos catedrales parecerían contradictorias; palo porque bogas y palo porque no bogas. Unas, contra el “despropósito” de tan amenazantes toros que rompen el arquetipo del “bonito” y amigable toro maestrante. Otras, contra los indómitos utreros que pusieron a la terna en el filo de la navaja, y los bien armados y hoscos albaserradas, que no ayudaron.
 
Pero no es necesario hilar fino para encontrar que no hay tal contradicción. Más bien, un estado de opinión. El toro “para los tiempos que corren”, debe ser joven, pequeño, bajo, ligero, romo, dócil, que vaya y venga, que facilite su burla y muerte; inerme, sin incomodar, sin sobresaltar, sin desentonar. ¡Es que te pueden matar hasta con el rabo!
 
Y se imagina uno, qué si ese toro que pintan hablara, leyera, entendiera los mensajes subliminales de tales prédicas, bien podría recitar para sí los versos de León de Greiff: “Juego mi vida, cambio mi vida, de todos modos la llevo perdida”.
 
¿Será esa fiesta que desean, la que nos heredaron Pedro Romero, El Chiclanero, Desperdicios, Miura, Pepete…? ¿La que se erigió como fiesta de honor y ceremonia romántica por excelencia, dando pábulo a la bizarra leyenda, y a la cascada de arte y literatura en estos últimos siglos?
 
¿Será el abandonar la épica, para farolear con un toro en minusvalía, el camino de retorno a la seducción de las masas consumidoras, que tanto preocupa? ¿O quizá es el camino que las masas de esta nueva cultura globalizada y animalizada exigen para perdonarle la vida en las taquillas al viejo culto?
 
Cualquiera que sea la respuesta, los medios tendrán mucho que ver con ella.

lunes, 20 de septiembre de 2021

EL CAPOTE DE ORTEGA - VIÑETA 424

 
VIÑETA 424
 
El capote de Ortega
Jorge Arturo Díaz Reyes, IX 20 2021

Juan Ortega con el 2ª en Sevilla. Foto (fragmento), Pagés, Burladero TV
 
Ayer, cuando el trianero Juan Ortega se abrió de capa, la Maestranza que lo esperaba con el ansia y quizá con la culpa de no haberlo sabido descubrir durante los siete años que lleva como matador (tan cerca y tanlejos), explotó.
 
Fueron seis verónicas y una media belmontina, cada una coreada con el alma. Cada una ejecutada con ese aire personal, ese verter el yo, que logra diferenciar un lance de los prodigados por todos en todos los ruedos.
 
Y en este antiguo y asimétrico, por el cual como decía Filiberto Mira, ha transcurrido la historia del toreo, donde Costillares, Fuentes, Guerrita, Chicuelo, Gitanillo, Ordóñez, Paula, Curro, Morante… lo interpretaron, tal como juraron los testigos entonces nadie más podía interpretarlo. Cargando la suerte, meciendo el capote, parando el reloj, soñando arreboles. ¿Cómo venir entonces a debutar en esta plaza que lo ha visto todo, sorprenderla, extasiarla, hacerla crujir y desatar la música en el primer tercio?
 
Pasó y fue el instante culmen de la tarde, que tantas cosas buenas y malas deparó. Quedará en la memoria, de la corrida, de la feria y más allá. Quizá fue como antes. Porque todo concurrió; la espera, la codicia con que atacó y repitió el cinqueño “Entusiasta” con sus quinientos cincuenta y un kilos y ese tranco de más. La lentitud, el temple, la suavidad, la largura, la exquisitez, el abandono, la natural elegancia, la grácil certeza, la evocación de lo trágico y lo festivo en un mismo gesto. El conjunto, el paso adelante tras cada una, y ese final haciendo rotar la embestida  sobre el cuerpo envuelto en la capa. Como en las fotos del otro trianero, el telúrico.
 
Torear así, ahí, en esas circunstancias, haciendo uno el sentimiento, la bravura, la vulnerabilidad del público, el significado, fija la vivencia, la eterniza. No sé si habrá quien intente y de pronto pueda degradarla, desguazarla, romper su encanto. Seguro lo habrá, nunca falta quien quiere prohibirnos que las cosas nos resulten bellas porque nos gustan.
Luego de la primera vara, más. Cuatro chicuelinas y dos medias tan graciosas, que a los viejos nos remontaron a Camino, cuando nos hacía pensar; bueno, pero qué carajo es lo que tiene este que no tiene ningún otro, cómo es posible que sea tan distinto, tan hondo y conmovedor.
 
Y puso también Juan punto final a la corrida con la estocada de la tarde, frente al espada de la época, Manzanares, que había impuesto dos formidables. ¡Ah! y también dejó ese brindis a los “Chicuelo”, pertinente, justo, sobrio. El tiempo, la vida son una sucesión de momentos, el toreo también.

domingo, 12 de septiembre de 2021

CABALLERO CON LA MANO EN EL PECHO - VIÑETA 423

 
VIÑETA 423
 
Caballero con la mano en el pecho
Jorge Arturo Díaz Reyes, IX 13 2021


Antonio Caballero y el autor. Bogotá. Foto: Camilo Díaz
Murió Antonio Caballero ¡Qué dolor! Tantos recuerdos. No sé por qué ahora me viene aquella noche de hace años que me llamó al hotel Europa. --¿Quieres acompañarme a Zaragoza mañana?" --Me tentó... En "Las Ventas" había rejones y ni siquiera toreaban "Cagancho" ni "Chicuelo"…

 
Allá, en cambio, anunciaban una corrida poco usual. Un veterano lidiador solitario, -Esplá-, con seis toros en concurso de ganaderías (toristas). Además, -me avergüenza confesarlo-, nunca había presenciado una corrida en esa plaza.
 
 --Sí-- contesté de inmediato.
--Bien, a las diez nos vemos en la Estación de Atocha, me dijo sin entusiasmo, con su voz grave de fumador empedernido.
--¿Vamos en tren? --pregunté.
--No, hombre, allí en la estación alquilaré un carro.
No tenía uno. Residía en una buhardilla del Madrid histórico. Anticonsumista vocacional, ni lo quería, ni lo necesitaba.
 
Así, era él, un joven de los sesenta, nieto de un general rebelde en la guerra colombiana "De los mil días" hace más de un siglo. Una vez, García Márquez confesó que para su coronel Aureliano Buendía había tomado rasgos de aquel abuelo combativo y siempre derrotado.
 
También es cierto que hasta que Cien años de soledad se publicó, el padre de Antonio, el hijo del general relatado en ella, era el más notorio novelista vivo del país. El boom le hizo sombra. De otro lado, Luis, el hermano, había muerto en París hacía unos años, cuando despuntaba su prestigio internacional de pintor diferente.

 

 

lunes, 6 de septiembre de 2021

LA INDUSTRIALIZACIÓN DEL TRIUNFO - VIÑETA 422

 
VIÑETA 422
 
La industrialización del triunfo
Jorge Arturo Díaz Reyes, IX 6 2021
Charles Chaplin. Fotograma “Tiempos modernos”, película 1936
Que la tauromaquia está industrializada, desde hace tiempos, es verdad. Que se ha precipitado en caída libre al siglo XXI, evidente. Que la pandemia no ha hecho sino ahondar el abismo, golpea.
 
Tanto como el griterío de los pasajeros en un vuelo a pique, rogando al piloto salvar el avión, pues al hacerlo también se salvarán ellos, el clamor taurino pide salvar la industria, primero que todo. Hay que oír, ver, leer. La taquilla es el meollo. Si no hay ganancia, no hay corrida, sino hay corrida no hay toro, si no hay toro todo se ha perdido.
 
Sí, pero cuidado, el toreo fue primero que su actual aparato transportador. La masificación, las ganaderías especializadas, los ídolos, las leyendas, las plazas monumentales, la prensa, la publicidad, el mercadeo, los públicos babélicos, las empresas millonarias, etc…, llegaron depués.
 
Bueno, pero no se trata de zanjar aquí el dilema del huevo y la gallina sino de los hechos. En estos dos apestados años el rito ha sobrevivido al margen del gran negocio. Desplazado de Madrid, Sevilla, Valencia, Bilbao, Pamplona, Ciudad de México, Lima, Bogotá…, ha ido tirando por plazas menores, con promotores arrojados, con toreros de corazón, con ganaderos tenaces, con aficionados leales, y con la televisión como tabla de náufrago. Aleteando y aleteando, parece haber nivelado el altímetro.
 
Al punto que hoy, faltando más de un prolijo mes para terminar la temporada europea, el cabeza del “escalafón”, Morante, lleva casi el mismo número de corridas que El Juli, puntero cuando cerró la del 2019, última de la “normalidad”, antes de la pandemia. Septiembre y octubre se prevén muy activos. Además, ya pronto reabrirán ferias La Maestranza y Las Ventas. Incluso, algunas figuras que habían abandonado el barco anuncian regreso.
 
Bien, estupendo, la esperanza reverdece. Solo una cosa empalaga. Que casi todas las corridas terminan en orejeríos, largos rabos, procesiones a hombros y cascadas de titulares hiperbólicos. Ya la noticia no es la apoteosis, es que alguna vez no suceda.
 
Ante tanta euforia, cualquier desprevenido podría preguntar sí es que la camada 2021 y esta generación de toreros son las mejores de la historia, si afectados por el virus los espectadores, los palcos y la crítica han perdido la chaveta, o si se trata del último peldaño evolutivo; la industrialización del triunfo.
 
De ser así, también habremos derogado esa ley universal de Baruch Spinoza: “Lo excelso no solo es difícil, es muy raro”.