miércoles, 31 de octubre de 2018

LO KITSCH EN EL TOREO XIII - POR QUÉ TOREAN LOS TOREROS - VIÑETA 276

Viñeta 276

Por qué torean los toreros
*Lo Kitsch en el toreo (XIII)*
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, octubre 30 de 2018

Padilla se despide de Pamplona, julio 13 de 2018
Ahora que una nube de abandonos notables ensombrece la fiesta; Fandiño, Rivera, Pizarro, Aguilar, Abellán, Talavante, Bautista, Padilla, El Conde, El Cid, El Cordobés… Cual más cual menos, cruzados a cornadas. Quizá la pregunta no sea, por qué se retiran, sino por qué torean los toreros.

De la primera cada quien dio respuesta en su momento. De la segunda... ¿Por qué tan pronto jugaron a esa baza incierta todo; infancia, juventud, la vida entera? ¿Por qué se negaron otros caminos? ¿No tuvieron elección?

¿Qué Fue? ¿Arrojo, necesidad, codicia, jactancia, desespero, vocación? ¿Qué perseguían? ¿Riesgo, aventura, dinero, fama, poder, gloria? O todo eso iba implícito, en el estribillo que rezaban de novicios; “llegar a ser alguien”. Hacerse un sitio en el imaginario colectivo, que lo demás vendría por añadidura. Trascender.

Parcialmente, por supuesto, el mundo de los toros no es todo el mundo. Y también temporalmente, nadie es eterno. La inmortalidad, metáfora de revisteros, es apenas ocupar la memoria cultural un tiempo. ¿Cuánto? Una feria, una temporada, un lustro, una época. O como Pepe Hillo, Joselito, Manolete… la historia. 

Que no muestra fecha de caducidad, pero la tiene. Algún día termina. ¿La de cuantos pueblos ha desaparecido, sin rastro, mitos y todo? Mientras tanto, significar algo para muchos, parece valer el cueste lo que cueste del toreo.

Ese arte fugaz, donde se es a la vez artista y obra; imagen, gesto, movimiento, pausa, drama. Signo y significado, (según Sassure, padre de la semiología, que no necesitó ver jamás una corrida, para regalarnos esas claves).


Al final, el público, el significante (Sassure otra vez), es el que interpreta, juzga y abre o cierra la puerta de las ilusiones. Cuando este ser multicéfalo no se entrega rendido por sus condicionamientos biológicos y culturales, el fracaso es del tamaño de la apuesta. Pero eso mismo, es lo que lo hace tan humano y digno como el triunfo. Se torea por torear, como se vive por vivir, lo demás es aleatorio.

LO KITSCH EN EL TOREO (XII) LA TRAGEDIA PROFUNDA - VIÑETA 275

Viñeta 275

Lo kitsch en el toreo (XII)
*La tragedia profunda*
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, octubre 23 de 2018

Iván Fandiño cogido en Cali el 30 de diciembre de 2013. Foto: Camilo Díaz, www.cronicatoro.com
La corrida es una tragedia. Y no solo porque concurran en ella la muerte real y posible. Ni por el sobrecogimiento que causa en el espectador. Ni porque lo hayan escrito Unamuno, Hemingway, García Lorca y… lo hayan repetido tantos.

Lo es más en el sentido griego clásico, “tragoedia”, fiesta ritual de sacrificio. “Es bien sabido que la tragedia griega se originó en una ceremonia religiosa (dionisíaca) durante la cual se mataba y se comía un toro”, cita William H. Desmonde en su ensayo, “La corrida de toros como ritual religioso”.

Ambas, corrida y tragedia, oficiadas en un anfiteatro, con ruedo, gradas, música, protagonistas y coro (público coprotagónico). Recreando dramáticamente la verdad existencial del hombre; sometido siempre a fuerzas que lo desbordan hasta su ineludible final. Eso es, lo dijo a su manera Juan Belmonte; “hacemos con un toro en veinte minutos lo que hace la vida con nosotros.”

Y lo analizó Freud: “¿por qué tenía que sufrir el héroe de la tragedia (griega)…? tenía que sufrir porque era el padre perenne... y la culpa trágica es la que tenía que cargar para librar de la suya a los del coro”.

La catarsis, que definió Aristóteles 2.400 años antes, refiriéndose a lo mismo. Depurar, purgar, liberar, mediante la muerte del animal sagrado y el estremecimiento por la reiteración del drama humano. Por ver que los héroes también padecen, fracasan y mueren.

El significado es más hondo de lo que alcanza el resuello de los antitaurinos. A eso aludió Pedro Romero de Solís, director de la revista Estudios taurinos, en su conversación con Santiago Belausteguigoitia, para El País de Madrid en marzo del 2004; "La corrida de toros es quizás la forma más alta de cultura popular".

Bueno, si no la más alta, sí la más profunda, digo yo.

martes, 16 de octubre de 2018

LO KITSCH EN EL TOREO (XI) EL INVICTO - VIÑETA 274

Viñeta 274

Lo kitsch en el toreo (XI)
*El invicto*
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, octubre 16 de 2018

Ernest Hemingway 
Entre los buenos cuentos de Hemingway, que contra el peso de sus novelas “best seller” siempre lo reflotarán en el mar de la literatura, uno en particular campea; El invicto.

Relato toreo, tiene como argumento una convicción, puntal de toda su obra, su vida, su muerte y su comunión con el culto taurino; el éxito es banal, el honor no.

Ninguna gloria es gloriosa, ninguna eterna. El aplauso es vano, la idolatría vulgar, el “sitio en la historia” un convenio social. Solo el propio respeto vale. Solo merecerlo, hasta la muerte, justifica la existencia.

Sus personajes son así, modestos por fuera, soberbios por dentro, héroes íntimos. Nick Adams “En nuestro tiempo”, Frederick Henry “Adiós a las armas”, Jake Barnes “Fiesta”, Robert Jordan “Por quién doblan las campanas”, Harry Morgan “Tener y no tener”, Santiago “El Viejo y el mar”… y él en su frase final de suicida premeditado: “Así es como he vivido y así es como debo vivir o no vivir”.

Manuel García (homenaje al desgraciado “Maera”)  “El invicto”, novillero viejo, pobre, con un hermano muerto en el ruedo, busca terco una corrida más. Zurito, su amigo, le implora el retiro, no le cree. Retana el empresario tampoco.

—No irá nadie— alega
—Tal vez la gente vaya para ver como muero—contesta.

Ante la promesa le da una nocturna, semibufa.
—Con cualquier porquería que haya en los corrales.

Manuel vuelve a enfrentar sus miedos. Cuando acaricia el triunfo y oye los oles, aparecen de nuevo sus limitaciones, el fracaso, el escarnio y fatalmente la cornada. Herido, insiste contra las befas y los almohadillazos, una y otra vez, hasta matar el toro —¡Habéis visto hijos de perra!— exclama mientras tose y le llevan a la enfermería.

No hay nada noble en ser superior al prójimo, la verdadera nobleza es ser superior a tu yo interior”. Credo vital que Hemingway celebró en las corridas y predicó en el papel.

martes, 9 de octubre de 2018

LO KITSCH EN EL TOREO (X) DÍA DE LA TAUROMAQUIA - VIÑETA 273

Viñeta 273

Lo kitsch en el toreo (X)
*Día de la tauromaquia*
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, octubre 9 de 2018

Fortes Foto: www.las-ventas.com
Hoy es “Día de la Tauromaquia”, según la Fundación Toro de Lidia. Entidad española de ámbito internacional; privada, sin ánimo de lucro, formada y financiada por profesionales, con objeto de promoción y defensa del toreo. Me declaro simpatizante.

Planteamos cambiar la cultura occidental”, advirtió su presidente Victorino Martín. Bueno, quizá no sea necesario ni posible tanto. Pero pensando que las buenas causas nunca consiguen todo, la utopía vale como rumbo de aproximación. La religión, el arte, la política, la moral siempre nos han empujado tras ella, poniéndonos ahora quizá menos lejos que cuando empezamos. En algunos casos, digo. Hay que ver las noticias cotidianas. Dan ganas de volver.

En fin, la celebración del día es en la plaza de Valencia (E), dos festejos. Por la mañana, recortadores con toros, por la tarde matadores con novillos de festival. Ambos encierros de ganaderías famosas, pero de opuesta prosapia. Dura una, blanda otra, por usar la clasificación popular. Antonio Lorca, crítico inclemente, clama ofendido: “Un contrasentido impresentable…” y se viene con todo (El País, Madrid 7 X 2018).

Le sobran razones. Las comparto. La cosa no es simbólica, es sintomática. Pero hay que ponernos en contexto. Es un acto promocional. ¿Y cómo más podría contarse con las figuras-gancho, si aún así hubo ya tres notables deserciones? La fiesta es imperfecta como la vida, y hay que partir de su realidad para trabajar y mejorar.

--“Nos enfrentamos a una manera de entender el mundo” --señala Victorino. Cierto. Y yo creo que hay dos opciones de hacerlo. Primera, resignarse como quincalleros a que cuando la clientela es Kitsch, la mercancía también debe serlo. Segunda, continuar por el duro camino de la verdad, que tiene su propia clientela y se vende por sí misma, canon de utópicos. La una podría salvar el negocio, la otra rito y negocio.  

Con realismo y tenacidad, claro. ¡Perfección o muerte! Suena heroico, pero suicida. ¡Ojo!

lunes, 8 de octubre de 2018

LO KITSCH EN EL TOREO (IX) ESTÉTICA DE LA MUERTE - VIÑETA 272

Viñeta 272
Lo kitsch en el toreo (IX)
*Estética de la Muerte* (A Enrique Avilán)
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, octubre 2 de 2018

Foto: Andrew Moore, http://deltoroalinfinito.blogspot.com
Tras dos volapiés de suma belleza, corta dos orejas y sale a hombros… en la Feria de Otoño”. Subtitulo de Rosario Pérez a su crónica del diario ABC, sobre la corrida el domingo pasado en Las Ventas; “Emilio de Justo, Puerta Grande en el nombre del padre”.

La estética de la muerte, celebrada, premiada, loada y destacada por la afición, la autoridad, la crítica y la prensa. En la primera plaza del mundo. En la capital de España. Qué bien. Todavía, pese a todo, el toreo sigue sacudiendo la hipocresía y la bazofia cultural que nos ahoga.

Sigue recordando con sus estremecedores tañidos, fúnebres y festivos, que la vida, esta corta caminata de la cual nadie sale vivo, es mejor transitarla con paso alegre y terminarla con estilo. “Ch’un bel morir tutta la vita onora”, cantó Petrarca desde Venecia hace 578 años.

Hay formas de vivir y de morir. Infinitas, cada quien es libre de preferir la suya, sin importar que pueda conseguirla. El esfuerzo y la intención lo valen. Por sí mismos gratifican. Vivir como un cobarde, morir como un perro. También. Son elecciones.

La corrida, con su realismo tremendo, más que otros antiguos ritos simbólicos continúa ofreciendo las propias. El animal en la suerte suprema, el hombre en cualquier suerte, pero ambos en lo suyo. El uno batiéndose, con la boca cerrada, el otro, de frente con la cara alta.

Vendimiador” y “Velosico” se llamaban los toros que honró Emilio de Justo en Madrid con sus estocadas valientes. Venía el sufrido torero cargando una cornada honda infringida ocho días antes en Mont de Marsan, por el toro que había brindado a la memoria de su padre, muerto ese mismo día. Bueno esa es la fiesta, esa es la vida, esa es la cosa para quien sea capaz de entenderla.

Paquirri, hace 34 años en la enfermería de la plaza de Pozoblanco, sabiéndose muerto, como Sócrates no se aflige, consuela su médico. Ahí está el video. No es kitsch, es verdad.

LO KITSCH EN EL TOREO (VIII) SENSIBLERÍA - VIÑETA 271

Viñeta 271

Lo kitsch en el toreo (VIII)
*Sensiblería*
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, septiembre 25 2018

Cielo de Cañaveralejo. Foto: Camilo Díaz, www.cronicatoro.com
Del sentimiento a la sensiblería se puede cruzar muy fácil. El abismo fronterizo es profundo, pero estrecho. Un empujoncito, y ya está. Otra dimensión. Pasa en el arte, pasa en la política, pasa en la calle. La publicidad y el mercadeo, han hecho de ello una ciencia y una industria ubicua.

En la corrida también, por supuesto. Arte vivo, cruento, emotivo, cuya realidad presencial golpea tan duro a veces, que no permite cerrar los ojos y decir —¡Bueno! Al fin y al cabo, es una película—

No. Ahí, donde todo acontece de verdad, como en la vida, cargar la suerte, o cargar las tintas, marca la diferencia entre lo bello y lo feo, lo sublime y lo grotesco, lo épico y lo ridículo. Tales dilemas hacen único ese drama que absorbe al público convirtiéndolo en juez y parte, inocente o cómplice.

Pero, para bien o para mal, en los días ultra comunicados y ultra comercializados que corren, el estímulo de las incidencias toreras desborda los muros de la plaza y multiplicado por los medios ejerce sus efectos sentimentales y mercantiles globalmente.

La ola informativa o desinformativa moldea lo acontecido, de acuerdo al tamaño de los intereses en juego. Se construyen y destruyen prestigios express. Con tal poder, que vemos y no creemos, pese a la simultaneidad y fidelidad de las imágenes transmitidas.

Gran parte de la corrida se vive a distancia y la mayoría está ausente. Al final, importa más lo virtual que lo real. Y en ese infinito mundo intangible que ofrece tanto lo bueno como lo malo, y lo uno por lo otro a según la ética del vendedor. El estoicismo, el sufrir, gozar y hasta morir sin aspaviento, con la boca cerrada, ya no renta. La discreción, la bizarría pierden cotización. Un arañazo es una tragedia griega, una mueca una gesta, un golletazo cuarteando no importa.

Corren tiempos más de sensiblería que de sentimiento. ¿Debemos ponernos a tono?

LO KITSCH EN EL TOREO (VII) MORENITA - VIÑETA 270

Viñeta 270

Lo kitsch en el toreo (VII)
*Morenita*
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, septiembre 18 2018

Morenita en Cañaveralejo. Foto: Jorge Arturo Díaz Reyes
Ambos toreros, Morenita más valiente. Su marido, El Colombiano, más enterado. Se complementaban bien. Iban por pueblos donde ni médico había, pechando con matreros, tigreros, criollos, media casta o desechos de casta completa. No ganaban mucho. El amor y la afición ablandaban las penurias.

Tenía catorce años cuando debutó calzando zapatillas deportivas en El Caimo (Quindío). Estribaciones de la cordillera central, al sur de su Armenia natal. Pronto vio que los públicos, más que a su juventud, belleza y alegría, se rendían a su valor. Abundó en exhibirlo. No impunemente. Las cornadas vinieron y una con destrozo vascular femoral la puso al borde. Nada. Siguió: “Mi deseo es morir en la plaza”, decía oronda.

No le fue dado. Retirada, pero fiel al toro se hizo maestra en la Escuela de Tauromaquia de Cali. Alberto Lopera, memorioso taurino, autor de “Colombia tierra de toros”, relata la quizá más kitsch de sus gestas. Una temporada (1959) de festejos mixtos agenciados aquí por el español José Fernández “Jerezano” hasta en plazas de primera como Cali, Manizales y Medellín.

Después de “Los marcianos”, la parte bufa, montaban una parodia de la película “Quo Vadis”. Vestida con túnica, como la heroína cristiana Ligia, era atada firmemente a un poste. Soltado el novillo, quebraba y recortaba las embestidas, gracias al juego previsto del mástil en la base.

Ursus, representado por el novillero “El Águila” terminaba mancornando la res, mientras contra la barrera una guardia romana, en la que alineaba el mismo “Loperita”, vigilaba. Luego, el matrimonio, ya de luces, lidiaba en serio reses a muerte.

Bertha Trujillo “Morenita del Quindío”, mi amiga, tomó alternativa (primera de mujer) en Comalcalco, México 1968. Y con miras a confirmar en Madrid, se presentó en San Sebastián de los Reyes junto a Manolo Ortiz y Ortega Cano. Pero en Las Ventas no halló alternantes. Superó las 2.700 faenas. Murió en Cali, a los 83. El 11 de noviembre hará siete años.

LO KITSCH EN EL TOREO (VI) EL PINTURERO - VIÑETA 269

Viñeta 269

Lo kitsch en el toreo (VI)
*El Pinturero*
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, septiembre 11 2018

Enriqe Grau, primer cuadro del tríptico “La muerte del Pinturero”
Luis Ríos “El Pinturero” era de Lugo (España), tenía 24 años y llegó a Cartagena (Colombia) para lidiar novillos de María Victoria Soto, el 18 de diciembre de 1966. Alternando con Boris Díaz-Granados en la Serrezuela.

Eran años de contracultura e insurrección, de hippismo, de Beatles, de revueltas juveniles, de guerras y guerrillas… Años del contestario “Cordobés”, a quien los jóvenes toreros cautivados por su triunfante “revolución” imitaban. Todo, desde su desmelenamiento hasta las extravagancias frente al toro. Luis también, los mechones frontales le brotaban de la montera y el arrojo de la piel.

Aquella tarde caribeña y ventosa quiso volar más alto. A las tres, hora del paseíllo. Vestido de luces se tiró al ruedo en paracaídas, desde un avión a 3.000 metros de altura. La brisa lo arrastró mar adentro y cuando unos pescadores trajeron al atardecer su cuerpo exánime, dijeron –Al sol, el traje le brillaba como bombillos de navidad—

Su biografía no figura en las enciclopedias taurinas. Pero en Colombia, el pintor Enrique Grau, el poeta Gonzalo Arango y la cantante Eliana conmovidos, aunque cada uno por su lado, le rindieron homenajes. Con un tríptico, “La muerte del Pinturero”; un poema, “Requiem por un ye-yé” y una canción aflamencada que dice: “Sucedió en Cartagena una tarde de sol. Para lucirse del cielo se lanzó…  

La corrida no se suspendió. La peña y los aficionados puristas, despectivos, no habían querido asistir, pero hubo lleno. Díaz-Granados, en respeto, recibió el primero de rodillas a portagayola y luego quebró las banderillas con sus manos para mayor exposición.

El periodista Edgard García Ochoa del “Diario de la Costa” narró el epílogo de la tragedia Kitsch --Nadie quiso hacerse cargo del funeral y yo me fui con Antonio (Araquistaín) en un taxi y lo enterramos en el cementerio de Manga

Dieciséis años después, por acción de la embajada española, los restos del torero volvieron a su Galicia natal... (Sigue)

LO KITSCH EN EL TOREO (V) CALI 1892- VIÑETA 268

Viñeta 268

Lo kitsch en el toreo (V)

*Cali 1892*
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, septiembre 4 2018

En Cali, hace 126 años, el 25 de septiembre de 1892 por la tarde, un incidente baladí quedó registrado en crónicas que con los años le han dado significancia. Sucedió al otro lado de río. Donde ahora se levantan los edificios del Centro administrativo municipal.

En la hechiza plaza de guadua, eregida provisionalmente para la temporada taurina que tuvo como atractivo el debut del matador madrileño Tomás Parrondo “El Manchao”, alternativado por don Fernando “El Gallo” en Barcelona tres años antes. Trascendente, porque además con él debutaba la moderna corrida. Los tercios, el reglamento, el nuevo traje de luces, el pasodoble.

Durante casi un siglo de distanciamiento con España, secuela de las guerras de independencia, la fiesta evolucionó mucho por allá, mientras por acá se quedó en los viejos modos caóticos, multitudinarios, pregoyescos, que aún sobreviven como “corralejas” en las sabanas del norte colombiano.

La pequeña villa, de costumbres aldeanas, continuaba celebrando sus toros así. Desconociendo las transformaciones que provocaron acontecimientos como la apertura de la Escuela de Sevilla en 1830, las tauromaquias innovadoras de sus egresados; Desperdicios, Cúchares, Paquiro. La depuración del estilo por maestros como Lagartijo, Frascuelo y su heredero Guerrita. La nueva normativa, la nueva estética.

La presentación de Parrondo echó todo eso de sopetón al ruedo del bucólico y caluroso poblado. Fue un súbito salto en el tiempo que impactó al pueblerino público. La mayoría, deslumbrados por la vistosidad y las suertes novedosas lo acogió con entusiasmo. Pero algunos tradicionalistas alicorados lo encontraron esnob, ridículo y amanerado (Kitsch). Se lo tomaron a chacota e hicieron blanco a los toreros de burlas y bromas hirientes.

El bizarro matador, indignado los encaró y desafió a que después del festejo le rindieran cuentas. Por fortuna la sangre no llegó al río y en período, no mayor a las sucesivas cuatro corridas, lo estrafalario se convirtió en ortodoxo. Tal cual el incidente que marcó aquí un repentino cambio de gusto. (Sigue) 

LO KITSCH EN EL TOREO (IV) LA CORRIDA MODERNA - VIÑETA 267

Viñeta 267

Lo kitsch en el toreo (IV)
*La corrida moderna*
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, agosto 28 2018

Goya 1793. Oleo (fragmento).
La corrida moderna, la del peón destronando al caballero, surge del siglo XVIII. El de las revoluciones francesa y norteamericana, el de la democracia liberal, el de la ilustración, el llamado de las luces.

No es una coincidencia que sucediera todo al tiempo. La caída del feudalismo, el ascenso del capitalismo, el debilitamiento del imperio español, los asomos de insurrección en sus colonias, y la entronización de nuevos ídolos; majos analfabetos, qué huyendo a las “cornadas del hambre” saltan al ruedo. Salen del pueblo, las barriadas, los mataderos, no de los palacios. Las masas los adoran, quieren verlos.

En Sevilla y Ronda se levantan “Maestranzas”, en Madrid la plaza de la Puerta de Alcalá, en Lima la de Acho. Se organiza la ganadería brava. Se publica La “Tauromaquia o arte de torear”. Se definen los tercios, las cuadrillas, el volapié. Brillan los atavíos de la nueva jerarquía. Apasionan sus hazañas, sus leyendas, sus mitos. La literatura, el arte, se vuelcan en la corrida. El romanticismo en auge, arrobado, ve retratadas en ella sus más amadas visiones.

Goya lo pintó y grabó todo para la historia. Es que “Yo lo vi”, está escrito al reverso de su “Muerte del alcalde de Torrejón”. Los acrobáticos vascos, Martincho, Alcalde, Apiñani. El desaforado “Indio” (¿peruano?) Mariano Ceballos. El expósito José Cándido (¿mestizo?). Los andaluces Romero, Costillares, Pepe Hillo. Autores de la nueva tauromaquia. O mejor, expresión contemporizada de la eterna.

Pero el nuevo orden reniega de su vulgaridad natal. Envidia las finas maneras del viejo, las Imita (muy kitsch). Incorpora el derrocado estilo caballeresco, su liturgia, su gala, su pompa, sus códigos…, y hasta gana el favor de sus damas (furtivo y público).

La faena se hace duelo singular, cara a cara, cediendo ventajas. El valor, la lealtad, el honor de los andantes que obsesionó a Don Quijote, calan toreros y afición como esencia del rito-espectáculo-negocio. (Sigue)