martes, 28 de julio de 2020

EL SILENCIO DE LOS INDOLENTES - VIÑETA 365


Viñeta 365


El silencio de los indolentes
Jorge Arturo Díaz Reyes, Cali julio 28 de 2020

Gómez del Pilar brinda en Ávila por las víctimas de la pandemia. Foto: Valdivieso, www.burladero.tv

El fútbol, el automovilismo (Fórmula 1 incluida), el baloncesto (NBA incluida), el beisbol, el ciclismo profesional, que anuncia ya el Tour de Francia, el campeonato mundial MotoGP, el boxeo UFC, los conciertos y otros muchos espectáculos de masas, han reiniciado actividad. Sin público presencial, sí, pero con grandes audiencias televisivas.

¿Y el toreo, que siempre despreció y puso barreras a la televisión, qué? Paralizado. Excepto claro por gestos esporádicos como el de las dos corridas en Ávila y el fervor de algunos novilleros arriesgando, desorejando y triunfando en cosos de tercera o cuarta; Constantina, Torrijos, Añover del Tajo, Múnera, Beaucaire…, sin transmisiones, frente a graderíos vacíos, e ignorados por la prensa. O la victoria de las peñas de Castilla-La Mancha y Madrid logrando poder lidiar toros de siete años en festejos populares. Es la persistencia del culto sin el negocio.

Por su lado, los empresarios de las grandes plazas; Valencia, Sevilla, Madrid, Nimes, Pamplona, Bilbao… capitales de jurisdicciones regidas por partidos de ideologías diversas, cerrados e inmóviles. Mientras, los ganaderos miran más a los mataderos que a los ruedos.

La mayoría de los espadas, para quienes el toreo ya no es modus vivendi, pues durante la última década han estado lidiando menos de tres corridas al año per cápita, se unen a los subalternos, profesionales que viven de la desaparecida paga diaria y salen a competir voz en cuello con los demás damnificados de la crisis por los magros auxilios oficiales. Exigiendo justamente que no se les discrimine, “Tenemos hambre”, alegan.

Y las pocas millonarias figuras, unas de lejos y otras de cuerpo presente, acompañan a los protestantes, pero con un inocultable sesgo político, cuando no militancia manifiesta de oposición (“El mundo del toro está en pie de guerra contra el Gobierno”, dice Marca en su edición del jueves pasado). Cuando la verdad es qué retóricas aparte, ni en las comunidades donde manda la izquierda ni en las que manda la derecha se dan corridas ni socorros.

Además, la riqueza de estos peticionarios da munición a sus enemigos, antitaurinos que aprovechan para zaherir. Como Anabel Alonso quien los llamó falazmente “Panda de subvencionados”, o los resentidos que increparon a Cayetano, la voz más alta en la reivindicación, porque su casa vale dos millones de euros.

Eso en Europa. De América, ni hablemos. No se ve futuro. En Colombia, por ejemplo, nadie habla de la temporada próxima, el sindicato de toreros se desintegra y los parlamentarios animalistas relegan la pandemia, el dolor ajeno y la mortandad para presentar su enésimo proyecto de prohibición. Cosa de locos.

El río está revuelto, los pescadores ávidos, la fiesta en coma y los que podrían resucitarla, en un silencio indolente.

martes, 21 de julio de 2020

SOGAMOSO 1987 - VIÑETA 364


Viñeta 364

Sogamoso 1987
Jorge Arturo Díaz Reyes, Cali julio 21 de 2020

Pepe Cáceres, Manizales, Avenida Centenario. Foto: J.A. Díaz R.
20 de julio, fiesta patria (conmemorativa de la rebelión contra la “madre patria”). Ayer se cumplieron treinta y tres años de la cornada mortal que le asestó “Monín” en medio del pecho a Pepe Cáceres. Lo atravesó y estrelló contra la barrera despedazándole la reja costal.

Sin rencores. Fue legal. De frente, a vida por vida, en la suerte suprema y natural. Salieron muertos los dos. Mejor el toro, allí mismo. Peor el torero que padeció 26 días terribles, comatosos, innecesarios. De respiración artificial, sepsis y agonía. Tenía 52 años, treinta de alternativa y aspiraba despedirse de Madrid en otoño. No llegó.

Hace ya un tiempo, peripatéticos por la calle Alcalá recordábamos con Ricardo Díaz Manresa, su confirmación en Las Ventas. Me dijo muy serio entre otras cosas: —Uno de los que lució con mayor propiedad el traje de luces —Cierto, era y parecía torero.

Total. En la vida y en los tercios. Le vi corridas de banderillear y picar con maestría. Aunque malogró con la espada grandes faenas. Como escribió José Luis Suarez Guanes de aquellas dos, la tarde en que Rafael Ortega y Antoñete, se lo presentaron a Madrid con toros de Tassara. Le ocurrió no pocas veces. Los malquerientes, que su arrogancia cultivó con frondosidad, lo hicieron clisé. Inmerecido, muchas más veces redondeó con buenas estocadas triunfos irrefutables.

También ganadero y empresario simultáneamente, fue de todo en los toros, pero sobre todo aficionado. Desde su niñez, cuando escapó de casa y una cuadrilla de bufos, encabezados por Melanio Murillo “Pancho Pistolas”, (luego su gran picador), lo descubrió en un destartalado bus intermunicipal y le dio protección y escuela. El resto venía con él. Antonio Bienvenida, José María Martorell y toros de Buendía le graduaron en Sevilla. Cortó una oreja.

Estilista por vocación y obsesión, de ahí en adelante firmó su verdad con la sangre de innumerables cornadas. Pues más que el estoicismo, la estética o la industrial regularidad que despreció, la pasión fue la esencia de su toreo. Nunca dejó a nadie impasible. Transparente, como un personaje de tragedia griega, vertía en cada escena toda su procesión interna.

Arrastrado por el destino, buscó sin tregua eso que imaginaba perfecto. Tenaz, lidiando consigo mismo, con el toro y con el mundo. Entre el miedo y el coraje, la ilusión y el infortunio, la felicidad y la desgracia sus tormentas interiores trascendían crudas al tendido. En Colombia, durante las tres décadas de su carrera, no se podía ser sino cacerísta o anticacerista.

Fui de los primeros, lo confieso. Su torería, vulnerabilidad, terquedad frente al fracaso e increíbles resurgimientos me conmovieron siempre.

Se casó tres veces. Con una reina de belleza, con una cantante-actriz y con una pintora. En todas tuvo hijos. Ninguno torero. Su ganadería cordillerana Campo Pequeño (santacoloma) desapareció. Sus cenizas están en la Catedral de Manizales. Sus estatuas allí, en Bogotá y Medellín han sido blancos de infames. Su recuerdo real se va yendo con los viejos aficionados y su leyenda extraviándose por laberintos de habladuría, tergiversación, y olvido.

martes, 14 de julio de 2020

VIVIR SIN TOROS... - VIÑETA 363

Viñeta 363

Vivir sin toros…
Jorge Arturo Díaz Reyes, Cali julio 14 de 2020 


¿Es posible? Claro, y sin arte, y sin filosofía, y sin música, y sin literatura, y sin libros, y sin televisión, y sin teléfono, y sin piedad, y sin amor, y sin sexo, y sin justicia, y sin madre, y sin Dios, y sin ley, y sin civilización…

Es posible, claro, vivir también sin ropa, sin calzado, sin hogar, sin vehículo, sin mascota, sin propiedad, sin adorno, sin lujo, sin vanidad, sin ambición, sin humildad, sin odio, sin patria, sin bandera, sin himno…

Y sin otro, sin solidaridad, sin sociedad, sin responsabilidad, sin esperanza, sin intuición, sin valentía, sin decoro, sin imaginación, sin belleza, sin virtud, sin culpa, sin contemplación, sin razón, sin sentido…

Y sin pensamiento, sin lenguaje, sin memoria, sin tradición, sin historia, sin curiosidad, sin ciencia, sin moral, sin respeto, sin dignidad, sin crítica, sin autocrítica, sin política, sin orden, sin libertad, sin democracia …

Y sin cultura, sin orgullo, sin teatro, sin deporte, sin ambición, sin dinero, sin malicia, sin envidia, sin generosidad, sin rencor, sin amistad, sin desprecio, sin asombro, sin admiración, sin vergüenza, sin humanidad…

Es posible vegetar, ausentes, en presente. Vivir como las cosas en los escaparates. O como los protozoarios, con apenas lo básico vital: respiración, ingesta, deyección. O solo trabajar, trabajar y trabajar como los insectos. O como los rumiantes hilvanar los días bocado a bocado...

Sí, es posible vivir así, animalizados. Y aunque quizá el universo ni lo acusara, reconozcámoslo, seguramente nuestro minúsculo planeta estaría más puro y salvaje. Porque todo lo que nos hace humanos es naturalmente prescindible.

Pero lo que no es posible, por más que se pretenda, es desdiferenciarnos en la biología sin dejar de ser lo que somos. A los aficionados nos pueden imponer vivir sin toros, sin lo que nos significan, claro, como también sin todo lo demás. Ha sucedido, sucede. La cuestión es que aceptarlo nos haría menos humanos, más animales, ya no seríamos.  

Lo insinuaba Jean Cocteau: “No sé para qué sirve la poesía, pero sí sé que es imprescindible.”  Humanamente imprescindible.

martes, 7 de julio de 2020

...7 DE JULIO SIN FERMÍN - VIÑETA 362


Viñeta 362

…7 de julio sin Fermín
Jorge Arturo Díaz Reyes, Cali julio 7 de 2020 
Plaza de toros de Pamplona: Foto: A. Ibarra / Javier Bergasa, www.suertematador.com

Cómo estará Pamplona hoy… sin su feria, la madre de las ferias. No hace falta el ojo satelital para espiarla. Basta recordar lo que siempre fue y ahora no.

La descomunal visita, el santo, los pañuelos, el bullicio, la música, la danza, la euforia desbordada, las viejas calles pletóricas, el piel a piel con los toros, el coraje, la inminencia mortal, el esguince feliz, la carrera vital, el vórtice, la plaza, los coros, la televisión al mundo...

Fiesta tenaz, ancestral, cosmopolita, transcultural, biológica. Gran catarsis anual, eco del más allá de la segregación de los pueblos, festejo de ser uno con la naturaleza.

Este año no. Como nunca antes, el miedo colectivo a un ínfimo agresor, uno más de los muchos que nos han asediado en la historia y nos asedian a cada trance, la impidió. Y su ausencia pesa más en este mundo preso e incierto. Dicen que la ignorancia es la fuente de los miedos. Pero del Covid 19 hemos ignorado menos y temido más. Tanto, qué no hallando manera inteligente de afrontarlo, de vivir con él, nos escondimos dejándole la calle hasta que quiera irse. Más de tres meses encerrados y nada, sigue ahí, campeando.  

Cómo estará Pamplona hoy, sola, quieta, nostálgica... Repasando fotos, videos, evocaciones, cantos, chupinazos, encierros, gozo... Quizá con ese vacío que siempre al otro día del “pobre de mí” creaba el inexorable retorno a la cordura(?) cotidiana, por esas mismas calles donde durante una semana fluyó sin dique la felicidad.

Icono, rezo, corrales, cohete, manada, cámaras, multitud, susto, griterío, cuesta de Santo Domingo, Plaza del ayuntamiento, Mercaderes, Estafeta, Telefónica, Hemingway, el ruedo, toriles. Calor, plaza de bote en bote, paseíllo, estruendo, himnos tribales, Paquito, El rey, Eurovisión, La chica yeyé, el Riau riau, el toreo, la faena, el pasodoble, la vuelta clamorosa, el presidente del Sol recalcitrante a medio frac, el tendido pantagruélico, el arrastre, las charangas, el vino, la liberación, la noche con el día, la dicha…

Cómo estará Pamplona hoy sin poder cantar su “alegría sin par, porque llegaron las fiestas de la gloriosa ciudad, que son en el mundo entero una fiesta sin igual…” Estará triste y en derrota como todos, porque hoy Pamplona somos todos.