lunes, 18 de abril de 2022

LA CONSAGRACIÓN DE LA PRIMAVERA - VIÑETA 454

 
VIÑETA 454
 
La consagración de la primavera
Jorge Arturo Díaz Reyes, Cali IV 18 2022 
El 3º “Rebujino” devuelto: Fotograma Plaza Toros TV
La Maestranza reabrió como una flor en claro día. Colmada de público endomingado, devoto y expectante. Grandes, notables, notorios, artistas, políticos, toreros, aficionados de distinto rango, prensa, y claro, turistas, gozones, noveleros…
 
No era para menos. Resurrección, tradición, cartel de postín, al gusto sevillano. Un maestro, dos apóstoles tonsurados en la fe del bel toreo, y un encierro seleccionado en la dehesa del “toro artista”. Todo el mundo (taurino) pendiente (Iba en directo por televisión). Ambiente de misa mayor.
 
Y sucedió, lo de siempre, lo que hace de las corridas lo que son, lo imprevisible. Los toros (hasta ocho), de diverso juego y presencia, pero identificados en su poco fondo, lanzaron la tarde más por los caminos de la brega que por los de la coreografía.
 
Todos bien armados, fueron a los petos y empujaron dejando allí casi todo su poder. El primero, de salida dispersa, no, vino a más en la muleta y brindó embestidas suficientes para que Morante oficiara una faena (la faena), pequeña obra de perfecta formalidad, temple, tiempo y medida. Única en que sonó la banda del maestro Tejera, pero no idealmente rematada. Después, con el cuarto, apeló a bellas reminiscencias de lidia decimonónica. Estoico, nunca descompuesto, nunca dolido, pese a su lesión por la cogida reciente.  
 
El capote conmovedor de Juan Ortega cotizó la tarde a la verónica y a la chicuelina, lo exquisito hay que atesorarlo no abunda por ahí. Encima ejecutó un par de señoras estocadas. Junto a eso la no lograda ilusión de Paco Aguado qué alternando en quites con sus dos alternantes, sin estar mal, no pasó de actor de reparto. Tampoco se pueden ignorar: el aclamado tino del picador de Bernal con el primero, el gran y ovacionado tercio de Perico y Neiro con el segundo, ni el tremendo par de pares que Iván García impuso al tercero.
 
Los arrastres fueron pitados y los espadas, ovacionados a su turno los dos primeros, salieron aplaudidos todos al final. Juicio popular, pero el consenso en la prensa (ver titulares) es de insultante fracaso. ¿Por qué, por qué? ¿Con todo lo que pasó? Si eso son los toros. ¿Fue por qué no hubo un permanente vayayvenga de carril y orejas a montón? ¿Es eso el “éxito” y única razón del culto?
 
Cuentan que cuando en 1913 (comenzaba el reinado de Gallito y Belmonte), se estrenó en París el ballet “La consagración de la primavera”, inspirado en un ancestral rito ruso, también con cartel de lujo: Stravinsky (autor), Diáguilev (director) y Nijinsky (coreografo), hubo disgusto y hasta disturbio entre el público incomprensivo que abarrotó el teatro. Sin embargo, andando el tiempo, se le ha calificado como una de las obras esenciales en su género.
 

lunes, 11 de abril de 2022

EL TOREO ES GRANDEZA - VIÑETA 453

 
VIÑETA 453
 
El toreo es grandeza
Jorge Arturo Díaz Reyes, Cali IV 11 2022 
Emilio de Justo ayer al salir al ruedo. Fotograma: Plaza Toros TV 
Amanecer dominical. Dos titulares marcan la fecha. Uno, “Joaquín Vidal, veinte años ya”, de Antonio Lorca en El País. El otro, “Emilio de Justo, hoy el gran reto”, de Guillermo Rodríguez en su portal.
 
Evocación y expectación. La imagen distante de un escritor indeleble y la grave apuesta de un torero solitario. Dos épocas, dos modos, dos ubicaciones, un tema. Qué tiempos aquellos, de corrida en la tarde y crónica genial en la mañana, (impresa, pues apenas despuntaba el Internet). El hecho tal cual y el relato enriquecedor. Qué hubiese sido de la guerra de Troya sin Homero. Nada, lo más otra de tantas masacres olvidadas.
 
Qué hubiese sido de aquellas tres décadas toreras, entre finales del siglo XX y comienzo del XXI, sin Vidal. Sin su ojo, sin su arte, sin su fe de que “El toreo es grandeza”, como tituló esa su novela-ensayo. Mala, por cierto. Su don era la síntesis, la historia corta, como Chejov, Maupassant, Borges, Hemingway…, no las paginadas. Hombre de causa, cargó pluma en ristre contra los molinos de viento con el mismo limpio arrojo que exigía a los toreros. Cuántos le odiaron, cuántos le amaron, cuantos le recuerdan... Todos.
 
De haber estado ayer en su fila 6, qué habría escrito de aquello. Del cinqueño, pitonudo y diverso encierro. Del emotivo cárdeno de Pallarés que cobró su vida fracturándole cuello y cráneo a De Justo. Del drama de un modesto veterano que por desgracia quedó solo frente a los otros cinco en la más dura plaza del mundo. De cómo el palha lo cogió y no le pudo rematar. De cómo no se arredró, de cómo bregó...
 
Qué habría escrito del bravo y noble “Duplicado”, que a galope desde los medios tomó tres varas, propició ese clamoroso tercio de banderillas y se prodigó en la muleta… Y de lo demás…, de cómo el temido público, guardó sus uñas entendiendo de una lo que al final, sudoroso y estremecido explicó Álvaro de la Calle: “Hice lo mejor que pude con dignidad y respeto”.
 
Puedo imaginar que don Joaquín habría escrito, algo así como qué allí, precisamente allí, radica la grandeza del toreo y de la vida.

lunes, 4 de abril de 2022

EL HASTÍO DEL TRIUNFO - VIÑETA 452

 
VIÑETA 452
 
El hastío del triunfo
Jorge Arturo Díaz Reyes, Cali IV 4 2022
José Tomás, Coliseo de Nimes, septiembre 20 de 2012. Foto: afp, ABC
Una de las muchas alegorías que contiene la corrida es la del triunfo. Evoca en pequeño al “romano”. El triunfador, con las huellas de la proeza en sus ropajes de seda y oro, va izado entre la multitud que le aclama rendida de admiración. “No hay gloria más gloriosa que la de un torero”, escribió Antonio Caballero, arrobado por uno de tantos.
 
Pero sí la hubo. En la Roma imperial, esa del triunfo era reservada para generales victoriosos, que hubiesen arrebatado territorios importantes para el imperio y engordado sus arcas con el saqueo a los vencidos. Entonces, solo el senado lo autorizaba, y muy de vez en cuando. Era escaso y costoso.
 
Muchos romanos, la mayoría, nunca presenciaron uno, e infinitamente menos lo protagonizaron. Escipión el Africano, Julio César, Pompeyo (3), Augusto… Era casi antesala del poder absoluto. Ese que Calígula y algunos políticos tropicales han usado como sabemos y no sabemos.
 
Ahora, el de los toreros, alegórico al fin y al cabo, es bastante más frecuente y por ello cada vez menos trascendente. Lo conceden los presidentes de acuerdo a la exigencia de su plaza y con las orejas cortadas como medida. Sevilla tres, Madrid dos, Cali dos de un toro…, por ejemplo.
 
No hace tanto, estos trofeos eran raros. Para ponernos en contexto, baste recordar que “Joselito el Gallo”, figura histórica, solo vino a recibir la primera oreja en La Maestranza, tres años después de su alternativa. Los triunfos había que ganarselos a ley.
 
Una de las secuelas del Covid, es la pérdida del gusto y el olfato. En esta pandemia, La Fiesta entera parece contagiada. Todo le sabe y huele a lo mismo. ¡A triunfo! Publicos, palcos, críticos y publicistas a coro.
 —Hay que ayudar, ¿o eres antitaurino?
 
En los titulares diarios la norma, mejor la horma, es la puerta grande, y múltiple; alternantes, ganaderos, empresarios y hasta parientes y amigos, todos a hombros. Y claro, sin una voz que les vaya recordando al oído, como a los conquistadores romanos, “eres mortal, eres mortal…”
 
Hoy, torero que no repita procesión día tras día, no está en nada. Espectador que no la presencie cada corrida se siente atracado. Muchos creen que por ahí es la cosa “para salvar la fiesta”. No, no, no, qué va, el triunfo cotidiano, fatuo, prefabricado, industrializado termina por ni siquiera ser noticia y como todo lo rutinario por hastiar a los que pagan y hasta los mismos “triunfadores”.
 
El rigor, la dignidad, la verdad fueron los bloques sobre los cuales la tauromaquia levantó su grandeza. Feriarla, convertirla en un espectáculo previsible, con el toro hecho comparsa en perpetua derrota, es el camino más corto al descrédito y la liquidación.