lunes, 11 de abril de 2022

EL TOREO ES GRANDEZA - VIÑETA 453

 
VIÑETA 453
 
El toreo es grandeza
Jorge Arturo Díaz Reyes, Cali IV 11 2022 
Emilio de Justo ayer al salir al ruedo. Fotograma: Plaza Toros TV 
Amanecer dominical. Dos titulares marcan la fecha. Uno, “Joaquín Vidal, veinte años ya”, de Antonio Lorca en El País. El otro, “Emilio de Justo, hoy el gran reto”, de Guillermo Rodríguez en su portal.
 
Evocación y expectación. La imagen distante de un escritor indeleble y la grave apuesta de un torero solitario. Dos épocas, dos modos, dos ubicaciones, un tema. Qué tiempos aquellos, de corrida en la tarde y crónica genial en la mañana, (impresa, pues apenas despuntaba el Internet). El hecho tal cual y el relato enriquecedor. Qué hubiese sido de la guerra de Troya sin Homero. Nada, lo más otra de tantas masacres olvidadas.
 
Qué hubiese sido de aquellas tres décadas toreras, entre finales del siglo XX y comienzo del XXI, sin Vidal. Sin su ojo, sin su arte, sin su fe de que “El toreo es grandeza”, como tituló esa su novela-ensayo. Mala, por cierto. Su don era la síntesis, la historia corta, como Chejov, Maupassant, Borges, Hemingway…, no las paginadas. Hombre de causa, cargó pluma en ristre contra los molinos de viento con el mismo limpio arrojo que exigía a los toreros. Cuántos le odiaron, cuántos le amaron, cuantos le recuerdan... Todos.
 
De haber estado ayer en su fila 6, qué habría escrito de aquello. Del cinqueño, pitonudo y diverso encierro. Del emotivo cárdeno de Pallarés que cobró su vida fracturándole cuello y cráneo a De Justo. Del drama de un modesto veterano que por desgracia quedó solo frente a los otros cinco en la más dura plaza del mundo. De cómo el palha lo cogió y no le pudo rematar. De cómo no se arredró, de cómo bregó...
 
Qué habría escrito del bravo y noble “Duplicado”, que a galope desde los medios tomó tres varas, propició ese clamoroso tercio de banderillas y se prodigó en la muleta… Y de lo demás…, de cómo el temido público, guardó sus uñas entendiendo de una lo que al final, sudoroso y estremecido explicó Álvaro de la Calle: “Hice lo mejor que pude con dignidad y respeto”.
 
Puedo imaginar que don Joaquín habría escrito, algo así como qué allí, precisamente allí, radica la grandeza del toreo y de la vida.

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