sábado, 11 de mayo de 2019

EL CABALLO DE CALÍGULA - VIÑETA 302

Viñeta 302

El caballo de Calígula
Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, mayo 7 de 2019

Museo Arqueológico Nacional, Campa,
www.nationalgeographic.com.es
Era español, dicen. Bueno, nacido en la entonces Hispania (península ibérica). Veloz, campeón de las carreras y seguramente bello como los actuales de rejoneo criados en esa tierra.

Tantos atractivos tendría que desbordó la pasión animalista del emperador. Le asignó una mansión ajardinada, le construyó cuadras de mármol, comederos de marfil, le puso dieciocho sirvientes, y le cubrió de joyas, perfumes y prendas púrpuras, color privativo de la familia imperial. Es la leyenda.

Y lo más importante, jurídicamente hablando, le reconoció derechos. Derechos, sí. El de propiedad, el de pareja, con Penélope, bella mujer de la alta sociedad Romana. Y el básico de todo sujeto social ante la ley, elegir y ser elegido. Por el cual, instó a senadores copartidarios para votar su nombramiento como cónsul. Obedecieron e hicieron mayoría.

En atención a tal jurisprudencia, “Incitato”, equino prócer del derecho animal, sin duda, podría hoy también ser electo. No cónsul, pero sí tal vez presidente del PACMA o de algún otro de los partidos que la proclaman. Por ejemplo, los que acaban de aprobar el viernes pasado la eliminación del Zoo de Barcelona; BComú, PDeCAT, ERC...

Hay que liberar los animales, alegan. Son como nosotros. Nada de discriminaciones. Y me recuerdan a Jerry, antitaurino furibundo de mi ciudad, quien una vez, tras mucho lanzarse inútilmente al ruedo para sabotear corridas, optó por soltar el enorme tigre del circo que nos visitaba en la feria, y a punto estuvo de hacerle devorar a tres niñitos. Afortunadamente fue sorprendido in fraganti por los empleados.

Pero volviendo a las teorías jurídicas animalistas de Calígula, que hoy tienen tantos adeptos, valga repetirles que nosotros los odiados taurinos, queremos, cuidamos y respetamos los animales, tanto y más que ellos. Pero sabiéndonos diferentes.



No iguales, como su precursor y su par derechohabiente. A fe, honramos ritualmente, cara a cara con el toro, la inexorable lucha por la vida y expiamos así, por todos, la constante y vergonzosa profanación de la naturaleza, la masacre y extinción de las especies.

ENTRE T Y G - VIÑETA 301

Viñeta 301

Entre T y G
Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, abril 30 de 2019

Algeciras. Plaza de Las Palomas. Foto: http://patrijrjimenez.blogspot.com/
Mis viejos amigos T y G, abogado y médico retirados, de buen pasar, eligieron desde jóvenes polos opuestos de afición sin que sus diferencias los hayan enemistado. Aman los toros, cada cual a su manera y peregrinan tras ellos.

Al cabo de los años, conservan el tipo y talante contrapuestos. Uno enjuto, alto y puntilloso, el otro grueso, bajo y socarrón. El envejecimiento en lugar de atenuar ha reafirmado su antagonismo. Se caricaturizan mutuamente.

—Eres un miracorridas, entre más ves menos entiendes.
—Y tú farsante, posas de sabio descalificando todo.

He compartido con ellos viajes, tertulias y ferias completas en diversos lugares y “épocas”. A comienzos del siglo, junio treinta del 2.000 (por más veras, tengo notas). En la calurosa plaza de Algeciras, durante la lidia del tercer barral, formaron tal discusión que los vecinos divertidos, ignoraron el ruedo y se giraron hacia nosotros.

¿La causa? El Juli, muy joven, quien por entonces banderilleaba, cerró tercio con un par espectacular, por los adentros, detonando gran ovación. T se sumó a ella feliz y aplaudidor, mientras G indignado, con el puño en alto gritaba como si le hubiesen robado el reloj —¡A toro pasado! ¡A toro pasado!

El barullo copó atención en ese rincón del tendido con su mezcla de acento, localismos y manoteos. Los curiosos reían, y yo, neutral en tierra de nadie, sentado entre los contendientes no hallaba escape honorable de la batalla. Cobardemente, intentando negarlos, me desentendí como un manso, mirando al callejón, donde Joselito, quien al final saldría en hombros junto al discutido, conversaba con José Tomás, el otro alternante.

Cada vez que recuerdo aquello no puedo negarme a pensar que mis amigos han tenido razón siempre, al tiempo. Que la existencia misma de la fiesta lo prueba con su pasional convivencia de subjetividad y objetividad. Y qué si los modernizadores de oficio logran algún día eliminarle una de las dos, implantando chucherías como el VAR, la matarían.

EL DECURSO DEL MÉTODO - VIÑETA 300

Viñeta 300

El decurso del mėtodo
Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, abril 23 de 2019 

Manzanares recibe al 2º el 21 de septiembre de 2012 en Logroño. Foto: www.josemariamanzanares.com
Que viene el toro, te quitas tú o te quita el toro. Así era el método, en el ruedo y en la vida. Dicen que Descartes aplicándolo, tituló su libro “Discurso” indicando que solo hablaba, no afirmaba.

Quite de legítima defensa, pues en tiempos de intolerancia y hoguera proponía nada menos que renunciar a lo sabido y buscar la verdad por sí mismo. Pienso luego existo. Quizá no le valió, murió joven y misteriosamente.

Sin embargo, a la par que se popularizaba la desafiante obra. La gente se largaba a pensar suelta de tramojo y en el ruedo los peones a robar el protagonismo de los caballeros toreros.

Los Romero de Ronda, abuelo, hijo y nietos, que seguro ni habían oído hablar del francés, coincidieron con esa moda y resolvieron a su real saber y entender, usar la muleta, esperar y recibir, ganando gran celebridad. Hasta hoy.

Para ello hubieron de hacer venir el toro, citar. No quitarse, parar. Estoquear y vaciar, o sea quitar al toro. Lo contrario del método consabido. Pedro, que al final fue maestro de la escuela de Sevilla, exigía primero que todo parar. Ese tiempo está descrito por su rival Pepe Hillo en la “Tauromaquia o arte de torear”, publicada 117 años antes de la alternativa de Belmonte.

A quien los historiadores, atribuyen el invento. Seguro, al ver en él conjugados y personalizados los avances logrados en ese largo lapso por tantos que le apostaron todo. Entre los cuales destacan: “Desperdicios”, quien perdió un ojo, “El Espartero” y “El Sacristán”, muertos por toros. Este último, ídolo y modelo de Juan desde su infancia.

Belmonte merece su leyenda, pero sin obviar la historia. Ni tampoco que su arriesgadísimo toreo, al cual auguraron no sobreviviría mucho, motivó la creación durante la pasada centuria de un nuevo toro, que se pudiese quitar a repetición para ligarle tandas y faenas embrocadas, lentas y prolongadas casi al infinito. 

Pero, cuidado, respeto. En contraprestación a tanta nobleza, hoy los toreros paran y duran más en jurisdicción de cacho. La siniestralidad que sufren demuestra cuanto siguen exponiendo. Tal ha sido el decurso que no el discurso del método.

IDOLA FORI - VIÑETA 299

Viñeta 299

Idola fori
Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, abril 16 de 2019

Como aficionado viejo he visto presencialmente a todos los “ídolos” del toreo en las últimas siete décadas, y si me preguntan cuál ha sido el mayor que conocí, diré sin ambages que Manuel Benítez Pérez “El Cordobés”. No el mejor torero, el ídolo.

Mito, fenómeno de masas que copó las taquillas, rompió las barreras de la fiesta, trascendió la cultura y sometió el sistema. Relegando, allá y acá, íconos de una era privilegiada; Ordóñez, El Viti, Antoñete, Puerta, Camino, Curro, Calesero, Girón, Cáceres…

Gerardo Diego le rezó: “El Cordobés”, es el toreo al revés… en inglés, en danés, en pequinés, en volapuk y sin mover los pies.

Mísero huérfano de guerra, rebelde sin causa, desafío perenne, personalidad sin par, héroe de crónica, película y novela. Mezcla de verdad, ficción y artificio. Caló en el imaginario de una generación iconoclasta de por sí, que lo hizo su imagen y semejanza.

Los “ídola fori”, de la plaza, del mercado, fueron definidos en general como fantasías sociales, fugas de la realidad, productos verosímiles del pensamiento mágico, por Sir Francis Bacon. Hombre tan racional y paradójicamente idolatrado, que hasta le han atribuido las obras de Shakespeare, algunos incrédulos de que tanta genialidad pudiese habitar otra mente que no fuese la suya.

La idolatría es parte de la naturaleza humana, de su instinto gregario. No ha existido cultura sin ella; religiosa, política, deportiva, mediática, incluso científica. Y en el arte, donde lo sensorial prima sobre lo racional, el fenómeno aumenta. Cómo conmueven y se adoran los artistas Cuál sería la historia sin ellos. La del toreo en especial, arte biológico por excelencia.

Lo repiten muchos, no pretendo aquí descubrir nada, entre los factores causales de la decadencia, la falta de uno que remueva el hondo inconsciente colectivo hasta desbordar la razón, es determinante. Hoy, hay toreros de gran valía y técnica, pero no así.

El mercadeo y la propaganda, que nos hacen hasta fumar cancerígenos, comer tóxicos o votar por depredadores, no son capaces de fabricar por sí solos un ídolo torero. Está demostrado. Es indispensable la materia prima, la dura piedra en que lo talla el pueblo y esa ni se compra ni se vende. He ahí el problema.

NI CULPA NI PERDÓN - VIÑETA 298

Viñeta 298

Ni culpa, ni perdón
Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, abril 9 de 2019

Iván Fandiño. Foto: Camilo Díaz 
La vida es cruel. Nacemos, carecemos, enfermamos, padecemos, perdemos a los seres queridos, asistimos al horror cotidiano desde los noticieros, los documentales naturalistas nos recuerdan sin descanso lo despiadado de la lucha por la sobrevivencia, morimos todos.

Las misericordiosas prédicas de los profetas, han sido bordadas en banderas de guerra. Las nobles causas de la libertad, la equidad, la paz, la ecología, envilecidas como pretextos de violencia… “Historia universal de la infamia” tituló Borges a su colección de ocho cuentos realistas, aludiendo la biografía de la humanidad.

La crueldad no es una invención de la literatura, del arte, ni mucho menos de la tauromaquia, que son apenas alegorías del mundo, que se miran en él, que lo interrogan. Las bibliotecas, los museos, los teatros, los monumentos rebosan de testimonios. Negarlo es hipócrita, justificarlo con eufemismos y sofismas, perverso.

Por ejemplo, entre los muchos “animalistas” que celebran alborozadamente las muertes de toreros en el ruedo, injuriando cadáveres y dolientes, una joven política del ámbito municipal español, ha recibido multa pequeña y regañito escrito, porque: "no mostraba mínima compasión, sino que manifestaba un sentimiento de alegría o alivio por la muerte de quien tachaba, sin ambages, de asesino”. Conminación tan exótica, que hasta ocupó titulares.

Mientras otra colega suya, de mayor calado, que anda en campaña electoral para continuarse como alcaldesa de Madrid; hace una mediática mueca de amplitud cultural, contraria a la que muestra en el cargo, y dice melifluamente: “La crueldad hacia los animales no es buena, pero hay que pensar que existe una cultura y hay que ser tolerantes”.

No agrede verbalmente a uno, sino a todos en todas partes, los que simula “tolerar”. Prejuzgándonos, “crueles”, “no buenos” (malos) desde lo alto de su abrogada superioridad moral.

No señora. Ni culpa ni perdón. Nuestro culto no es así, es piadoso. Simboliza lo inexorablemente trágico de la existencia, y propone asumirlo con ética y estética sinceras, con valor y respeto por la naturaleza, reconociéndole al animal sacralizado que la representa, identidad, dignidad, oportunidad, reverencia ceremonial e igualdad.

Lo prueban los toreros heridos y muertos por toros en el rito, hacia los cuales ustedes “los buenos” muestran tan poca bondad. Dese una pasada por alguno de los mataderos que surten su mesa y compare.

UN ASUNTO SIN IMPORTANCIA - VIÑETA 297

Viñeta 297

Un asunto sin importancia
Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, abril 2 de 2019

Los carteles de las dos principales ferias del mundo, mayo en Sevilla y San Isidro en Madrid, sumados, han repartido 140 puestos entre matadores de toros, novilleros y rejoneadores. De los cuales, trece han sido para hispanoamericanos. Seis a peruanos, seis a mexicanos y uno colombiano (0.7%). Ningún venezolano ni ecuatoriano, para solo citar países aún con fiesta viva por acá.

A esa cuota contribuyen: Roca Rey que copa cuatro plazas por sí solo. Seguido de Luis David con tres, Joaquín Galdós con dos y con una cada uno: Joselito Adame, Ritter, El Galo y San Román.

¿Mucho, poco? ¿Falta, sobra? ¿Justo, injusto? Cada quien tendrá su opinión. Para las empresas, que se juegan el dinero, esto fue lo que convino contratar. Quien apuesta elige y asume los resultados. La taquilla juzga, es el show business.

Pero también es propio de aficionados cuestionar e imaginar carteles. Un derecho, siempre lo ha sido. Y hoy, más allá de gustos, regionalismos o tejemanejes de apoderados, para quienes en América vivimos la fiesta al filo de la desaparición, el concurso de nuestros toreros en esa exposición global, pasa por ser una necesidad existencial.

El efecto promotor de tal presencia, se ha demostrado históricamente. La movilización de públicos en sus respectivos países que produjeron otrora los triunfos madrileños y sevillanos, no solo de fenómenos como Gaona, Armillita, César Girón, César Rincón… sino de otros muchos de menos registro, es insoslayable. (Ver el Perú de Roca Rey ahora).

Las aficiones de Colombia, Ecuador y Venezuela, que se baten a brazo partido contra fuerzas aniquiladoras, resienten su exclusión de los escenarios máximos; abandono de los aliados, punto para los enemigos, desencanto...

Entre los 140 nichos del vasto escaparate hubiesen cabido toreros representativos de dichos países, como Bolívar, Colombo, Albán, Ramsés..., justificando más el título de “Feria Mundial”, que San Isidro en particular, con sus 34 carteles pavonea. Y de paso, alentado tres frentes de urgente atención para la sobrevivencia de la tauromaquia.

Pero, en fin, desde allá, quizá esto parezca un asunto sin importancia.

LA TRÍADA TRISTE - VIÑETA 296

Viñeta 296

La tríada triste
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, marzo 26 de 2019 
Ponce cogido en Manizales el 10 de enero pasado. Foto: Camilo Díaz, www.cronicatoro.com
Así la llaman los traumatólogos en Colombia. Ruptura de ligamento cruzado, ligamento lateral y meniscos. Tres desgracias en una. Pero si, encima, concurre fractura del platillo articular tibial, como sucedió en la rodilla izquierda de Enrique Ponce, lo triste se vuelve catastrófico, para repetir el calificativo del cirujano. También lo soy, aunque no de dicha especialidad y le doy entero crédito.

Además, quisiera poder compartir su optimismo: “quedará perfecto… en dos meses podría encontrarse magnífico y a lo mejor podría torear bajo su responsabilidad… Enrique ya me ha sorprendido en otras ocasiones”.

Quizás una de tales sorpresas haya sido la de su apresurada reaparición el 9 y 10 de enero en Manizales (cogido y dolido), apenas trece días después de haber cancelado su compromiso del 27 de diciembre en Cali, con un parte médico de “ruptura de ligamento cruzado anterior” en la misma articulación, para luego retomar las temporadas americana y europea.

¿Cómo se permitió torear así, bajo su responsabilidad? ¿De haber sido exacto aquel diagnóstico, hasta donde pudo condicionar la catástrofe de Valencia, que por fortuna no fue más grave, hasta mortal digámoslo? Son preguntas que saltan solas.

Esta última cogida fue presenciada por “El Soro”, cuyo viacrucis, que truncó su carrera y le ha dejado baldado, hemos seguido todos con pena. Más de 25 años y 35 intervenciones quirúrgicas, entre ellas la “implantación de una pierna biónica”, todo nacido de una lesión similar, también de la rodilla izquierda.

Cuidado. Si bien es cierto que el paciente de quien hablamos merece por esa sola condición todos los esfuerzos y prudencia en su tratamiento, debe agregarse su rango de artista único, patrimonio de la tauromaquia. Un arte a muerte, que requiere la integridad física del ejecutante y sobre todo la estabilidad y la confianza plena en sus extremidades.  

En estos casos, lo ha señalado el Dr. Villamor, la edad (47 años) es un factor mayor de precaución y juega contra la rapidez de la recuperación. Enrique lo ha conseguido todo ya en el toreo, ha escalado en su madurez la cumbre de los grandes maestros. Un cenit que marca la época.

Y así apesadumbre privarse de su toreo, hay que respetar la consolidación del buen resultado que tan compleja reconstrucción demanda. Generalmente, para deportistas más jóvenes y musculados que él, de seis a siete meses y más. La temporada entera, mejor dicho. Después, habría que ver. Lo que se juega supera otras consideraciones.