martes, 19 de marzo de 2019

LA MUERTE DE HORROROSO - VIÑETA 295

Viñeta 295

La muerte de Horroroso
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, marzo 19 de 2019

El presidente ordena la ejecución de la suerte suprema
El domingo pasado en Valencia, cuando en medio de la ruidosa y mayoritaria petición de indulto, el presidente D. Pedro Valero Fernández asomó el pañuelo avisando por segunda vez a Sebastián Castella que el tiempo reglamentario de la lidia terminaba y que solo quedaba un minuto para cumplir con la suerte suprema del rito milenario, el destino del gran toro quedó sellado.

Ya no viviría mucho más de lo que había vivido. Ya no procrearía con múltiples parejas ocasionales una larga descendencia, que presuntamente prolongaría en el tiempo las bravas y nobles virtudes de su talante ni los caracteres anatómicos de su tipo, menos alabados.

Respetuoso, el matador francés que había mostrado sin ahorro la grandeza del toro, lo estoqueó con honor. El tiro le arrastró en una vuelta reverente y el drama terminó. En el ruedo, pero continúa y continuará más allá mientras haya memoria y mientras los hombres se vean reflejados en él. Como sucede con los grandes dramas de Esquilo, Sófocles, Shakespeare… Porque la fiesta de los toros es eso, una tragedia. Solo que real, no fingida.

Y todos los que vivimos la de Horroroso, en la plaza o a distancia, salimos al tiempo felices y tristes. Algunos incluso contrariados y hasta rabiosos. Más aún de como sucede a quienes reviven las clásicas en el teatro, en el cine o en la televisión. Es la catarsis que Aristóteles nos explicó hace dos mil trescientos y tantos años.

Esa necesidad humana de pasar por la pena y el alivio de la “purificación” espiritual, de redimir una y otra vez el carácter trágico de la vida. En ello está la vigencia de los cultos, el teatro y los toros, ritos hermanos. Hoy, cosas de la cultura globalizada (negar la muerte), muchos la soportan y hasta la disfrutan y aplauden representada, imaginaria, simbólica, histriónica, virtual. Y pese a que la ven, como asunto de otros, a toda hora en los noticieros, no la soportan real, frente a sí.

La de Horroroso los horrorizó. Porque creyeron poder “salvarlo”, por unos años. Dejarlo morir por decrepitud en vez de a plenitud, en la forma ceremonial, gloriosa y perdurable como lo hizo en el ruedo.

Los más cantantes de los protestantes; aficionados de élite, profesionales, críticos… la tomaron con la presidencia, poder conferido por el pueblo. Esgrimieron en su contra el plebiscito espontáneo del público (mayoría circunstancial). Invocaron la diversión como fin máximo de la corrida. Y su pensamiento como el de “los que saben”. “La muerte es fea” dijeron.

Están en todo el derecho a expresar su personal comprensión y sentimiento de la fiesta, por supuesto. Lo respeto altamente, pero me preocupa y mucho el destino inmediato de ella orientado en esa dirección. Discúlpenme.

martes, 12 de marzo de 2019

¿EVOLUCIÓN O TRANSFORMISMO? - VIÑETA 294


Viñeta 294

¿Evolución o transformismo?
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, marzo 12 de 2019

Cartel de la presentación en Bogotá 1893
Cuando el madrileño Tomás Parrondo “El Manchao” fue anunciado para matar la corrida del 27 de diciembre de 1893 en la bogotana “Plaza de los Mártires”, el alcalde Higinio Cualla decretó una multa de 500 pesos (mucha plata para la época) por cada toro muerto en el ruedo. Recuerda Hernando Rozo y Rozo en su recopilación “Los toros en Bogotá”.

¡Alcaldada! protestaron entonces los aficionados. Esa, como tantas otras, incluyendo las de los últimos, (Petro y Peñaloza, antitaurinos conversos), ha quedado sin efecto, hasta hoy. Igual, ocurrió en 1920, cuando a la muerte de Joselito, Rafael Guerra desolado lanzó su lapidario:el último torero”, tampoco se cumplió.

Los anatemas externos, los desfallecimientos internos, las prohibiciones y autocensuras, los autoritarios, esto hay que acabarlo y los claudicantes, esto se acabó, son tan viejos como la fiesta. Que pese a ellos vive.

¿Por qué? Porque sus valores la sostienen, porque la gente la paga y porque el tiempo y la autoridad (ley) la permiten, como rezan los carteles. Pero más allá, porque, como tanto se ha dicho, en ello van la libertad y los derechos humanos, que llegan hasta donde comienzan los de los otros humanos.

Ahora, que la crisis ha hecho crisis (económica), menudean el discurso “salvador”, el diagnóstico y la fórmula mágica. Que somos anacrónicos, que debemos adaptarnos, evolucionar, cambiar o morir.

¿Anacrónicos? ¿Cómo así? ¿Los profundos fundamentos biológicos y culturales, los significados, la congruencia desaparecieron? Las multitudes jóvenes y cosmopolitas que congregan los encierros en Pamplona, con transmisiones globales de última tecnología. La infinidad de festejos folclóricos. El millón de asistentes a Las Ventas en un año. La enorme producción artística y literaria inspirada en el toreo ¿Qué son? ¿Qué muestran? ¿Caducidad? ¿No interés?

Además, es que la corrida no ha parado de evolucionar. Por sí misma, claro, a su paso, en su liturgia, en su mercadeo, no en su esencia de rito sacrificial. A esa fidelidad en los principios, es que debe su vigencia milenaria.

Lo contrario, el convertirla en otra cosa, el dejar de ser para seguir siendo, más que un sofisma, es un transformismo liquidador. Cuidado.


martes, 5 de marzo de 2019

LA CRÍTICA CRITICADA - VIÑETA 293

Viñeta 293

La crítica criticada
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, marzo 5 de 2019

"El Gordito". Grabado, Gustavo Doré
Durante la pasada temporada bogotana, José Antonio Almanza me regaló un libro aun joven, lleno de viejos textos. Ninguno de los dos reside allá, viajamos a las corridas, entrada por salida, desde nuestras respectivas ciudades (Ibagué y Cali).

—No te lo llevo a la plaza por no cargarte. Va por correo —me advirtió. Lo recibí hace días.

“La crítica taurina - Antología” de Javier Villán (2006).  Su introducción por sí sola justifica la obra. Visión panorámica sobre la historia de la especialidad. Desde Cervantes y Quevedo relatores de toros, hasta comienzos del presente siglo, largo hilo de vidas, hechos y firmas. Documentado ensayo en casi medio centenar de páginas que disecciona el periodismo taurino español. Otros no. Su protagonismo histórico, aplicación política, evolución, luces y sombras. Sincero, directo, duro, testimonial.

De la revista, esa escueta relación notarial de suertes e incidencias iniciada por “Un Curioso” el jueves 20 de junio de 1793, en El Diario de Madrid, hasta Don Modesto quien el 15 de marzo de 1915 declaró, el primero, durante su conferencia en el Círculo de Bellas Artes que él no era revistero sino cronista, defendiendo al tiempo la subjetividad y la impresión personal.

Sin embargo, crítica taurina es el rótulo popular que ha denominado genérica e inexactamente al arte de contar corridas por escrito. Que, como forma peculiar de literatura, lo es (arte). Y así mismo se llama críticos a sus oficiantes. “La peligrosa fusión con la publicidad”, desvirtúa los dos títulos, pero no ha impedido su uso.

Crítica, supone a más de observación minuciosa, conocimiento, comunicación exacta, neutralidad y objetividad. Pero en tauromaquia la objetividad pura no existe como no existe la perfección. Es arte-rito, complejo, pasional, romántico, barroco, en el cual más allá de los principios éticos; que el toro sea toro, el torero torero, el toreo toreo, concurren las opiniones, los gustos, las valoraciones... hiperbólicas que han sido norma y hasta la venalidad. Muestra Villán.

Cierto, amén de otros factores, el fenómeno de masa, la emoción, el afecto, el interés influyen en la sensibilidad, el juicio y la intención del cronista inmediato. No redacta un informe científico. Como el pintor, crea una versión estética. Con todo eso debe contar su lector y a la vez crítico.

domingo, 3 de marzo de 2019

COLOMBIA PUNTO FINAL - VIÑETA 292

Viñeta 292

Colombia punto final
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, febrero 26 de 2019

Ponce en Bogotá. Foto: Camilo Díaz, www.cronicatoro.com
Terminó el domingo pasado la temporada colombiana 2019. La más rala que recuerde. Apenas doce corridas de toros en tres plazas de primera; Cali, Manizales y Bogotá.

Minimización de rumbo terminal agravada por la supresión mañosa, que no prohibición (imposible legalmente), de la fiesta en Medellín. Castramiento autoritario de una tradición tan vieja como la ciudad. Estas dos calamidades bastarían para marcarla históricamente. Pero hubo mucho más, entre lo poco.

La no concurrencia de la mayoría de las grandes figuras. La excusa médica de Ponce que a última hora lo ausentó de Cali, “ruptura de ligamento cruzado anterior de la rodilla”, milagrosamente resuelta (mediante compresas) muy pocos días después. Y quizá la más preocupante ausencia de todas; el toro bravo. No salió ninguno auténticamente bravo al ruedo. Con perdón de los indultos, vueltas y ovaciones prodigadas.

Y menos, el encierro completo, respetando análisis, interpretaciones, opiniones, gustos y premios aparecidos y por aparecer. Los hubo sí, muy celebrados por el público, y si nos atenemos a ello y al número de orejas, deberíamos decir que triunfales, o quizá triunfalistas. ¿Pero quién le puede prohibir al público y a Usía que se alegren y pregonen lo que les nace?

Yo no. Lo que sí puedo decir es que esa tendencia populista, frívola y tragante, no se trata de un fenómeno nacional. Es mundial. Y no solo taurino, es general. Hay que ver la política, el arte y el consumo.

Así, en este escenario, brillaron cosas. La ganadería de Ernesto Gutiérrez que impuso su nobleza y fondo en las tres plazas. Definiéndose cada vez más, en manos de Miguel, como un encaste propio, un toro pastueño pero distinto. Encima, con evidente superación de sus ancestrales limitaciones de trapío.

Con él, se realizaron las faenas de las apoteósis. Castella y “Boticario” Nº 89, cinqueño, de 524 kilos, indultado el 30 de diciembre en Cañaveralejo. Enrique Ponce El juli, con todo el encierro el 12 de enero en La Monumental, y otra vez, Ponce con “Fosforero”, Nº 100, cinqueño de 500 kilos, primero en La Santamaría el 24 de febrero, al cual se le dio vuelta al ruedo. Hubo varias y notables bregas de manso, quizá destaca la de Roca Rey al tercer juanbernardo el 10 de febrero en Bogotá.

No cabe todo aquí, solo una coletilla. Los presidentes a merced de los públicos. Honor a D. Luis Bernardo Gómez Upegui quien afrontó con toda dignidad una de las mayores e injustificadas broncas por no regalar las orejas del tercero en la última de Manizales. Hombría.