Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, febrero 26 de 2019
Ponce en Bogotá. Foto: Camilo Díaz, www.cronicatoro.com |
Terminó el domingo pasado la temporada colombiana 2019. La más rala que recuerde. Apenas doce corridas de toros en tres plazas de primera; Cali, Manizales y Bogotá.
Minimización de rumbo terminal agravada por la supresión mañosa, que no prohibición (imposible legalmente), de la fiesta en Medellín. Castramiento autoritario de una tradición tan vieja como la ciudad. Estas dos calamidades bastarían para marcarla históricamente. Pero hubo mucho más, entre lo poco.
La no concurrencia de la mayoría de las grandes figuras. La excusa médica de Ponce que a última hora lo ausentó de Cali, “ruptura de ligamento cruzado anterior de la rodilla”, milagrosamente resuelta (mediante compresas) muy pocos días después. Y quizá la más preocupante ausencia de todas; el toro bravo. No salió ninguno auténticamente bravo al ruedo. Con perdón de los indultos, vueltas y ovaciones prodigadas.
Y menos, el encierro completo, respetando análisis, interpretaciones, opiniones, gustos y premios aparecidos y por aparecer. Los hubo sí, muy celebrados por el público, y si nos atenemos a ello y al número de orejas, deberíamos decir que triunfales, o quizá triunfalistas. ¿Pero quién le puede prohibir al público y a Usía que se alegren y pregonen lo que les nace?
Yo no. Lo que sí puedo decir es que esa tendencia populista, frívola y tragante, no se trata de un fenómeno nacional. Es mundial. Y no solo taurino, es general. Hay que ver la política, el arte y el consumo.
Así, en este escenario, brillaron cosas. La ganadería de Ernesto Gutiérrez que impuso su nobleza y fondo en las tres plazas. Definiéndose cada vez más, en manos de Miguel, como un encaste propio, un toro pastueño pero distinto. Encima, con evidente superación de sus ancestrales limitaciones de trapío.
Con él, se realizaron las faenas de las apoteósis. Castella y “Boticario” Nº 89, cinqueño, de 524 kilos, indultado el 30 de diciembre en Cañaveralejo. Enrique Ponce y El juli, con todo el encierro el 12 de enero en La Monumental, y otra vez, Ponce con “Fosforero”, Nº 100, cinqueño de 500 kilos, primero en La Santamaría el 24 de febrero, al cual se le dio vuelta al ruedo. Hubo varias y notables bregas de manso, quizá destaca la de Roca Rey al tercer juanbernardo el 10 de febrero en Bogotá.
No cabe todo aquí, solo una coletilla. Los presidentes a merced de los públicos. Honor a D. Luis Bernardo Gómez Upegui quien afrontó con toda dignidad una de las mayores e injustificadas broncas por no regalar las orejas del tercero en la última de Manizales. Hombría.
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