domingo, 27 de febrero de 2022

EL INVIERNO DE NUESTRA AMARGURA - VIÑETA 447

VIÑETA 447

 

El invierno de nuestra amargura

Jorge Arturo Díaz Reyes, Cali II 28 2022

Toro de Los Bayones. Foto: Torosdelidia.es

Se vislumbra la primavera en el hemisferio norte, aquel por donde según Henry Kissinger “transcurre la historia universal”. Y al mismo tiempo, en todo el mundo, incluido el “ahistórico”, parece declinar el duro y largo invierno de la pandemia que se ha llevado tantos.

 

Deshielo, reverdecer, floración, reactivación… Las especies hibernantes comienzan su lento despertar, el intensificar la brega por la vida, el apareamiento y la continuidad de la especie. No así la humana, que ha convertido la matanza propia en actividad primordial, en partera de su historia, y ahora, en su posible sepulturera total. Dado el monstruoso poder destructivo puesto a disposición de sus competitivos machos alfa...

 

Al tiempo con el tiempo, en Europa toros, toreros y públicos aprestan la retoma de ruedos, graderíos y pantallas. Terminan dos años y medio en que la fiesta sobrevive con su metabolismo al mínimo, sostenido por un puñado de resilientes, usando la televisión como tubo de respiración asistida, contra el ahogo del distanciamiento social y las restricciones de concurrencia. 

 

Cuando las plazas quedaron desoladas, bastantes desertaron, se retiraron o se recogieron en sus cuarteles. Quizá esperando que el clima mejorara. Era su derecho. Pero cómo ignorar hoy a los aguerridos que le pusieron el pecho a la gélida tormenta, jugándosela para sostener el hálito del culto. Empresarios, ganaderos valientes cuyos nombres quedan para el recuerdo, y los matadores, que liderados por Ponce 2020 y Morante 2021, dieron la cara en estos años de gesta. ¿Cómo olvidarlos, por qué olvidarlos, por qué negarles reconocimiento y honor, si ahí estaban las cámaras atestiguando?

 

Bienvenidos los que ahora se levantan, vuelven y se suman a ellos. Claro que sí, los extrañábamos mucho. Su concurso será definitivo para la resurrección. Enriquecerá los carteles, alimentará las taquillas, fortalecerá el sistema…, lucrarán justamente. Sin embargo, en medio de la euforia es imposible obviar algunas incomprensiones. 

 

El esperado Alejandro Talavante, por ejemplo, quien se negó a reaparecer en Sevilla por no dejarse televisar y luego arremetió en Madrid contra las transmisiones acusándolas como “elitistas”. Equivocado desdén a la que ha mostrado ser no solo la manera más barata y popular de acceder al rito desde cualquier latitud, sino el vehículo más eficaz de su indispensable difusión. Sin ella, este invierno de nuestra amargura hubiese sido final, no tendríamos otra primavera, ni esperaríamos que el sol del verano trajera dulzura.

 

lunes, 21 de febrero de 2022

DESTAPE Y DEVALUACIÓN - VIÑETA 446

VIÑETA 446 

 

Destape y devaluación

Jorge Arturo Díaz Reyes, Cali II 21 2022

Ocaso en Las Ventas: Fotograma, Plaza Toros TV

La semana pasada dos noticias desde España captaron la atención en todo el mundo taurino. Una, la presentación del calendario Katia Sol, con fotografías de reconocidos toreros semidesnudos, varias en poses insinuantes. Otra, la publicación por la Comunidad de Madrid del Pliego para el arrendamiento de La plaza de Toros de Las Ventas durante las próximas temporadas y las dos prórrogas posibles (seis años), el cual hace una rebaja enorme al precio de la “primera plaza del mundo”.

 

Aparte de la coincidencia en el tiempo, (al tiempo) ¿hasta dónde se relacionan esos dos acontecimientos? ¿Hasta dónde son signos conjuntos del estado de cosas en la fiesta y en la sociedad? ¿Hasta dónde marcan pautas de comportamiento global? En verdad que hubo respuestas distintas.

 

Que los oficiantes de nuestro culto, se quitaran parte de sus trajes rituales y se mostraran, así como así, desbraguetados, medio veringos, ha inspirado a quienes lo aplauden por “chic”, y juzgan “puritano” el disgusto de los que lo consideran extravío de valores.

 

Respecto a la otra depreciación, la de la catedral primada del toreo, ni fu ni fa. Indiferencia inexplicable, pues la caída fue de altura y con implicaciones. Hace diez años, por ejemplo, la exigencia mínima para los licitadores era de 2.300.000 euros anuales, otorgando puntos de premio para quienes la superaran, y la superaban bastante. Hoy, ese mínimo se ha fijado en 675.000 euros, casi la tercera parte, y con prohibición de ofrecer más del tope (975.000 euros), que no existía.

 

Además, el requisito de solvencia económica, técnica y profesional de los aspirantes, demostrado por acreditación de negocios anuales durante los tres últimos ejercicios, no inferior a diez millones de euros ha sido rebajado a la mitad. No se informa si estos menores costos al empresario redundarán proporcionalmente en el precio de la boletería, el pago a ganaderos y otros profesionales. 

 

Lo claro es que la disparidad aparente de los eventos recientes, el publicitario y el financiero, no los divorcia, los casa como signos de un mismo proceso crónico; posmodernismo, devaluació, frivolidad, complacencia, declive… 

lunes, 14 de febrero de 2022

SOTA, CABALLO Y REY - VIÑETA 445

VIÑETA 445 

 

Sota, caballo y rey

Jorge Arturo Díaz Reyes, Cali II 14 2022

 

Óleo anónimo, siglo XVII: Museo del Prado

Morante, Manzanares, Roca Rey… y pocos, muy pocos nombres más van repitiendo carteles como letanías por toda la geografía taurina. 

 

Los mismos, de a dos, de a tres y hasta de a seis contratos por temporada, por feria, incluso unos con toda la corrida para sí solos, de plaza en plaza… grande, mediana, pequeña, minúscula, la que sea. Todas copadas. 

 

Vedetismo, rasgo de la fiesta que la crisis ha extremado. Ralean festejos y público. Los empresarios, en el filo de la navaja, como la decapitada reina francesa optan por ofrecer tartas a cambio de pan. Pero no porque no haya. Pan hay, y bueno. ¿Qué son si no los otros cientos de toreros andantes con sus particulares tauromaquias, devociones y estéticas que han sido puestos fuera de circulación? ¿Y qué serán los que vienen, pues encima las escuelas taurinas están llenas?

 

La oferta y la demanda se han desbarajustado y todo con ellas. Como cuando los especuladores de la bolsa se tiraban por las ventanas de los rascacielos en Wall Street. Bueno, no tanto, a escala digo. El mercado está famélico, delirante, liquidacionista. Menos corridas, su precio sube. Más toros y mano de obra ociosa, su precio baja. 

 

El toreo, arte litúrgico es como los otros artes, también mercancía. Sometido a la dura ley de la competencia, que no entiende justicia laboral ni equidad. El que no nada se lo traga la corriente. La de la clientela, que pone la plata, paga, escoge y desecha. 

 

¿Pero esta lo hace siempre bien? ¿Acierta siempre? La comida más vendida (la más dañina). Los políticos elegidos (no hablemos). Las drogas adictivas, a tope. La vulgaridad, best seller. Orinales cotizados como arte sublime… ¿Tal es el sentido común? ¿Tan sabia es la mayoría? ¿O no escoge libremente? ¿Qué mueve sus afectos, sus desafectos, sus ávidas preferencias?

 

La propaganda, es vox populi. La estupefacción, la masificación, la doma del criterio individual en aras del consumo, “que es progreso”. Ese que lo justifica todo, hasta convertir el planeta en un muladar inhabitable. El que no haya entrado por el aro que arroje la primera piedra, o la primera bolsa plástica.

 

¿Y nuestro viejo culto no va también “progresando”, el toro a comparsa, el rito a farándula, el rigor a novelería? —Tranquilos, no pasa nada, está bien, son los tiempos— contestan los mercaderistas —el público manda, descontinúa lo que no quiere, porque no quiere lo que no le vendemos. 

 

Aún así, aceptando que quizá en las facsimilares carteleras para este año, tercero de pandemia, los que están son, seguro que no están muchos que son. ¿Culpa de quién? Culpa de todos, culpa de nadie, son las reglas, sigamos repartiendo… sota, caballo, rey… vuelve y juega… ¿Hasta cuando?

 

lunes, 7 de febrero de 2022

CAMINO DE SALVACIÓN - VIÑETA 444

 
VIÑETA 444
 
Camino de salvación
Jorge Arturo Díaz Reyes, Cali II 7 2022 
Paseíllo en Arles, junio 12 2021. Fotograma: Plaza Toros

En la conversación universal que permite ahora la red (Internet). El tema, casi el monotema taurino, de las últimas dos décadas es: “Cómo salvar la Fiesta”. 
 
No hay que hacer encuestas para comprobar esa fijación colectiva. Todos en ella, ganaderos, toreros, empresarios, aficionados, periodistas, publicistas, críticos, analistas, estudiosos, curiosos, espontáneos… Cada cual a su manera, cada cual con su diagnóstico y su receta. 
 
Sin embargo, bajo ese opinar multitudinario, subyacen tres acuerdos tácitos constantes. Tres convicciones, comunes denominadores que definen el estado de opinión, el espíritu de la época, el zeitgeist como dicen los alemanes. 
 
El primero, que La Fiesta va camino de perderse por sí sola. ¿Sino por qué habríamos de salvarla? No hay que salvar lo que ya está salvo.   
 
El segundo, que la Fiesta es un espectáculo parte del sector del entretenimiento, del show business y esto es lo que hay que salvar, porque sus números van a la baja; concurrencia, funciones, taquilla, rentabilidad... 
 
El tercero, que a la Fiesta pese a su perpetuidad, su prehistórica historia, su esencia, su credo, su ritualidad, su reclamada esencia cultural, no se la tiene por un culto, y en consecuencia no se invoca su propia doctrina como camino de salvación. 
 
Esa opinión general aplica el silogismo de que aun aceptando lo del culto, lo que hay que salvar son las finanzas, porque sin ellas, ni culto habría. 
 
Parece un argumento sólido. No lo es tanto, la fiesta de los toros perduró desde tiempos inmemoriales hasta la edad moderna (post renacentista), sin el formato espectáculo-negocio. Luego, este prosperó, pero precisamente a expensas de la trágica mística.
 
Vendiendo su bizarría, su simbolismo, su estética y su ética avaladas por la sangre de toros y toreros. Estos hondos significados biológicos y sacros que la justifican, son su verdadero sostén. Su esencia, la cual ha resistido que durante trescientos años el toro, el toreo, la corrida hicieran concesiones formales a las modas, los gustos y los escrúpulos ajenos, incluidos los de sus enemigos (“el cliente siempre tiene la razón”). 
 
Pero… ¿No hemos llegado por ahí al colmo de diluir las verdades esenciales, fiereza, riesgo, autenticidad, rigor y comenzado a perder por ello mismo credibilidad, fervor y concurrencia? ¿Será esa la razón de la caída libre, iniciada desde mucho antes de la pandemia?
 
Son preguntas que no contempla el clamor permanente a “reinventar”, a transformar la corrida en espectáculo de variedades, a convertirla en otra cosa que sea más rápidamente mercadeable a nuevas clientelas.
 
La contradicción está en que, si la Fiesta no se salva como lo que es, como lo que ha sido milenariamente, como un culto, tampoco se salvará como negocio. Y es más, no merecería ser salvada.