martes, 30 de enero de 2018

EL MUSEO ARREMETE - VIÑETA 239

Viñeta 239

El museo también arremete
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 30 de enero 2018

A una cuadra larga de la Santamaría, una imitación de castillo medieval, antigua cárcel, hospeda el Museo Nacional de Colombia. Orgullo patrio.

Lo he visitado desde niño, llevado por mi madre, maestros y luego espontáneamente por la curiosidad. Allí constaté, por ejemplo, las hachuelas aún manchadas de sangre, con que Galarza y Carvajal, destrozaron la cabeza del general Rafael Uribe-Uribe, el de “El liberalismo no es pecado”, inminente presidente de la República. Fue al costado del Capitolio. Corría el año 1914 de nuestra eterna historia.

Ya mi abuela Rosa, veterana de los “Mil días”, me lo había contado… Y otras reliquias… Ricaurte volando el polvorín en San Mateo, a cambio de llevarse con él unos cuantos fusileros españoles… La supuesta espada del granadino Jiménez de Quesada, fundador de Bogotá… Esos agrestes cuadros de Gonzalo Ariza, pintor execrado por los nuevistas, tanto como sus paisajes vírgenes…

En fin, un patrimonio de amor al pasado, la nación y el arte, dependencia política del Ministerio de Cultura. Quizás por esto no me sorprendió un reciente titular de la revista (cultural) Arcadia: “El Museo Nacional arremete contra las corridas de toros

Efectivamente, don Daniel Castro, director, se queja de las corridas, a las cuales culpa del riguroso cerco policial de seguridad que les ordena el antitaurino alcalde Peñalosa. El cual desafortunadamente parece diseñado más para enquistar, incordiar y azuzar antipatías contra los toros que para su libertad.

“Por seguridad de unos pocos”, protestan quienes la resienten, se restringe durante horas, la circulación en el corazón de la ciudad, afectando el fácil acceso al museo, comercios, hoteles, etc... Pero callan que restringe mucho más la misma corrida, pues amén de otras molestias, el público no puede ni siquiera llegar a las taquillas de la plaza. Un acorralamiento, un confinamiento, una segregación más, argumentados por la barbarie terrorista de hace un año.

¿Quién tiene la culpa señor director? ¿Las corridas o sus enemigos? Estos, claro, arremeten de nuevo, sesgadamente, contra ellas. ¿Guardará luego el querido Mueso testimonio de tales hazañas?   


¿Por qué no se hace cómo en Francia, permitir, sí, las manifestaciones PACÍFICAS antitaurinas, pero a más de un kilómetro de la plaza los días de corrida y sanseacabó? La respuesta es obvia.

martes, 23 de enero de 2018

EL SONIDO Y LA FURIA - VIÑETA 238

Viñeta 238

El sonido y la furia
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 23 de enero 2018


Bogotá, esquina Colpatria. Foto: Jorge Arturo Díaz Reyes
Llegaban hasta la Santamaría. Era imposible distinguir las palabras, pero no la ira. Brotaban de la esquina Colpatria, donde la turba, contenida por la barrera policial ocupaba todo el ancho de la carrera séptima, en una profundidad que no se podía precisar desde la explanada.

El radio del operativo de seguridad era de unos cuatrocientos metros. Dentro, había una tensa serenidad, inusual para un día de corrida. Sin bullicio, vendedores ni revendedores. Cortado el tráfico. Peatonalizada la zona. Tres retenes escalonados impedían el paso a quienes no portaran boleta o credencial y requisaban minuciosamente a los que las tenían.

Eran las tres de la tarde. Faltaba media hora para el paseíllo. Los rostros de siempre, sonrisas, apretones de manos, abrazos. La familia del toro, la perseguida y acorralada secta del toro concurriendo, fiel al culto. Saludé a José Galeano, el viejo banderillero. Me contó con su permanente socarronería que preparaba un libro.

--¿Sí? ¿Sobre qué? --Le pregunté medio en broma
--Sobre mí, claro --dijo poniéndose serio un instante.
--Buen tema –corregí, siguiéndole la corriente
--¡Hombre! –y vuelve a reír –Imagínate pasé mi vida toreando. Lo hice con casi todas las figuras de mi época, sabiéndome querido y respetado. Sintiéndome importante. Ahora vengo de cruzar esa horda, temiendo ser reconocido y linchado. Imagínate si no es un tema suficiente.
--Sí. Pero triste
--La realidad lo es y además estúpida. El mundo cambia, la virtud se hace pecado y uno pasa de ídolo a villano sin darse cuenta. Oye ese griterío, esa rabia… –señaló con la cabeza.

Dos veteranos aficionados abordaron a José. Dejándolo, caminé hacia la puerta de cuadrillas, seguido por el distante clamor de odio. Pensando en que a ese libro de Galeano le cabría una justificación como la que Faulkner halló en Shakespeare hace casi un siglo. La vida no es más que un cuento narrado por un idiota, lleno de sonido y de furia.

martes, 16 de enero de 2018

PLAZA HEROICA - VIÑETA 237

Viñeta 237

Plaza heroica
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 16 de enero 2018

Si hay una plaza de toros que merezca ese título sería la Santamaría de Bogotá.  Durante seis años atacada sin clemencia por abigarradas fuerzas fanáticas e inquisitoriales.

Por alto y por bajo, intolerantes de diversa condición, han descargado contra su razón de ser todas las formas de agresión, legales e ilegales. No han escatimado; del insulto al anatema, del escupitajo a la bomba, del grito callejero a la campaña mediática, del motín al parlamento. Pretextando siempre su “piedad” irracionalista, la han profanado, destruido su museo y perseguido su feligresía.

Como Cartagena de Indias “La heroica”, que en 1741 derrotó el asedio de la flota más poderosa de aquel tiempo, la Santamaría se ha mantenido firme y desde el sábado reanudará el culto fundacional.

Aquella, resistió dos meses largos capitaneada por un aguerrido soldado guipuzcoano al que la guerra solo había dejado medio cuerpo. Esta, lo ha hecho más de un lustro, defendida por un joven abogado payanés, resistente civil, quien ha librado la batalla en las cortes. Hasta hoy con éxito.

No solo es la lucha por nuestra cultura, dice, es por la libertad y el derecho humano. Eso la hace irrenunciable.
El almirante inglés Vernon que traía en sus barcos medallas conmemorativas de una victoria segura, tuvo que guardárselas y regresar vencido hace 276 años. Los antitaurinos de acá, todavía no. Su ofensiva sigue con el proyecto de ley prohibicionista, rastro de un renunciado ministro del interior, para cuya consideración el congreso, preocupado por cosas más importantes, ni siquiera se dignó hacer quórum el pasado diciembre.

Tres novilleros, frente a utreros del ganadero español Jerónimo Pimentel, criados a 42 kilómetros de la plaza, reabrirán la temporada en cuatro días. Luego, se darán corridas de toros los domingos, hasta el 18 de febrero, cuando El Juli alternará mano a mano con el primer espada de Colombia, Luis Bolívar.


Bogotá refrendará su tradición un año más. Esperamos qué en paz, como manda la Constitución. El antitaurino alcalde Peñaloza es responsable. Quiera que no.

lunes, 15 de enero de 2018

LA CRÍTICA IMPLACABLE - VIÑETA 236

Viñeta 236
La crítica implacable
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Manizales, 9 de enero 2018

El "Gallego" Blanco. Foto: www.elpais.com.co
“El Gallego Blanco”, periodista vitalicio de amplio espectro, gran socarrón y querido amigo; perdido para siempre hace siete años, decía refiriéndose a la crítica taurina —en esto hay dos maneras de valer, hacerse coger miedo o respeto. —La otra vía es convertirse a rey de burlas, pero eso no es valer.

Algunos optan por lo primero, el oportunismo, la intimidación, el matoneo, ya que lo segundo, la dignidad, les resulta largo, difícil y hasta imposible de alcanzar. Atacar puntos débiles, aplicar golpes bajos, descalificar a destajo. Prodigar mala leche. Tácticas ruines pero fáciles para poco dotados aspirantes a macho alfa de la manada. Curso rápido y barato de cómo intentar serlo en tres lecciones.

Caerle al caído, patearlo en el suelo y rugir por el triunfo. Cuánto más indefensa la presa, más fácil. Astucia depredadora.

En estos tiempos, cuando la fiesta debilitada por sus males internos y enemigos externos amenaza entrar en fase terminal, está más a tiro de ser tomada por víctima propiciatoria, sufrir dentelladas feroces y ser pasto de crítica destructiva. Sí.

Pero, por otro lado, la crítica acrítica que tapa los errores, ignora las causas de la crisis y evade los diagnósticos evidentes, también se hace cómplice del desastre y termina en comparsa tragicómica, sin siquiera la simpatía de los que pretende servir o adular.

Quienes aman la tauromaquia, sus dolientes auténticos, en su atribulación pueden ser confundidos por unos y por otros. Por quienes buscan medrar con su desgracia y quienes les hacen el juego a los causantes de ella.

En estas condiciones lo peor para el paciente es la desesperación. Dejarse recetar u operar del que más gruña o el que más sonría. Hay que mantener la objetividad, la mesura, la prudencia y sobre todo la dignidad.

Cuando las cosas van mal en la casa, no es buena idea incendiarla. Protegemos lo que nos es caro. Corregimos con ilusión lo que queremos. Construimos, como lo hacemos con los hijos. Sin odio, sin sesgo, sin complicidad y con respeto.

DIOS EXISTE - VIÑETA 235

Viñeta 235

Dios existe
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 4 de enero 2018

Foto: Camilo Díaz
A lo largo de 28 años, mi querido y muy escéptico amigo José Antonio Almanza, jurisconsulto ínclito, ex magistrado de tribunal superior, fervoroso aficionado de los de Domiguín y Ordóñez, ha respondido siempre a mis críticas con una frase lapidaria: “La única prueba de la existencia de Dios es la tauromaquia de Enrique Ponce”.

Yo me lo he tomado más como prueba de su gracejo y picardía para no someter esa sola fe que se permite a terrenales polémicas. A tanto llega en ella, que ya bastantes años ha, un domingo, a eso de las tres de la tarde, cruzábamos con premura el lobby del hotel Tequendama de Bogotá rumbo a la corrida en la vecina Santamaría, cuando topamos con el valenciano que, de luces, a la cabeza de su gente, salía también hacia la plaza.

De pronto José Antonio se adelantó a todos, hincó al paso del torero una rodilla en tierra, con gran fervor se quitó la gorra vasca, inclinó la calva y exclamó —¡Maestro! —Verídico.

Ahora, el 29 de diciembre pasado en Cali, al finalizar el mano a mano con las tres parábolas de ciencia y arte poncista, nos encontramos de nuevo en los pasillos de Cañaveralejo. Iba “Toño” exultante, casi en trance y me volvió a soltar su famosa frase. La recibí menos a broma esta vez.

Porque tras tantos años de resistirme a la estética barroca de un toreo sobreseguro, he venido a ser abrumado por la evidencia de una temporada irrefutable. Intacto él, al final de tres décadas lidiando miles de toros, pudiéndoles, matándolos por la cara. Después de tres décadas en que lo ha conseguido todo, este hombre con el entusiasmo igual hace lo que hace. De tres décadas que, en vez de ajar su facilidad, serenidad, convicción y valor, las han acendrado.  Y con esas tres décadas a cuestas ha vuelto a refrendarse como si lo necesitara.

Este año, igual que en Las Ventas por San Isidro y en Zaragoza por el Pilar y en tantas otras plazas, Enrique Ponce ha probado también en Cali, no sé si la existencia de Dios, pero sí que Almanza siempre tuvo razón con su fe en él.

martes, 2 de enero de 2018

UN RESCATE VALIOSO - VIÑETA 234

Viñeta 234

Un rescate valioso
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 2 de enero 2018

Cali. 31 diciembre 2017. Foto: Camilo Díaz
Se había suprimido en Cali una tradición; la corrida del treinta y uno de diciembre. Durante décadas Cañaveralejo cerraba el año taurino en el mundo lidiando el último toro. Tardes inolvidables con llenos rebosantes en esas fechas constan en sus archivos.  

La de 1999, por ejemplo, cuando con un encierro español de Torrestrella, tres mozalbetes, entonces, El Juli, Juan Bautista, y Paco Perlaza, pusieron broche de oro al año, al siglo, y al milenio. Seis negros (algunos berrendos), de 545 kilos promedio, bien armados y de bella lámina, salieron de toriles como un vendaval.

Diez orejas les cortaron, cuatro de ellas simbólicas. Solo El Juli y el caleño perdieron una del primero y el tercero, pero este se dio el gusto de indultar el del punto final, el burraco “Agüita”. Ya de noche, salieron de la plaza pletórica y delirante, a hombros por la puerta Señor de los Cristales, los toreros, el mayoral y los empresarios, Eduardo Estela (q.e.p.d.) y Mario Posada, bajo un cielo lleno de pirotecnia y ovaciones.

Para no detallar otras llenas y triunfales, como la del 82, toros de “Las Mercedes” con Dámaso González, Julio Robles y el recién doctorado César Rincón. La del 79, toros mexicanos de Alberto Bailleres, para Pépe Cáceres, Paquirri y otra vez Dámaso. La del 65 Achury Viejo, Curro Girón, El Viti y El Pireo…

Hace unos años, de buenas a primera cundió el sofisma de que no se podían dar toros el treinta y uno “porque las corridas salían malas y no venía nadie”. Ahora, bajo la presidencia de Alfonso Otoya se ha vuelto a tomar el honroso sitio en el calendario taurino internacional. --A título de experimento. Para dar gusto a algunos insistentes como usted –Me dijo ante micrófonos. Bueno, si así ha sido, es hora de cobrar.

La corrida del domingo pasado no llenó, cierto, ninguna lo hizo en esta feria, pero fue la segunda mejor entrada y terminó en apoteosis. El experimento funcionó y la tradición, supongo, quedará restablecida.

CALI A LAS CUATRO - VIÑETA 233

Viñeta 233

Cali a las cuatro
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 26 de diciembre 2017

Cañaveralejo. Foto; Jorge Arturo Díaz Reyes
Es la hora fija de la brisa que sopla del Pacífico por el cañón del Dagua. Mismo por donde llegó la corrida moderna en los esportones de Tomás Parrondo hace 125 años.  

A lomo de mula subió y bajó los agrestes farallones desde Buenaventura, puerto de mar, el desgraciado madrileño con su cuadrilla. Se habían embarcado en El Callao tras torear en Acho. Aún apuesto en sus treinta y cinco años, pese al gran hemangioma congénito que le pintaba la cara y le dio apodo; “El Manchao”. Lo muestra el cartel aquel octubre de 1892.

Terminaba el siglo de antiespañolismo feroz, rescoldo de las guerras independentistas capitaneadas por ese gran subversivo y aficionado Simón Bolívar. El divorcio de “la madre patria” había dejado por acá la tauromaquia estancada en los caóticos modos pregoyescos. Virgen de sofisticaciones, reformas y reglamentarismos contraídos en la península.

Costó brincar súbitamente muchas décadas de litúrgicas transformaciones. Hasta un reto a duelo hubo entre el bizarro matador y un espectador escéptico que ponía en duda la virilidad del atuendo y su portador. No pasó de ahí. La moda se impuso, luego las burlas fueron para quien no la imitaba.

Plazas y plazas, más de veinte, de diferente materiales y estilo se fueron levantando y cayendo en diversos puntos de la villa creciente. Hasta que hace 60 años una generación de próceres erigió junto al arrollo Cañaveralejo. La desafiante copa de hormigón. Sin columnas, abrazada de sí misma en el aire. Que nos causó a los poblanos de entonces asombro, miedo y al final vanidad. Arquitectura revolucionaria, decíamos. Ya no.

Noveleros y petulantes la llenamos hasta las banderas ese ardiente sábado 28 de diciembre de 1957 para ver a Joselillo (caleño), Gregorio Sánchez (toledano) y Joaquín Bernadó (catalán) intentar lo imposible por no dejar que los esmirriados y mansurrones clarasierras (Santacolomas) aguaran la fiesta. Lo importante fue la fecha y, claro, el nacimiento de la feria que ahora conmemoramos y que algunos burócratas esnobistas e ignorantes pretenden borrar.

Hoy a las cuatro, con la brisa, Cañaveralejo inicia la celebración de su sexagenario y también la temporada grande colombiana. 

ALEGRÍAS - VIÑETA 232

Viñeta 232

Alegrías
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 19 de diciembre 2017

Hay júbilos que uno quisiera compartir, pero no puede. Sucede tan a menudo en los toros. Ovaciones a suertes, tercios, faenas que te dejan fuera, sorprendido y hasta contrariado.

Jolgorios por muletazos descargados, banderillas a toro pasado, lidias incongruentes, y tú ahí, marginado, aburrido, ignorado, preguntándote —qué fue lo que vieron estos.

Pues algo parecido me pasa hoy ante la noticia de que la cámara baja del Congreso colombiano le ha vuelto la espalda con su ausentismo (falta de quórum) al proyecto de ley que busca prohibir las corridas, convertirlas en delito y a sus fieles en delincuentes.

¡Estocada, hundimiento, fracaso de la ley antitaurina! titulan los medios y celebran como indultados muchos aficionados, amigos, conocidos... Y yo aparte, carilargo, preocupado, releyendo que al mismo tiempo la vicepresidenta de la cámara promete mostrar como primer punto del orden del día para 2018, de nuevo el rastro malhadado del ex ministro Cristo.

—No importa —me anima mi mujer —El primer trimestre del próximo año, los parlamentarios estarán hasta el cuello con problemas cruciales del país, las elecciones del presidente de la república y de sus propias curules, que serán en marzo. No van a dejar eso de lado para volver sobre la deposición inquisitorial de un político derrotado.

—En sana lógica tendrías razón —le digo, —¿Pero acaso ha sido esa la norma en el templo de nuestra democracia? Y así no lo hagan el próximo trimestre lo harán luego. Esto no es más que un aplazamiento. Seguimos en el pabellón de la muerte.

—No exageres, no seas pesimista, fíjate que en España el Tribunal Constitucional también congeló el embeleco ese de la corrida balear.

—Solo por seis meses, cautelarmente…

—Bueno, al menos no los aprobaron aquí ni allá.

—Está bien —digo sin convicción, solo por la paz del hogar, aun pensando que el palo no está pa’ cucharas —alista la bota y la bata de pepas que ya viene la feria.