lunes, 15 de enero de 2018

LA CRÍTICA IMPLACABLE - VIÑETA 236

Viñeta 236
La crítica implacable
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Manizales, 9 de enero 2018

El "Gallego" Blanco. Foto: www.elpais.com.co
“El Gallego Blanco”, periodista vitalicio de amplio espectro, gran socarrón y querido amigo; perdido para siempre hace siete años, decía refiriéndose a la crítica taurina —en esto hay dos maneras de valer, hacerse coger miedo o respeto. —La otra vía es convertirse a rey de burlas, pero eso no es valer.

Algunos optan por lo primero, el oportunismo, la intimidación, el matoneo, ya que lo segundo, la dignidad, les resulta largo, difícil y hasta imposible de alcanzar. Atacar puntos débiles, aplicar golpes bajos, descalificar a destajo. Prodigar mala leche. Tácticas ruines pero fáciles para poco dotados aspirantes a macho alfa de la manada. Curso rápido y barato de cómo intentar serlo en tres lecciones.

Caerle al caído, patearlo en el suelo y rugir por el triunfo. Cuánto más indefensa la presa, más fácil. Astucia depredadora.

En estos tiempos, cuando la fiesta debilitada por sus males internos y enemigos externos amenaza entrar en fase terminal, está más a tiro de ser tomada por víctima propiciatoria, sufrir dentelladas feroces y ser pasto de crítica destructiva. Sí.

Pero, por otro lado, la crítica acrítica que tapa los errores, ignora las causas de la crisis y evade los diagnósticos evidentes, también se hace cómplice del desastre y termina en comparsa tragicómica, sin siquiera la simpatía de los que pretende servir o adular.

Quienes aman la tauromaquia, sus dolientes auténticos, en su atribulación pueden ser confundidos por unos y por otros. Por quienes buscan medrar con su desgracia y quienes les hacen el juego a los causantes de ella.

En estas condiciones lo peor para el paciente es la desesperación. Dejarse recetar u operar del que más gruña o el que más sonría. Hay que mantener la objetividad, la mesura, la prudencia y sobre todo la dignidad.

Cuando las cosas van mal en la casa, no es buena idea incendiarla. Protegemos lo que nos es caro. Corregimos con ilusión lo que queremos. Construimos, como lo hacemos con los hijos. Sin odio, sin sesgo, sin complicidad y con respeto.

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