Viñeta 233
Cali a las cuatro
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 26 de diciembre 2017
Cañaveralejo. Foto; Jorge Arturo Díaz Reyes |
Es la hora fija de la brisa que sopla del Pacífico por el cañón del Dagua. Mismo por donde llegó la corrida moderna en los esportones de Tomás Parrondo hace 125 años.
A lomo de mula subió y bajó los agrestes farallones desde Buenaventura, puerto de mar, el desgraciado madrileño con su cuadrilla. Se habían embarcado en El Callao tras torear en Acho. Aún apuesto en sus treinta y cinco años, pese al gran hemangioma congénito que le pintaba la cara y le dio apodo; “El Manchao”. Lo muestra el cartel aquel octubre de 1892.
Terminaba el siglo de antiespañolismo feroz, rescoldo de las guerras independentistas capitaneadas por ese gran subversivo y aficionado Simón Bolívar. El divorcio de “la madre patria” había dejado por acá la tauromaquia estancada en los caóticos modos pregoyescos. Virgen de sofisticaciones, reformas y reglamentarismos contraídos en la península.
Costó brincar súbitamente muchas décadas de litúrgicas transformaciones. Hasta un reto a duelo hubo entre el bizarro matador y un espectador escéptico que ponía en duda la virilidad del atuendo y su portador. No pasó de ahí. La moda se impuso, luego las burlas fueron para quien no la imitaba.
Plazas y plazas, más de veinte, de diferente materiales y estilo se fueron levantando y cayendo en diversos puntos de la villa creciente. Hasta que hace 60 años una generación de próceres erigió junto al arrollo Cañaveralejo. La desafiante copa de hormigón. Sin columnas, abrazada de sí misma en el aire. Que nos causó a los poblanos de entonces asombro, miedo y al final vanidad. Arquitectura revolucionaria, decíamos. Ya no.
Noveleros y petulantes la llenamos hasta las banderas ese ardiente sábado 28 de diciembre de 1957 para ver a Joselillo (caleño), Gregorio Sánchez (toledano) y Joaquín Bernadó (catalán) intentar lo imposible por no dejar que los esmirriados y mansurrones clarasierras (Santacolomas) aguaran la fiesta. Lo importante fue la fecha y, claro, el nacimiento de la feria que ahora conmemoramos y que algunos burócratas esnobistas e ignorantes pretenden borrar.
Hoy a las cuatro, con la brisa, Cañaveralejo inicia la celebración de su sexagenario y también la temporada grande colombiana.
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