martes, 2 de enero de 2018

UN RESCATE VALIOSO - VIÑETA 234

Viñeta 234

Un rescate valioso
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 2 de enero 2018

Cali. 31 diciembre 2017. Foto: Camilo Díaz
Se había suprimido en Cali una tradición; la corrida del treinta y uno de diciembre. Durante décadas Cañaveralejo cerraba el año taurino en el mundo lidiando el último toro. Tardes inolvidables con llenos rebosantes en esas fechas constan en sus archivos.  

La de 1999, por ejemplo, cuando con un encierro español de Torrestrella, tres mozalbetes, entonces, El Juli, Juan Bautista, y Paco Perlaza, pusieron broche de oro al año, al siglo, y al milenio. Seis negros (algunos berrendos), de 545 kilos promedio, bien armados y de bella lámina, salieron de toriles como un vendaval.

Diez orejas les cortaron, cuatro de ellas simbólicas. Solo El Juli y el caleño perdieron una del primero y el tercero, pero este se dio el gusto de indultar el del punto final, el burraco “Agüita”. Ya de noche, salieron de la plaza pletórica y delirante, a hombros por la puerta Señor de los Cristales, los toreros, el mayoral y los empresarios, Eduardo Estela (q.e.p.d.) y Mario Posada, bajo un cielo lleno de pirotecnia y ovaciones.

Para no detallar otras llenas y triunfales, como la del 82, toros de “Las Mercedes” con Dámaso González, Julio Robles y el recién doctorado César Rincón. La del 79, toros mexicanos de Alberto Bailleres, para Pépe Cáceres, Paquirri y otra vez Dámaso. La del 65 Achury Viejo, Curro Girón, El Viti y El Pireo…

Hace unos años, de buenas a primera cundió el sofisma de que no se podían dar toros el treinta y uno “porque las corridas salían malas y no venía nadie”. Ahora, bajo la presidencia de Alfonso Otoya se ha vuelto a tomar el honroso sitio en el calendario taurino internacional. --A título de experimento. Para dar gusto a algunos insistentes como usted –Me dijo ante micrófonos. Bueno, si así ha sido, es hora de cobrar.

La corrida del domingo pasado no llenó, cierto, ninguna lo hizo en esta feria, pero fue la segunda mejor entrada y terminó en apoteosis. El experimento funcionó y la tradición, supongo, quedará restablecida.

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