martes, 17 de diciembre de 2019

CRÉDULOS POR CREYENTES - VIÑETA 334


Viñeta 334

Crédulos por creyentes
Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, diciembre 17 de 2019

Foto: www.las-ventas.com
¿Cuántos de los asistentes a una corrida vuelven? Muchos, aún. Así sean cada vez menos y con menor frecuencia, como indican las decrecientes estadísticas de la fiesta. Creo que los espectadores de una sola vez en la vida siguen siendo una pequeña parte del total cada tarde.

Aún en ciudades proverbialmente taurinas, Madrid, por ejemplo, donde para los turistas la experiencia de ir a los toros hace parte del paquete prepagado (sin importar que por lo abigarrado del tour sean apenas los tres primeros, o solo uno según los nervios del debutante). No tengo cifras, pero quizá ese porcentaje de visitas primerizas y únicas vaya en aumento, según el reciente interés de algunas empresas de viajes en el toreo.

Mas la otra pregunta, clave, para empresarios y en general para quienes profesamos el culto, es porqué los asiduos y aficionados ralean su concurrencia o terminan desertando. Y en progresión, a juzgar por los muchos festejos que se dejan de dar año tras año, el despoblamiento y desaparición de ganaderías, el subempleo torero… Ahí, sí hay números contundentes.

Esta es una cuestión de mayor calado, de vida o muerte, pues la pérdida de fieles, que desde lo económico se puede paliar temporalmente con el público de aluvión, marca también la pérdida de fe y el debilitamiento del credo, que por ese camino puede terminar modernizándose de rito canónico a espectáculo pintoresco, en el que cualquier histrionismo, coreografía, truculencia que atraiga la curiosidad de aquella novelería más crédula y menos creyente será bendecido por la rentabilidad momentánea.

Sí, poco a poco los de siempre se alejan, llevándose con ellos la herencia que asegura el futuro. Pero en lugar de intentar atesorarla, su abandono se saluda como una necesaria renovación. Insistiendo en la más incierta y retórica de las manidas consignas para “salvar” la fiesta: “Esto hay que cambiarlo, hay que ponerlo a tono con los tiempos que corren”.

Podrá sonar lógico, pero no. A qué quieren cambiar. En qué quieren convertirse. Cuáles son los tiempos qué corren ¿Los de la virtualidad? ¿Los de las cosas no son como son sino como parecen?

jueves, 12 de diciembre de 2019

MURIÓ GERMÁN WOLFF - VIÑETA 329A

Gran Aficionado colombiano

Alicante 2000, German Wolff al centro, con su esposa Vanessa y Jorge Arturo Díaz
El martes 12 de noviembre a las 9 de la noche, tras breve y fulminante enfermedad falleció en su natal Medellín, Colombia, Germán Augusto Wolff Idárraga. Tenía 67 años. Distinguido cirujano plástico de prestigio internacional, docente universitario y por 20 años director del programa de postgrado de la Universidad de Antioquia. Adquirió desde niño la tauromaquia como vocación alterna. Habitual en las ferias de su país, España y Francia, había regresado a su sede y labores tras asistir a las de San Miguel en Sevilla y Otoño en Madrid. Pocos días después enfermó.

De ancestros alemanes y vascos, pero con tradición taurina de generaciones, ejerció una afición de talante riguroso y purista con acento en la estética. Vivía las corridas con exigencia, intensidad y expresividad poco comunes. Amó la fiesta con celo y admiró diversas tauromaquias, pero su preferencia manifiesta por las de Curro Romero, Manzanares (padre) y Morante de la Puebla definían su concepto.

Contrajo amistades y afectos en muchas de las ciudades taurinas del mundo, las cuales no eran inmunes a sus reclamos, altisonancias y contradicciones cuando de los cánones trataba. Germán también fue una fiesta     



VISIONES DE OTRA FIESTA - VIÑETA 333

Viñeta 333

Visiones de otra fiesta
Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, diciembre 10 de 2019

Ruano Llopis 1934
Entre las imágenes que marcan la infancia de mi afición está la de un gran cartel en “Casa da Troya”, esquina noroccidental de la Plaza de Caycedo. Recién había vuelto de Bogotá, por vacaciones. Fue al pasar, una mirada momentánea. Iba en la camioneta de mi padre. Se acercaban la navidad y la temporada. Serían las once de la mañana, brillaba el sol, hacía calor, había en el ambiente una festiva exaltación.

El reencuentro, el haber dejado lejos, aunque solo fuese por unas semanas, el frío, el internado… la sensación de libertad y la inminencia de acontecimientos inciertos y emotivos agitaban. Me impactó. Los colores, el tamaño natural, el realismo y la fantasía. Todo al tiempo, como un relámpago. El ruedo claroscuro, en primer plano el castoreño volteado, luego el torero verde y oro, de espaldas, arrodillado, la mano derecha por encima de la montera desplegando el capote rosa, echando el torso al viaje del toro berrendo que lo enrosca. Más allá el picador y el caballo sin peto se marchan. Es un quite. Al fondo, la barrera, la masa indefinida, la balconada, el tejadillo, el cielo azul. Y encima, de borde a borde, sobre una panoplia de muleta, banderillas y espada, una bella mujer con mantilla se asoma por entre las grandes letras de la palabra “Toros”.

Todo junto, todo al golpe. La evocación, el arrojo, la valiente alegría, la celebración heroica, la fiesta máxima, el deseo de vivirla, y la promesa de ser siempre parte. Una epifanía. Los detalles, la información, el autor vinieron luego. Mucho después lo supe, una litografía de Ruano Llopis. En aquella época feliz, los carteles venían de España y luego se sobreimprimían los datos a necesidad. Lo esencial era la imagen, lo demás, accesorio.

Han pasado tantos años, tantas cosas y el recuerdo permanece. Más exigente cada que me agrede alguno de los esnobistas avisos de corridas y ferias, tan en boga. No voy a discutir ahora si estos son arte, artesanía o artería. Solo digo que no me gustan, que no me hablan, que no me invitan y además que no los veo como carteles de toros, como parte del clásico género definido por genios durante casi trescientos años.

Quizá cumplan la función comercial básica de cualquier aviso; llamar atención, informar, anunciar. Quizá puedan reclamarse arte, al fin y al cabo, en él cabe todo el espectro sensorial y emocional. Y quizá también puedan argumentarse como nuevas visiones, vale. Pero visiones de otra fiesta, otra iconografía, otra verdad, otro tiempo.



martes, 3 de diciembre de 2019

TOROS A LA CUMBRE - VIÑETA 332


Viñeta 332

Toros a la cumbre
Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, diciembre 3 de 2019

El toro bravo (en peligro de extinción), una minoría ínfima de los bovinos que habitan el mundo, pacía y se batía en su hábitat natural, desde infinidad de siglos antes de que ni las más desaforadas mitologías pudiesen imaginar las enormes islas de plástico flotando en los océanos, la gruesa capa de polución atmosférica, los continentes de porquería vertidos desde las profundidades marítimas hasta la cima del Everest y más allá (estratosfera), el descongelamiento de los polos y el apocalipsis now con los que el “progreso” nos amenaza.

Ni siquiera los modernos genios de la ciencia ficción: Verne, Wells, Asimov o Ray Bradbury… (muerto hace apenas 7 años), lo sospecharon. Tan repentina y lacerante es la culpa o el miedo por este monstruoso fenómeno de suciedad industrializada y cambio climático, que la humanidad (su causante), clama como el Raskolnikov de “Crimen y castigo”, al borde de un ataque de nervios: ¡Qué hemos hecho!

La cumbre climática de la ONU en Madrid, con asistencia de casi 200 países, incluidos 50 jefes de estado es eso. Un grito desesperado. Un acto colectivo de contrición; la enfermedad del planeta somo nosotros, la especie “inteligente” que ha proliferado descomunal, indecente y abusivamente, rompiendo todas las barreras del equilibrio biológico mundial. Hemos pecado.

Qué, no-científicos tan poderosos y acatados como Donald Trump desmientan las evidencias científicas calificándolas de cuentos de viejas o consignas de disidentes delirantes, agrava el problema y aleja la salvación.

Sin embargo, reconozcamos, frivolidad, insensatez y prejuicio campean en ambos bandos. ¿Cuántos ecologistas hay reunidos en Madrid? 25.000 dicen, y estoy seguro de qué si les hacen una encuesta ya, la mayoría se confesarán ideológicamente antitaurinos. Pues al parecer tales títulos ahora son sinónimos.

Pero, los taurinos, nos consideramos más ecologistas y somos lo uno precisamente por lo otro. Reverenciamos la naturaleza, representándola en el toro, con un rito de ofrenda, respeto e igualdad, cuya histórica omisión es precisamente la que ha puesto en estas a la especie humana.

Ojalá que las conclusiones y compromisos que arroje la crucial cumbre sean incluyentes y no den pie a más prohibiciones, anatemas, persecuciones… contra el ancestral y de verdad ecológico culto cuyo profundo significado y advertencia no se ha querido entender. Sería otro contrasentido.

martes, 26 de noviembre de 2019

TORO, CULTO Y BARBARIE HOY - VIÑETA 331

Viñeta 331

Toro, culto y barbarie hoy
Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, noviembre 26 de 2019


Divertirse con la muerte es perverso. Sí. En eso estamos de acuerdo (los aficionados) hasta con los antitaurinos y en respetuoso desacuerdo con quiénes alegan que la razón de la corrida no es otra que la diversión.

No conozco peor manera de ilegitimarla que tomarla por ocio. Negándole su esencia de culto, de rito. La cual la exime fundamentalmente de la barbarie que sus detractores quieren ver en ella. Ni conozco peor manera de quitarle su justificación moral y entregarla inerme, sin argumentos, a manos y boca de quienes pretenden exterminarla.

La corrida es en sí, un acto público, solemne. Ceremonia de sacrificio, celebrado con pompa y protocolo que pone a los concurrentes una y otra vez frente a la realidad más honda, inexplicable e insoslayable de la efímera existencia. La de que no hay vida sin muerte, y que aquella, (la vida), es una fiesta trágica que más vale transitar y abandonar dignamente.

En ella se mata el toro con identidad, con reverencia, en suerte suprema, batiéndose cara a cara y en ruedo celebrante. No como a la inmensa mayoría, en la sordidez de los mataderos. Permitiendo aún sentir, que, a pesar de la fatalidad biológica, conservamos alguna decencia, respeto y equidad en nuestra relación con la naturaleza

Se oficia para la emoción, conmoción y devoción (catarsis). No para la diversión. ¿Acaso van a divertirse los feligreses a la sinagoga, la iglesia, la mezquita? Por supuesto, esta, igual o más que otras liturgias tiene un componente estético que suma emocional y sensorialmente, pero supeditado a la ética. Forma y contenido, signo y significado implicados.

El apartado de un encierro, un lance, una vara, un par de banderillas, un pase, una estocada, el juzgamiento de una faena deben ser limpios, valientes, justos, leales, respetuosos, honestos. Sino no. Aquí no vale la retórica del arte por el arte. Lo más dañino para cualquier causa, por justa que sea, es desvirtuarse desde adentro.


martes, 19 de noviembre de 2019

EL RITO PRIMIGENIO - VIÑETA 330

Viñeta 330

El rito primigenio
Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, noviembre 19 de 2019

Pintura rupestre,18.000 años. Cuevas de Lascaux
Mircea Eliade, filósofo escritor e historiador de religiones. Rumano, calvo y fumador por más señas, muerto hace treinta y seis años sin la menor posibilidad de ser acusado de taurino, lo constató y luego lo publicó: “El toro y (la mujer) la gran diosa son las deidades que vinculan todas las religiones protohistóricas de Asia, África y Europa”.

Jacques Cauvin, francés y arqueólogo reputado, informa en su libro: “El nacimiento de los dioses y la agricultura”, publicado por la universidad de Cambridge en 1994, que las primeras evidencias de confrontaciones rituales del hombre con el toro, tienen por lo menos diez mil años, aunque de seguro son mucho más antiguas, y que la lucha mortal con el animal sagrado implicaba no un acto de crueldad sino de abnegación al arriesgar y ofrendar los oficiantes en prez y favor de los dioses.

Marija Gimbutas, estonia y autoridad mundial en culturas prehistóricas europeas, con su texto “Dioses y diosas de la vieja Europa” identifica el toro como la primera deidad (el Dios macho), “La Gran Diosa, emerge milagrosamente de la sangre del toro sacrificial y en su cuerpo comienza nuestra vida”.

El toro simbolizó desde los orígenes de la cultura, la virilidad, la fuerza, el poder, la fertilidad, la vida. Su cuerna evocó la media luna creciente, los cambios climáticos que beneficiaban o perjudicaban las cosechas, y traían la prosperidad o el hambre. En su culto se recreaba el misterioso ciclo de la vida, la muerte y el renacer.

No cabe aquí detallar como este rito de ofrecerse al toro y darle muerte ceremoniosa subsistió a lo largo de la historia. Cómo pasó por Sumeria, Egipto, India, Grecia, Roma, Iberia. Cómo los judíos adoraron al toro joven (becerro de oro). Cómo campeó en la Edad Media bendecido por el catolicismo (credo de piedad). Como arraigó en América. Ni como llegó hasta hoy convertido en la corrida moderna.

Pero sí cabría decir que la fiesta de toros, es el único rito sacrificial, que ha sobrevivido desde los albores de la inteligencia, desde el parto de los mitos, desde el alumbramiento de la civilización.

martes, 12 de noviembre de 2019

SI NOS DEJAN... VIÑETA 329


Viñeta 329

Si nos dejan…
Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, noviembre 12 de 2019

Plaza de Santamaría, Foto: Camilo Díaz
Con dos certezas y una incertidumbre, agota el 2019 y afronta el 2020 la afición colombiana. Ciertas, las ferias de: Cali y Manizales. La una que tradicionalmente cierra el año taurino irá del 25 al 31 de diciembre y la otra que lo abre del 5 al 11 de enero. Nueve corridas de toros, dos novilladas y dos festivales entre ambas. Nada más.

Lo azaroso, Bogotá, que debió reducir su anterior temporada solo a tres festejos en febrero y hoy no tiene seguro ninguno.  

De realizarse, lo haría estrenando alcaldesa antitaurina. Lo de alcaldesa es novedad lo de antitaurina, vicio. Será el cuarto período de mandatarios intolerantes a las corridas en la histórica Santamaría, a tan mala hora cedida por su constructor y propietario, don Ignacio, a la tutela de políticos.

Cuatro reinados, declaradamente hostiles: antes, Antanas Mokus, luego Gustavo Petro, Enrique Peñalosa y ahora la electa Claudia López han estrellado su furor prohibicionista contra el muro de la ley (916 del 2004) y la salvaguarda de la Corte constitucional.

Pero a despecho de la legitimidad, no se ha escatimado saña ni boicot. Todo ha valido en la dura travesía, desde satanización, confiscación de botas, prohibición a menores, negación de contratos, papeleos, leguleyadas, intimidaciones, movilización de turbas, cercos, incluso una exculpación radial automática, sin mediar investigación, a la intención antitaurina del atentado terrorista en las inmediaciones de la plaza un día de corrida.

Por todo esto y más han pasado en estos años duros los aficionados de la “Atenas suramericana” sin rendirse. Tampoco lo ha hecho Juan Bernardo Caicedo, el empresario. “Si nos dejan la damos”, dice. Refiriéndose al exiguo plazo para la organización (apenas el 18 de diciembre le asignarían la plaza) y a la excesiva tributación (36% del costo de cada entrada).

Sí, ahí está la cosa, en “si nos dejan”, como cantaba el inolvidable José Alfredo. Querer y derecho no bastan cuando la política choca con la libertad.





martes, 5 de noviembre de 2019

EL HOMBRE DE LA VERDAD - VIÑETA 328


Viñeta 328

El hombre de la verdad
Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, noviembre 5 de 2019

Con Alfredo Molano, Plaza de Manizales 2017
Envejecer es alejarse poco a poco del mundo propio. Irse haciendo pasado, extraño al entorno que cambia sin espera. Ir perdiendo rostros, costumbres, lugares.

Habitar el recuerdo más que la ilusión. Andar evocando más que ambicionando, contrariando metamorfosis, refunfuñando… Esto, que antes era plaza de toros, ya no es plaza, ni es de toros, ni esta esquina es ya mi esquina.

Sentir con impotencia cómo desaparecen personajes del drama vital, que con otras voces y otros ámbitos nunca será el mismo.

Se va uno, se va otro, noticia, obituario, funeral, y adelante, siempre adelante que no pasa nada. Pero sí pasa. Nos pasa, los viejos aficionados colombianos seguimos diezmando por bajas en la fila. Coetáneos, afines, amigos de siempre, hoy ausentes por siempre, se han ido.

El último, hace menos de una semana. Notable por su calidad, notorio por su obra, extensa, honda, válida. Publicada con la vida como aval. Sociólogo, testigo, crítico, periodista, escritor, cronista taurino y devoto de la fiesta, que defendió con el mismo denuedo de todas sus convicciones. Alfredo Molano Bravo, llegó a ella muy niño de la mano de su madre y jamás apostató.

Sólido intelectual de izquierda, no aceptó que se la ideologizara, ni se la usara como bandera política. Tampoco, que se le acusara de contradictorio y claudicante por su fidelidad. Decía: “Los toros son arte, movimiento frente a la muerte, no se pueden entender sin el sentimiento… inexplicable, imposible para los animalistas…”

Sirvió cuanto pudo a su país, y hasta el día final como miembro de la “Comisión de la verdad”, órgano internacional que media en el proceso colombiano de paz.

La prensa de todas las vertientes abundó en la noticia de su deceso, con más o menos pesar, con más o menos sinceridad, pero con el unánime respeto que ganó. Hasta hubo antitaurinos que lamentaron la pérdida de “uno de sus contradictores más inteligentes”. De nuevo estamos menos, ahora falta él.

martes, 29 de octubre de 2019

LOS ELEGIDOS - VIÑETA 327

Viñeta 327

Los elegidos
Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, octubre 29 de 2019

Toro de Cali. Foto: Jorge Arturo Díaz
El domingo pasado los casi mil municipios de Colombia votaron por alcaldes. Como siempre, tremendo revuelo de medios y opinión. Al final, terminado el conteo, los elegidos festejaron como quien logra una cumbre 8.000, se gana la lotería o alza la copa mundo. Había que ver.

Todo lo contrario a la lógica preocupación en quien recibe un fardo sobrehumano de problemas inveterados. Los cuales, además, ha prometido resolver en un fugaz período. Nada, discursos eufóricos, autorreferentes, autoelogiosos con gran jaleo de la hinchada. Y sin alguien en la carroza que como a los generales romanos les estuviese susurrando: “eres mortal, eres mortal…”

Pero es que más allá de vanidades y petulancias los mueve la cultura, la identidad, el folclor. Sin importar banderías, retóricas o latitudes, los cargos de servicio público se asumen, por costumbre política, como trofeos conquistados. Como jerarquías escaladas por encima de quienes les pagarán sueldos y gabelas. Los contribuyentes, todos.

Hasta ahí la parte cómica. La trágica salta cuando el triunfador usa sus atribuciones municipales a satisfacción de las conveniencias y preferencias personales, incluso más allá de lo que marca la ley. Frecuente, todos los sabemos y entre todos los taurinos, claro.

¿El señor alcalde no gusta de los toros? Bueno, entonces que a nadie le gusten. ¿Y la Constitución? Qué importa la Constitución. Yo el supremo.

El domingo mismo, aún con las parrandas en curso, Guillermo Rodríguez, veterano periodista bogotano, publicó en su portal, Tendido 7, un artículo de piadoso título: “Solo pedimos respeto, solo eso”.

Súplica al antitaurinismo galopante de los victoriosos en las tres ciudades dónde aún resiste la temporada colombiana, con sus apenas doce corridas de toros; Bogotá (3), Cali (4) Manizales (5). No hablemos de Medellin y otras, donde a la fiesta la mataron hace rato.

Conmovedor lo de Guillermo, pero insuficiente. Creo, vivido lo vivido y escuchado lo escuchado, que si ya respeto es lo único que podemos implorar entonces quizá sea lo primero y no lo único que nos van a negar…, los elegidos para servirnos.

martes, 22 de octubre de 2019

MURIÓ EN DOMINGO - VIÑETA 326

Viñeta 326

Murió en domingo
Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, octubre 22 de 2019

Al amanecer. Al tiempo con el duro epílogo de la temporada en España. Su agonía no le dejó redactar un último “Panorama taurino”, que incluyera cómo también a esa misma hora, lejos, en Madrid y Zaragoza se debatían entre la vida y la muerte Gonzalo Caballero y Mariano de la Viña cruzados por los toros.

De haber podido hacerlo póstumamente lo hubiese hecho sin mencionar su propio deceso. Noticioso, nunca noticia, se hubiese omitido así mismo una vez más. Vivió para la fiesta, no de ella. La habitó, la celebró y la sufrió con fervor, fidelidad y desprendimiento. Dentro y fuera de las plazas.

Esa pasión de fan lo empujó al periodismo no profesional, no remunerado, no dependiente, pero siempre al servicio de cómo la concebía, cómo la prefería. Sin timidez ni claudicaciones.

Aficionado liberal, más dado a la innovación que a la conservación. Amigo de cuanto según él contribuyese a mantener el culto vigente, su sistema, su aparato, su funcionamiento. Aún a costa de la tradición y el canon.

Así, honestamente adhirió causas que predicó con denuedo y luego le desilusionaron. Pero nada, era hombre de paz, duro en la convicción, blando en el afecto, tenaz en la batalla, pronto en el perdón, de risa fácil y mano tendida, de fuertes hombros y paso firme. Nunca guardó rencores. Y si ganó el de algunos jamás les dio importancia.

Miembro fundador de la Asociación de periodistas taurinos del occidente colombiano (Astauros) y su revista, fue motor silencioso, sin el menor afán de protagonismo. Habitual de las ferias, vivía las corridas desde la mañana en los apartados hasta la siguiente madrugada cuando tras terminar los programas radiales y televisivos remataba sus minuciosas crónicas.

Aquel hombre de alma provinciana que vio a Rincón recibir un día… de mayo en Las Ventas, a “Santanerito”, se fue del todo. Sin volverle cara al enemigo interno que lo destrozó. Enrique Avilán murió como un valiente.

martes, 15 de octubre de 2019

HISPANIDAD - VIÑETA 325


Viñeta 325

Hispanidad
Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, octubre 15 de 2019
  
¿Qué es la Hispanidad? ¡Ah! sí yo lo supiese. Miguel de Unamuno remató así en 1927 un ensayo breve que ahora citan como redefinición... de que no hay definición, supongo.

Pero sí hay, muchas, cada quien puede llevar la suya. A mí me viene la nada original, de que la patria es el lenguaje y la hispanidad el español. Que también comparten quienes repudian ambos. Porque, ahí está todo, pasado, presente y posible futuro, en ese conjunto de citas, tradición, cultura que hablamos.

El 12 de octubre, para unos “día de la hispanidad”, para los españoles ahora: “Fiesta nacional de España”, se festeja por casi toda América. Desde Estados Unidos, segundo país hispanoparlante del mundo: Columbus day, hasta Argentina: de la diversidad cultural, pasando por Nicaragua: día del locutor (alegórico), México: de la Raza, Venezuela: de la resistencia indígena, Bolivia: de la descolonización, etc. Diferentes nombres para lo mismo, ingeniados a conveniencia por políticos, que mejor deberían recitar con Borges: “Nadie es la patria, todos lo somos”.

Y esos festejos conmemorativos del gran encuentro hispanoamericano que hace medio milenio nos volvió a emparentar (todos descendemos de Lucy), hasta no mucho antes eran con corridas por allá y por acá. Tanto, que se decía: “la hispanidad son los toros”. Ya en estos tiempos de horror y animalismo sobre humanismo, no. Porque taurinamente hablando, la fiesta ha quedado acorralada en pocas plazas. Este año: Madrid, Sevilla, Zaragoza y algunas fieles poblaciones menores de la península, México, Perú y Colombia.

Sitios en los cuales, el perseguido rito pervive abierto ceremoniosamente con himnos nacionales. Pese a las viejas recriminaciones de familia, justificadas y no, secuelas de la conquista, colonia y guerras de independencia, más que del mutuo “descubrimiento” en sí.

Las culturas indígenas (dominadas y exterminadas) eran tan brutales y crueles como la cultura española (dominante), regañó Luis García Montero director del Instituto Cervantes en la efeméride. Y yo, viendo noticieros, no se cuanto menos brutales y crueles resultarían todas las actuales y pasadas juzgadas con igual realismo. La historia universal es infame.

Por ejemplo, el pasado sábado (12) en la cruenta corrida memorial de la capital española, contra el clamor popular, le cerraron la Puerta grande en las narices al único americano del cartel, Colombo (como el Genovés, para más inri). Sin embargo, en los demás lugares abundaron las felices procesiones a hombros de unos y otros, hermanados en la evocación del grito castellano con que Rodrigo de Triana despertó a los dos de la mañana la “hispanidad” hace ya 527 años.

martes, 8 de octubre de 2019

QUE NO ME LO CUENTEN - VIÑETA 324


Viñeta 324

Ferrera sale de Las Ventas. Foto: www.las-ventas.com
Que no me cuenten
Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, octubre 8 de 2019

Lo que hizo Ferrera en Madrid el sábado, que yo lo vi. Lo repito. Fue como un viaje a la historia del toreo. Eso fue. Profundo, perforando esa capa superflua que ahora cubre todo, esa polución de amaneramientos que llaman “modernísimo evolucionado a tono con los tiempos que corren”. Que la verdad, ecológicamente hablando, apenas es una costra reciente flotando sobre la milenaria y honda relación del toro y el hombre. Esa nata cursi fue la que atravesó como una nave fantástica la plaza, disparada por un torero alucinado y su cuadrilla.

Los asistentes de todas las edades y grados de afición recibieron más en esas dos horas y media de lo que quizá hubiesen recibido durante años de mirar corridas. Lo digo yo que soy tan viejo en esto y que conmovido lo contemplé a distancia. No solo me refiero al extenso catálogo de suertes y épocas revividas. Desde las fundacionales del toreo a cuerpo limpio, hasta los afiligranados quites sigloveinte, y el riesgo, y el poder ambidiestro, y las improvisaciones resolutivas, y los repentismos indispensables y las diferentes formas de oficiar que ha tenido la conjunción suprema. No. Más allá, de todo eso, de por sí valioso y exótico, estuvo la justicia lidiadora, su autenticidad, pertinencia, significado, ritualidad y fervor.

Pero Claro, no estaba en el ruedo más comprometedor del mundo, solo frente a seis toros, un efebo atrevido ni una imagen carismática de manufactura publicitaria. Estaba un torero maduro, curtido en una tenaz carrera de veintidós años trasegados por todos los ruedos de la tierra frente a los hierros más temidos. No con menos pertrecho hubiese podido un hombre solo asaltar así Las Ventas y ponerla en el estado en que la puso. Ni salir de allí como salió, en loor de multitud.

¿Qué no fue un producto de simetría, redondez, perfección y diseño industrial? Cierto. Fue un telúrico reencuentro del hombre, seis toros y un público abducido, con los primigenios contenidos del toreo, que como la vida es imperfecto, biológico, real, imprevisible, único, mortal... Qué falta que hacía y como lo vivieron, sobre todo los jóvenes… Y en Madrid.


martes, 1 de octubre de 2019

FLASHBACK - VIÑETA 323

Viñeta 323

Flashback
Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, octubre 1 de 2019

Paquirri a los 20 años con el trofeo de Cali
Estaba en el hotel Hilton de Cartagena por el congreso colombiano de cirujanos plásticos y mi padre, que no lo era, pero amigo de mis amigos, gustaba de acompañarme, vino presuroso a mi habitación terminando el receso del almuerzo con la noticia —¡Un toro acaba de matar a Paquirri en España!

Primero, la sorpresa. Era el último torero activo de quien la habría esperado entonces. Por su solvencia técnica, dominio y facultades físicas. Después, los recuerdos... Aquel 27 de diciembre de 1967 cuando debutó en Cali con diecinueve años de edad y uno de alternativa, caminando sin montera, flanqueado por El Viti y Vásquez II, para torear santacolomas bogotanos de Vistahermosa.

Se repartieron de a oreja y en principio no me dijo mucho. Era difícil, él y yo éramos muy jóvenes y mediaba una década deslumbrada por Ordóñez, Ostos, Camino, El Viti, Puerta, El Cordobés, Palomo, Antoñete, los Girón, Curro, Manolo Martínez, Cáceres… Luego, volvió y volvió. Nueve temporadas, veinte corridas, 19 orejas y dos trofeos “Señor de los Cristales” como triunfador de la feria.

Uno, de la siguiente, con cinco orejas a toros nacionales de Ambaló y Felix Rodríguez. El otro, en la de 1979-80 con cuatro a toros mejicanos de El Rocío y Mimiahuapan. Lidiador como cuentan de los del siglo antepasado. Sin languideces, largo, poderoso en los tres tercios y eficaz estoqueador. Aunque su poderío abrumaba los toros y atenuaban el miedo, su arrojo y vitalidad emocionaban.

Fue, según Enrique Guarner, uno de los cinco mejores banderilleros del siglo XX, junto a Fuentes, Gaona, "Joselito", y Arruza. Quizás. A uno de poder a poder, el día que la plaza cumplía veintiún años, al primero de Santacilia (mexicano), se le llamó hiperbólicamente por acá "El par de Cali". Sentó al toro. Con la muleta mandaba y doblegaba, enfatizando con desplantes tremendistas. Mataba como los valientes, porque lo demostró, hasta en sus últimas palabras: "la corná es gorda… corte usté lo que tenga que cortá… tranquilo doctor"

Avispao” probó que todo lo suyo era cierto. Con su larga cambiada de rodillas le hicieron una estatua en la plaza del Puerto y con su natural al aire, otra en el cementerio de San Fernando de Sevilla. 

Se despidió aquí el 2 de enero de 1983 con toros españoles de “El Viti” y Garzón, alternando con Pepe Ruiz y El Soro, recibiendo una oreja. No regresó nunca, pero 35 años después de su muerte en Pozoblanco, Cañaveralejo no le olvida. Sintonizó con este público. Su apostura llevaba tantas admiradoras a la plaza como aficionados y aficionadas llevaba su tauromaquia.

Sus dos pequeños hijos Francisco y Cayetano sentados en la barrera con pantalón corto y las piernas colgando, sostenidos por la madre, Carmiña Ordóñez, recibieron sus brindis de faenas. Las cuales no por ser oficiadas para ellos dejaban de tener la verdad que le puso en la élite de su época. Francisco Rivera Pérez murió en su ley. Mi padre que lo admiró, también, al año siguiente.

jueves, 26 de septiembre de 2019

HONDURAS VIÑETA 322

Viñeta 322

Honduras
Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, septiembre 24 de 2019

Rafaelillo cogido por el miura "Berrugo". www.las-ventas.com
Mañana podría desaparecer el planeta entero, con toda la humanidad a bordo y el universo infinito seguiría como si nada. Es duro reconocerlo, pero es así. ¿Quién nos extrañaría? ¿Quién echaría de menos nuestro paso fugaz por este minúsculo terrón del cual llegamos a creernos amos eternos?

Seguro el miedo a la fatal intrascendencia fue una de las cosas que condujo a dios, a los dioses, al toro uno de los primeros en el ámbito euroasiático según los arqueólogos.  Quizá su imponencia, poder, feracidad y proximidad inspiraron esa divinización que de culto en culto y de cultura en cultura llegó hasta hoy.

Alegoría de la naturaleza, de su fuerza y fiereza incontrolables. Rendirle admiración, tributo, vidas jóvenes, propiciatorias, aplacarlo. La tauromaquia en sus diversas formas ha sido eso. Un rito de consuelo ante lo inconsolable.

Pero su liturgia ha creado una estética. La tragedia griega nació con él. No es solo adorar, ofrendar, y sacrificar al dios terrible, es hacerlo con belleza y justicia mitos griegos. No es la técnica, la ciencia, la artesanía con que se oficia el toreo lo que más infunde fervor, es el arte que se construye pese o gracias a todo eso.

En alguna parte leí que Rafael de Paula, cuando le preguntaron por su técnica, contestó ¿qué es eso? Bueno, si no lo dijo tal vez era el más indicado para decirlo. Pero hay algo en la lidia más hondo que la estética, y es la ética. La dignidad humana, su sentido del bien y el mal. En cada suerte y hasta la muerte, es quizá lo que más conmueve y mueve de toda esta compleja y cruenta ceremonia, que contiene a la vez tantos significados conscientes y toca tantas pulsiones inconscientes; rito, arte, catarsis.

Verlo simplemente como un espectáculo, un negocio, un tipismo cultural, o en el caso de los antitaurinos, como un vestigio de barbarie es frívolo y estúpido. Los intelectuales y artistas que con la lógica y la intuición como herramientas respectivas han intentado bucear en sus misterios lo han corroborado.