Viñeta 332
Toros a la cumbre
El toro bravo (en peligro de
extinción), una minoría ínfima de los bovinos que habitan el mundo, pacía y se
batía en su hábitat natural, desde infinidad de siglos antes de que ni las más
desaforadas mitologías pudiesen imaginar las enormes islas de plástico flotando
en los océanos, la gruesa capa de polución atmosférica, los continentes de
porquería vertidos desde las profundidades marítimas hasta la cima del Everest
y más allá (estratosfera), el descongelamiento de los polos y el apocalipsis now
con los que el “progreso” nos amenaza.
Ni siquiera los modernos genios de la ciencia ficción: Verne, Wells,
Asimov o Ray Bradbury… (muerto hace apenas 7 años), lo sospecharon. Tan repentina
y lacerante es la culpa o el miedo por este monstruoso fenómeno de suciedad industrializada
y cambio climático, que la humanidad (su causante), clama como el Raskolnikov de
“Crimen y castigo”, al borde de un ataque de nervios: ¡Qué hemos hecho!
La cumbre climática de la ONU en Madrid, con asistencia de casi 200
países, incluidos 50 jefes de estado es eso. Un grito desesperado. Un acto colectivo
de contrición; la enfermedad del planeta somo nosotros, la especie
“inteligente” que ha proliferado descomunal, indecente y abusivamente,
rompiendo todas las barreras del equilibrio biológico mundial. Hemos pecado.
Qué, no-científicos tan poderosos y acatados como Donald Trump desmientan
las evidencias científicas calificándolas de cuentos de viejas o consignas de
disidentes delirantes, agrava el problema y aleja la salvación.
Sin embargo, reconozcamos, frivolidad, insensatez y prejuicio campean en
ambos bandos. ¿Cuántos ecologistas hay reunidos en Madrid? 25.000 dicen, y
estoy seguro de qué si les hacen una encuesta ya, la mayoría se confesarán ideológicamente
antitaurinos. Pues al parecer tales títulos ahora son sinónimos.
Pero, los taurinos, nos consideramos más ecologistas y somos lo uno
precisamente por lo otro. Reverenciamos la naturaleza, representándola en el
toro, con un rito de ofrenda, respeto e igualdad, cuya histórica omisión es precisamente
la que ha puesto en estas a la especie humana.
Ojalá que las conclusiones y compromisos que arroje la crucial cumbre sean
incluyentes y no den pie a más prohibiciones, anatemas, persecuciones… contra el
ancestral y de verdad ecológico culto cuyo profundo significado y advertencia no
se ha querido entender. Sería otro contrasentido.
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