sábado, 25 de agosto de 2018

LO KITSCH EN EL TOREO (III) EL MAL GUSTO - VIÑETA 266

Viñeta 266

Lo kitsch en el toreo (III)
*El mal gusto*
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, agosto 21 2018

Foto: Camilo Díaz, www.cronicatoro.com
Mal gusto. El significado de Kitsch que vincula todos los otros es el mal gusto. La ruptura de una convención cultural. No es una frivolidad. La cultura no lo es. Nos mantiene juntos y medianamente a salvo de nuestra natural fiereza, libre por millones de años. Esa tenue telaraña de acuerdos, tejida en los últimos tiempos la contiene.

No asaltar las hembras, no arrebatar alimentos, no defecar en público… Es el orden pactado; esto es bueno, malo, útil, dañino, bonito, asqueroso... Las brujas de MacBeth lo subvierten coreando, “lo feo es bello, lo bello es feo”. Luego, MacBeth, justificado, libera su bestia interior y con pésimo gusto, asesina al rey. Lo malo es bueno, lo bueno es malo.

Por eso mismo choca lo Kitsch, porque falsea, desordena, confunde, aúlla. Está en la imitación barata del pobre, la cara y ostentosa del “nuevo rico” y el exceso presumido del poder, que ridiculizaba Borges con su “todo lujo es cursi”.

El mal gusto no tiene clase social, ni carácter individual permanente. Puede manifestarse sin definirlos en unas y en otros. A veces sí, a veces no. Ayer sí, mañana no. Aquí sí, allá no.

A la manera de los “majos” barriobajeros Costillares recargó de brillos el traje de faena, (Kitsch). Luego, enaltecido por el arte se tornó “de luces”, elegante y gallardo. ¿Pero, a quién se le ocurriría ir vestido así a una reunión de negocios o a una fiesta que no fuera de disfraces?

La concurrencia de forma y contexto, de signo y circunstancia, da el mensaje semiótico, en ese lenguaje, convención social que comunica desagrado, agrado rechazo, aceptación, gusto, disgusto. Canon estético.

Dicen que Victoriano de la Serna entronizó el truco bufo que, luego “majestuoso”, llamarían manoletina. Se arrepintió: “Daría un premio al torero que no la hiciera nunca”. Ejecutando la misma suerte Llapisera parodiaba, Manolete conmovía. Intercambiando contextos, uno y otro resultarían Kitsch... (sigue)

LO KITSCH EN EL TOREO (II) UNA ESTÉTICA - VIÑETA 265

Viñeta 265

Lo kitsch en el toreo (II)
*Una estética*
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, agosto 14 2018

Más que una particularidad del gusto, un estilo, una escuela del arte, lo kitsch es toda una estética. Una manera de sentir el mundo, en la definición kantiana. Pero también de pensarlo, vivirlo, torearlo, toda una ética.

El término, alemán en principio y hoy universal, es joven, si lo comparamos con los cinco mil años que tiene la palabra escrita o los más de cuatrocientos mil que le atribuyen al habla; ochenta y cinco apenas. Pero la idea quizá es tan vieja como la civilización.

Aunque su reciente importancia coincide con un estado de la cultura que lo justifica; “el posmodernismo”. Una era sumergida en un mar de sonidos e imágenes (publicidad), que empuja sin retorno la enorme masa humana hacia el consumo pantagruélico de una producción descomunal, cuyos desechos infestan el planeta mortalmente. Todo, al vaivén del ciclo consumo-producción. Todo.

“El que manda es el púbico”, dicen los vendedores y los líderes pragmáticamente. Su gusto, su ética, su medianía, su vulgaridad. Es la democracia del mercado. El cliente siempre tiene la razón.

¿Comida chatarra? ¿Bebida cancerígena? ¿Moda desechable? ¿Televisión basura? ¿Seudociencia? ¿Pacotilla? ¿Demagogia? ¿Populismo? ¿Toreo comercial?  Venga, estar con los tiempos que corren o desaparecer.

A la gente no solo le gusta que la engañen, sino que necesita que la engañen. Alegaba un colega mío quien con gran éxito económico desertó de la medicina científica por la curandería muchos años atrás.

Adocenado, vulgar, ordinario, ramplón, barato, ampuloso, cursi, chabacano, impostado, zafio, ingenuo, simplón, prolijo, grosero, feo, de mal gusto sobreactuado, basto, exagerado, falso, retorcido, pretencioso, efectista, sentimentaloide, imitado, fingido, ventajista, oportunista, ávido, trapacero, arribista... kitsch puede significar cosas terribles.

¡Pero cuidado! No siempre con justicia. De origen, todo arte, costumbre, tradición fue popular. Toda la cultura es engendrada por el pueblo y en principio, antes de ser refinada por las élites “cultas”, fue popular. La literatura, la música, la pintura, el toreo, ahora clásicos, vienen de ahí... (continuará).

LO KITSCH EN EL TOREO (I) AMORALIDAD - VIÑETA 264

Viñeta 264

Lo kitsch en el toreo (I)
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, agosto 7 2018

Torero. Foto: Jorge Arturo Díaz Reyes
Lo que diferencia la corrida de la crueldad que ven sus enemigos en ella, es la ética. Nada más. Cuando la pierde resulta indefensible. Rito de vida y muerte, rito de honor, es o no es.

El singular y milenario arte de torear es moral. El resto del arte, igual que la ciencia y la técnica son intrínsecamente amorales (no inmorales, ni morales; sin moral). Esas connotaciones no les pertenecen, se las atribuyen el observador, el receptor, el usuario. Una obra músical, un teorema, un gigabyte carecen de moral, per se.

No hay libros morales o inmorales, hay libros bien o mal escritos”, alegaba Oscar Wilde durante su infame juicio. Igual podría decirse del resto; la poesía, la música, la pintura, la escultura… Por el contrario, el toreo es moral en sí mismo.

El apartado de un encierro, un lance, una vara, un par de banderillas, un pase, una estocada, el juzgamiento de una faena deben ser limpios, valientes, justos, leales, respetuosos, honestos para ser arte. Sino no. Aquí la estética depende de la ética. La implica esencialmente.

Para las otras artes, la falsedad es apenas cosa de identidad, que puede afectar el valor fetiche, histórico, comercial de la obra, mas no el estético. De hecho, hay imposturas más bellas que su original. Al toreo en cambio, la ilegitimidad lo aborta, pese a que pueda camuflarse bajo una vistosa coreografía.

Mendacidad, efectismo, abuso, trampa, manipulación, desvirtúan y pervierten la emoción en tontería o complicidad. A veces de manera imperceptible, impune, pero por ello más deleznable. Distinguirlo, pone al espectador a un lado u otro de la línea.

En este mundo pragmático, donde la rentabilidad y el interés particular pesan tanto, muchas veces, más que la decencia. Donde la malicia puede a cada vuelta emboscar la ingenuidad, el discernimiento no es fácil. Pero es deber de aficionado y de torero. En ello van su honor y su estética, juntos.