miércoles, 20 de enero de 2016

EL BUENO - VIÑETA 137

Viñeta 137

El bueno
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 17 de enero del 2016

Lo vi por última vez en los corrales de Cañaveralejo el miércoles 30 de diciembre, haciendo parte del corrillo alrededor del sorteo, bajo el palo de mango. Era la séptima corrida de la temporada. Nos dimos la mano sonriendo –Buenos días don José Joaquín –Buenos días doctor --y no dijimos más porque anunciaban los lotes.

Me quedé pensando en los estragos de la enfermedad que acusaba su rostro emaciado, admirando su valor al pie del cañón en esas condiciones (era miembro antiguo de la junta técnica de la plaza), y aparté presagios fatales.

Ayer sábado, llegando a Puente Piedra, recibí la llamada de José Antonio Almanza viejo aficionado, paisano suyo y amigo común --Murió. No me sorprendió pero dolió. Poco después el paseíllo se detuvo y todos callaron un minuto por él.

Envejecemos, y nuestro mundo particular se va difuminando. Van desapareciendo los escenarios, el decorado, los personajes. Cada vez quedamos más fuera de lugar, más incongruentes e incompletos.
En mi archivo mental tenía la imagen de José Joaquín Quintero en varias carpetas: La de las justas personas, la de las afables, la de los caballistas, la de los buenos aficionados, la de los ganaderos de bravo, pero sobre todo en la de los amigos leales, y esto último no tanto por mí como por testimonios irrefutables. El póstumo de Pepe Cáceres, por ejemplo, quien apreciaba tanto su lealtad que, agonizando por la cornada de “Monín”, lo eligió entre todas la personas que amaba como el depositario de sus cenizas.

Era físicamente bajo, algo rechoncho, usaba una gorra común de aficionado, sereno de ademanes y carácter, sabio en sus cosas, prudente, poco hablador, y todo eso enmarcando sus dos rasgos más propios; la discreción y la modestia.
Jamás le conocí un alarde, una infidencia, un desplante. Con el se van; una época, la suya, y para siempre muchas historias que por fidelidad a sus amigos jamás quiso contar y ya jamás conoceremos.

martes, 12 de enero de 2016

!440! - VIÑETA 136

Viñeta 136

¡440!
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 12 de enero del 2016

Foto: Jorge Arturo Díaz Reyes
 
La ley taurina colombiana establece como peso mínimo reglamentario para toros adultos a lidiar en plazas de primera categoría 440 kilos. Es el margen inferior de la legalidad. Por debajo, nada. Ni un miligramo. Ni un suspiro. Ni una gota de sudor. Ni un grano de concentrado. Ni un estornudo. Sería delito, y la tablilla lo debe advertir.

No es mucho. Es poco. 20 kilos menos de lo exigido por la ley española. Que un macho de lidia no supere tan bajo nivel puede indicar diferentes anomalías. Que no ha terminado su crecimiento. Que no es adulto. Que es enano. Que está mal nutrido. Que está enfermo. Que no es apto para las exigencias de una lidia honorable... o todas las anteriores.

Curiosamente, durante las recién terminadas ferias de Cali y Manizales. El peso más común anunciado fue 440, clavados,  rayados, precisos. ¡Qué coincidencia! Ni un pelo más ni un pelo menos.

De 74 toros lidiados, (44 en Cali, 30 en Manizales), 12 tenían ese peso exacto, el 16.3%, o al menos eso decían. Aunque la mayoría no lo aparentaban (a ojo de este modesto aficionado que lleva 65 años viendo corridas en dos continentes). ¿Habrán sido tan exactos los pesajes? ¿No se equivocaron por un pelito? Supongo que no, pero cuesta creerlo.

Es más, 36 toros, el 49%, la mitad, se anunciaron entre los 440 y los 460 kilos. En España, que es el parámetro taurino, resulta raro ver salir al ruedo un toro en plazas de primera con menos de 500 kilos. Sesenta más de lo acostumbrado aquí.

Dicen los profetas, creyentes y beneficiarios del minitoro: “El peso importa solo a los carniceros”. Falso. El peso es un indicativo vital, de la edad, el desarrollo y la salud de los toros y en general de los seres vivos. Lo digo como médico, aunque no se necesita serlo para saber tal obviedad.

Nota: Adivinen qué. El encierro de Santa Bárbara, premiado como el mejor en la feria en Manizales, tenía solo 443 kilos promedio, y su toro indultado y premiado “Incógnito”, N° 779, lidiado 6°, por Roca Rey, el 5 de enero, pesaba 440 kilos justos, según la tablilla: Debió terminar la lidia con 435 cuando mucho. Imagino. ¡El mejor!

Cita: El veterinario (25 años de Las Ventas) Ramón Barca, en su libro “El toro de lidia” recuerda como, en los años de preguerra (civil) en España el peso mínimo exigido era 550 kilos.

domingo, 3 de enero de 2016

VOLVER A MANIZALES - VIÑETA 135

Volver a Manizales
Jorge Arturo Díaz Reyes, Cali, Colombia, I 02 16
 

La Monumental de Manizales cumplió 65 años el pasado 23 de diciembre. Era domingo, Antonio Bienvenida, Manolo González y Alfredo Jiménez enfrentaron seis toros de Mondoñedo. Fue la primera de las tres corridas de aquella primera temporada del nuevo coso, de la nueva ciudad que celebraba su primer centenario. En realidad sus primeros 102 años (Fundada en 1849).

Ese día exactamente y casi a la misma hora moría en Buenos Aires (Argentina) el gran poeta del tango Enrique Santos Discépolo. Más que coincidencia cronológica, un calambur histórico pues Manizales tiene dos pasiones dominantes; los toros y el Tango.  

Tres años largos después, el 23 de enero, inauguraría la feria marcada por estas dos expresiones artísticas que ha hecho propias. Subir todos los comienzos de año a Manizales. Entrar por su Plaza de toros, puerta sur de la ciudad, evocando bandoneónes y castañuelas, cortes y largas, corridas y bohemia es como entrar a un mundo donde los mismo pueden maravillar una liebre parlante que un sombrerero loco.
 
Todas las plazas como todas la personas son únicas, pero esta es más única. Posada en el filo de la cordillera como un nido de pájaro a dos mil docientos metros de altura, mirando hacia el abismal paisaje que se pierde en lejanías los días despejados o se vela en blanco los brumosos dando a la corrida un aire fantasmal.
 
Ruedo gris. Líneas naranjas. Puertas altas. Al empinado graderío se accede por arriba, por las filas superiores. Hay que descender buscando el puesto y luego ascender para salir. Allí la música tiene caracter protagónico en especial el pasodoble “Feria de Manizales” compuesto por el catarrojense (de Valencia) Juan Mari Asens, saxofonista del empastre, y letrado por “el poeta de las ferias” el belemita (de Umbría, Caldas) Guillermo González Ospina, fallecidos ambos.
 
Pasodoble reservado durante las corrridas para premiar faenas excepcionales y prodigado de tal manera por las presidencias alegronas, que lo excepcional es que no suene. Porque si en América existe una plaza torerista y amante de la música y la pinturería es esta, que se pavonea de su vocación sevillana.
 
Dice uno de los versos de González, “toda la feria es un río”. Cierto, un río que fluye sin pausa entre la plaza de toros y el parque Caldas, donde se oye y se baila tango día y noche. Río multitud enfiestado, emponchado y flanqueado por ventas ambulantes de toda cosa, y en el cual navegan también rémoras, avivatos y carteristas transhumantes, quienes bautizaron cínicamente su cauce, la 23, como “El tontódromo”.
 
Es una feria de ciudad grande que conserva el encanto y autenticidad de las pequeñas viejas ferias de pueblo. Quizá es la última que nos queda. Siempre hay que volver a ella.

MANZANARES Y CALI - VIÑETA 134

Viñeta 134
 
Manzanares y Cali
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 29 de diciembre del 2015
 
Diciembre 28 2013. Foto: Camilo Díaz
 
Lo usual para un torero que se cae del cartel por incapacidad, es remitir a la empresa copia del certificado medico, quizás endulzada con una fórmula de cortesía, y pare de contar.
 
Pero que uno convaleciente de cirugía en la columna vertebral tome un avión, cruce el Atlántico, dé la cara, presente la excusa personalmente, pernocte y se devuelva, más que inusual es cosa de locos, o de enamorados que también lo son, como decía Wilde, o de amigos verdaderos, otra versión del amor.
 
Manzanares lo ha hecho. Está en Cali. Llego anoche, se va mañana y esta tarde presentará sus respetos a la afición en la corrida para la cual estuvo anunciado y en la que su padrino de alternativa Enrique Ponce le sustituirá.
 
Antes de venir lo había explicado con un “trino”. Es muy afectó a las redes sociales. Torero moderno de añeja raigambre, “Me hablaban de Belmonte, de Ortega, de Ordóñez y me enseñaron lo que es torear de verdad”.
 
Es un gesto, una deferencia con la ciudad, que se lo merece, y no se sorprende con él, pues el afecto es viejo. Recuerdo como si fuera hoy el 30 de diciembre de 1963, corrida histórica por cierto aquí, en la que Zúñiga, Puerta, El Viti, Camino, El Cordobés y El Caracol, cuyo toro banderilleara el abuelo “Pepe Manzanares”, les cortaron a los santacolomas de de González Pidrahita ocho orejas y tres rabos.
 
Conozco bien la secta manzanarista que dejó acá José Mari, el hijo, cuyos inconsolables fieles aún andan por ahí añorando sus exquisiteces y bohemia.
 
Y tampoco puedo olvidar que hace dos años exactos, este Manzanares de ahora, el nieto, la última vez que vino de luces, llenó Cañaveralejo, toreó, mató y se fue por la Puerta Señor de los Cristales diciendo que volvía, pero no volvió. Y tenía que volver, aunque no fuese a torear, aunque fuese solo como como un amigo más que viene a saludar.

59 VECES CALI - VIÑETA 133

Viñeta 133
 
59 veces Cali
Por Jorge Arturo Díaz Reyes 22 de diciembre del 2015
 
Cañaveralejo. Foto: Plaza de toros de Cali S.A.
Sábado. Tres de la tarde. Más que lleno. Sol tenaz. Calor quieto. La brisa viene a las cuatro. Siempre. Himno tumultuoso. Clarines, timbales. De luto y gorgueras cabalgan los alguaciles Florencio Castillo y Ricardo Ceballos. Tras ellos, montera en mano, “Joselillo” de azul, Bernadó de nazareno, Sánchez de verde, seguidos por sus circunspectas cuadrillas. Ovación.
 
Preside Carlos Garcés, alcalde. Notables, notorios, y aspirantes hacinados en las barreras, a 70 pesos puesto, que aún sin acabados muestran el concreto reciente. Salta “Resoplón” (procedencia Santa Coloma vía Mondoñedo), negro, cornicorto, terciado, pocacosa, todos lo fueron.
 
Melanio pica. José brinda a Paz Borrero, y en él a la nueva plaza: “Va por usted don Joaquín”. Pero la tan anhelada corrida inaugural, que había motivado titulares de primera plana en todo el país, se va hundiendo entre la esmirriada mansedumbre del ganado, el bochorno y la desilusión. Una socorrida oreja para el catalán, no logra maquillar el tedio.
 
--Mal comienzo --refunfuñan los realistas. --De los buenos, líbranos señor --apuntan los supersticiosos y aciertan. La feria va a más con los toros de Mondoñedo (primera vuelta al ruedo de ganadero al otro día), Ernesto González, Pepe Estela y Achury Viejo después. Cinco corridas que cierran y abren año, de las que el jerezano Juan Antonio Romero y el onubense “Chamaco” salen triunfadores. El éxito es tal, que al año siguiente aumentan los festejos desbordando el coso, extendiéndose a la cercana ciudad y dando paso a la parranda general “Feria de Cali”, que banalizada, ensalsada” y burocratizada se crece hasta negar hoy sus orígenes taurinos. ¡Lo que hay qué ver!
 
Pasan rápido seis décadas jalonadas por nombres que apasionan, conjuran la taquilla y dejan historias. Ordóñez, Dominguín. Cáceres, Ostos, Camino, Pedrés, Puerta, Viti, Mondeño, Curro, “Cordobés”, Vásquez, “Antoñete”, Girón, Palomo, “Paquirri”, Dámaso, Ramos, Teruel, Martínez, Cavazos, Fuentes, Galán, Campuzano, “Puno”, “El Cali”, Capea, Esplá, Manzanares, Domínguez, “Armillita”, Robles, “Espartaco”, Silveti, “Soro”, Ojeda, “Yiyo”, Ortega, Mora, Rincón, “Joselito”, Ubrique, Ponce, Rivera, Tomás, Cid, Morante, Padilla, “Juli”, Fandi, Castella, Talavante... Domecq, Vidrié, Moura, Peralta, Hermoso, Ventura... Cada plaza tiene su libro.
 
Esta, Cañaveralejo, el viernes, día de Navidad, como hace 58 años, pero a las cuatro de la tarde ahora, con menos sol, más viento y sin corridas de añoviejo ni añonuevo (¡innovaciones!), abrirá otro capítulo del suyo. Ahí estaremos otra vez.