Viñeta 134
Manzanares y Cali
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 29 de diciembre del 2015
Diciembre 28 2013. Foto: Camilo Díaz
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Lo usual para un torero que se cae del cartel por incapacidad, es remitir a la empresa copia del certificado medico, quizás endulzada con una fórmula de cortesía, y pare de contar.
Pero que uno convaleciente de cirugía en la columna vertebral tome un avión, cruce el Atlántico, dé la cara, presente la excusa personalmente, pernocte y se devuelva, más que inusual es cosa de locos, o de enamorados que también lo son, como decía Wilde, o de amigos verdaderos, otra versión del amor.
Manzanares lo ha hecho. Está en Cali. Llego anoche, se va mañana y esta tarde presentará sus respetos a la afición en la corrida para la cual estuvo anunciado y en la que su padrino de alternativa Enrique Ponce le sustituirá.
Antes de venir lo había explicado con un “trino”. Es muy afectó a las redes sociales. Torero moderno de añeja raigambre, “Me hablaban de Belmonte, de Ortega, de Ordóñez y me enseñaron lo que es torear de verdad”.
Es un gesto, una deferencia con la ciudad, que se lo merece, y no se sorprende con él, pues el afecto es viejo. Recuerdo como si fuera hoy el 30 de diciembre de 1963, corrida histórica por cierto aquí, en la que Zúñiga, Puerta, El Viti, Camino, El Cordobés y El Caracol, cuyo toro banderilleara el abuelo “Pepe Manzanares”, les cortaron a los santacolomas de de González Pidrahita ocho orejas y tres rabos.
Conozco bien la secta manzanarista que dejó acá José Mari, el hijo, cuyos inconsolables fieles aún andan por ahí añorando sus exquisiteces y bohemia.
Y tampoco puedo olvidar que hace dos años exactos, este Manzanares de ahora, el nieto, la última vez que vino de luces, llenó Cañaveralejo, toreó, mató y se fue por la Puerta Señor de los Cristales diciendo que volvía, pero no volvió. Y tenía que volver, aunque no fuese a torear, aunque fuese solo como como un amigo más que viene a saludar.
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