martes, 28 de enero de 2020

CHUCHO Y REMEDIOS - VIÑETA 339


Viñeta 339

Chucho y Remedios
Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, diciembre 28 de 2020
Chucho y Remedios. Fotos: Vanexa Romero y Área Metropolitana Medellín.
Paradójicamente, son dos osos colombianos los que han puesto el martirizado país a pensar en serio sobre si los derechos pertenecen a los humanos o no.

Ambos machos. De más de veinte años el uno, de dos el otro. No aptos para sobrevivir en el monte. Huéspedes mimados de zoológicos en Barranquilla y Medellín respectivamente, fueron, de manera inconsulta (con ellos), objetos de alegatos de liberación (¿desahucio?), por el abogado Luis Gómez quien se presentó como “defensor de sus intereses”, invocando el habeas corpus.

Los procesos, iniciados con Chucho, el mayor, hace casi tres años llegaron hasta las altas Cortes, Constitucional y Suprema de Justicia. Las cuales, tras hondos estudios, debates y votaciones dictaron sentencias congruentes, considerando que “el hábeas corpus es un instrumento que sólo puede usarse para defender a personas, no a los animales”. Pues los animales no son sujetos de derecho, así lo sean de protección. De inmediato, citas y opiniones diversas aparecieron en los medio hablados y escritos:

Por ejemplo, la de Carlos Fernández Sessarego, catedrático, escritor y exministro de justicia peruano en su estudio ¿Qué es ser persona para el derecho?: “Solo el ser humano, es sujeto de derecho. Es decir, individual o colectivamente considerado. Ningún otro ente de la naturaleza es sujeto de derecho.”

“¿Vamos a prohibir el consumo de proteína animal? Si el punto de partida es que todo animal tiene dignidad y es sujeto de derechos, pues entonces ya no se puede usar la biodiversidad” cuestiona un ambientalista no identificado por El Espectador de Bogotá.

En el mismo diario, la bióloga, exdirectora del Instituto Alexander von Humboldt, Brigitte Baptiste, estima que hablar de los derechos de los animales como individuos es una frontera insuperable. “No se puede considerar que los animales tengan estatuto de personas, eso es una aspiración que desconoce las cualidades de las distintas sociedades y de las condiciones culturales en las que se desenvuelven los organismos”.

“El maltrato a los animales nunca está justificado... Pero ello no implica humanizarlos y otorgarles estatuto de personas. Por el contrario, eso está creando dilemas éticos muy delicados, cuando nos preocupamos más por las mascotas que por el bienestar de otras personas”, agrega.

Y leyendo todo eso resulta inevitable no vislumbrar entre líneas a los políticos antitaurinos extremos que se afanan mucho más en perseguir el culto al toro y las corridas, cuyo fin dicho sea de paso extinguiría la raza de sus presuntos “defendidos”, que en abogar por los harto e inveteradamente violados derechos de sus congéneres.

A estas y otras aplazadas reflexiones han obligado sin saberlo Chucho y Remedios, en buena hora protegidos de su “defensor” por las Cortes. Protegidos, no humanizados.

BOGOTÁ Y SUS TOROS - VIÑETA 338

Viñeta 338

Bogotá y sus toros
Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, diciembre 21 de 2020

La Santamaría de Bogotá. Foto: Camilo Díaz
Lima, Ciudad de México y Bogotá, son las tres capitales nacionales ibero-americanas (21) que conservan cultura taurina. Baldón, para unos, valor, para otros, cada cual, en su opinión, su derecho y su libertad.

La primera, concluyó su Feria Señor de los Milagros, la segunda cursa su temporada grande y la tercera se dispone a la propia. En secuencia, el ayer, el hoy y el mañana, inmediatos del rito en el continente.

Su ahora y aquí diríamos, en un contexto global pautado por políticos que han descubierto el antitaurinismo como una rica veta electoral. Acometer contra este culto, paga. Condenarlo como herético, impío, bárbaro, clamando su exterminio, rinde. Abrogarse para ello la vocería (inconsulta) de los toros, alegando el despojo de sus “derechos” por el toreo (solo por él), premia. Sin importar que la cruzada lleve a extinguir la raza de sus “representados”, en fin, ellos no podrán demandarles.

Bueno, las interpretaciones contradictorias de la tauromaquia son tan viejas como ella misma. Igual que las de muchas expresiones morales, teológicas, estéticas, ideológicas, incluso científicas. Lo nuevo no es esa diferente lectura, lo nuevo es la escalada de intolerancia, similar a las persecuciones étnicas y religiosas.

La Santamaría de Bogotá, ha sido blanco preferente de tales campañas. Administrada durante los últimos lustros por alcaldes de conversa y enconada militancia antitaurina; Petro, Peñalosa, y ahora López, ha resistido cierres, boicoteos y agresiones de todo tipo, incluyendo asonadas y terrorismo. Con tan firme convicción, que reabre con un febrero largo de seis corridas, el doble del año anterior.

Hace poco más de un mes, la empresa Colombo-mexicana Casa Toreros Consorcio Colombia, recibió el coso en arrendamiento. Y el dos de enero pasado, recién posesionada, la nueva alcaldesa visó el contrato con la protesta expresa de que lo aceptaba solo porque ya estaba firmado y la ley (916 de 2004) le obligaba. Pero advirtiendo que durante su período de cuatro años "no habrá un solo peso para corridas de toros".

Bien por ella. Y tranquila, que las corridas no le pedirán dinero, al contrario, se lo darán y mucho, como han hecho siempre con la ciudad. Mas para continuar haciéndolo es indispensable que les garanticen su libertad constitucional y el orden público, mediante la debida protección y el mantenimiento de las manifestaciones hostiles a distancia prudente de la plaza, como dicta el sentido común.

martes, 14 de enero de 2020

BAJANDO DE LA MONTAÑA - VIÑETA 337

Viñeta 337

Bajando de la montaña
Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, enero 14 de 2020  
Manizales enero 11 de 2020. Foto: Camilo Díaz
De Manizales a Cali, caer mil cien metros verticales y correr 258 kilómetros horizontales por una carretera mitad quebrada, mitad plana, mitad curva, mitad recta, mitad lenta, mitad veloz.

Cuatro horas largas, quieto, mirando el camino, repasando conocidos paisajes, oyendo el runrún del motor, la mente a vuelo de pájaro divagando libre. Lo reciente, lo viejo, lo próximo, lo lejano, lo bueno, lo malo…



Han pasado tantas cosas estos días. El despertar del año. El volver a la rutina. Los nuevos alcaldes tan pronto asumieron comenzaron a despotricar envalentonados contra las corridas. En España el gobierno recién conformado las amenaza. En México se reanuda la temporada grande. Bogotá y sus seis carteles en lontananza. La última semana. La soleada plaza en el filo. El mucho y devoto público. La inspirada faena nocturna de Arcila. La estocada suicida de Bolívar al avieso juanbernardo. Castella con la feria al hombro. El quite del Juli al segundo de la encerrona, cuántos recordaron en él a Pepe, hace ya tantos años. El imperfecto gran encierro de Barbero. Ese novillo sexto de Armerías tan bravo, quizá el más de la feria. Los pobres pitones y el resto, de los de Gutiérrez, tres ovacionados, uno de vuelta al ruedo. Ponce, idolatrado, aclamado y cantado sin estoquear sus toros. El estético Aguado ante un inválido. El Cid despidiéndose a hombros y volviendo a los dos días a torear de caridad. Rincón llorando. Camilo corriendo con su cámara por el callejón. El sorprendente palco. El “excepcional” pasodoble tocado cada rato. El “tendido joven” repleto y enrumbado siempre. Los ministros repantigados en sombra. La estupenda organización. La hospitalidad. Juan Carlos discreto. Las multitudinarias salidas de corrida. Ponchos y sombreros. Un río fluyendo cuesta arriba. Rafael Giraldo explicando y toreando al aire en la puerta del Yaripá. Mauricio Brand predicando en la cantina. Los viejos queridos amigos de siempre, el dolor por los que no llegaron. Los minutos de silencio. La ciudad toda enfiestada. Los mil espectáculos. La entrañable sonrisa de Laristy. Las populosas calles. El tango. El ron de la tierra. Las noches largas. El estruendo en el parque de Bolívar. El aroma de buen café. Manizales, tal cómo es, única, virtudes y defectos, campechanía y estilo, tradición y moda, será el último fortín de la fiesta en Colombia. Manizales ayer, Manizales siempre.

EL DISCURSO DEL DOCTOR RUIZ - VIÑETA 336


Viñeta 336

El discurso del doctor Ruiz
Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, diciembre 31 de 2019


Juan Gallardo, cogido brutalmente durante la última corrida del año en Sevilla, ruega en agonía que hagan venir de Madrid, al doctor Ruiz. Este, se apresura y llega tan pronto como “El expreso” lo permite... Al otro día.

Jovial, bajo, mal trajeado, bamboleando el péndulo abdomen al ritmo de sus cortas piernas, el brujo de la tribu torera, parece una voluntaria caricatura de su mito “milagroso”, penúltimo recurso antes de Dios.

La noticia del trance ha cundido en alarmantes versiones. La ciudad y España toda, penan por la suerte de su primera figura. El esperado entra, indiferente a la curiosidad y a la fe que le rodean, escucha los pesimistas médicos de plaza. Examina el herido y, sin más, exclama como en broma: “!Ánimo bueno mozo que de ésta no acabas!... el que no muere en la misma plaza casi puede decir que se ha salvado”. Así fue.

Luego, páginas adelante, aficionado al fin y al cabo, se dedica a pontificar sobre los toros junto al lecho del paciente. Reprende las auto-inculpaciones del banderillero de confianza, quién dolido por el percance de su matador, reniega del toreo como: “arte de otros tiempos, oficio bajo, reaccionario y bárbaro”.

Nada. --El toreo es un progreso --le contradice. Y emprende una larga y cruda defensa de la fiesta que, mal leída, hoy podría tomarse por ataque. Tanto, que ha dado pie a interesados en reclamar un supuesto antitaurinismo de Blasco Ibáñez, el autor, igual a como intentan descubrirlo en la obra de Goya y otros genios.

Sí es barbarie, acepta el doctor Ruiz, pero barbarie necesaria y justificada, pues nace la corrida moderna tras la desaparición del Santo oficio y su espectáculo popular de quemar herejes, al cual reemplaza como diversión de masas. Como forma reglada y simbólica liturgia de liberar feroces instintos humanos, con una sinceridad de la cual son incapaces otras culturas que a cambio los estimulan y explotan de maneras hipócritas y a la vez más crueles. E ilustra con los mismos ejemplos de brutalidad general contra los animales y la naturaleza, que ahora son aún más evidentes.

“Sangre y Arena” es la gran novela de los toros. No me cabe duda. Nunca antes ni después se ha publicado una que se aproxime a su calidad literaria, fuerza emocional ni al realismo con que recrea ese mundo, ese país, esa época. Tampoco a su repercusión cultural global. Publicada en 1908, recrea los finales del siglo XIX y se ha hecho clisé que su protagonista, está inspirado en la vida y muerte de “El Espartero”. Cómo negarlo.

Un clásico sin duda. Leído con ojos de aficionado, sorprende su vigencia. Cómo si la realidad hubiese querido imitarla de allí en adelante. Cuánta similitud de sus personajes, vicisitudes y contextos con los de hoy. Cuánta, en las peripecias del maletilla Juan Gallardo, con los muy célebres relatos posteriores de:  Perez Lugín en “Currito de la cruz”, Cháves Nogales en “Juan Belmonte matador de toros” o Lapierre & Collins en “O llevarás luto por mí” (Manuel Benítez Pérez “El Cordobés”).

Y cuánto se asemeja el discurso del doctor Ruiz con el de algunos aficionados actuales, que intentando defender atacan la fiesta. La vida termina pareciéndose a la literatura decía García Márquez.


COLOMBIA EMPIEZA EN CALI - VIÑETA 335

Viñeta 335

Colombia empieza en Cali
Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, diciembre 24 de 2019 

Amazona en Cali. Foto: Camilo Díaz
Se, velan armas en Cañaveralejo para el inicio de la feria 63 y la enėsima temporada nacional. Quince matadores, tres de novillos, doce de toros aguardan por seis encierros que saldrán a muerte flameando diez divisas y marcados con diez hierros distintos.

Por buenos antecedentes vuelven: Alhama (novillada), Ernesto González (festival), Ernesto GutiérrezAchury ViejoJuan Bernardo CaicedoFuentelapeñaPaispambaSalentoGuachicono, y debutará Orbes el 31, con el concurso de ganaderías que clausura el año fúnebre de su fundador don Manuel. 

Habrá goyesca, la segunda, y no habrá monoencaste. Las estirpes: Domecq, Parladé, Conde de la corte Murube y Santacoloma estarán equitativamente representadas en defensa de su prosapia; trapío, bravura y nobleza. En el papel, esta correlación torista es de gran interés para el aficionado, a los toros digo, Pues de ella pende casi todo.

Lo demás correrá por cuenta de cinco espadas españoles, seis colombianos, dos mexicanos, un francés y un peruano: don Enrique Ponce, que viene cantando la primacía conquistada por sus tres décadas en figura. El Cid, precedido por su apoteosis de Zaragoza cerrará el 30 un largo 2019 de adioses. Paco Ureña, lujosa sustitución de Manzanares y debutante, llega con la oreja de oro y el título como triunfador de la temporada europea. El muy serio Emilio de Justo, refrendada revelación del 2018. Román, avalado por su festivo y comprometido arrojo. Sebastián Castella, primer torero de Francia y séptimo en la estadística contractual. La vigencia renovada del macho toreo mexicano será sustentada por el irreductible Luis David Adame, y el siempre sorprendente novillero Diego San Román. Y el limeño Roca Rey, regresando de una grave lesión a reclamar su sitio de amo de la taquilla. Esta legión extranjera, documentada, pero menos placeada que otros años, deberá contar en general con más empeño y acierto a los mostrados en sus recientes andanzas por México y Perú.

El bando nacional, aún menos lidiado, defenderá la patria con los caleños poseedores del trofeo Señor de los Cristales: Luis Bolívar y Paco Perlaza. Los finos paisas Juan de Castilla y Luis Miguel Castrillón. Y los inicialistas novilleros: el constante bogotano Gitanillo de América (II) y el sogamoseño Sebastián Hernández en vísperas de su alternativa manizaleña. La tienen difícil.

Suenan clarines. Cada cual tendrá su opinión y yo la mía. Toreros y ganaderías están justificados. Pero extraño algunos nombres autóctonos, no solo acá, sino en toda la temporada colombiana. Primero, dos ausencias: Mondoñedo, todos saben por qué, y Ramsés, nadie sabe por qué. Pero ya no caben cuitas, la suerte está echada, y sobre el viejo ruedo de la reestructurada plaza lo que ha de pasar pasará. Hay que verlo.