Viñeta 339
Chucho y Remedios
Chucho y Remedios. Fotos: Vanexa Romero y Área Metropolitana Medellín. |
Paradójicamente, son dos osos colombianos
los que han puesto el martirizado país a pensar en serio sobre si los derechos pertenecen
a los humanos o no.
Ambos machos. De más de veinte años el uno, de dos el otro. No aptos para
sobrevivir en el monte. Huéspedes mimados de zoológicos en Barranquilla y Medellín
respectivamente, fueron, de manera inconsulta (con ellos), objetos de alegatos de
liberación (¿desahucio?), por el abogado Luis Gómez quien se presentó como
“defensor de sus intereses”, invocando el habeas corpus.
Los procesos, iniciados con Chucho, el mayor, hace casi tres años llegaron
hasta las altas Cortes, Constitucional y Suprema de Justicia. Las cuales, tras hondos
estudios, debates y votaciones dictaron sentencias congruentes, considerando que “el hábeas corpus es
un instrumento que sólo puede usarse para defender a personas, no a los
animales”.
Pues los animales no son sujetos de derecho, así lo sean de protección. De
inmediato, citas y opiniones diversas aparecieron en los medio hablados y
escritos:
Por
ejemplo, la de Carlos Fernández Sessarego, catedrático, escritor y exministro de justicia
peruano en su estudio ¿Qué es ser persona para el derecho?: “Solo el ser humano, es sujeto
de derecho. Es decir, individual o colectivamente considerado. Ningún otro
ente de la naturaleza es sujeto de derecho.”
“¿Vamos a prohibir el consumo de proteína animal? Si el punto de partida
es que todo animal tiene dignidad y es sujeto de derechos, pues entonces ya no
se puede usar la biodiversidad” cuestiona un ambientalista no identificado por El
Espectador de Bogotá.
En el mismo diario, la bióloga, exdirectora del Instituto Alexander von
Humboldt, Brigitte Baptiste, estima que hablar de los derechos de los animales
como individuos es una frontera insuperable. “No se puede considerar que los
animales tengan estatuto de personas, eso es una aspiración que desconoce las
cualidades de las distintas sociedades y de las condiciones culturales en las
que se desenvuelven los organismos”.
“El maltrato a los animales nunca está justificado... Pero ello no
implica humanizarlos y otorgarles estatuto de personas. Por el contrario, eso
está creando dilemas éticos muy delicados, cuando nos preocupamos más por las mascotas
que por el bienestar de otras personas”, agrega.
Y leyendo
todo eso resulta inevitable no vislumbrar entre líneas a los políticos antitaurinos
extremos que se afanan mucho más en perseguir el culto al toro y las corridas,
cuyo fin dicho sea de paso extinguiría la raza de sus presuntos “defendidos”, que
en abogar por los harto e inveteradamente violados derechos de sus congéneres.
A estas y
otras aplazadas reflexiones han obligado sin saberlo Chucho y Remedios, en
buena hora protegidos de su “defensor” por las Cortes. Protegidos, no
humanizados.
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