Alcalá, una historia
Por Jorge Arturo Diaz Reyes, 15 de junio del
2014
Visité ayer Acalá de Henares. Un cumpleaños me llevó. El
mío. Era hoy. Pero Mónica, Bibiana, Máx,
Gloria y Efrén lo anticiparon por mi regreso a Cali. Calor, afecto,
conversación, cerveza y asado.
El cartel, en la grada. "Media corrida". Con el
permiso de su majestad Isabel II, Francisco Montes Paquiro, promete lidiar y
matar seis toros precedido de sus picadores. Ocho de junio de 1853. El dueño,
gordo afable, farolea su auténticidad --las perforaciones lo devalúan --dice
por abundar. Cerca, otro multicolor anuncia la inauguración de una nueva plaza
"La Estudiantil" 1999.
En grupo, recorremos la empedrada calle mayor. Columnas,
balcones y balcones. La casa del Manco inmortal, rediviva, como sí habitara en
ella todavía. También escribió toros. Don Quijote se batío, por honor, contra
un encierro de bravos. Le arrollaron. Él y Rocinante salieron maltrechos, pero
vivos y más locamente heroicos.
Luego, la Universidad. Vetusta, ya no complutense, aunque
sí gloriosa. Sede del Premio Cervantes, el supremo al buen castellano. ¡Un
matrimonio! Elegante, joven, ilusionado. Llegamos al ruedo. Flamenco, no toros,
El Cigala canta en los medios, le rodea su cuadrilla. Fotos.
Volvimos de noche. Ahora, lejos, un año más viejo, volando,
cuatro kilómetros encima del atlántico, lo recuerdo todo. Parece que fue ayer.
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