jueves, 28 de agosto de 2014

VIÑETA 63 - ROMERO POR GOYA


Romero por Goya

Por Jorge Arturo Diaz Reyes, 28 de agosto del 2014


Entre la muchedumbre de personajes que retrató Goya, incluído él mismo, no le salió ninguno mejor librado que Pedro Romero. De un realismo  cruel hasta lo caricaturesco, el genio aragonés pintó casi a todos, dramáticamente, conmovedoramente feos.

Así los vio, así los escrutó, así los reprodujo, sincero, como reflejos de sus almas. Desde la plebe hasta la familia real, de la cual fue pintor oficial y a la que sin réplicas, befó. Insinuando en el cuadro, dicen, adulterios y falsas paternidades.

¿Porqué tan apuesto entonces el torero rondeño? Iluminado, sereno, cerca de los cuarenta. Moreno, pelo grisáceo, largas patillas, rasgos armoniosos, mirada sincera, media sonrisa, alta la frente, vertical el tronco fino. Engalanado a la usanza torera, redecilla, camisa blanca de generosas chorreras, chaleco de lujo, chaquetilla azabache forrada de rojo, ancha capa cereza colgada del hombro y en primer plano, pendiendo relajada, la mano derecha. La que mató, según cuentas, más de cinco mil toros, recibiendo.

Así lo vio, espejo de su alma, confiado, en paz, ajeno a la ferocidad. Era un hombre que había visto morir dos hermanos en el ruedo y que seguía sosteniendo su honor y su credo, quieto frente a los toros, esperándolos; "El toreo es de brazos, no de pies" dijo y cumplió primero.

Un hombre cabal, valiente, sin petulancia, en la cumbre de su gloria. El inclemente Goya lo retrató como a nadie, pero también retrató en él su admiración de aficionado y de torero frustrado.

Este bello Pedro Romero suyo, pintado por 1795 y que hoy sigue asombrando desde el museo Kimbell de Fort Worth Texas, es toda una declaración de principios del romántico toreo dieciochezco, alumbramiento y canon de la corrida moderna.





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