sábado, 26 de noviembre de 2016

A LOS CAÍDOS - VIÑETA 161

Viñeta 161
A los caídos
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 26 de julio 2016

¿Cómo llamar esta temporada? Dura, digamos. Para no usar el melodramático trágica. Que bien cabría. Toreros muertos, toreros heridos de toda gravedad, toreos muchos salvado por un pelo. Ahí están las estadísticas.

¿Habríamos de repetir que el toreo es peligroso? ¿Qué el peligro es su esencia? ¿Qué los toreros son sus sacerdotes? ¿Qué ofician con él, y que de él viven y mueren? Todos. Unos más otros menos, pero todos.

Por el lado toro, han sobrevivido muy pocos, en América la mayoría. Tiene que ser así. Es un rito de sacrificio. De muerte litúrgica. De amor a la naturaleza. El único que guarda la humanidad en que aun el hombre la enfrenta en condiciones de igualdad. Respetándola.

Oponiendo el valor y el talento humano a la fuerza y el tamaño sobrehumanos. Pero con un código. Me pondré aquí, me quedaré aquí, solo usaré este trapo para dominar y además trataré de hacerlo con arte. Al final, únicamente al final, usaré mi arma, la espada, y de frente la cruzaré con las tuyas, a vida por vida. Si no puedo me coges y que pase lo que ha de pasar. Lo que ha pasado. 

¿Tiene sentido? Claro. En aras del llamado progreso estamos destruyendo el planeta, las especies, animales, vegetales, el equilibrio ecológico. Todo con abuso de nuestra capacidad técnica. Con la cobardía de la superioridad. Con la insensatez de ignorar la autodestrucción.

Hoy en día solo en el ruedo damos la cara. Solo en el ruedo nos portamos con la decencia de conceder al animal que vamos a matar la oportunidad de matarnos, y además de con ética lo hacemos con estética y convicción. Por eso mueren los toreros.

Los caídos no lo han hecho en aras de salvar un negocio, una industria, una política. Lo han hecho por su credo, por la dignidad humana, por la redención de nuestros pecados contra natura. Honor a ellos.  

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