Viñeta 164
Al señor de los Miura
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 16 de agosto 2016
Cincuenta corridas de Miura. Las cumplió anteayer, en Beziers, abriendo la puerta del triunfo. Cuantos habrán podido decir eso. Cincuenta, y además indemne, y con el cartel en alto. Mucho más que cuando empezó. Y justificadamente. No a fuerza de publicidad. A fuerza de pechar por los ruedos, los más exigentes, los más duros, los más desconsiderados. Jugado siempre frente a esos astutos, ágiles y enormes toros que para él resultan más grandes aún dada su corta estatura.
Me consta. Lo he visto. De año en año, cierto, porque no vivo en España. Pero voy, lo he visto. Su nombre honrando los carteles, cotizándolos, dándole sentido a mi largo viaje desde Cali. Llamándome a la plaza con la promesa de la verdad. Esa tan esquiva pero tan contundente verdad que ha mantenido vivo el culto por los años de los años.
Firme, una y otra vez ante la tremenda divisa, la fúnebre divisa, la histórica divisa, que tantos retorcijones causa en los que lo tienen todo porque pueden escogerlo todo, y en sus apologistas e idólatras que la temen y detestan aún más que sus melindrosos ídolos. Que quisieran borrarla. “Porque no ayuda. Porque no se deja. Porque no es de garantía”.
De año en año, digo, siempre ante los colores temidos, verdinegros en Madrid rojinegros en el resto. Colores que recuerdan a Pepete, Dominguín, Espartero, Manolete... Colores gloriosos y execrados, inscritos de por vida en las listas negras de las luminarias del show bussines. Al cual alimentan desde lejos con su leyenda. Con ese respeto y ese miedo que debe inspirar el rey de la fiesta cuando pelea por su vida.
De año en año, en Las Ventas, plaza llena, cerrando feria, dándole contenido tras treinta corridas consecutivas. Dejando recuerdos hondos, “Velador”, “Injuriado”, “Tabernero” y Rafaelillo, “Señor de los miuras”. De año en año, digo, es poca suerte pero a la vez mucha suerte.
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