lunes, 20 de diciembre de 2021

MEJOR NO - VIÑETA 437

 
VIÑETA 437
 
Mejor no
Jorge Arturo Díaz Reyes, XII 20 2021
Bogotá, Plaza de Santamaría. Foto: Camilo Díaz
 El jueves, hace cuatro días, leí en el portal Tendido7.co, dirigido por mi querido amigo Guillermo Rodríguez, el siguiente titular: “Sale licitación del IDRD para la Santamaría mutilando la esencia de la corrida. Habrá propuestas para no perder la historia y advirtiendo la supremacía de la Ley 916.
 
Intrigado, continué hasta la última letra de la noticia. Toda una declaración de principios, o mejor, de no principios. Para empezar, la sigla IDRD corresponde al Instituto Distrital de Recreación y Deporte organismo de la Alcaldía de Bogotá. Entidad esta desde la cual durante las últimas dos décadas se han ejercido e incitado todas las formas de antitaurinismo, pese a que paradójicamente dentro de sus obligaciones figura la de proteger y administrar la Plaza de Toros de Santamaría. Propiedad de la ciudad, de toda la ciudad, no solo de una minoría exclusionista. No ser aficionado no implica ser antitaurino ni perseguidor.
 
De entrada, la definición y la adscripción que del cometido de la plaza se hace, es ignorante y equívoca. La corrida de toros no es “recreación” ni es “deporte”. No. Es un culto, un arte y una tradición. Lo cual además está reconocido, legitimado y legalizado en su integridad por la historia, la costumbre, la Constitución Nacional (Ley 916 de 2004) y hasta el cansancio por la Corte Constitucional.
 
Pero nada, el Concejo bogotano, jerarquía de nivel municipal, y hoy de bolsillo valga decirlo, para la actual alcaldesa gracias al tornadizo juego de la política, se declara por encima de lo nacional, se pone al margen de la Corte y de la ley, y en uso de sus facultades folclóricas inventa otra corrida.
 
Cabestrea la cultura, legisla otra liturgia, lanza una bula, declara herejes a los fieles y manda bajo “estricto cumplimiento” que se “toree”, pero sin banderillas, puyas ni muerte del toro (en el ruedo). Y como de por medio está la rentabilidad del edificio, el Instituto de lo que no es la plaza de toros, abre arrendamiento de una posible temporada, máximo con tres festejos y en su fabricada modalidad. Sin el primer tercio (de varas), sin el segundo tercio (de banderillas) y sin el tercer tercio (de muerte).
 
No a la esencia, no a la suerte suprema. No el sacrificio ritual del toro, cara a cara, en ceremonia pública y con oportunidad de defensa. No, que lo burlen y luego, a escondidas, indefenso, en la sordidez de los destazaderos, le asesinen igual que se hace todos los días en los mataderos con los miles y miles de vacunos mansos “para consumo”. Un contundente manifiesto, acorde con los tiempos que corren, para los cuales el respeto, el honor y la sinceridad son valores en desuso.
 
Habiendo dinero de por medio no faltarán quienes compitan por explotar el “modernizado” espectáculo, con el argumento de “no perder la historia”. Falso, esa no es la historia, esa es otra historia. Por mi parte, si es que lo montan, me declaro impedido moralmente para ir. No asistiré. No seré cómplice bajo ningún concepto. Ni en la gloriosa Santamaría ni en ninguna parte. Si en eso van a convertir el milenario culto, como ya pasó en Quito, mejor no.

lunes, 13 de diciembre de 2021

OBJECIÓN DE CONCIENCIA - VIÑETA 436

 
VIÑETA 436  
 
Objeción de conciencia 
Jorge Arturo Díaz Reyes, XII 13 2021 

Morante: Fotograma Plaza Toros TV
Soy médico y aficionado, sin contradicción. Como profesional de la vida, el alivio y el consuelo (Hipócrates), la corrida, no me culpa, me disculpa. No veo en ella sadismo, abuso, asesinato.
Veo piedad, contrición, catarsis.
 
No puedo acusarme, ni siquiera humanizando al toro e incluyéndolo en justas reflexiones como las de Camus a los nazis: “El que mata o tortura sólo conoce una sombra en su victoria: no puede sentirse inocente.” Sí puedo sentirme inocente, porque, tampoco veo el toreo como tortura, ni la muerte del toro y eventualmente del torero, como victoria.  
 
Es más, cuando salgo de la plaza, me siento redimido de la inmensa culpa contraída por mi especie, que ha masacrado por los siglos de los siglos, y sigue masacrando en indefensión a cuanta vida puede (comenzando por la misma humana). Cubriéndose siempre con su moralismo pragmático --Es para comer, vestir, calzar, investigar, curar, vender, lucrar, dominar, celebrar, vivir..., es por la familia, por la patria, por la causa, por Dios... ¡Por Dios!
 
Me niego a esa inocencia, no la quiero. Prefiero la sinceridad de la corrida, ceremonia suprema de un milenario culto, que purga simbólicamente, la pena heredada. En ella, el oficiante da la cara por todos a un ser más fuerte, y en condiciones de igualdad, con arte, honor y un código ético, le permite desarrollar su animalidad plena, batiéndose a vida por vida con las armas que la evolución le dio para eso.
 
Sí, me duelen el toro, el hombre, la naturaleza y la fatalidad que nos condena eternamente a la muerte y a luchar por evitarla contra todo. Pero me reivindica que aún, así sea simbólica y ritualmente, podamos representarlo con decoro, belleza y reverencia por nuestros competidores biológicos. 
 
Como nieto, hijo, padre, abuelo de aficionados comulgo con ese credo. Lo hago sin arrogancia. Sin adjudicarme inconsultamente la vocería de los reinos animal, vegetal o mineral. Reconociendo el derecho de otros a creencias distintas. No reclamándome depositario exclusivo de la verdad, ni mucho menos obligado a emprender persecución o guerra santa contra nadie.
 
A los ataques de supremacistas morales, cruzados y neo inquisidores antitaurinos, opongo mi objeción de conciencia.

lunes, 6 de diciembre de 2021

EL SERMÓN DE PUERTA GRANDE - VIÑETA 435

 
VIÑETA 435
 
El sermón de Puerta Grande
Jorge Arturo Díaz Reyes, XII 6 2021
 
Foto: Hola  
                  Es peligroso tener la razón cuando el gobierno está equivocado“. Voltaire

El toreo es juego de autoridades. Entre torero y toro, entre torero y público, entre torero y sistema. Ejercer el mando total es el summum. Llevar el toro, el público y el mundo del toro por donde se quiere. Ser “el mandón”. Torear lo que se quiere, cómo se quiere, dónde se quiere, cuándo se quiere, con quien se quiere, por lo que se quiere…
 
Y, sobre todo, decir lo que se quiere, y que valga urbi et orbi. Tener per se la razón ¡Es que lo dijo el maestro! —ser “El sumo pontífice”, “El papa negro”, como Manuel Mejías Rapela, primer “Bienvenida”. El ídolo del foro, según definiera, 401 años atrás, el sabio Sir Francis Bacon, primer barón de Verulamium, primer vizconde de Saint Albans, canciller de Inglaterra, y de pronto verdadero autor de las obras de Shakespeare.
 
Sí, el toreo rinde culto al héroe, al mito. ¿Pero acaso no también la historia, la filosofía, el arte, la moda, la política, la moral, el deporte y hasta la ciencia? Cuesta llegar a ese pedestal, a veces la vida. Así hallan atajos (en estos tiempos mediáticos más). Pero no importa, el poder paga. Cada época tuvo su monarca: PepeHillo, Paquiro, Lagartijo, El Guerra, Joselito, Belmonte, Manolete… Esta, tiene a su Morante. Hoy, cuando habla se abre el mar.
 
Por ejemplo, la semana pasada se encerró solo en un restaurante de Madrid con la fuerza élite del indócil tendido siete de Las Ventas y les dijo cuántas son cinco. Les enrostró su crueldad, les explicó su milagroso aplanamiento del ruedo catedralicio, les descalificó a los veterinarios en los sorteos, a “La Fundacion” por hacer empresa y al toro de Pamplona por feo. Develó la ignorancia aritmética de Paula, predicó que de cuando en vez lidia encastes históricos (por no dejarlos olvidar), y advirtió a sus devotos, con divina grandeza, que más les vale ser toristas que morantistas…
 
Cuentan que solo el irreverente “Rosco” se atrevió a balbucearle tímidamente que los apoderados le escogían toros muy chicos. De inmediato corrigió y perdonó al mortal: “el de Madrid es el más grande, luego el del resto debe ser menos”.
 
Por el universo taurino resuena el sermón de “Puerta Grande”, y ya los exégetas multiplican e interpretan sus hondos significados para la grey.
 
 

lunes, 29 de noviembre de 2021

COLOMBIAN WESTERN - VIÑETA 434

 VIÑETA 434
 Colombian western
Jorge Arturo Díaz Reyes, XI 29 2021
A doce días de su primer festejo en Cali, la otrora larga y pujante caravana de la temporada colombiana, reducida ya sólo a dos carretas acosadas por bandas hostiles y erizadas a flechazos, trata de alcanzar a galope tendido la tierra prometida.
 
Son Cañaveralejo y La Monumental de Manizales. Atrás quedaron desperdigadas, derrotadas y abandonadas, la Santamaría (insignia), La Macarena, Cartagena…, y todo el resto de la flota con sus tripulaciones perdidas.
 
Las sobrevivientes, fletadas, por empresas distintas, muestran en sus lonas las huellas de los combates y en sus respectivos pescantes, a dos conductores curtidos, Alberto García y Juan Carlos Gómez. Diferentes, mucho, pero hermanados por el destino, las dificultades y los enemigos comunes.
 
Hombres de tesón y convicción, llevan ambos en una mano las riendas y en la otra las escrituras que legitiman su empeño; la Ley Taurina Nacional, (916 de 2004). Lo demás corre por cuenta de su valor, criterio y pericia. ¿Les bastará?
 
No siempre tener la razón y la ley basta. Para qué sacar ejemplos manidos de una realidad con que a diario los medios noticiosos golpean las narices de todo el mundo. Aquí, la legalidad taurina, corroborada hasta el cansancio por la Corte Constitucional, no ha sido pasaporte válido para iracundos, caciques y alcaldes que, haciéndose dueños absolutos del territorio, rotulan a quienes la invocan cómo sádicos, bárbaros, premodernos… justificando así sus autoritarismos.
 
Por si fuera poco, el pronóstico del clima sobre la pradera no es alentador. A corto plazo, la nueva nube pandémica que se levanta en África y Europa ha motivado la prórroga hasta febrero, de la emergencia sanitaria en el país, con más autonomía de las municipalidades (cual si la necesitaran), para prohibiciones selectivas.
 
El mediano y largo plazo tampoco lucen despejados. Vienen elecciones presidenciales en mayo, y de los quince candidatos (por ahora), ninguno, ni uno solo, se ha manifestado defensor de los toros y su ley. Al contrario.
 
¿Qué pasará pues? ¿Cómo en los viejos western, un final feliz para “los buenos” con besos y trote hacia el atardecer? ¿O cómo tantas veces logran “los malos” en la vida real, con la muerte del tipo, el bobo y la muchacha? Si quiere verlo compre boleta.

lunes, 22 de noviembre de 2021

LOS SONIDOS DEL TORO - VIÑETA 433

 
VIÑETA 433
 
Los sonidos del toro
Jorge Arturo Díaz Reyes, XI 22 2021 
Miura, Foto: J.J. Diago, Aplausos.es (fragmento)

Aunque generalmente silenciosos, adustos, rumiantes, los toros se hacen oír. De pronto bufan, mugen, braman… ¿Por qué lo hacen? ¿Por instinto, por su vida, por su lugar sobre la tierra?
 
¿Qué dicen? ¿Acusan el viejo abuso del hombre? ¿Le retan? ¿Se resisten a ser tratados cómo pusilánimes? ¿Lo expresan individual o colectivamente? ¿Lo han acordado? ¿Cuándo, cómo? ¿Quién puede interpreta su lenguaje? ¿Quién lo habla?
 
¿Quizá sus cultores, los que han convivido con ellos, los han criado y hasta sacralizado? ¿Aquellos que los nombran, los adoran, les reconocen su sitio en la naturaleza y lo comparten? ¿Los que aún, como alegoría de un pasado decente, se baten con ellos, cara a cara, ritualmente?
 
¿Acaso, los que ni los conocen, pero suplantándolos buscan con falsa piedad el exterminio de su raza (genocidio animal)? ¿Esos que para lograrlo se hacen sus voceros inconsultos y administradores de sus atribuidos derechos? ¿Serán ellos?
 
Los toros suenan y oyen los infinitos sonidos de su mundo. El trueno, los trinos de los pájaros, el reclamo de la vaca, el rumor del río, del viento, del follaje, la voz del mayoral, el clarín, el clamor de la plaza, el desafío de quien holla su terreno.
 
¡Jee toro! Grita el torero, y él parte a cumplir con su destino. La lucha vital, su razón de ser, su dignidad, la de toda la especie. Solo así, es él mismo. No nació para mascota, para ser manoseado, vejado, acorralado. Ni para dejarse asesinar por miríadas, indefenso en los mataderos. Nació para pelear por su existencia.
 
¡Libertad ¡Pampa y sol! Yo era el robusto
señor de la planicie, donde el aire
mi bramido llevó, cual son de cuerno
que soplara titán de anchos pulmones…
 
Eso imaginó entenderle Rubén Darío quien, pese a su grandilocuencia, jamás pretendió ser su representante político, o evadir sus personales conflictos de conciencia usándolo como comparsa de santurronas posturas. Ni aun siquiera porque cómo todo buen poeta era también mitómano.

lunes, 15 de noviembre de 2021

¿PREMODERNO QUIÉN? - VIÑETA 432

 
VIÑETA 432
 
¿Premoderno quién?
Jorge Arturo Díaz Reyes, XI 15 2021
 
Dr. Jorge Iván Ospina, alcalde de Cali. Foto: Bernardo Peña, El País 
 
Como una peste medieval. Más de doscientos cincuenta millones de enfermos, más de cinco millones de muertos, astronómicas pérdidas en todas las monedas, casi la mitad de la población mundial aun sin vacunar, y, sin embargo, con toda su dimensión, esta, la epidemia de más rápida y global expansión en la historia, no ha sido una de las más letales.
 
¿Por qué? No lo sabemos con precisión. Pero sí que más allá de la patogenia del virus, el “factor humano” con sus contradictorias acciones es el que ha determinado avances y retrocesos en esta tragedia que no termina. Somos parte mayor del problema y de la solución. Contra la insuficiencia de los sistemas sanitarios, el esfuerzo ingente de su personal. Contra la ciencia, la superstición. Contra las campañas de vacunación, la resistencia de muchos. Quizá entre estos haya quienes se oponen, como los animalistas al toreo (culpable de todos los males), por considerarlas violadoras de los derechos de los virus. La verdad, no lo he oído decir literalmente, aunque sí percibo algunas aproximaciones.
 
Por ejemplo, el doctor Jorge Iván Ospina (colega médico), alcalde de Cali, hace poco, paara rechazar la próxima temporada, declaró con rotunda superioridad moral que los taurinos vivimos en la premodernidad (edad media). Lo cual, de plano nos hace sospechosos. Paradójico. Aquella época fue marcada por moralismos, satanizaciones, intolerancias, persecuciones y autoritarismos, como los desplegados hoy, en la frívola posmodernidad, contra la tauromaquia y sus fieles.
 
No, señor alcalde. Ni pre ni posmodernistas. Quizá valga recordar algo que su señoría no sabe u omite. La corrida de toros actual es una ceremonia pública simbólica, legal, de origen tan viejo como la cultura, cierto, pero de concepción, valores y formato moderno (siglo XVIII). Comienza con el reemplazo en su jerarquía de los caballeros por los peones, el pueblo, representando el retroceso del feudalismo. Y es contemporánea con la ilustración, la revolución industrial, la democracia parlamentaria, el humanismo, los derechos humanos, la igualdad, la libertad de credo, y el principio de que los servidores públicos lo son de todos los ciudadanos y no solo de los que comulgan con sus gustos, fobias o conveniencias.

lunes, 8 de noviembre de 2021

POR DEPORTE - VIÑETA 431

 
VIÑETA 431
 
Por deporte
Jorge Arturo Díaz Reyes, XI 8 2021
Perera, Diosleguarde, Martínez y Fonseca. Fotograma: Plaza Toros TV
 
Se jugó la final de la “Liga Nacional de Novilleros” en Moralzarzal. Ganó Isaac Fonseca, y solo haría falta decir que se llevó la copa por goleada para entender que hablamos de un campeonato de fútbol.
 
Sí, los cuatro triunfadores de las eliminatorias regionales que habían tenido lugar en Andalucía, Madrid, Castilla-La Mancha y el Norte: Manuel Diosleguarde, Jorge Martínez, Isaac Fonseca y Manuel Perera concurrieron al último enfrentamiento (sin librar una semifinal), con mucho espíritu deportivo, respeto por los contrarios, juego limpio y estoico esfuerzo. Pero evidentemente no con la consigna olímpica del barón Pierre de Cubertín: “Lo importante es competir no ganar”.
 
No era posible, aunque lo sigan diciendo, eso ha sido derogado universalmente por el pragmático imperio del deporte-negocio (sport-bussines), representado en el otro lema no menos célebre del coach del fútbol americano Vince Lombardi: “Ganar no es lo importante, es lo único”.
 
Lo confirmaban durante la premiación los rostros de los jóvenes, quienes hicieron énfasis en su tenacidad, duros entrenamientos y planificación previa. El ganador pleno de gozo y los derrotados con evidente desazón. Era lógico. Mas hay que decir en justicia que cuando el encuentro se decide por los tantos anotados u orejas, aunque todos hayan competido con denuedo, no existe igualdad de condiciones. No puede haberla pues cada toro es un mundo, y esto en esencia es lo que diferencia la corrida de una justa deportiva.
 
Los norteamericanos, cuya cultura es hoy la verdaderamente globalizada, tienden a concebir el toreo como un deporte (juego, competición, enfrentamiento físico), no como un arte. Ya se nota. Y aunque asimilar lo uno a lo otro pueda ser bienintencionado, sonar “modernizador” y atraer temporalmente interés público, me parece artificioso, irreverente y vulgar.
 
Yo por mi lado, anacrónico aficionado (acepto), he creído siempre que el sin par, muy culto y ritual arte de torear pende más de la inspiración que de la transpiración. Misma filosofía contenida en una de las históricas respuestas que soltó el ingenioso torero don  Rafael Gómez Ortega “El Gallo”. La dio hace más de un siglo, cuando precedido de su gloria llegó turista en barco a Nueva York.
 
La curiosidad de los reporteros estadounidenses que aguardaban al insigne matador se tornó en estupor al ver descender por la escalerilla del transatlántico un hombrecito bajo, calvo y de aspecto endeble.
 
–Pero mister, ¿Cómo se entrena usted para luchar con tantos toros enormes y bravos? –preguntaron a coro.
Y “El Gallo” circunspecto les contestó Fumando puros.