lunes, 27 de octubre de 2025

LEJANO SIGLO XX - VIÑETA 584

 
VIÑETA 584
 
Lejano siglo XX
Jorge Arturo Díaz Reyes 27 X 2025 
 Contraportada del libro: “Gente pa tó” de José Ramón Márquez
Tiempos de Ordóñez, de Camino, de Puerta…, cuando también decíamos: ahora se torea mejor que nunca. Los viejos aficionados, viejos, al fin y al cabo, vemos alejarse las arenas de nuestro tiempo como navegantes sin regreso. Cada vez más distantes de aquel siglo en que nacimos y vivimos, tan jóvenes, tan utópicos, y tan felices. Ese nuestro mundo, que poco a poco se ha ido con parientes, amigos, vecinos, personajes, lugares, costumbres, modos, toros, toreros y corridas.
 
Bueno, quizá no todo tiempo pasado fue mejor. Quizá, según se mire. Pero aquel nuestro era el nuestro. Ahora vamos por ahí, como inmigrantes en país hostil a riesgo de ser deportados en cualquier momento al más allá. Lentos, achacosos, refunfuñones, mascullando qué la promesa del progreso era un señuelo, qué miren el mundo como está, empezando por nosotros mismos. Y la fiesta perseguida y los políticos y los antitaurinos. ¡Qué humanidad!
 
Y una y otra vez, empujados antes qué por la ilusión, por la devoción y la nostalgia, volvemos a la plaza, nuestra querencia. Feligreses, comulgantes del sacrificio, corifeos del drama verídico. Pese a que las gradas, la multitud, la guachafita y las nuevas maneras nos cuestan cada día más.
 
Y al final, cada tarde, tras el último arrastre, conmovidos de una u otra manera, pero siempre redimidos, bajamos del tendido, despacio, con cuidado, mucho, claro. Estorbando, atajando y presintiendo, aunque ningún impaciente de atrás lo diga, el ¡quítate anciano! Y pensando que es mejor que no lo digan, pues hubo épocas en que por mucho menos habríamos regalado un sopapo. Pero ahora con qué alientos. ¡Ah! cuando el toro era toro.
 
Y luego, en el remate, con los tres o cuatro sobrevivientes de los buenos tiempos, entre actualizaciones de dolencias, remedios y noticias, (¿Sabes quién está muy mal?), evocar el paraíso perdido. Esto se acabó, ya no hay bravura, ya no se manda, ya murió el último torero. Hasta que algún joven entrometido pregunta sarcástico ¿Y las puertas grandes de hoy, ayer y anteayer qué? Añadiendo el nuevo ¡ahora se torea mejor que nunca!
 
¡Bah! Respondemos en ofendido coro. E ignorándolo, otra vez, cabeza con cabeza, dele con cuando las orejas no se regalaban, se lidiaba y se mataba como Dios manda. Cuando había presidentes, empresarios, críticos, afición, exigencia, verdad, arte. Cuando buenas o malas, todas las corridas tenían eso, y cuando…
 
Bueno, cuando no teníamos hipoacusia, discinesia, ni polaquiuria. Cuando nos sobraba pelo, no nos dolía nada, y nos dejaban comer con sal y con azúcar ¡Qué tiempos aquellos!

lunes, 20 de octubre de 2025

VIVIR SIN CORRIDAS - VIÑETA 583

 
VIÑETA 583
 
Vivir sin corridas
Jorge Arturo Díaz Reyes 20 X 2025
Fotograma: Canal Sur
Es posible, claro, la mayor parte de las personas, por no decir de la humanidad, vive o malvive sin ellas. Como también lo hacen, sin judaísmo, sin budismo, sin justicia, sin la poesía de García Lorca, sin la pintura de Velázquez o sin las nueve sinfonías de Beethoven.
 
Pero eso no sería un argumento cuerdo para prohibir las religiones, el derecho, el arte. También se puede vivir sin alegría, sin libertad, sin verdad. ¿Valdría por eso prohibir las fiestas, las opiniones, la prensa? ¿Y por ese camino prohibir los indigentes, los enfermos mentales, los diferentes, porque igualmente se puede vivir sin ellos? Ejercicios históricos de “limpieza” que, dicho sea de paso, continúan con aquiescencia mundial.
 
Es que se puede vivir solo con las necesidades biológicas básicas cubiertas. Cumpliendo cada cual su función y recibiendo cada quién su ración. Nada más. Como rumiantes en el establo, pollos en el galpón, o caballos en el potrero. ¿Pero es eso una vida humana?
 
El toreo, es identidad, arte, culto. Tres necesidades determinantes del hombre desde que es hombre; auto consciencia, creación estética, creencias, constantes en todas latitudes y tiempos.
 
Las culturas que no tienen tradición de corrida, que la han perdido, o que se la han prohibido, se reconocen y unifican en otros ritos. También reales y potencialmente más cruentos; el deporte-espectáculo, la política, la milicia… O virtualmente, con artes que también se practican y con mucho talento en los países taurinos. El teatro, el cine, la televisión, donde la sangre, las perversiones y el dolor (humanos) fluyen a raudales para beneficio del incalculable rating.
 
Dejémonos de hipocresías y embelecos, como esa monumental mentira de que el toro manso tiene vida y muerte más felices que las del bravo. Eso no es serio. Como tampoco lo es el invento de los derechos de los animales, los mares, las montañas… Hay que preservarlos, claro que sí, porque nos va la vida (de la especie) en ello. Pero no con mentiras, derecho y deber, conceptos consubstanciales, son otra cosa. Una dimensión exclusivamente humana.
 
Hoy, cuando todo nos llega en directo, hasta el horror, que los políticos permitan los toros, así no sea tan alegremente como aprueban los mataderos, las carnicerías, la pesca industrial, el rodeo, el kickboxing, la lucha, las guerras, los noticieros, y las incitaciones de sus grandes líderes, (que también se podría vivir sin ellos), a prohibirnos y matarnos unos a otros.

lunes, 13 de octubre de 2025

ARTE LEVE - VIÑETA 582

 
VIÑETA 582
 
Arte leve
Jorge Arturo Díaz Reyes 13 X 2025
Sarcófago romano de Medea 140 D.C. Museo Altes de Berlín. Foto: Flickr
El mundo era tan reciente que muchas cosas carecían de nombre, y para nombrarlas había que señalarlas con el dedo.” Y ya existía el arte. Y quizá entre los primeros, el de torear.
 
Las más antiguas trazas de auto conciencia, pensamiento abstracto, ficción…, fueron marcas no utilitarias, de divagación, autoría, ornato, tal vez. Paredes cavernarias, pedruscos, huesos, quizá la propia piel... Arte.
 
Y el heredado sentido estético de la recién nacida inteligencia, rasgo diferencial del homo sapiens, valoraría seguramente facultades vitales para la manada, en la caza y el combate. Librar el zarpazo, la tarascada, la embestida. Afrontar el riesgo. Reducir la violencia. Conducir la fiereza. Humanizar el mundo, para uno y para todos.
 
Y al conmoverse y conmover haciéndolo, cada vez con más eficacia, originalidad, dominio, propiedad, arrojo y repetición; descubrir, sorpresa, placer, gratitud colectiva, recompensa. En la derrota del miedo, en la sumisión de la inmensa y amenazante fuerza del entorno. Eterno asunto humano
 
Y en ese paso de lo irracional a lo racional, de lo sensorial a lo sentimental, de ir por necesidad y emoción a la sublimidad, a la sacralidad, a la entronización del animal y su potencia. Icono del azar, del hado, de la fatalidad. De la lucha perenne a vida y muerte.
 
Y al arrobo dionisiaco ante la conjunción de la máxima gracia con el máximo compromiso. Como en efecto sucedió. Y andando el tiempo y el espacio, a compás de la evolución cultural, a la faena. La ritual obra de arte de la tauromaquia moderna. Cuya larga historia sintetizara Unamuno: “Cavernario bisonteo, precursor del rito trágico que culmina en el toreo.”
 
El arte que es todo. Esa pulsión con que el mono desnudo quiere siempre abarcar el universo interno y externo. Lo bello, lo feo, lo bueno, lo malo, lo justo lo injusto, lo cierto, lo incierto, lo alegre, lo triste…, lo humano, lo inhumano. Arte cuyo pasado remoto apenas podemos vislumbrar en burilados de piedra, hueso, marfil...
 
O intuir: en el ocre sobre rostros nunca vistos, en la mueca, el gesto, la pose, la danza espontánea. En el placer y el sufrir de los colores, la forma, el volumen, la textura, la imitación, el ritmo, el dibujo, el aroma, el sonido… En aquellas primitivas creaciones (obras), eversiones del yo a la percepción del otro, de los otros, hasta hoy.
 
Las mismas cosas y hechos que siguen llenando los museos, los teatros, las plazas. Y las más reales y auténticas fundidas en el ancestral arte de torear. Catarsis purificadora del rito dramático, la tragedia, que nos explicó Aristóteles. El arte del hombre a muerte, frente a su destino, (el toro). Como ante sí mismo, en las tragedias isabelina, bretchiana, griega…
 
Medea, matando a sus hijos, para evitar que manos odiadas los maten más cruelmente. No es “lindo”, no es de “buen gusto”, no es “chic”, es horrible. Pero es arte, profundo, contundente, al interior de lo humano. Hoy, a 2.500 años de su estreno para la olimpiada 87 de Atenas, Euripides nos sigue abrumando, sumergiendo en eso abismal, tremendo, inexplicable, que subyace bajo las formas, la coreografía, las luces.
 
Quedarse solo en ellas, en el empaque, lo superfluo, lo bonito…, tendencia dominante posmoderna. Reducir el valor estético a la utilidad. Omitir el todo por la parte. Privilegiar la impostura, el ornato vacío. El eslogan, la pose. No tocar lo esencial. Ir solo al instinto, a la percepción prehumana. Hacer el arte leve.
 

lunes, 6 de octubre de 2025

¿VOLVER A EMPEZAR? - VIÑETA 581

 
VIÑETA 581
 
¿Volver a empezar?
Jorge Arturo Díaz Reyes 6 X 2025  
Cavernas de Altamira, 36,500 años aprox. Foto: National Geographic
Hace mucho tiempo, mucho, aunque no suficiente para ser siquiera un destello en la eternidad, nuestros comunes antepasados africanos echaron a andar. Migraron y migraron, buscando como ahora, salir adelante, vivir mejor, progresar…
 
El mundo es ancho y es nuestro. Con tan acuciante instinto y conveniente justificación, avanzaron hasta los confines sintiendo, compitiendo, contaminando, depredando, preguntando, aprendiendo, haciendo, proliferando, matando, muriendo...
 
Era la primera “globalización”, así no se conociera el término... Y en ella toparon con el toro, libre, fiero, potente, misterioso, temible. Se midieron con él, comulgaron con su carne y su sangre queriendo parecérsele. Se es lo que se come. Lo sacralizaron, lo adoraron, lo pintaron, le erigieron monolitos y templos, le cantaron, le danzaron, le ofrendaron. Era la celebración de su milagrosa, corta y frágil vida frente a la fuerza descomunal de la naturaleza encarnada en la divinidad.
 
Altamira, Lascaux, Mesopotamia, Egipto, Creta, Grecia, Roma, Galia, Ispania, y… América…, donde miles de años después, traído, y soltado en sus vastas llanuras por otra ola de migrantes, los adelantados del imperio español, en el que más tarde no se puso el sol, (segunda globalización”, llamada conquista).
 
El homo sapiens ultramarino, que había olvidado ese dios, habría de reencontrarlo, reverenciarlo, y para su fiesta también aquí, levantarle plazas, como corralejas y como catedrales. Casi cuatrocientos años de culto libre. Hasta que comenzaron las prohibiciones.
 
En principio, militares: El general Ramón Freire 1823, en Chile. El general Máximo Tajes 1888, en Uruguay. El general Adna R. Chafee (norteamericano) 1899, en Cuba. El general Juan Domingo Perón 1941, en Argentina. A más de las temporales del general Porfirio Díaz 1876 a 1888, y el general Venustiano Carranza 1916 a 1919, en México.
 
Luego, hace apenas medio siglo, a un economista de Harvard, le dio por llamar “globalización” a lo que ocurría con el mercado mundial, y la palabra cundió a todo nivel. Sirvió para todo, ya cuando íbamos para la tercera, la virtual, esta sí bautizada por la desmemoria que la creyó primera. La misma que Marshall McLuhan había nominado antes, “Aldea global”. Anticipándose a la irrupción del Internet y la inteligencia artificial.
 
Todos con todos y con todo a una. El mundo es un pañuelo. Mejor dicho, un celular en el bolsillo. Nada oculto, ni el pensamiento. Algoritmos estandarizadores de unos y ceros cobijan y uniforman, en tiempo real. El futuro, no existe y el pasado pasó, anacronías ambos.
 
¿Y la historia, la tradición, los cultos, las culturas, subculturas, identidades? Bla, bla, bla… ¿Y los grandes relatos, las creencias, los mitos, el arte? Igual. ¿Y el toro, sus fieles, y su rito, la antidiluviana corrida, recreada en la modernidad del Siglo de las luces, simultáneamente con la ilustración, la ciencia, la revolución industrial y la democracia, qué? Barbarie, prohibida, prohibida, prohibida. Ya no por generales, ahora por políticos empoderados periódicamente, que con un click quieren “civilizar” a su turno los pueblos, formatearlos a gusto, reinventarles la cultura.
 
Rafael Correa en Ecuador 2011. Ricardo Martinelli en Panamá 2012. Justin Trudeau en Canadá 2019. Claudia Sheinbaum en México 2025 (corrida incruenta). Gustavo Petro en Colombia 2024, con efecto a 2027. En los demás países americanos, incluidos los Estados Unidos, no hay aún prohibición constitucional, aún..., y en Europa ¿qué pasará?
 
Imagino qué si nuestros andariegos ancestros africanos de la primera diáspora resucitaran de pronto, se maravillarían de todo. Pero más, de cuanto hemos logrado recortarnos la libertad. Y si miraran las guerras de hoy, en directo como nosotros, fliparían de a qué punto hemos refinado nuestra ferocidad, técnica y eficacia en el homicidio masivo.
 
Bueno, eso quizá si se lo permitieran, la náusea de ver y oler hasta dónde hemos ensuciado el planeta con nuestro progreso, y el asombro de comprobar cómo nos absolvemos de todo esto exterminando el toro.
 
Seguramente querrían desandar el camino para volver a empezar. O a lo mejor ni siquiera haber empezado.

lunes, 22 de septiembre de 2025

UN DECENIO TENAZ - VIÑETA 580

 
VIÑETA 580
 
Un decenio tenaz
Jorge Arturo Díaz Reyes 22 IX 2025
Roca Rey 2023. Fotograma: OneToro
Qué un joven desconocido irrumpa en La Fiesta, tome alternativa, y de una se trepe al podio, lo honré y lo trascienda, es noticia. Aun siendo español. Pero que lo haga un americano, es insólito.
 
Eso fue lo que comenzó a ocurrir aquel 19 de septiembre del 2015, cuando en el bimilenario ruedo de Nimes, Enrique Ponce, ante Juan Bautista Jalaberth, le cedió al peruano Andrés Roca Rey el toro “Pocosol” de Victoriano del Río. Lo recordaron el viernes pasado algunos titulares (no muchos).
 
Pero es que… ¿Cuántos lo han hecho antes? ¿Acaso, Gaona, Armillita, Arruza, los Girón, Rincón? Nunca tan pronto y tan populosamente, pese a surgir en medio de la crisis más profunda del toreo y además toparse a poco con los tres terribles años de la pandemia.
 
Cómo lo señalé, al salir de aquel infierno… plazas tapiadas, ferias canceladas, clientela encuarentenada, torería en paro, toros al matadero… ganaderías enteras. Crisis, crisis, crisis... Solo un milagro, pensábamos. Y entonces, por marzo, volvió Andrés a España con su mutismo, su sangre fría y sus largas piernas, a estacarse en el terreno del toro (el bueno y el malo), aguantarlo, pasárselo por todas partes, ligándolo, templándolo y mandándolo, a despecho de querencias, fobias y estilismos.
 
Impertérrito, arriesgándolo todo, soportándolo todo, sobreponiéndose a todo. Sin palabras, con hechos. Abrumando. Y los públicos a él, como ha sucedido siempre con los que así los impactan. ¡Quiero dos para Roca Rey! exigen agotando las taquillas, recordando esos sesenta de Manuel Benítez, a quien también algunos ponían peros esteticistas, que no hacían sino estimular su demanda.
 
El torero de masas no necesita mercadotecnia. Cada quién lo valora como le conviene, pero todos quieren verlo. Esa es la cosa. Ningún espada latinoamericano desde los buenos tiempos de César Rincón, lo había demostrado con tanto tirón. Y menos en la última década, cuando tanto se necesitó, ningún europeo tampoco.
 
Sin coreografía, disfraces, poses, ni discursos. Parco, apenas contestando a la prensa, por no hacer el patán, va de ruedo en ruedo con su capote, muleta y espada, como aquel mitológico rey frigio convirtiendo en oro cuánto contrato toca, y de paso salvando la Fiesta. ¿No es lo que queríamos?
 
Pero no faltan quienes resienten eso que no pueden tapar. Ese arrastre del inmigrante sobre todo en la juventud. Esa fuerza renovadora que ha saltado las barreras, los tendidos y los tejadillos trascendiendo al arte, el cine, la televisión y la cultura general, global. Llevando a otros públicos y otras culturas él toreo de nuestros días, tan perseguido, prohibido y necesitado de compromiso, audiencia y credibilidad.

lunes, 15 de septiembre de 2025

EN LA SERREZUELA - VIÑETA 579

 
VIÑETA 579
 
En La Serrezuela
Jorge Arturo Díaz Reyes 15 IX 2025  
La Serrezuela. Foto: Caracol
He coincidido en Cartagena de Indias, vieja ciudad amurallada, con mi querido amigo, venerable aficionado y veterano magistrado José Antonio Almanza. El encuentro se dio casual, frente al mar y el atardecer caribeño, en el bar “Tentadero” de la Histórica plaza de toros de la “Ciudad heroica”, convertida hoy en lijoso “mall-center”.
 
A nivel de lo que fueran los balconcillos, protegidos del húmedo calor por las vidrieras y el aire acondicionado, con ambiental mapalé de fondo y par copas de ron-cola, fluyó la conversación. La  cual, siendo quienes somos y estando donde estábamos, no podría ser otra.
 
—Toño ¿crees que la aprobación de la Corte Constitucional a la ley prohibicionista será el último acto jurídico de la fiesta en Colombia, el último vals?
—Probable, pero no necesariamente.
—Qué más podría ocurrir
—Algo que de puro difícil sonaría desopilante —dijo con sonrisa condescendiente.
—¿Cómo qué…?
—Como que la misma Corte, ante solicitud respetuosa, reconsiderara su fallo, motu proprio.
—¿Acaso por la premura y poco debate con que se pronunció, casi de un día para otro? ¿Por haber traspasado la fundamental división de poderes? ¿O…, porque esta última razón, impulsaría el Congreso a derogar la ley?
—No sería descabellado imaginar la primera. La Corte se ha corregido cuando lo ha considerado justo. Por qué no ahora. Pero la segunda, extralimitacion de poderes, habría de probarse.
—¿Con qué asidero?
—Bueno, la ley que se sometió a su consideración no incluía prohibir las corralejas ni las peleas de gallos, y el agregarlas de su parte, podría interpretarse como un acto legislativo. Lo cual no estaría en su potestad. El Congreso legisla, la Corte juzga.
—Sería entonces una extralimitación, además con posibles repercusiones electorales.
—Tal vez. La prohibida popularidad de las corralejas y los gallos, golpearía la de los congresistas de la región en época de cosechar votos. Eso, podría ser una razón de peso.
—Ahí, el voto sería el asunto y favorecería la tercera opción; derogar la ley y rehacerla cómo convenga.
—Quizá —dijo, apretando los labios, proyectando el mentón y y levantando las blancas cejas.
 
El sabor fresco y dulzón del trasiego complementaron el hálito de esperanza. Exhalé.
 
—No te emociones —me atajó —Apenas estamos divagando.
—Sí divagando, pero con el poder en juego, todo es posible. Las urnas pueden mover montañas.
—Bueno, como decía nuestro común amigo Antonio Caballlero, el problema y a la vez ventaja de la democracia es que obliga oír hasta los imbéciles.
—Pues ojalá nos oyeran también.
 
El sol besaba el mar sobre un fondo rojo y naranja. Ya no sonaba mapalé, sonaba cumbia. “Avisan de Bocachica, que en cantil de Medina, se fue a morir Sabina…” Pagamos nos dimos un abrazo y agarramos cada uno por su lado. Él para Getsemaní, yo para La Boquilla.
 

lunes, 8 de septiembre de 2025

UN TORO ES UN TORO - VIÑETA 578

 
VIÑETA 578
 
Un toro es un toro
Jorge Arturo Díaz Reyes 8 IX 2025  
Toro. Foto: Salamancaldía.es
 
Si (como afirma el griego en el Cratilo)
el nombre es arquetipo de la cosa
en las letras de 'rosa' está la rosa
y todo el Nilo en la palabra 'Nilo'
(Jorge Luis Borges)
 
…Y todo el toro en la palabra toro, podríamos parafrasear, dejándonos llevar por la bella e irónica licencia poética. Pero no, no nos dejemos llevar. El nombre “no” es arquetipo de la cosa. La palabra no es la cosa, no es el animal. Es apenas la idea, el significado personal, muy diverso, aleatorio, caprichoso...
 
¿Qué entienden por “toro”: un vaquero, un pintor, un ganadero de manso, un ganadero de bravo, un veterinario de Las Ventas o de Cañaveralejo, un aficionado torista, un aficionado torerista, un turista en la plaza, un antitaurino, un devorador de hamburguesas, un niño absorto por Disney, un mascotista, un “animalista”, un político ávido de votos o un magistrado elegido por él…? No lo mismo, por supuesto. La diferencia es infinita. Son ideas, ideas, ideas...
 
Y para ellas, Platón (creador de El Cratilo) que las reflejó flameantes en la pared de la caverna. Por ejemplo, la idea “toro” de los zoólogos, es el Bos taurus, gran mamífero artiodáctilo, rumiante que campeó libre, indómito, dueño de sí por millones de años en Eurasia, hasta que otro mamífero, más ladino y pragmático, el Homo sapiens, cansado de ser derrotado por él en la caza, lo tramó, lo apresó en hatos, lo hizo res, lo castró, lo esclavizó, lo torturó, lo reprodujo y mató industrialmente, lo descuartizó y se lo comió.
 
Otra idea es la del culto al “Ibericus”. Que lo conserva sin domesticar, aunque criado si, selectivamente, aparte de los otros (gajes del “progreso” y la roturación de la tierra), para mantenerlo íntegro, como una reliquia viva en uso de sus caracteres primigenios; fiereza, potencia, soberbia. Sempiterna fascinación humana, hecha símbolo, valores e íconos religiosos y no religiosos de las culturas y los tiempos.
 
Hoy, el “arquetipo de la cosa” toro, lo es cada vez menos este. Y mucho más, el sometido, rehén de la civilización. Metamorfosis que pretende llevar a la “humanización”, el superviviente bravo (no el otro, el suyo, claro), atribuyéndole unilateralmente derechos, ¿deberes? y por ende autoconciencia y sentimientos. ¡Qué invento! Por ahí, camino, a la prohibición y extinción de la raza no mansa, la última que guarda su ancestral identidad, su original significado. Para poder seguir carneando al resto, impunemente, hipócritamente, infamemente, “sin Óle”, sin contrastes vergonzantes, ni cargos morales.
 
El jueves pasado La Corte Constitucional Colombiana, que estrena magistrado elegido por los mismos ambidiestros parlamentarios autores de la ley prohibicionista de los toros, la ratificó. Desdiciéndose de sus muchos fallos anteriores a favor del respeto a la cultura taurina y la libertad. Sin pena ni gloria, sin discusión, casi automáticamente.
 
Ahora, para los constituyentes colombianos, como condicionaba el gran poeta, el nombre toro sí es arquetipo de la cosa…, pero de esta otra cosa, su nueva cosa, su nueva idea, la conveniente, la indefensa, la de matadero. Mientras la primordial, la de: un toro es un toro, desaparecerá del todo, gracias a su otro arquetipo, la palabra democracia. Más que semántica.