VIÑETA 580
Un decenio tenaz
Roca Rey 2023. Fotograma: OneToro
Qué un joven desconocido
irrumpa en La Fiesta, tome alternativa, y de una se trepe al podio, lo honré y
lo trascienda, es noticia. Aun siendo español. Pero que lo haga un americano,
es insólito.
Eso fue lo que
comenzó a ocurrir aquel 19 de septiembre del 2015, cuando en el bimilenario ruedo
de Nimes, Enrique Ponce, ante Juan Bautista Jalaberth, le cedió al peruano
Andrés Roca Rey el toro “Pocosol” de Victoriano del Río.
Lo recordaron el viernes pasado algunos titulares (no muchos).
Pero es que… ¿Cuántos
lo han hecho antes? ¿Acaso, Gaona, Armillita, Arruza, los Girón, Rincón? Nunca
tan pronto y tan populosamente, pese a surgir en medio de la crisis más
profunda del toreo y además toparse a poco con los tres terribles años de la
pandemia.
Cómo lo señalé, al
salir de aquel infierno… plazas tapiadas, ferias canceladas, clientela
encuarentenada, torería en paro, toros al matadero… ganaderías enteras. Crisis,
crisis, crisis... Solo un milagro, pensábamos. Y entonces, por marzo, volvió
Andrés a España con su mutismo, su sangre fría y sus largas piernas, a
estacarse en el terreno del toro (el bueno y el malo), aguantarlo, pasárselo
por todas partes, ligándolo, templándolo y mandándolo, a despecho de
querencias, fobias y estilismos.
Impertérrito,
arriesgándolo todo, soportándolo todo, sobreponiéndose a todo. Sin palabras,
con hechos. Abrumando. Y los públicos a él, como ha sucedido siempre con los
que así los impactan. ¡Quiero dos para Roca Rey! exigen agotando las taquillas,
recordando esos sesenta de Manuel Benítez, a quien también algunos ponían peros
esteticistas, que no hacían sino estimular su demanda.
El torero de
masas no necesita mercadotecnia. Cada quién lo valora como le conviene, pero
todos quieren verlo. Esa es la cosa. Ningún espada latinoamericano desde los
buenos tiempos de César Rincón, lo había demostrado con tanto tirón. Y menos en
la última década, cuando tanto se necesitó, ningún europeo tampoco.
Sin coreografía,
disfraces, poses, ni discursos. Parco, apenas contestando a la prensa, por no
hacer el patán, va de ruedo en ruedo con su capote, muleta y espada, como aquel
mitológico rey frigio convirtiendo en oro cuánto contrato toca, y de paso salvando
la Fiesta. ¿No es lo que queríamos?
Pero no faltan quienes
resienten eso que no pueden tapar. Ese arrastre del inmigrante sobre todo en la
juventud. Esa fuerza renovadora que ha saltado las barreras, los tendidos y los
tejadillos trascendiendo al arte, el cine, la televisión y la cultura general, global.
Llevando a otros públicos y otras culturas él toreo de nuestros días, tan perseguido,
prohibido y necesitado de compromiso, audiencia y credibilidad.
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