lunes, 8 de septiembre de 2025

UN TORO ES UN TORO - VIÑETA 578

 
VIÑETA 578
 
Un toro es un toro
Jorge Arturo Díaz Reyes 8 IX 2025  
Toro. Foto: Salamancaldía.es
 
Si (como afirma el griego en el Cratilo)
el nombre es arquetipo de la cosa
en las letras de 'rosa' está la rosa
y todo el Nilo en la palabra 'Nilo'
(Jorge Luis Borges)
 
…Y todo el toro en la palabra toro, podríamos parafrasear, dejándonos llevar por la bella e irónica licencia poética. Pero no, no nos dejemos llevar. El nombre “no” es arquetipo de la cosa. La palabra no es la cosa, no es el animal. Es apenas la idea, el significado personal, muy diverso, aleatorio, caprichoso...
 
¿Qué entienden por “toro”: un vaquero, un pintor, un ganadero de manso, un ganadero de bravo, un veterinario de Las Ventas o de Cañaveralejo, un aficionado torista, un aficionado torerista, un turista en la plaza, un antitaurino, un devorador de hamburguesas, un niño absorto por Disney, un mascotista, un “animalista”, un político ávido de votos o un magistrado elegido por él…? No lo mismo, por supuesto. La diferencia es infinita. Son ideas, ideas, ideas...
 
Y para ellas, Platón (creador de El Cratilo) que las reflejó flameantes en la pared de la caverna. Por ejemplo, la idea “toro” de los zoólogos, es el Bos taurus, gran mamífero artiodáctilo, rumiante que campeó libre, indómito, dueño de sí por millones de años en Eurasia, hasta que otro mamífero, más ladino y pragmático, el Homo sapiens, cansado de ser derrotado por él en la caza, lo tramó, lo apresó en hatos, lo hizo res, lo castró, lo esclavizó, lo torturó, lo reprodujo y mató industrialmente, lo descuartizó y se lo comió.
 
Otra idea es la del culto al “Ibericus”. Que lo conserva sin domesticar, aunque criado si, selectivamente, aparte de los otros (gajes del “progreso” y la roturación de la tierra), para mantenerlo íntegro, como una reliquia viva en uso de sus caracteres primigenios; fiereza, potencia, soberbia. Sempiterna fascinación humana, hecha símbolo, valores e íconos religiosos y no religiosos de las culturas y los tiempos.
 
Hoy, el “arquetipo de la cosa” toro, lo es cada vez menos este. Y mucho más, el sometido, rehén de la civilización. Metamorfosis que pretende llevar a la “humanización”, el superviviente bravo (no el otro, el suyo, claro), atribuyéndole unilateralmente derechos, ¿deberes? y por ende autoconciencia y sentimientos. ¡Qué invento! Por ahí, camino, a la prohibición y extinción de la raza no mansa, la última que guarda su ancestral identidad, su original significado. Para poder seguir carneando al resto, impunemente, hipócritamente, infamemente, “sin Óle”, sin contrastes vergonzantes, ni cargos morales.
 
El jueves pasado La Corte Constitucional Colombiana, que estrena magistrado elegido por los mismos ambidiestros parlamentarios autores de la ley prohibicionista de los toros, la ratificó. Desdiciéndose de sus muchos fallos anteriores a favor del respeto a la cultura taurina y la libertad. Sin pena ni gloria, sin discusión, casi automáticamente.
 
Ahora, para los constituyentes colombianos, como condicionaba el gran poeta, el nombre toro sí es arquetipo de la cosa…, pero de esta otra cosa, su nueva cosa, su nueva idea, la conveniente, la indefensa, la de matadero. Mientras la primordial, la de: un toro es un toro, desaparecerá del todo, gracias a su otro arquetipo, la palabra democracia. Más que semántica.

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