lunes, 15 de septiembre de 2025

EN LA SERREZUELA - VIÑETA 579

 
VIÑETA 579
 
En La Serrezuela
Jorge Arturo Díaz Reyes 15 IX 2025  
La Serrezuela. Foto: Caracol
He coincidido en Cartagena de Indias, vieja ciudad amurallada, con mi querido amigo, venerable aficionado y veterano magistrado José Antonio Almanza. El encuentro se dio casual, frente al mar y el atardecer caribeño, en el bar “Tentadero” de la Histórica plaza de toros de la “Ciudad heroica”, convertida hoy en lijoso “mall-center”.
 
A nivel de lo que fueran los balconcillos, protegidos del húmedo calor por las vidrieras y el aire acondicionado, con ambiental mapalé de fondo y par copas de ron-cola, fluyó la conversación. La  cual, siendo quienes somos y estando donde estábamos, no podría ser otra.
 
—Toño ¿crees que la aprobación de la Corte Constitucional a la ley prohibicionista será el último acto jurídico de la fiesta en Colombia, el último vals?
—Probable, pero no necesariamente.
—Qué más podría ocurrir
—Algo que de puro difícil sonaría desopilante —dijo con sonrisa condescendiente.
—¿Cómo qué…?
—Como que la misma Corte, ante solicitud respetuosa, reconsiderara su fallo, motu proprio.
—¿Acaso por la premura y poco debate con que se pronunció, casi de un día para otro? ¿Por haber traspasado la fundamental división de poderes? ¿O…, porque esta última razón, impulsaría el Congreso a derogar la ley?
—No sería descabellado imaginar la primera. La Corte se ha corregido cuando lo ha considerado justo. Por qué no ahora. Pero la segunda, extralimitacion de poderes, habría de probarse.
—¿Con qué asidero?
—Bueno, la ley que se sometió a su consideración no incluía prohibir las corralejas ni las peleas de gallos, y el agregarlas de su parte, podría interpretarse como un acto legislativo. Lo cual no estaría en su potestad. El Congreso legisla, la Corte juzga.
—Sería entonces una extralimitación, además con posibles repercusiones electorales.
—Tal vez. La prohibida popularidad de las corralejas y los gallos, golpearía la de los congresistas de la región en época de cosechar votos. Eso, podría ser una razón de peso.
—Ahí, el voto sería el asunto y favorecería la tercera opción; derogar la ley y rehacerla cómo convenga.
—Quizá —dijo, apretando los labios, proyectando el mentón y y levantando las blancas cejas.
 
El sabor fresco y dulzón del trasiego complementaron el hálito de esperanza. Exhalé.
 
—No te emociones —me atajó —Apenas estamos divagando.
—Sí divagando, pero con el poder en juego, todo es posible. Las urnas pueden mover montañas.
—Bueno, como decía nuestro común amigo Antonio Caballlero, el problema y a la vez ventaja de la democracia es que obliga oír hasta los imbéciles.
—Pues ojalá nos oyeran también.
 
El sol besaba el mar sobre un fondo rojo y naranja. Ya no sonaba mapalé, sonaba cumbia. “Avisan de Bocachica, que en cantil de Medina, se fue a morir Sabina…” Pagamos nos dimos un abrazo y agarramos cada uno por su lado. Él para Getsemaní, yo para La Boquilla.
 

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