lunes, 29 de julio de 2024

EL CULTO DE LOS CULTOS - VIÑETA 538

 
VIÑETA 538
 
El culto de los cultos
Jorge Arturo Díaz Reyes 29 VII 2024 
El toro sagrado de Egipto. Foto: Historia NG
Mircea Eliade, filósofo escritor e historiador de religiones. Rumano, calvo y fumador por más señas, muerto hace cuarenta años sin la menor posibilidad de ser acusado de taurino, lo constató y luego lo publicó: “El toro y la mujer son las deidades que vinculan todas las religiones protohistóricas de Asia, África y Europa”.
 
Jacques Cauvin, francés y arqueólogo reputado, informa en su libro: “El nacimiento de los dioses y la agricultura”, publicado por la universidad de Cambridge en 1994, que las primeras evidencias de confrontaciones rituales del hombre con el toro, tienen por lo menos diez mil años, aunque de seguro son mucho más antiguas, y que la lucha mortal con el animal sagrado implicaba no un acto de crueldad sino de abnegación al arriesgar y ofrendar los oficiantes en prez y favor de los dioses.
 
Marija Gimbutas, estonia y autoridad mundial en culturas prehistóricas europeas, con su texto “Dioses y diosas de la vieja Europa” identifica el toro como la primera deidad (el Dios macho), “La Gran Diosa, emerge milagrosamente de la sangre del toro sacrificial y en su cuerpo comienza nuestra vida”.
 
El toro simbolizó desde los orígenes de la cultura, la virilidad, la fuerza, el poder, la fertilidad, la vida. Su cuerna evocó la media luna creciente, los cambios climáticos que beneficiaban o perjudicaban las cosechas, y traían la prosperidad o el hambre. En su culto se recreaba el misterioso ciclo de la vida, la muerte y el renacer.
 
No cabe aquí detallar como este rito de ofrecerse al toro y darle muerte ceremoniosa subsistió a lo largo de la historia. Cómo pasó por Sumeria, Egipto, India, Grecia, Roma, Iberia. Cómo los judíos adoraron al toro joven (becerro de oro). Cómo campeó en la Edad Media bendecido por el catolicismo (credo de piedad). Como arraigó en América. Como llegó hasta hoy convertido en la corrida moderna.
 
Pero sí cabría decir que la fiesta de toros, es el único rito sacrificial, que ha sobrevivido desde los albores de la inteligencia, desde el parto de los mitos, desde el alumbramiento de la civilización.
 

lunes, 1 de julio de 2024

HISTORIA DE BARBARIE - VIÑETA 537

 
VIÑETA 537
 
Historia de barbarie
Jorge Arturo Díaz Reyes 2 VII 2024 
Yihadistas destruyen estatuas milenarias en el museo de Mosul, Irak. Foto: ABC
Hace pocos días destruyeron una estatua de César Rincón en Colombia (Duitama). Y por la mofa, y agravio con que lo hicieron podría creerse que fue solo un incidente, un aislado desmán de gamberros. Pero no, fue un acto oficial, planeado, sustentado e imposible de no asociar con un largo historial de odio. Para empezar, diez años atrás el Museo Taurino de Bogotá fue arrasado durante la alcaldía del hoy presidente de la república Gustavo Petro.
 
Que, dicho sea, no ha sido el único político en cuyo turno pasaron tales cosas. No. Han sucedido antes, en tiempos de sus antípodas ideológicos. Hace 27 años la estatua de Pepe Cáceres en la extinta plaza de toros La Macarena, había sido despedazada y arrojada al río Medellín. Presidía el país Ernesto Samper. Ahora y desde 2016, primera alcaldía de “Fico” Gutiérrez, los toros están vetados allí.
 
En la misma ciudad, donde (1991) un carro bomba había explotado a las puertas de la Plaza, minutos después de terminada la octava corrida de la feria. “En una amplia área quedaron esparcidos los cadáveres, los heridos y los restos de los vehículos destruidos” (El Tiempo). Era presidente César Gaviria.
 
Hace siete años, otra bomba letal estalló frente a la Plaza de toros de Santamaría, en día de corrida poco antes del sorteo. Inmediatamente, sin mediar investigación alguna, el alcalde Enrique Peñalosa del partido “Verde”, quien desde su posesión había manifestado: “Si me obligan a dar las corridas seré el primero en salir a protestar”, declaró que los autores no eran antitaurinos. Como muchos desprevenidos concurrentes, estando muy cerca sobreviví por casualidad a estos “no antitaurinos”.
 
Allí mismo, en esa misma temporada, se habían producido violentas asonadas contra las corridas (también escapé de ellas por los pelos). Transcurría el segundo período presidencial de Juan Manuel Santos.
 
La lista de agresiones, vejaciones y violaciones impunes a los derechos de la afición taurina. Legítima y definida por la Ley 916 de 2004 como “expresión artística del ser humano”, podría ser interminable. Quizá estos pocos hechos recordados bastarían para dar una idea de la genealogía.
 
Pero como para completar, hace un mes, tras muchas intentonas fallidas, durante las cuales el debate se caracterizó por un lenguaje injurioso, discriminador, plagado de clisés, descalificaciones moralistas y santurronería, similares a los de las bandas asaltantes y los insultos murales, el Congreso, con votaciones aplastantes pluripartidarias (100 a 5 y 93 a 2, en Senado y Cámara respectivamente), aprobó la ley de prohibición a la tauromaquia.
 
Prohibición que quitó el derecho, la razón y la legalidad a los perseguidos, para darla a los persecutores. Valga señalar qué hasta ese momento, era esta, la primera y única reforma que el parlamento le aprobaba al ejecutivo. Las demás urgentes, laboral, pensional, judicial, de salud…, por las cuales votó el pueblo, habían sido atajadas con saña. Solo en esto coincideron gobierno y oposición, ahí están los números. Solo en la causa “animalista” para extinguir los toros en todo el territorio nacional. Lo demás les era lo de menos.
 
La reciente infamia en Duitama y todo esto me trae una frase de Antonio Caballero escrita hace 32 años, tras una de las muchas apoteosis de César Rincón en España: “Si todos los colombianos asumiéramos nuestros compromisos como César Rincon asume los suyos, nuestro país sería mejor.” Hay que ver.
 
Destruir monumentos, museos, quemar libros, perseguir, agredir, criminalizar pensamientos, creencias, arte, tradiciones, recortar libertades, matar, aniquilar especies…, han sido armas de todas las ideologías. Alegar con intención proselitista cuál más cuál menos, es hipócrita.
 
Los antitaurinos colombianos, desde los extremistas hasta los legisladores, pasando por los callados complacientes, no han hecho más que sumar su presunta “superioridad moral” a la de los que también “luchando contra el mal” incendiaron la Biblioteca de Alejandría, borraron las culturas americanas precolombinas, o destruyeron, no ha mucho, las milenarias estatuas de los toros alados en Irak. Es la historia universal de la barbarie. Siglo XXI, seguimos en ella.

lunes, 24 de junio de 2024

LET IT BE - VIÑETA 536

 
VIÑETA 536
 
Let it be
Jorge Arturo Díaz Reyes 24 VI 2024  
Mozos en Pamplona, Fotograma: OneToro
Este año el retorno de multitudes a las plazas españolas, Valencia, Sevilla, Madrid…, ha empezado a levantar ampollas y clamores fúnebres en los mismos taurinos a disgusto que hasta hace poco anunciaban el acabose por falta de ellas.
 
Ahora la profecía es que las allegadas y juveniles masas, “que desconocen las cuatro reglas de la tauromaquia” (¿solo cuatro?), también van a matar la fiesta. Por vía de la desnaturalización. “La batalla de la afición está perdida”, tituló hace diez días el riguroso crítico Antonio Lorca en “El País” de Madrid. ¿Será?
 
Por supuesto el remozamiento, la popularización, la vulgarización sí se quiere de la audiencia, multiplicada e internacionalizada por la televisión, no es inocua. Trae, además de dinero revitalizador del negocio, preferencias, opiniones, voces, influencias, comportamientos “impropios”.
 
Pero no es cosa nueva, como tampoco lo es el melindre que despiertan. Sucedió igual cuando fenómenos como El Guerra, Belmonte, Manolete, El Cordobés arrastraron cada uno en su tiempo, clientelas masivas y heterodoxas. Qué también fueron descalificadas y rechazadas por el “purismo” como anunciadoras de la disolución final.
 
No hubo tal, como tampoco cuando surgieron otros “liquidacionismos”…,  la excomunión del papa Pío V, las prohibiciones politiqueras…, o la introducción, de cambios “inaceptables”: volapié, sorteo, burladeros, petos, rayas del ruedo, inseminación artificial, selección genética del toro, ayudado, capotes fosforescentes, disfraces vintage, etc, etc…
 
Desahucio y sobrevivencia han sido constantes históricas en el toreo. Y esta vez también. Porque las “preocupantes” concurrencias actuales lo que prometen no es fin sino futuro. Claro, no puede ser esa incipiente afición de nuestros nietos, la misma nuestra, como tampoco esta lo fue de la de nuestros abuelos. Ni aquella de las que a su momento siguieron a Gallito y Belmonte, Lagartijo y Frascuelo, Chiclanero  y Cúchares, Romero y Pepeillo…
 

Pues, la afición, qué es tradición, devoción, conocimiento, se transmite mejor por vía del afecto, la costumbre, la intuición y la razón. Aunque tarde. Es un proceso, cada camada va fraguando la suya como lo hace con toda su cultura. Espíritu del tiempo. ¿Por qué tener miedo a las mesnadas novicias que arriban al tendido con su curiosidad, frescura y desenfado, si nosotros a nuestra lejana vez también los trajimos?
 Los niños usan las palabras, juegan con ellas hasta que atrapan su significado (…) no existe ninguna razón para que este mecanismo deje de funcionar en el adulto.” Señala Paul Feyerabend (epistemólogo). De la misma forma se adquiere y moldea la afición, que al final ninguna es igual aquí que allá, en este o en aquel, a los veinte o a los ochenta.
 
Sí, verdad, los no iniciados, tienden a ser alharacosos, frívolos, triunfalistas, ingenuos, orejeros, a no diferenciar cal y arena, a imponer su ruidosa cantidad, a diluir las rancias idiosincrasias y desafiar chovinismos. Pero paciencia, es la edad. Aún es país para viejos. Iniciar en los misterios, transmitir valores, modular la novel efervescencia, es su tarea, junto a comentaristas, críticos y presidentes, que no se plieguen a los desvaríos de las mayorías intonsas o a las conveniencias. Ahí es donde están el problema y la solución.
 
Es por ese camino, mejor que por el apague y vámonos, o por la intolerancia robesperiana del “sin terror la virtud es ineficaz”. Ya la recién llegada generación madurará, y hará de la fiesta su propia fiesta, como hará del mundo su propio mundo. Luego tratará con la siguiente.
 
Mientras tanto, jugar, cometer sus propios errores, atrapar significados, aprender…, es su derecho y su fatalidad. Let it be.

lunes, 6 de mayo de 2024

RELEVANTE IRRELEVANCIA - VIÑETA 535

 
VIÑETA 535
 
Relevante irrelevancia
Jorge Arturo Díaz Reyes 6 V 2024 
Oscar Puente ministro español de transporte. Fotograma: Europa Press Youtube
Ante las muchas reacciones a la supresión del Premio Nacional de Tauromaquia por el ministro de cultura español, Ernest Urtasun, su colega el ministro de transportes Oscar Puente ha entrado en lisa mediática:
 
“Me parece, que el premio era irrelevante. Retirarlo es irrelevante. Las reacciones son irrelevantes porque la fiesta de los toros va camino de la irrelevancia. Lo quiera quien suprime los premios, quien los pone, quien los quita. Es el curso de los tiempos y lo demás es ruido.”
 
Se puede estar o no de acuerdo con su concepto de irrelevancia y con el valor que le atribuye como argumento para prohibir lo que a él no le parece “relevante”. Incluso con su predicción sibilina de que el milenario rito de los toros va camino de la irrelevancia. Sí, está bien. Libertad de opinión. Es lo que le “parece” a él.
 
Pero lo no irrelevante, de ninguna manera, más tratándose de un vocero de gobierno, es la declaración de principios implícita en tal alegato: Prohibir lo que “me parece” y despreciar como “ruido” la opinión de quienes no les “parece”. Antidemocrática desde todo punto de vista, y que da la razón a la Fundación Toro de Lidia, cuando aduce: que su defendido compañero de gabinete actuó como un “extremista sectario”.
 
E ignorante además, de que el “irrelevante” premio anual lo concedía no él sino España, en reconocimiento a la innegable relevancia identitaria y cultural universal que la fiesta de los toros ha tenido desde siempre. Ahí están, la historia, la literatura y el arte todo atestiguándolo.
 
No hay peor ataque a cualquier causa que una torpe defensa, podrían pensar muchos de sus copartidarios (no pocos taurinos) al ver a sus locuaces ministros dar munición a sus opositores en los escarceos de poder, cuando sin mirar en el ojo propio, estos les acusan de autoritarios y abusivos…, por decir lo menos.
 
Es que al sustentar su prohibición el ministro de cultura no solo habló (inconsultamente) por todos los españoles, incluidos sus conmilitones antitaurinos, los perseguidos taurinos, y los que no son ni lo uno ni lo otro, quienes le pagan y a quienes tiene la obligación de acatar y respetar, en vez de prejuzgar e insultar:
 
«Creo que es un sentir mayoritario de una parte española que cada vez entiende menos que se practique la tortura animal en nuestro país. Y lo que entienden aún menos es que esas formas de tortura animal sean premiadas con medallas asociadas a premios dinerarios y que salen de los presupuestos públicos».
 
Pues no, señores administradores actuales de la cultura y los transportes hispanos. Ni tortura ni irrelevancia, culto, cultura, solo cultura, y el valor en dinero del premio eliminado es apenas una irrelevante parte del mucho que aporta el toro al conjunto del patrimonio público español. Imagino qué habrían podido contestar, si viviesen, los anónimos pintores de las cuevas de Altamira, Goya, Ortega y Gasset, Picasso, Chaves Nogales, Benlliure, Belmonte, Cossío, Alberti, Federico García Lorca…

domingo, 28 de abril de 2024

CASI UN RENACIMIENTO - VIÑETA 534

 
VIÑETA 534
 
Casi un renacimiento
Jorge Arturo Díaz Reyes 29 IV 2024 
Domingo de Resurrecció 2024, Sevilla. Fotograma: OneToro
El mundo del toro salió de la pandemia, cuándo se pensaba que quizá había sido el golpe definitivo, y los antitaurinos apesadumbrados temían quedarse sin el crédito.
 
Por el contrario. Pese a su terebrante insidia, estos últimos años han sido casi un renacimiento. Rebrotaron los públicos. Reabrieron las ferias. El número de festejos aumentó por encima de la prepeste. Las ganaderías no dan abasto. Refluyó el dinero. Las figuras que habían huido reaparecieron. Los más de los héroes, que durante la prolongada cuarentena mantuvieron vivo el fuego, retornaron a su olvido…
 
Y los que pensaban, al borde de la tumba, que había que ser blandos con la moribunda, recobraron la dureza y la exigencia del máximo toro, torero y toreo. Como dice José Ramón Márquez en su crónica sobre la faena de El Cid a “Marinero” de Ana Romero, el martes pasado en Zaragoza: “…que los jóvenes algún día digan que vieron torear a un hombre de la manera en que torean los hombres de verdad. Sin amaneramientos, cursiladas ni floripondios”. Mientras otros, claro, volvían a clamar furiosos por todo lo contrario.
 
Mejor dicho, con este bienvenido retorno a la próspera normalidad, también se restableció aquello de “dos taurinos, tres opiniones”. A cuál más apasionada e intransigente. Cada una tenida por única valedera, y las otras por herejías intolerables. Los obcecados por la idolatría, el señuelo triunfo-derrota y el deseo de prevalencia, pugnan como en la política o el fútbol... Voy por la mía con la razón o sin ella.
 
Esas fobias, adicciones e intereses que sesgan la realidad, también salieron de la cueva hibernante con tanta o más fuerza que antes. Qué si lidia, qué si arte. Como si la lidia en sí misma no fuese arte, y el arte lidia. O “El arte de torear”, que tituló PepeHillo hace más de dos siglos.
 
El rito trágico, que recitaba Unamuno, suigéneris por demás, en el cual, cómo en todos, caben infinitas expresiones y matices, tantos como toros, hombres y circunstancias puedan darse. Pero a diferencia de todos, siempre y cuando estén avalados por la ética. Toro, torero y toreo auténticos. Con tales premisas, todas las tauromaquias y gustos valen, sino no.
 
Aquel dogma de lo bonito por lo bonito. De que el toro, en últimas, es el instrumento del artista y debe supeditarse a su necesidad (“por el bien del espectáculo”), es en definitiva una negación o al menos una perversión.
 
El arte total, y la tauromaquia es uno, va de la belleza a la fealdad, de la exquisitez a la crudeza, de la emoción a la conmoción. ¿Acaso no son arte porque no son bonitos: el cuadro de Goya “Cronos devorando a sus hijos”; el drama de Sófocles, “Edipo rey”, destinado a matar a su padre, cohabitar con su madre y sacarse los ojos; la escultura clásica anónima, “Lacoonte y sus hijos, atacados por las serpientes”; o el toro agónico, tambaleándose por la “Estocada de la tarde” de Benlliure?
 
Las deseadas concurrencias, para quienes se torea, también son diversas y plurales, afortunadamente.  Qué tal que se les exigiera pensamiento único. Ya para velar por los principios, aplicar el reglamento y dar ejemplo están las presidencias. Que también despertaron a lo suyo con igual diversidad. Hay que ver.
 
 

lunes, 8 de abril de 2024

EL TOREO DE LAS LUCES - VIÑETA 533

 
VIÑETA 533
 
El toreo de las luces
Jorge Arturo Díaz Reyes 8 IV 2024 
Toros en Madrid 1791. Antonio Carnicero
Quieran que no los “ilustrados”, la corrida moderna es hermana de la ilustración. Alumbró al tiempo con ella, el romanticismo y la democracia. En pleno Siglo de las Luces y al rededor de su gran eclosión, la revolución francesa. En esa España que se desimperializaba, urbanizaba e industrializaba, el asalto de los peones al ruedo desplazando a los caballeros, erigió a Pedro Romero, Costillares y Pepeillo como su gran triunvirato.
 
Todo pasó allí. Es cosa manida. El cultivo especializado de las castas primigéneas del toro bravo, la asunción del toreo a pie, los cánones de la lidia, el tronío y la majeza, la consolidación de la liturgia, los tercios, las suertes fundamentales, el volapié, las primeras plazas de toros, el cobro de las entradas, las empresas, las primeras figuras, el traje de luces, el cartel de toros, las tauromaquias escritas (Pepeillo 1796), y las gráficas de Antonio Carnicero, Enmanuel Witz, Goya…, los reglamentos, la crónica taurina, la escuela… Sí, todo surgió allí. Lo demás ha venido por añadidura.  
 
Y ocurrió sin más opción, como va y viene la historia, empujada por su propia inercia. De la misma forma que ahora, ese gran péndulo vuelve a la contrailustración, el desapego a la razón, a la tradición, a la ciencia y al progreso. A la indolente animalización, el antiintelectualismo, el utilitarismo, la industrialización del arte, la estética del artificio, la realidad simulada, el nada es lo que es sino lo que parece.
 
A esto llamado Posmodernismo, que tampoco es que se lo hayan inventado los filósofos, quienes apenas sí se han empeñado en describirlo y ponerle rótulo. En señalar otra vez que por ahí refluye la cultura, en su eterno retorno a la barbarie.
 
Y en ella, la tauromaquia, tratando de hallar su sitio y nuevas expresiones, sin tener que arrojar por la borda sus verdades vertebrales para seguir flotando en este mar aleve, en el que su estética, valores y realismo lastran. En esta sociedad que condena su culto de naturaleza, honor y belleza, como anacronismo absurdo incompatible con su tecnológica brutalidad. Un mundo irracional que, como los avestruces, con la cabeza bajo la pantalla, niega la realidad del horror y la muerte, que produce masivamente a cambio de satisfacer su voracidad esnob.
 
Ahora es cuando el romanticismo, la democracia, la libertad y la fiesta, utopías del Siglo de las luces, deben ser apagados por los pretorianos del nuevo oscurantismo.

lunes, 1 de abril de 2024

ESA TRISTE ALEGRÍA - VIÑETA 532

 
VIÑETA 532
 
Esa triste alegría
Jorge Arturo Díaz Reyes 1º IV 2024 
Ureña en Las Ventas 2023. Foto: Las Ventas
La fiesta de los toros es una tragedia. Tópico. Hemingway que no lo sabía, descubrió que era cierto, cuando a los 23 años vio en Madrid, con ojos asombrados la primera corrida de su vida y salió a contarlo en inglés, con una crónica (histórica) que tituló así. Pero ya lo habían explicado hace milenios los griegos que lo explicaron todo.
 
Sin embargo, como si se quisiera olvidar, se la llama solo Fiesta. Nada más, a secas. Totalizando el empaque lúdico sobre la fatalidad que conlleva, Con un lapidario: “aquí vinimos fue a divertirnos”, paran los orgiásticos a los huraños integristas.
 
Nietzche ahondó en esa contradicción humana con “El nacimiento de la tragedia…”, sin aludir la tauromaquia. Claro, él era alemán y mientras pergeñaba esas cosas en Basilea, no tenía como enterarse de qué al tiempo, Lagartijo, Frascuelo, El Gordito y otros andaban dilucidando a muerte el mismo problema por los ruedos de España.
 
Problema que hoy, en la era de la imagen, parece resuelto ya. Lo esencial es el show. Esa es la onda, desde el callejón de los taurinos, hasta el palco de Usía, pasando por los tendidos que sostienen la industria. Recreación o nada. Pero no, están equivocados, no se eso lo que congrega. Ni lo que vende, no lo que combaten los antitaurinos. Es la verdad que va por dentro. Bajó el oropel. Cuando la suerte, la faena, la corrida la develan, cala de inmediato en el espectador, instintivamente. Es que no hay rito igual. Tan biológico. Por eso vuelven…, y pagan.
 
Si solo fuera por la forma, el colorido, la pose, la majeza, el aspaviento, se irían mejor al teatro, al estadio o al cine con sus delirantes “efectos especiales”. Pero no, lo que hace fieles, es esa conjunción real de lo bello y lo terrible. Qué como en la vida, sucede a cada trance, hasta el inexorable trance supremo.
 
Hay toreros que naturalmente invocan ese misterio existencial. Y lo infunden con o sin apologistas, exégetas ni asesores artísticos. Lo traen, nacieron así. Desnudos de frivolidad, cargan consigo el aire de lo trágico. Como los santos que ponen un halo de pena en cada milagro.
 
Muchos mueren ignorados, otros incomprendidos, los menos, consagrados y convertidos en iconos. Sus estampas amarillean en tascas, museos, libros... Aún los hay, que siguen impartiendo esa triste alegría. Paco Ureña es uno, creo.