lunes, 8 de abril de 2024

EL TOREO DE LAS LUCES - VIÑETA 533

 
VIÑETA 533
 
El toreo de las luces
Jorge Arturo Díaz Reyes 8 IV 2024 
Toros en Madrid 1791. Antonio Carnicero
Quieran que no los “ilustrados”, la corrida moderna es hermana de la ilustración. Alumbró al tiempo con ella, el romanticismo y la democracia. En pleno Siglo de las Luces y al rededor de su gran eclosión, la revolución francesa. En esa España que se desimperializaba, urbanizaba e industrializaba, el asalto de los peones al ruedo desplazando a los caballeros, erigió a Pedro Romero, Costillares y Pepeillo como su gran triunvirato.
 
Todo pasó allí. Es cosa manida. El cultivo especializado de las castas primigéneas del toro bravo, la asunción del toreo a pie, los cánones de la lidia, el tronío y la majeza, la consolidación de la liturgia, los tercios, las suertes fundamentales, el volapié, las primeras plazas de toros, el cobro de las entradas, las empresas, las primeras figuras, el traje de luces, el cartel de toros, las tauromaquias escritas (Pepeillo 1796), y las gráficas de Antonio Carnicero, Enmanuel Witz, Goya…, los reglamentos, la crónica taurina, la escuela… Sí, todo surgió allí. Lo demás ha venido por añadidura.  
 
Y ocurrió sin más opción, como va y viene la historia, empujada por su propia inercia. De la misma forma que ahora, ese gran péndulo vuelve a la contrailustración, el desapego a la razón, a la tradición, a la ciencia y al progreso. A la indolente animalización, el antiintelectualismo, el utilitarismo, la industrialización del arte, la estética del artificio, la realidad simulada, el nada es lo que es sino lo que parece.
 
A esto llamado Posmodernismo, que tampoco es que se lo hayan inventado los filósofos, quienes apenas sí se han empeñado en describirlo y ponerle rótulo. En señalar otra vez que por ahí refluye la cultura, en su eterno retorno a la barbarie.
 
Y en ella, la tauromaquia, tratando de hallar su sitio y nuevas expresiones, sin tener que arrojar por la borda sus verdades vertebrales para seguir flotando en este mar aleve, en el que su estética, valores y realismo lastran. En esta sociedad que condena su culto de naturaleza, honor y belleza, como anacronismo absurdo incompatible con su tecnológica brutalidad. Un mundo irracional que, como los avestruces, con la cabeza bajo la pantalla, niega la realidad del horror y la muerte, que produce masivamente a cambio de satisfacer su voracidad esnob.
 
Ahora es cuando el romanticismo, la democracia, la libertad y la fiesta, utopías del Siglo de las luces, deben ser apagados por los pretorianos del nuevo oscurantismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario