VIÑETA 468
Colombia
era Petro
Jorge Arturo Díaz Reyes, VIII 8 2022
|
Petro y Márquez, presidente y vicepresidenta de Colombia 2022 - 2026. Foto: Infobae |
Ayer, en una fiesta
multitudinaria llena de folclor, simbolismos y promesas, tomó posesión como nuevo presidente de
Colombia, el economista Gustavo Petro.
Ya no cabe duda sobre
la legitimidad de su elección. Contra los mayores poderes políticos,
económicos, mediáticos y hasta militares, manifiestamente coaligados, la
voluntad popular logró imponer, por primera vez en la historia nacional, una
candidatura con un programa de gobierno alternativo a los que históricamente
fracasaron en la búsqueda de honestidad, equidad, justicia, libertad, paz,
felicidad, respeto al pensamiento, la vida, el hábitat...
En un estado que
gusta llamarse “la democracia más antigua de Latinoamérica”, pero que desde
hace tres cuartos de siglo se bate contra sí misma en un vórtice de corrupción,
truhanería, violencia, ilegalidad, exclusión, frustración…, refutaciones
cotidianas de tal presunción; la denodada y permanente denuncia de Petro erigió su prestigio político de
rebelde sobreviviente y opción inexplorada.
No más conocida su
victoria, muchos de los encarnizados rivales
arriaron banderas y corrieron a ofrecer concurso para una coalición parlamentaria, a todas luces abigarrada,
oportunista, inestable, cuando no increíble. Otros declararon “independencia”,
y los damnificados, quizá más francos, oposición frontal. Todos, por supuesto, estaban
convocados por la consigna
central de la campaña: “Pacto histórico, mediante un gran diálogo nacional”,
que libre al país del armagedón.
Pacto, sí, entre
opuestos, claro, pues un
presidente tiene poder, pero no es “el poder”. Su partido, por ejemplo, ganó
solo el 20% de los escaños en el senado. Además, la totalidad de la
administración pública, media y baja (burocracia), está nombrada por los
gobiernos precedentes. Y para completar, las grandes fuerzas
fácticas de la sociedad, ya mencionadas, apostaron a la contra.
Entonces, hablar,
hablar y conciliar intereses en aras del “bien común” es la única vía racional.
Pero claro, el principio sobre el
que descansa esa ilusión, es la lealtad de la palabra, la
confianza mutua, respaldada por el ofrecido respeto a todas las voces y a todos
los derechos, que en democracia deben ser iguales, por encima de su capacidad
de difusión, de compra, o de fuego.
Los de las minorías,
todos lo somos, han sido trajinada pancarta electoral. Vale. Y
entre tantas hay una
que recibe curioso protagonismo, la conformada por los fieles al culto de la tauromaquia, los
cuales no solo hemos padecido por años la reprobación
del ahora presidente, sino la persecución moral, verbal y física de no pocos de
sus partidarios, quienes enarbolan la prohibición del rito (corridas) y el
consecuente exterminio del toro como asunto prioritario de gobierno, (proyectos
legislativos ya radicados).
¿Seremos comprendidos
y respetados, cual ordena la Constitución nacional (Ley 916 de 2004)? ¿Podemos
contar con eso? ¿O sobre nosotros caerá quizá el primer mentís a la jurada “unidad dentro de la
diferencia”?
La decisión inicial
estará, no en el presidente sino en el Congreso, que valga recordar a quienes
alegan que el antitaurinismo es marca registrada de la izquierda, tiene hoy
amplia mayoría de la derecha. Es allí entonces donde se probará primero la
sinceridad de todos. Vamos a ver.
Los de las minorías,
todos lo somos, han sido trajinada pancarta electoral. Vale. Y entre tantas
hay una que recibe curioso protagonismo, la conformada por los
fieles al culto de la tauromaquia, los
cuales no
solo hemos padecido por años la reprobación
del ahora presidente, sino la persecución moral, verbal y física de no pocos de
sus partidarios, quienes enarbolan la prohibición del rito (corridas) y el
consecuente exterminio del toro como asunto prioritario de gobierno, (proyectos
legislativos ya radicados).
¿Seremos comprendidos
y respetados, cual ordena la Constitución nacional (Ley 916 de 2004)? ¿Podemos
contar con eso? ¿O sobre nosotros caerá quizá el primer mentís a la jurada “unidad
dentro de la diferencia”?
La
decisión inicial estará, no en el presidente sino en el Congreso, que valga recordar
a quienes alegan que el antitaurinismo es marca registrada de la izquierda, tiene
hoy amplia mayoría de la derecha. Es allí entonces donde se probará primero
la sinceridad de todos. Vamos a ver.
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