lunes, 11 de octubre de 2021

EL TORERO BONITO - VIÑETA 427

 
VIÑETA 427
 
El torero bonito
Jorge Arturo Díaz Reyes, X 11 2021 
«Torero». Pablo Picasso, 1970 (Óleo sobre lienzo). Fragmento cartel, RMR

Por allá, en un mayo lejano de cuyo año no puedo acordarme, le oí a un empresario de Cañaveralejo, uno de los más exitosos: “Ahora me voy a España y contrato tres o cuatro toreros bien bonitos pa reventar esta plaza. Lo decía jocosamente, pero lo sabía cierto, y lo hacía.
 
“Torero apuesto hace paseíllo con una oreja en la chaquetilla” y Vende. Pero no son solo los toreros, ni quienes como ellos tienen por oficio la exhibición propia; modelos, actores, artistas, mediáticos…, los que disfrutan esa ventaja o sufren ese hándicap. No, todos. El patrón estético social es ley de gravedad humana. La fiesta no es para feos, canta un viejo son cubano…
 
Fuerza biológica, gregaria, universal, que como instinto actúa independiente de la voluntad y la consciencia. Se ha comprobado estadísticamente, artísticamente, científicamente... Los jurados escolares, judiciales, laborales van más inclinados a favor de los estudiantes, reos, aspirantes atractivos. Y qué decir de las masas compradoras. Si lo sabrán los publicistas, mercaderistas y profesionales de la imagen. Sobra ver los anuncios que incitan a comprar hasta lo que no se necesita.
 
No es asunto baladí. La belleza física de una mujer causó hace unos treinta siglos la guerra más famosa de la historia. La industria cosmética (del encanto personal), sin contar la cirugía plástica, es casi tan poderosa como la militar, la psicotrópica (incluido el alcohol) o la petrolera. Según los analistas globales de mercado, superó en 2017 los 530.000 millones dé dólares en ventas y estiman que para 2023 alcanzará los 800.000.
 
Pero volviendo a la plaza, la predispuesta simpatía del público, que también puede ser inducida en otra infinidad de formas, no basta. Luego salta el toro, pone a cada cual en su sitio. E igual que a los estudiantes, reos y aspirantes carismáticos, les conviene también ser inteligentes, inocentes o aptos, al torero bonito, más le vale, torear bien, emotivamente.
 
Agustín Lara llamó al poco agraciado Silverio Pérez “tormento de las mujeres”, en su famoso pasodoble, y no fue mera licencia poética. Él, aficionado que no cambiaba por un trono su barrera de sol, sabía porqué lo decía, como quizá lo hubiese podido decir también del “Divino calvo”, Belmonte, Manolete y otros “toreros, torerazos” que, no fueron caritas de salir al ruedo con una oreja en la chaquetilla, pero sedujeron sus épocas y siguen haciéndolo. El buen toreo embellece.

lunes, 4 de octubre de 2021

TORO Y CIRCUNSTANCIA - VIÑETA 426

 
VIÑETA 426
 
Toro y circunstancia
Jorge Arturo Díaz Reyes, X 4 2021
“Farolero” 5º en Las Ventas, octubre 2. Foto (fragmento): Andrew Moore, deltoroalinfinito
 
Eran por ahí las ocho en Las Ventas el sábado, cuando salió al ruedo “Farolero”, el quinto. Castaño requemado, medio careto, adulto, casi, casi en sus seis años, hondo, cuajado, con 623 kilos a cuestas, bien puesto de pitones. Lo que llaman serio de verdad.
 
“¡Uf! Un despropósito”. Bueno, quizá no lo escuchamos, pero como si lo hubiéramos hecho de tanto como nos lo dicen cada que vemos un toro así. El reflejo condicionado es inevitable. Lo saludó una ovación. Madrid guarda ese arcáico criterio de que el toreo es con toro.
 
Ya lo habíamos marcado, acá y allá, en la información previa…, datos, fotos y videos del sorteo (bendita tecnología). Y todos lo esperábamos, los presenciales, que habían obligado el cartel de “No hay billetes” en la taquilla, y los virtuales del resto del mundo en la estupenda transmisión de Movistar (que también pagamos), con la ventaja de que nunca se nos acaba la boletería, para esta localidad ubicua, mágica, privilegiada, que ve y oye todo desde la poltrona de la casa. Unos deseando que también fuera bravo y otros, tal vez, que pegara el petardo para refrendarse y sacar pecho.
 
No se prodigó en el primer tercio, donde se mostró algo disperso e indócil. Fue de largo tres veces al caballo empujando sin mucho celó inicial y luego apremió los banderilleros. Pero apenas asomar la muleta y atacó fiero los nueve doblones genuflexos por bajo y los dos de pecho. Descarga de alto voltaje que conectó la plaza echando chispas.
 
Y a más repitiéndose grande, sin desmayo en las ocho tandas por uno y otro pitón y en sus broches. Exigiendo, apretando y advirtiendo que cobraría caro cualquier falta de firmeza. Emilio de Justo respondió. Plantado en jurisdicción, expuesto, veraz, oponiendo pasión a la bravura, aguantando la posición. El tendido rugía en sostenido cuando con la misma codicia del principió acometió las cuatro derechas sin ayuda, las cuatro trincheras abajo, la cita para el honorable volapié, la estocada total y la muerte en los medios. Muriendo como lo que fue.
 
Al clamor de ¡Torero! ¡Torero! siguió el de vuelta al ruedo para el arrastre. No se le concedió, pero la ovación para los restos fue atronadora. Momento cumbre de una temporada histórica en la cual ganaderos, toreros, empresarios, aficionados, medios… han plantado cara a la adversidad y no solo la han lidiado, sino que forzados por las circunstancias han tratado de purgar los ventajismos, imposturas y melindres que antes de la pandemia ya tenían grave la fiesta. El garcigrande “Farolero”, número 90, explicó todo eso en veinte minutos, y sin decir una palabra… para quien pudiera interesar.
 

lunes, 27 de septiembre de 2021

SI EL TORO RECITARA - VIÑETA 425

 
VIÑETA 425
 
Si el toro recitara…
Jorge Arturo Díaz Reyes, IX 27 2021
El Victorino “Venadito” ayer en Las Ventas, Fotograma Plaza Toros TV
 
El viernes, en Sevilla, Juan Ortega y Morante cubrieron castamente con sus capas la “ruinosa” corrida de Juan Pedro. El sábado, llegaron Perera y Roca Rey a tratar, hasta con tremendismo, de inyectar vida y emoción a una postrada y aborregada de Justo Hernández, quien al final exclamó: “siento vergüenza”.
 
Ese mismo día, en Madrid, tres arrojados novilleros; Diosleguarde, Fonseca y Perera, fueron vapuleados por una fuerte novillada de Fuente Ymbro. Y ayer domingo, también en Las Ventas, los serios victorinos fueron execrados por no ayudar, por no dejarse de López Chávez, Lamelas y Colombo.
 
Algunas autorizadas voces lanzadas al mundo desde las dos catedrales parecerían contradictorias; palo porque bogas y palo porque no bogas. Unas, contra el “despropósito” de tan amenazantes toros que rompen el arquetipo del “bonito” y amigable toro maestrante. Otras, contra los indómitos utreros que pusieron a la terna en el filo de la navaja, y los bien armados y hoscos albaserradas, que no ayudaron.
 
Pero no es necesario hilar fino para encontrar que no hay tal contradicción. Más bien, un estado de opinión. El toro “para los tiempos que corren”, debe ser joven, pequeño, bajo, ligero, romo, dócil, que vaya y venga, que facilite su burla y muerte; inerme, sin incomodar, sin sobresaltar, sin desentonar. ¡Es que te pueden matar hasta con el rabo!
 
Y se imagina uno, qué si ese toro que pintan hablara, leyera, entendiera los mensajes subliminales de tales prédicas, bien podría recitar para sí los versos de León de Greiff: “Juego mi vida, cambio mi vida, de todos modos la llevo perdida”.
 
¿Será esa fiesta que desean, la que nos heredaron Pedro Romero, El Chiclanero, Desperdicios, Miura, Pepete…? ¿La que se erigió como fiesta de honor y ceremonia romántica por excelencia, dando pábulo a la bizarra leyenda, y a la cascada de arte y literatura en estos últimos siglos?
 
¿Será el abandonar la épica, para farolear con un toro en minusvalía, el camino de retorno a la seducción de las masas consumidoras, que tanto preocupa? ¿O quizá es el camino que las masas de esta nueva cultura globalizada y animalizada exigen para perdonarle la vida en las taquillas al viejo culto?
 
Cualquiera que sea la respuesta, los medios tendrán mucho que ver con ella.

lunes, 20 de septiembre de 2021

EL CAPOTE DE ORTEGA - VIÑETA 424

 
VIÑETA 424
 
El capote de Ortega
Jorge Arturo Díaz Reyes, IX 20 2021

Juan Ortega con el 2ª en Sevilla. Foto (fragmento), Pagés, Burladero TV
 
Ayer, cuando el trianero Juan Ortega se abrió de capa, la Maestranza que lo esperaba con el ansia y quizá con la culpa de no haberlo sabido descubrir durante los siete años que lleva como matador (tan cerca y tanlejos), explotó.
 
Fueron seis verónicas y una media belmontina, cada una coreada con el alma. Cada una ejecutada con ese aire personal, ese verter el yo, que logra diferenciar un lance de los prodigados por todos en todos los ruedos.
 
Y en este antiguo y asimétrico, por el cual como decía Filiberto Mira, ha transcurrido la historia del toreo, donde Costillares, Fuentes, Guerrita, Chicuelo, Gitanillo, Ordóñez, Paula, Curro, Morante… lo interpretaron, tal como juraron los testigos entonces nadie más podía interpretarlo. Cargando la suerte, meciendo el capote, parando el reloj, soñando arreboles. ¿Cómo venir entonces a debutar en esta plaza que lo ha visto todo, sorprenderla, extasiarla, hacerla crujir y desatar la música en el primer tercio?
 
Pasó y fue el instante culmen de la tarde, que tantas cosas buenas y malas deparó. Quedará en la memoria, de la corrida, de la feria y más allá. Quizá fue como antes. Porque todo concurrió; la espera, la codicia con que atacó y repitió el cinqueño “Entusiasta” con sus quinientos cincuenta y un kilos y ese tranco de más. La lentitud, el temple, la suavidad, la largura, la exquisitez, el abandono, la natural elegancia, la grácil certeza, la evocación de lo trágico y lo festivo en un mismo gesto. El conjunto, el paso adelante tras cada una, y ese final haciendo rotar la embestida  sobre el cuerpo envuelto en la capa. Como en las fotos del otro trianero, el telúrico.
 
Torear así, ahí, en esas circunstancias, haciendo uno el sentimiento, la bravura, la vulnerabilidad del público, el significado, fija la vivencia, la eterniza. No sé si habrá quien intente y de pronto pueda degradarla, desguazarla, romper su encanto. Seguro lo habrá, nunca falta quien quiere prohibirnos que las cosas nos resulten bellas porque nos gustan.
Luego de la primera vara, más. Cuatro chicuelinas y dos medias tan graciosas, que a los viejos nos remontaron a Camino, cuando nos hacía pensar; bueno, pero qué carajo es lo que tiene este que no tiene ningún otro, cómo es posible que sea tan distinto, tan hondo y conmovedor.
 
Y puso también Juan punto final a la corrida con la estocada de la tarde, frente al espada de la época, Manzanares, que había impuesto dos formidables. ¡Ah! y también dejó ese brindis a los “Chicuelo”, pertinente, justo, sobrio. El tiempo, la vida son una sucesión de momentos, el toreo también.

domingo, 12 de septiembre de 2021

CABALLERO CON LA MANO EN EL PECHO - VIÑETA 423

 
VIÑETA 423
 
Caballero con la mano en el pecho
Jorge Arturo Díaz Reyes, IX 13 2021


Antonio Caballero y el autor. Bogotá. Foto: Camilo Díaz
Murió Antonio Caballero ¡Qué dolor! Tantos recuerdos. No sé por qué ahora me viene aquella noche de hace años que me llamó al hotel Europa. --¿Quieres acompañarme a Zaragoza mañana?" --Me tentó... En "Las Ventas" había rejones y ni siquiera toreaban "Cagancho" ni "Chicuelo"…

 
Allá, en cambio, anunciaban una corrida poco usual. Un veterano lidiador solitario, -Esplá-, con seis toros en concurso de ganaderías (toristas). Además, -me avergüenza confesarlo-, nunca había presenciado una corrida en esa plaza.
 
 --Sí-- contesté de inmediato.
--Bien, a las diez nos vemos en la Estación de Atocha, me dijo sin entusiasmo, con su voz grave de fumador empedernido.
--¿Vamos en tren? --pregunté.
--No, hombre, allí en la estación alquilaré un carro.
No tenía uno. Residía en una buhardilla del Madrid histórico. Anticonsumista vocacional, ni lo quería, ni lo necesitaba.
 
Así, era él, un joven de los sesenta, nieto de un general rebelde en la guerra colombiana "De los mil días" hace más de un siglo. Una vez, García Márquez confesó que para su coronel Aureliano Buendía había tomado rasgos de aquel abuelo combativo y siempre derrotado.
 
También es cierto que hasta que Cien años de soledad se publicó, el padre de Antonio, el hijo del general relatado en ella, era el más notorio novelista vivo del país. El boom le hizo sombra. De otro lado, Luis, el hermano, había muerto en París hacía unos años, cuando despuntaba su prestigio internacional de pintor diferente.

 

 

lunes, 6 de septiembre de 2021

LA INDUSTRIALIZACIÓN DEL TRIUNFO - VIÑETA 422

 
VIÑETA 422
 
La industrialización del triunfo
Jorge Arturo Díaz Reyes, IX 6 2021
Charles Chaplin. Fotograma “Tiempos modernos”, película 1936
Que la tauromaquia está industrializada, desde hace tiempos, es verdad. Que se ha precipitado en caída libre al siglo XXI, evidente. Que la pandemia no ha hecho sino ahondar el abismo, golpea.
 
Tanto como el griterío de los pasajeros en un vuelo a pique, rogando al piloto salvar el avión, pues al hacerlo también se salvarán ellos, el clamor taurino pide salvar la industria, primero que todo. Hay que oír, ver, leer. La taquilla es el meollo. Si no hay ganancia, no hay corrida, sino hay corrida no hay toro, si no hay toro todo se ha perdido.
 
Sí, pero cuidado, el toreo fue primero que su actual aparato transportador. La masificación, las ganaderías especializadas, los ídolos, las leyendas, las plazas monumentales, la prensa, la publicidad, el mercadeo, los públicos babélicos, las empresas millonarias, etc…, llegaron depués.
 
Bueno, pero no se trata de zanjar aquí el dilema del huevo y la gallina sino de los hechos. En estos dos apestados años el rito ha sobrevivido al margen del gran negocio. Desplazado de Madrid, Sevilla, Valencia, Bilbao, Pamplona, Ciudad de México, Lima, Bogotá…, ha ido tirando por plazas menores, con promotores arrojados, con toreros de corazón, con ganaderos tenaces, con aficionados leales, y con la televisión como tabla de náufrago. Aleteando y aleteando, parece haber nivelado el altímetro.
 
Al punto que hoy, faltando más de un prolijo mes para terminar la temporada europea, el cabeza del “escalafón”, Morante, lleva casi el mismo número de corridas que El Juli, puntero cuando cerró la del 2019, última de la “normalidad”, antes de la pandemia. Septiembre y octubre se prevén muy activos. Además, ya pronto reabrirán ferias La Maestranza y Las Ventas. Incluso, algunas figuras que habían abandonado el barco anuncian regreso.
 
Bien, estupendo, la esperanza reverdece. Solo una cosa empalaga. Que casi todas las corridas terminan en orejeríos, largos rabos, procesiones a hombros y cascadas de titulares hiperbólicos. Ya la noticia no es la apoteosis, es que alguna vez no suceda.
 
Ante tanta euforia, cualquier desprevenido podría preguntar sí es que la camada 2021 y esta generación de toreros son las mejores de la historia, si afectados por el virus los espectadores, los palcos y la crítica han perdido la chaveta, o si se trata del último peldaño evolutivo; la industrialización del triunfo.
 
De ser así, también habremos derogado esa ley universal de Baruch Spinoza: “Lo excelso no solo es difícil, es muy raro”.

lunes, 30 de agosto de 2021

LO CLÁSICO - VIÑETA 421

VIÑETA 421
 
Lo clásico
Jorge Arturo Díaz Reyes, VIII 30 2021

En 1914, al tiempo con el estallido de la primera guerra mundial, el madrileño F. Bleu (Félix Borrel), publicó su libro “Antes y después del Guerra”. Hecho sordo en medio del descomunal estruendo. Sin embargo, andando el tiempo, aquel neonato ignorado se ha convertido en un clásico de la bibliografía taurina. Clásico de género, sí, cómo en fin lo son todos. ¡Y hay tantos géneros!
 
A sus sesenta y seis años, el autor, madrileño, rechoncho, de aspecto reflexivo, tertuliano, boticario, crítico musical, notable pintor, escritor fácil, honesto historiador, aficionado superlativo, testigo presencial (en plaza) del último medio siglo XIX y primeras dos décadas del XX, cronista de La Lidia; había vivido a profundidad las épocas de entre otros: Cayetano Sanz, El Tato, El Gordito, Lagartijo, Frascuelo, El Guerra, El Espartero, El Gallo (padre), Bombita, Machaquito, Pastor, Bienvenida (padre), Gaona, Joselito, Belmonte. Los vio, los analizó, los comparó, los narró...
 
Transcribo el último párrafo de la obra, el que precede la Conclusión:
“Belmonte no es más que un fenómeno con cosas de torero. Acaso algún día dé motivo para que se le proclame torero y matador fenomenal. Y que yo lo vea.”
 
El viejo canónico veía incierto el presente y el futuro del joven revolucionario. Mirados más de un siglo después, resultan clásicos ambos. Cada uno a su modo. Pasa. El que hoy rompe un orden para imponer otro, mañana será el orden desafiado. Pero será clásico si su imposición vence y perdura.

Pues entre las muchas acepciones de lo “clásico”, esa de la perennidad, es quizá la más válida, pese a no estar taxativamente incluida por la Real Academia de la Lengua Española. El mantener vigencia, por encima de los tiempos, las generaciones, los cambios culturales y por supuesto de las modas con sus maquinaciones mercantiles. Algo cercano al paradigma intemporal, digamos. No importa qué, quién, cómo, donde, pero siempre.

Sobre todo en el arte, campo subjetivo y convencional. El del toreo, tanto después de Belmonte, se mantiene dentro del cauce que le abrió él. ¿Erraron Bleu y su mismísimo Guerra al juzgarlo? ¿O acertaron, previendo el agotamiento emocional del belmontismo en estilismos, tancredos, norias y el toro cultivado para su derrota?

El clásico lo es también por la corriente de imitación, versiones y perversiones que abre. Borges, por ejemplo, sostenía que la decadencia del tango comenzó con Gardel. Porque dejó de ser música guerrera, épica de los bajos fondos, para derivar a canción lánguida, llorona y autocompasiva.

Bueno, ahora uno y otro son también más que centenarios paradigmas. Pero el tango clásico, que reclamaba el poeta, sigue siendo aquel pregardeliano. Ese de: “Traiga cuentos la guitarra, de cuando el fierro brillaba…”