domingo, 30 de abril de 2017

DOS SEMANAS - VIÑETA 97

Viñeta 97 

Dos semanas
Por Jorge Arturo Díaz Reyes 26 de mayo 2015

Acabo de aterrizar en Barajas. Voy al hotel, dejo el equipaje, y a la plaza. No escogí la fecha, obligaciones laborales la impusieron. Pero no está mal. Llego ilusionado.

Una semana de postín y otra de hierro. Dos mundos. Dos dimensiones. Dos fiestas. Dos realidades. Cada cual con sistema, valores, literatura y toro propios. Dos éticas, dos estéticas.  incompatibles. Así es, así ha sido. Para qué negarlo. La constelación tauro es asimétrica.

Semana torerista, semana torista. San Isidro dirá muchas cosas en ellas. No hablo de "triunfadores". Hablo de la brega y sus albures. Quizá, de pronto, dos meteoros colisionen y produzcan el destello deslumbrante. La conjunción del trapío, el poder, la bravura, la inspiración, la creación, la pureza. Un toro, un torero y el auténtico arte, el raro arte, el precioso arte de torear.

Pero si no, bien. Lo que importa es el rito, la corrida en sí, no esa epifanía que muy de cuando en vez ocurre. La razón es ella misma, la brega, la refrendación del misterio. La comunión en el sacrificio del animal sagrado. La representación de la vida, con su belleza, brutalidad, imprevisibilidad y fatalidad.

Cada día trae su afán, cada tarde su historia. El milagro es otra cosa... Un milagro.

miércoles, 26 de abril de 2017

PALOMO Y CALI - VIÑETA 196

Viñeta 196
Palomo y Cali
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 25 de abril 2017

El Cordobés y Palomo celebran el 31 de diciembre de 1970 en Cali. Foto: Plaza de Toros de Cali, Libro 40 Años.
Murió Sebastián Palomo Linares. Y murió con el corazón muy herido en un intento heroico de los cirujanos por salvarlo. Sus recientes imágenes inundan los medios. Son las de un apacible anciano con blanca melena y amplia sonrisa.

Pero hay otras imágenes. Las que ahora vuelven a la memoria de los viejos aficionados. Un joven delgado y vehemente, ataviado de blanco y plata que irrumpió como una tromba en ese toreo de los sesenta sojuzgado por El Cordobés.

Qué plaza no recuerda su lineal figura, su desparpajo, su alegre desafío. Cañaveralejo también. Vino a trece ferias, lidió treinta y cuatro corridas, cortó treinta y ocho orejas, le otorgaron tres veces el Trofeo Señor de los Cristales como triunfador, le indultaron al toro “Cimarrón”, santacoloma de González Piedrahita el 31 de diciembre de 1976, y le presentaron una bellísima joven, Marina Danko, que sería su esposa y madre de sus hijos.

Desde cuando debutó triunfalmente aquel 28 de diciembre del 69, (debió hacerlo dos años antes, pero una cornada previa se lo impidió siendo sustituido por “Antoñete”), comenzó a cimentar el “palomismo”. Una cauda de seguidores que alcanzaría visos de secta, encabezada por sus apologistas Eduardo de Bengoechea, José Pardo Llada y “El Gallego” Blanco. Una tercera fuerza que amenazó al establecimiento, el del cordobesismo y el caminismo. No se perdonaban nada. Así era la afición por acá.

El capote batallador, la muleta en redondo de rodillas, el repentismo, el desplante, la espada certera, la fiesta siempre y la regularidad del triunfo. Amor propio, valor y audacia fueron los pilares de su credo.

De sus corridas en Cali, la de los piedrasnegras mexicanos el primero de enero del setenta y dos, cuatro meses antes del rabo de “Cigarrón” en Las Ventas, es la que más me lo describe. Doblaba el sexto y él, abrumado por las apoteosis del colombiano Pepe Caceres, cuatro orejas e indulto, y el mexicano Eloy Cavazos, tres e indulto, debía irse a pie, derrotado. Entonces regaló el séptimo, se arrimó como un poseso y redondeó la historia. Palomo fue así.        

sábado, 22 de abril de 2017

BLOGUEROS - VIÑETA 195

Viñeta 195
Blogueros
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 18 de abril 2017

Si fuera solo por lo que pasa en el ruedo, la fiesta no existiría. Es la repercusión pública lo que le da vida, impacto en la cultura y trascendencia. El uno le cuenta al otro, este al de más allá, el hecho se generaliza y queda.

Hasta bien avanzado el siglo XX los únicos testigos y relatores de la corrida eran los espectadores presenciales. Del “tendido de los sastres” para fuera todos debían contar con sus historias improbables como el material de recuerdos, mitos y leyendas. 

Goya dibuja la muerte del alcalde de Torrejón entre los pitones de un toro saltado al tendido en la plaza de la Puerta de Alcalá (1801) y alguien escribe tras el cartón “Yo lo vi”. Había que mostrarlo.

Así, desde la arena, el toreo se proyectó al corrillo, al arte, a la prensa, la radio, la fotografía, el cine, la televisión, el vídeo, la Web y el tiempo real, ampliando su ámbito infinitamente. Incorporando un altavoz y un vocero nuevos; el blog y el bloguero, que vinieron a multiplicar el eco.

Estos no poseen la ubicuidad de los grandes medios, ni su costosa parafernalia, ni su ánimo de lucro, pero se les unen frente al auditorio global. Cuando no con sus propias nuevas, como pregones, opinando, analizando, reproduciendo, difundiendo, citando, enlazando y refiriendo gratuitamente sus prosélitos a las fuentes mayores. Beneficiándolas y beneficiando todo el sistema. 

Bien. Pero navegar con las velas desplegadas, llevando la bandera de la Fiesta no es precisamente un viaje de placer. La red es mar incierto. Mar de complejas leyes y letras menudas que varían de costa en costa limitando libertades. Mar de hondas aguas donde los pequeños barcos pueden también topar vientos contrarios, censuras, ataques virales y hackeos bajo la línea de flotación. 

Pese a todo la voluntaria flota crece reforzando y expandiendo las defensas de la sitiada tauromaquia, desde la cual, increíblemente, a veces también recibe fuego amigo.

viernes, 14 de abril de 2017

PARADIGMAS - VIÑETA 193

Viñeta 193
Paradigmas
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 4 de abril 2017


La historia del toreo es casi que una sucesión de biógrafas. El método de los historiadores ha sido ir siempre nombre tras nombre, hacia el profundo pasado y sus incógnitas.

Alguno como Cossío, tal vez el más connotado, quiso contenerlos a todos, trabajando en una época para la cual el computador no eran siquiera ciencia ficción. Admirable. O mejor, increíble su empeño en develar a través de las vicisitudes y hazañas de los toreros, las de toda la fiesta. Sus relaciones con la sociedad de cada período, su significado, su evolución, su toro, su público, sus transformaciones y sus por qué.

Todos, cuál más cual menos importantes para él. Trató de no ignorar ninguno. Quizá pensando cómo John Donne: “Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo”. Sí, pero los hubo, como los hay, más trascendentes que otros. La longitud del texto asignado lo indica. Y su sentimiento, como en el relato del “Espartero”, que dicen asignó al genial y por entonces necesitado poeta Miguel Hernández.

Del conjunto, destacan bastantes vidas memorables por diversos méritos. Virtudes personales: Arte, originalidad, genio, poderío, valor, donaire. Aportes a la tauromaquia: Escuela, invenciones, normas, libros, suertes, ornamentos, liturgia. Impacto social: Predicamento, arrobo, idolatría, éxito de taquillas, cosmopolitismo, política, leyenda. El martirologio es lista distinguidísima.

Pero en esa multitud de los que se pusieron por delante, los creadores de nuevos paradigmas, los auténticamente revolucionarios, los que cambiaron radicalmente la fiesta, muy pocos. No toreros de época, digo los que transformaron el sistema de creencias y valores, y se convirtieron en paradigmas para el futuro. Pocos. Muy pocos.

Sin ánimo de polemizar y ateniéndome a las escrituras. Pedro Romero, que aunó las experiencias del siglo de las luces fundando la corrida moderna y vertiéndola en el siglo XIX, a través de sus alumnos: “Desperdicios”, “Paquiro” y “Cúchares”, y Juan Belmonte, que inspirado en “El Sacristán” hizo lo propio cien años después alumbrando la tauromaquia presente. Quién sigue.     

martes, 11 de abril de 2017

EL TORO DEL GUERNICA - VIÑETA 194

Viñeta 194
El toro del Guernica
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 11 de abril 2017

Picasso 1937. Foto: http://www.ilustracionesgratis.com
Encampanado. Vuelto sobre sí mismo. Al claroscuro de la explosión y su propia sombra. Flanqueando la mujer que aúlla con el cadáver del hijo entre las manos. Casi pisando la cabeza y el brazo del descuartizado. El toro, a la derecha del caballo, domina el extremo del terrible mural desde hace ochenta años.

¿Por qué está allí? ¿Qué simboliza? ¿Qué quiso decir Picasso? El toro es un toro, el caballo es un caballo, son símbolos que quien contemple el cuadro deberá interpretar como los entienda, pero eso no es asunto mío, soy solo un pintor, sugirió en 1947.

Sí. La contemplación de una pintura es un hecho estético, un acto íntimo, personal. Cada cual puede relatar el suyo, incluso pretender imponerlo, pero si un cuadro necesitara explicación dejaría de ser un cuadro, alegó alguien. Gauguin, creo.

Sin embargo se puede opinar. Todos lo hacen y ahora con la proximidad del cumpleaños más. Yo también. Por qué no. Vi reproducciones desde niño. Estuve por primera vez frente a él en el Casón del Buen Retiro, antes de su traslado al Reina Sofía y luego directa e indirectamente muchas veces.

Conmovido siempre por ese todo, esa unidad abrumadora, y abismado por el toro (soy aficionado), pensando en su presencia recurrente por la obra del genio malagueño. Sintiendo que tenía que estar ahí. Solo él íntegro, invulnerable, altivo, desafiante. Prometiendo fecundidad, renacimiento en medio de la muerte.

Para mí, el Guernica sin él no hubiese sido. El caballo está malherido, el hombre, las mujeres y el paisaje destrozados. Solo el toro prevalece. ¿Podía ser distinto? Es Picasso, España, su historia, la tragedia, la hecatombe y la fuerza renovadora de la vida.

El pintor amaba las corridas y eso afectó su creación. Consciente o inconscientemente, como suceden las influencias en los artistas. En él es evidente. Hasta cartelista fue. Y seguramente coincidía con Ortega en que no se pude concebir a España sin el toro.

sábado, 8 de abril de 2017

EL CIVILIZADOR - VIÑETA 121

Viñeta 121

El civilizador
Por Jorge Arturo Díaz Reyes 29 de septiembre del 2015



¡Hosanna! ¡Hosanna! Aterrizó en Bogotá Leonardito Anselmi. El gran civilizador, juez de conciencias, vocero de animales, liberador argentino de Cataluña, y lo hizo, no en pelota y con el cuerpo pintarrajeado como es hábito entre sus fieles, sino ataviado con el manto de su infinita superioridad intelectual, cultural, moral y étnica. Benditos de nosotros pobres bárbaros.

Vino, con gastos pagos por supuesto, y viáticos y honorarios, imagino, como corresponde a un apóstol profesional de tan alta cotización.

¿El motivo de la egregia visita? Concelebrar con su primado Petro el bautizo de la consulta antitaurina. Consagrarla. ¡Malhaya! Consejo de Estado sapo que la pilló ilegal, abortó la fiesta y los dejó con los crespos hechos.

Pero no importa, ya estando aquí, entrados en gastos, pues a predicar, a pontificar, a desasnar indios, a redimirlos de sus estúpidas costumbres. Y como no podía ser menos, en El Tiempo, el periódico de mayor tirada y a toda página.

Traigo el mensaje –dijo con autoridad papal –Los toros no quieren ser torturados... Las corridas son un muerto en vida, sostenidas por el tubo de la corrupción... Hay un gran abanico de argumentos contra ellas –Pero, qué pesar, no quiso dar ninguno en su larga pastoral. Quizás compadecido con el poco entendimiento de la grey, se limitó a repetir las mismas imprecaciones que vociferan y garabatean sus energúmenos correligionarios en la calle.

En eso sí, se despachó con todo ¡Qué talento! Anacrónicos, medievales, torturadores, violentos, generadores de violencia, sin ilustración, contrarios al progreso moral, machistas, horrorosos, corruptores de niños y el peor de todos, para él que se proclama “amante de la democracia directa”, ¡minoritarios!.. Solo ocho de 226 países --Imaginen, y pensar que su “querido” catalán por ejemplo no se habla en ninguno, solo en una región ¿Y...?

--Colombia es un país que está luchando por evolucionar, con ejemplos como el de Bogotá –concedió (devolución de atenciones al espléndido anfitrión, claro) --En el Ecuador ganamos porque la gente no ve bien matar animales <<en público>>… Los antitaurinos decimos la verdad, el taurinismo está repleto de falacias –concluye y desafía --Estamos preparadísimos para ampliar el debate.

¿Cuál debate Leonardín? ¿El boquisucio intercambio de injurias? ¿El de la mentira y la verdad prejuzgadas? ¿El del inquisidor con los herejes? O el racional de los temas que convenientemente soslayas como:

Significado ritual de la corrida, su origen, su ética, su estética. Multiculturalidad. Lo inexorable de la muerte. Qué es la biología. Por qué toda especie para vivir mata. El derecho a existir como minoría social. Libertad de cultos y elección. Democracia real. Tu raro aserto “progreso moral”. Por qué asesinar oculto y con indefensión del animal es justo y matarlo en público, ceremonialmente, con reverencia y oportunidad de defensa no. ¿Son los países no taurinos menos violentos que los taurinos? ¿La violencia antitaurina verbal (como la tuya) y física (como la de tus conmilitones) es lícita? Por qué despreciar a España. Probar que al país de la monarquía ilustrada, en cuya época se estructuró la corrida moderna, no le llegó la ilustración como aseguras. El extinguir una especie para satisfacer una fobia... y otros más… es que no alcanza el papel.

En fin, para qué ofreces lo qué no puedes dar. Para qué te metes en camisa de once varas. Mejor sigue por ahí, pa´rriba y pa´bajo con tu modus vivendi, "civilizando" a quienes traguen tu monserga hipócrita, odiosa y vacía. Pero vete rápido por favor.

VERGÜENZA TORERA - VIÑETA 81


Vergüenza torera
Por Jorge Arturo Díaz Reyes 3 de febrero del 2015 Publicada por www.burladero.tv

“Un día de cólera” es otra versión de la desigual batalla librada el 2 de mayo de 1808 en las calles de Madrid.

Libro que arroja sus lectores en medio de los combates, el fragor, el olor, el color, el dolor, el horror, la cobardía, el valor, la vileza, la ferocidad, la razón y la sinrazón de la guerra. Sin excusa ni consideración. Sin moralismo ni partido. Sin metáfora ni adjetivo.

No es novela, no es ficción, ha insistido el autor. La narración, construida mediante investigación histórica y consulta de documentación "ingente", relaciona con rigor notarial sitios, nombres, horas, circunstancias, preguntando y contestando en sus 400 páginas el por qué.

El por qué mujeres, hombres, niños, ancianos, desorganizada y espontáneamente, atacaron a pecho descubierto, en  desventaja enorme, al ejército invasor e invicto de Napoleón, al mejor del mundo, mientras el propio, acuartelado, toleraba la hecatombe.

En la página 114, angustiada, Josefa Bayeu, esposa del pintor Goya, riñe al joven aprendiz León Ortega por querer lanzarse a la refriega, y le suplica.

--Tienes Madre, León.
–Y vergüenza torera, doña Josefa –contesta él saliendo navaja en mano a desjarretar caballería mameluca en la Puerta del Sol (155).

Esa misma respuesta, que trasciende al grito común: ¡Viva España Viva el Rey! Es la que salta una y otra vez de las acciónes, los diálogos y las descripciones. No recuerdo que Galdós u otro la hubiese mencionado antes.

Cronista de guerra, escritor copioso, algo hemingweyano, Arturo Pérez Reverte la reitera, recién impresa su obra, (diario El País de Madrid, el 1o de diciembre de 2007): "Primero es cólera pura; luego, cuando las cosas comienzan a ir mal, siguen peleando por vergüenza, vergüenza torera..."

Ni él ni sus personajes hallaron en el idioma una mejor mejor expresión para señalar lo que convirtió aquel arrebató colectivo en gesta.

Pero no es la única referencia taurina...  Un comandante quiere "tomar el toro por los cuernos"  y ordena la carga. Tomás Guervo herido “parece caballo de picador después que lo empitona el toro” (201). Ramona García, junto al cañón, fanfarronea pidiendo plumeros de gabachos (franceses) para hacerse un abanico e “ir el domingo a los toros” (244).

Pascual Iglesias se derrumba “como... un jarameño apuntillado” (263). Eusebio Alonso agonizando por un bayonetazo en la ingle dice: “Ésta es la del torero… La femoral… acuda usted mejor a quien pueda tener remedio...” (344).

Y "El banderillero Gabriel López", prisionero, a punto de ser fusilado en Príncipe Pío (cuadro de Goya), hace un último desplante "¿Tus oficiales? Esos, bien calientitos en sus cuarteles esperando que escampe" (375).

Sí, "vergüenza torera" no es la única invocación al toreo en esa epopeya, pero es crucial. Explica todo. El honor.