miércoles, 26 de abril de 2017

PALOMO Y CALI - VIÑETA 196

Viñeta 196
Palomo y Cali
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 25 de abril 2017

El Cordobés y Palomo celebran el 31 de diciembre de 1970 en Cali. Foto: Plaza de Toros de Cali, Libro 40 Años.
Murió Sebastián Palomo Linares. Y murió con el corazón muy herido en un intento heroico de los cirujanos por salvarlo. Sus recientes imágenes inundan los medios. Son las de un apacible anciano con blanca melena y amplia sonrisa.

Pero hay otras imágenes. Las que ahora vuelven a la memoria de los viejos aficionados. Un joven delgado y vehemente, ataviado de blanco y plata que irrumpió como una tromba en ese toreo de los sesenta sojuzgado por El Cordobés.

Qué plaza no recuerda su lineal figura, su desparpajo, su alegre desafío. Cañaveralejo también. Vino a trece ferias, lidió treinta y cuatro corridas, cortó treinta y ocho orejas, le otorgaron tres veces el Trofeo Señor de los Cristales como triunfador, le indultaron al toro “Cimarrón”, santacoloma de González Piedrahita el 31 de diciembre de 1976, y le presentaron una bellísima joven, Marina Danko, que sería su esposa y madre de sus hijos.

Desde cuando debutó triunfalmente aquel 28 de diciembre del 69, (debió hacerlo dos años antes, pero una cornada previa se lo impidió siendo sustituido por “Antoñete”), comenzó a cimentar el “palomismo”. Una cauda de seguidores que alcanzaría visos de secta, encabezada por sus apologistas Eduardo de Bengoechea, José Pardo Llada y “El Gallego” Blanco. Una tercera fuerza que amenazó al establecimiento, el del cordobesismo y el caminismo. No se perdonaban nada. Así era la afición por acá.

El capote batallador, la muleta en redondo de rodillas, el repentismo, el desplante, la espada certera, la fiesta siempre y la regularidad del triunfo. Amor propio, valor y audacia fueron los pilares de su credo.

De sus corridas en Cali, la de los piedrasnegras mexicanos el primero de enero del setenta y dos, cuatro meses antes del rabo de “Cigarrón” en Las Ventas, es la que más me lo describe. Doblaba el sexto y él, abrumado por las apoteosis del colombiano Pepe Caceres, cuatro orejas e indulto, y el mexicano Eloy Cavazos, tres e indulto, debía irse a pie, derrotado. Entonces regaló el séptimo, se arrimó como un poseso y redondeó la historia. Palomo fue así.        

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