VIÑETA 591
La coleta de Morante
Morante coleta en
mano. Foto: Las Ventas
El 12 de
octubre pasado, a las ocho y media de la noche, en los medios de unas Ventas,
repleta y desquiciada de ovaciones, José Antonio Morante de la Puebla, con 28
años de torero, se arrancó la coleta en llanto, exclamando: ¡No puedo más!
El toro desorejado
del triunfo, Tripulante; Garcigrande, colorado, bien cuatreño, de 554
kilos, astifino, le había cogido muy duro de salida. Sollozante, flanqueado por
sus hombres, mostrando la desgajada castañeta, caminó cabizbajo hacia las
tablas. Antes de llegar topó con Fernando Robleño, también despedido esa tarde,
quien lo abrazó con gesto fúnebre.
En un
instante la fiesta desaforada se había convertido en asombro, en pesar, en
duelo. Nadie lo esperaba. Minutos después, abajo en la sala de prensa,
“Barquerito”, ecuánime siempre, comenzó a teclear su crónica: “Morante se
corta la coleta en un clima apoteósico. Tras una faena magistral…, premiada
con las dos orejas, sorprende a todos con una decisión probablemente
premeditada”.
Sintetizaba
la escena culminante de toda la temporada (mundial). Sin importar que no
hubiese terminado la corrida, ni que al día siguiente hubiese una más en
Zaragoza, y seis días después otra en Jaén. Aquel nocturno y conmovedor acto final
de Madrid, fue el non plus ultra. Los
titulares también sollozaron.
Zabala de
la Serna en El Mundo: Adiós del más grande por la Puerta Grande más triste.
Patricia Prudencio: Entrega el alma y
toca el cielo a hombros en la tarde en que se corta la coleta. Álvaro
Rodríguez del Moral: Se ha cortado la coleta inesperadamente en la plaza de
Las Ventas, bañado en lágrimas, en una tarde pletórica…
Y por su
parte, no pocos aficionados (morantistas devotos), como tantos otros en la
historia, repitieron el conocido plañir: “Se ha ido el último torero, no
volvemos”. Todo un drama romántico, intenso, sentimental…, quizá cursi para
cualquier no iniciado en las abismales pasiones del toreo. Pero días después,
Morante volvería a sorprender: “No me corté la coleta, me la quité”.
Y hoy, a
dos meses del acontecimiento (“probablemente premeditado”), los
empresarios, que comienzan a rematar carteles de ferias para el año entrante, dicen
buscar y exigir su regreso... Ilusión.
Contrario a
lo que exclamó en Las Ventas cuando se quitó el añadido, ¿sí podrá más? ¿Podrá volver
a colocárselo, ir a la plaza y lograr la reconversión de los aficionados que
anunciaron el fin de su afición aquella reciente, triunfal y triste noche?
Son públicos
sus padecimientos. ¿Podrá? ¿Tendrían que ser eternos los artistas, para que
nadie dejara de amar el arte?






