VIÑETA 520
Ambos de connotados autores judíos. Uno, el filósofo pragmático australiano Peter Singer, precursor del “Derecho animal” y partidario hasta de la zoofilia, siempre y cuando exista “mutua satisfacción” y no conlleve “crueldad”. El otro, de la filósofa norteamericana Martha Nussbaum, centrada en asuntos morales y jurídicos, “repugnancia, vergüenza y ley”, así como en “la vida interior y los deseos” de los animales.
El artículo de
Barber, ecuánime, documenta datos, descubre coincidencias y contradicciones en
el tratamiento del tema entre los dos pensadores y activistas de la misma causa,
y entre la causa misma y la cultura cimentada en los conceptos: aristotélicos, estoicos
y religiosos, que otorgan dignidad única a los humanos.
A esta idea de “valor inherente”, “dignidad intrínseca” que explica
por qué está bien comerse un lechón, pero no un bebé, alega Singer: “especismo” o
“sesgo a favor de los intereses de los miembros de la propia especie”, igual
que el racismo y el sexismo. Sin embargo, no se opone a matar mosquitos (si se
hace rápidamente), ni a utilizar animales para investigaciones científicas, ni
a comer carne si de ello pende la vida.
En Estados
Unidos, donde las corridas de toros están prohibidas, apenas el 4% de la
población es vegetariana. Pero quince millones de animales se usan en
experimentación biológica y se contribuye en gran proporción a matar los otros ochenta
y tres mil millones de indefensos al año para consumo humano en el mundo.
Además, es
imposible allí solicitar al sistema de justicia que se ocupe del sufrimiento de
los cerdos y otros animales de producción industrial. Pues todos ellos son
propiedad y la propiedad no permite llevar el dueño a los tribunales.
Según Nussbaum (reconocida
comedora de pescado), el modelo filosófico ideal para los derechos de los
animales debería incluir también a los salvajes (fieras) los cuales, ante
su incapacidad de expresar sus opiniones a un abogado, podrían estar representados
por un fiduciario.
En fin, glosa
Barber estos y otros muchos planteamientos filosóficos: “Si los animales
merecieran la misma consideración que los humanos, entonces nos encontraríamos
en un mundo en el que miles de millones de personas vivirían vidas horribles,
casi inimaginablemente horribles...” Que de hecho las hay, y las hubo muchas.
“Poner fin al
sufrimiento de los animales salvajes es ridículamente difícil”, una gacela destrozada
por un león, un salmón por un oso, una foca por un tiburón… “(nuestros
esfuerzos por acabar con el sufrimiento humano tampoco nos recomiendan
exactamente para la tarea)”.
Cierto, sinceramente cierto, la biología es así, el
mundo es así. Pero mejor lean el articulo completo: “¿Qué significaría tratar a
los animales de manera justa?” y si son “animalistas” carnívoros, enemigos del
culto al toro (tauromaquia), los dos libros completos les vendrán como pedrada
en ojo tuerto.
Filosofía
para hipócritas
Cría industrial de cerdos.
Foto: Bio Diversidad
Anteayer Elizabeth
Barber, en la Revista The New Yorker, examinó dos libros, que sin mencionarla
tocan la legitimidad ética del toreo: “Liberación animal ya” y “Justicia para
los animales”. Ambos de connotados autores judíos. Uno, el filósofo pragmático australiano Peter Singer, precursor del “Derecho animal” y partidario hasta de la zoofilia, siempre y cuando exista “mutua satisfacción” y no conlleve “crueldad”. El otro, de la filósofa norteamericana Martha Nussbaum, centrada en asuntos morales y jurídicos, “repugnancia, vergüenza y ley”, así como en “la vida interior y los deseos” de los animales.
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