Viñeta 242
Al otro ruedo
Por
Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 20 de enero 2018
"Lancero" indultado. Foto: Jorge Arturo Díaz Reyes, |
Cerró la temporada colombiana el domingo pasado, en la
Santamaría. Era ya noche, hacía frío. Los toreros, ambos triunfadores sin
triunfo, abandonaron la plaza. Primero El Juli en ambulancia y luego, tras
lidiar solitario los dos últimos toros, Luis Bolívar muy serio abriéndose paso
entre la multitud que se agolpaba frente a la puerta de cuadrillas.
En el patio de caballos, me despedí de Felipe Negret,
quien tenía un aire distendido, de misión cumplida. Bajé hacia el hotel Ibis a
esperar que una vez levantado el cerco de seguridad el taxi pudiera recogerme
para ir al aeropuerto y tomar el vuelo de las nueve y veinticinco a Cali. En el
lobby, gente de toros muy animada y algunos turistas no taurinos que observaban
curiosos desde las poltronas ese pintoresco espectáculo no incluido en el tour.
Entre saludos, comentarios y adioses era difícil
pensar en las muchas cosas en que había que pensar. La intensa corrida que
acababa de vivir, la feria bogotana completa con sus seis festejos, todo el circuito
nacional, desde la prefería en Manizales…, muchas cosas.
Ya en el avión, cavilando entre dos señoras
adormiladas, me dije que quizás lo más importante había sido que Bogotá pudo
dar otra vez corridas, las de “La Libertad”. No en libertad cierto, pues esta
como el embarazo es total o no es, pero las dio. Pese y gracias al eficaz
dispositivo policial que contuvo la marea de odio a cuadras de la plaza.
No hubo barbarie, agresiones físicas ni tragedias. No porque
no hubiese intenciones, que las hubo, que las hay, sino porque las fuerzas del orden,
mantuvieron el orden. Ese acuerdo elemental, casi zoológico, de la civilización;
“mi libertad llega hasta donde comienza la de los demás”. Cuanta vergüenza y
dolor señor alcalde nos habríamos ahorrados de haberlo recordado hace un año
como se lo recordamos.
Se acabó la temporada, sí, y durante los próximos
meses el toro ya no luchará honorablemente, cara a cara por su vida en este
ruedo sagrado, quedará expuesto, pasivo, inconsulto en otro ruedo más prosaico,
el político, a la exterminación (legislativa) de su especie.
Un ruedo muy hostil dónde, por ejemplo, la mayoría de
los candidatos a la presidencia de la república se han declarado prohibicionistas.
Hasta el converso antitaurino del partido liberal (el de las libertades).
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