El toreo ninguneado en Cali
Por Jorge Arturo Díaz
Reyes 31 de diciembre del 2014
No conozco los jurados del trofeo Señor de
los Cristales. Ni quiero conocerlos. No firman. No dan la cara. Serán seguramente
“notables” aficionados, periodistas quizás, taurineros vocacionales, o todas las anteriores. Me importa un pito qué
sean.
Pero lo que vienen haciendo los últimos años con
la asignación del premio, que lleva el nombre de Jesucristo, y el emblema de la
ciudad es blasfemo, ignominioso e insultante.
En esta edición 2014 se lo han asestado a Diego Ventura, el rejoneador, de los
dos, que anduvo más “cumplidor”. Pero es evidente que lo han hecho, más que para
lambonear al portugués, para ignorar a todos los demás matadores a pie y negárselo a su real ganador (por cuarta vez) Luis Bolívar. Quien lo mereció con
tres grades faenas, una de ellas rematada, recibiendo, con la mejor
estocada del ciclo.
El desacreditado galardón que manejan estos ocultos
personajes como su real gana les dicta, cambiando cada año las condiciones del
juego a conveniencia, lo han otorgado por mucho tiempo, indistintamente a la
mejor faena y la mejor actuación de conjunto en la feria. Según les nazca
Casi siempre a matadores de a pie, la versión
clásica, la de Ronda, la de la tauromaquia que no enfrenta toros desmochados, y que los mata
cara a cara en condiciones de igualdad, uno contra uno. Para las otras categorías,
también validas; novilleros, picadores, banderilleros y por supuesto rejoneadores,
hay otros premios especiales.
Pero desde hace dos años cuando se lo endilgaron
a Pablo Hermoso (para que volviera), usan el criterio de meterlos a todos en
el mismo sombrero y seleccionar a gusto. Un exabrupto inmenso que desnuda la ignorancia
del jurado, su maniobrerismo y desvergüenza. Cada triunfador debería ser premiado
en su categoría. Lo contrario es como dar el balón de oro de la FIFA a un
basquetbolista.
Esta inventada revoltura de peras con manzanas, en la
que se basa la decisión absurda, no le agrega un ápice de gloría al extraordinario
jinete, a quien, si necesitaban, le podrían haber asignado uno con la debida aclaración
“mejor rejoneador”, pero sí ofende al espada despojado y a los otros ninguneados.
Según van las cosas, llegará el momento en que
ganar el Señor de los Cristales será peor que no ganarlo. Como decía “El Gallo” (Joselito) refiriéndose a las orejas regaladas en una gran ciudad española (todavía),
donde los fariseos han prohibido la fiesta.
No pude ver para juzgar, pero hay alineacion en que no se debe comparar dos labores tan disímiles, torear a caballo a un toro manipulado no tiene el mismo reglaje que enfrentar a pie a un toro, si no en puntas al menos no tan desmochado. Flaco favor se le hace a la fiesta si se revuelven los meritos logrados en el ruedo con las maniobras de mercadeo.
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