!Ocho veces mansa¡
Por Jorge Arturo Díaz
Reyes 10 de diciembre del 2014
Enero 31 de 2005. Soleada tarde ferial. Callejón de
Cañaveralejo. Me cruzo con Luis Fernando, hijo del desaparecido
ganadero y empresario Eduardo
Estela.
--¿Por qué nos tratas así? --Me dice medio en chanza.
--Porque la corrida fue mansa.--Sí, fue mansa- ¡Pero escribiste ocho veces mansa en tu crónica del Tiempo!
--¿Verdad? No las conté, dicto por teléfono y no la he leído.
--Aquí está, mira --y me muestra el periódico.
--Bueno --aduje --pude redundar, pero no exageré ¿Cierto?
Sin rencores, continuamos amigos. Al fin y al cabo la pobre redacción es perdonable. No así
el engaño.
Menos,
cuando sus
lisonjas, eufemismos, medias verdades,
tergiversaciones, propagandas disfrazadas de crítica o noticia, van como letras de cambio. Pandemia
del periodismo
general, que quizás en su especialidad taurina resulte menos
grave, aunque no menos ruin.
La crónica de toros, nació con la corrida moderna. No por casualidad sus precursores, los
tres hermanos Romero; José, Antonio y Pedro, rondeños, nietos de Francisco (inventor de la
muleta, dicen),
fueron
los matadores aquella tarde madrileña de 1793, tema de la primera publicada (la de “Un Curioso”).
Luego, crecieron y
se multiplicaron juntas contrayendo los mismos
males. Uno de los más,
ese, la impostura.
Clarito, que redactaba mejor, la ilustra perfecto en la página 387
de sus “Memorias”, evocando
un incidente
acaecido cuando Pablo Martínez “Chopera” celebraba
en el restaurante Zarauz de Madrid la
exclusiva para 1963 firmada con El
Cordobés,
novillero fenómeno de taquillas, y la cual incluía su alternativa...
--Este señor –dijo Sánchez Mejías (hijo) a El Cordobés por vía de mi cuarta o
quinta presentación— es el que ha escrito el artículo de El Ruedo.
--No bueno para usted –objeté pudorosamente.--Sí sentenció--, porque se ve que no es usted de los que yo pago.
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