lunes, 4 de diciembre de 2023

SABES QUE TE VAS A MORIR... - VIÑETA 518

 
VIÑETA 518
 Sabes que te vas a morir…
Jorge Arturo Díaz Reyes 4 XII 2023 
Verónica de Curro Romero. Pintura. Foto: www.platayoro.com

Hace tres días, cumplió años Curro. Noventa insoslayables. La prensa, las redes, la afición lo han evocado multitudinariamente. Vida y obra, hombre y torero, genio y figura. Fechas, datos, hechos. Cada uno su Curro, tu Curro, mi Curro. El que han percibido directa o indirectamente. Entre la idolatría, no pocos regodeados más en los oscuros que en los claros del cliché que flota en el imaginario colectivo.
 
Las “espantadas”, lugar común en las semblanzas. “Mañana vendrá a verte tu madre…”, “Artista en esquivar almohadillas…” El apresamiento en Madrid por negarse a matar un toro. Su estoque incierto. ¿Fue acaso un cobarde?
 
--Di algo Curro, di algo…
--¿Pero yo que voy a decir?
--Me sonreía y ya está.
--La timidez mía es de Romero, de mi padre... Siempre he sido de muy pocas palabras.
 
Pocas, pero suficientes para llenar esas casi cuatrocientas páginas autobiográficas, que le dictó a Antonio Burgos. Ese largometraje: “Curro Romero maestro del tiempo” (hora y media) de hace dos años, y otros documentos en los que se ha retratado tan desnudamente como en sus muchas lidias.
 
Creo que soy valiente, pues con el miedo que paso, soy capaz de vestirme de torero, ir a la plaza, y a veces hasta de estar bien”. Sincero siempre, modesto siempre, parco siempre. Dentro y fuera del ruedo. No ha podido ni ha querido mentir, darse importancia. Así ha sido, así ha oficiado, así ha vivido. Así lo expresa. El toreo es miedo, valor, triunfo, fracaso. El toro a veces gana. Porqué disimularlo. ¿Cuál cobardía?
 
Esa transparencia, esa vulnerabilidad, esa falibilidad humana contrastando con sus creaciones sublimes, ha sido la dura piedra sobre la cual el currismo ha levantado su iglesia, su sufrimiento, su gozo, su fidelidad.
 
Creo que donde de verdad me siento es con el capote…, el capote pequeño, las manos cerca de la esclavina, la distancia justa, (cada toro tiene la suya). El pecho por delante, hundido en las piernas, cargando la suerte, graduando la velocidad, acompasando los brazos y la cintura, yendo tras la embestida, toreando con todo el cuerpo, muchas veces. No siempre se logra, pero es magnífico cuando surge la pureza.” (La verónica según Curro Romero, Todas las suertes por sus maestros, José Luis Ramón). 
 
Lo que hace Curro con el toro, no lo hace nadie sin el toro” señaló José María Recondo hace años en San Sebastián. Cinco puertas del príncipe en Sevilla, siete grandes en Madrid. Y una vez, en el hotel Alfonso XIII, Antonio Ordóñez quejándose a Manolo Vásquez tras una corrida con un Curro deslumbrante: “Bueno Manolo ¿es que tú y yo no sabemos torear con el capote?”.
 
Yo también tengo mi Curro. Cómo tantos, he estado en ocasiones cerca de él, reverentemente, sin atreverme a importunarlo. Le he visto torear en Colombia primero y luego en España. Debutando en Cali el 29 de diciembre de 1964 con toros de Fuentelapeña, junto a Pedrés y El Cordobés, (que arrasó aquella tarde). Fueron tres sus corridas en esa feria. La última el primero de enero cortando una oreja igual que Pepe Cáceres y Paco Camino. Y antes, en Manizales, enero 29 del 61 con toros de Juan Pedro Domecq, cuando inspirara ese titular del diario “La Patria” cuyo recorté guardo por ahí: “De hoy en adelante, las verónicas no se llamarán verónicas sino romerinas”.
 
Niño sin estudios, torero lóngevo, viejo semidiós. Glosa sin saberlo quizá a Epicuro y Schopenhauer, discurriendo lenta y humildemente ante la cámara: “Lo que ha pasado ya pasó. La soledad no me cuesta, no me peleo con ella… Sabes que te tienes que morir, ya lo sabes, pa´qué vas a pensar en eso... Pero quisiera ser eterno para reirme”.

lunes, 20 de noviembre de 2023

¿EXISTIÓ BELMONTE? - VIÑETA 517

  VIÑETA 517
 ¿Existió Belmonte?
Jorge Arturo Díaz Reyes 20 X 2023 
Juan Belmonte García. Revista: Fiesta española 
 
¿Fue acaso el mismo que las crónicas, la tradición, la historia, nos han puesto en la imaginación? ¿Existió ese “Belmonte”, otro del Juan Belmonte García, de carne y hueso?
 
¿Existió El Pasmo de Triana, El Terremoto? El que toreando así no podía vivir tanto. “El triunfador del mundo y de sí mismo, que al borde —un día y otro— del abismo, supo asomarse impávido y sereno”. Como lo cantó Gerardo Diego.
 
El desprovisto, feo, debilucho, que aprendió los terrenos lidiando sementales en tinieblas. Para luego de su alternativa-petardo, ir a subvertir el orden, confrontando al dinástico Joselito, “Rey de los toreros”, cumbre de lo conocido, y a sostener con él ese duelo mortal, “Edad de oro”. Tránsito del romanticismo a la modernidad, que ya ocurría en la literatura, el arte, la ciencia, la técnica, la cultura toda.
 
¿Existió ese patético revolucionario que elevó el toreo de los pies a los brazos, del corazón a la cabeza, del verso a la estrofa, del combate al arte? El que derrotado y humillado en Madrid aquella tarde legendaria de 1917, salió del fondo de su vergüenza, peguntándose ¿Pero es que no soy nadie? A oficiar “con toda el alma” esa faena fundamental del parar, templar, mandar, ligar y cargar. Esa que dicen cambió la tauromaquia de una vez por todas...
 
Replanteando la doctrina y la liturgia. Prolongando la faena, la permanencia, la quietud y el riesgo en pro de la belleza y la emoción. Haciendo que durante la cruenta “Edad de plata” sus apóstoles murieran a montón tratando de hacer lo mismo. Siniestralidad y estética que obligaron a “ennoblecer“ (genéticamente) al toro.
 
¿Será cierto? ¿Existió ese torero lector tal como se auto relató a Chaves Nogales tres décadas antes de matarse? Aquel sepultado a regañadientes bajo la escueta lápida de suicida, en el católico cementerio de San Fernando. Muy a la vuelta (detrás) del regio mausoleo de su rival.
 
Ese de la cicatrizada cara y la triste sonrisa prognática. Ese del retrato de Zuloaga, la estatua de Triana, el pasodoble de Sánchez Jiménez, la infinidad de fotos, dibujos, películas, cuentos, ensayos, libros, ditirambos, invenciones. Ese que desentrañó el rito: “Hacemos a un toro en veinte minutos lo que la vida hace con nosotros”. Y otras tantas cosas que se le atribuyen. Ese, del que dijo Hemingway: “Es el hombre que mejor conoce su oficio”, y del que después, cuando idolatrado, pero sin amor feliz se pegó un tiro, agregó: “hizo bien”.
 
¿Existió el sempiterno citado, el constante imitado? El de la evocación trágica, la media belmontina, el molinete belmontino, el natural belmontino, el toreo belmontino...
 
¿Fue? O nos habita una ficción, una leyenda. Un mito, en el que queremos creer, porque necesitamos creer. Y como con tantos otros (mitos), de no haber existido tendríamos que haberlo inventado.

lunes, 13 de noviembre de 2023

MITO, RITO Y DETRITO - VIÑETA 516

 
VIÑETA 516

Mito, rito y detrito
Jorge Arturo Díaz Reyes 13 X 2023

Toro de lidia,
río terrible
que llega del fondo de los siglos
arrastrando vaticinios y cultos.
(Jean Cocteau)  

Minotauro. Alfarería griega
El hombre se desanimalizó cuando pensó. Cuando consciente de sí mismo y del entorno, se puso aparte preguntándose y preguntando. Pero su razón, incapaz de hallar contestación a la enormidad de misterios y angustias que le asediaban, fue salvada de la locura por la imaginación. “En los momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento”, decía Einstein.
 
Ser social, compartió las ilusiones, asociaciones, símbolos, representaciones, modelos con que se respondía, mitigaba temores, deseos, incertidumbres y trataba de contener la bestia (interna). Mito. Imaginario común, que cohesiona, identifica, cuida, ubica el rebaño en la inmensidad del tiempo, el espacio y la contingencia.
 
Aquí estamos, esto somos, en esto creemos, así hemos vivido y así vivimos. No hubo ni hay cultura sin mitología. La mitogenia es carácter exclusivo, determinante y vital de la especie Sapien sapiens. ¿Qué es lenguaje, literatura, arte, saber con sus verdades convenidas, sino mitología? La novela explica lo que la historia y la ciencia no pueden, señalaba Milán Kundera.
 
Hoy, la globalización y la digitalización amenazan sumergir esas mitologías identitarias, bajo el tsunami continuo de imágenes, datos y estímulos fugaces. Sin reemplazarlas por un gran relato universal. ¿O sí? No. No es otra vez la utopía de la “aldea global” paradisiaca. Es quizá el cementerio post apocalíptico de los mitos que sacaron al hombre de la zoología.
 
Valores, gustos, moral, modos, iconos… hundidos en el diluvio vertiginoso de la red. Vertedero de culturas que se formaron con ellos. La eternidad, el universo, ahora tienen límites. La muerte no existe. Solo el espiral narcotizante del presente virtual.
 
Uno de los más antiguos mitos, sino el más, en África, Asía y Europa, migrado luego a América, es el del toro, la tauromaquia, la Fiesta, la corrida, su rito, alegoría profunda del sitio y relación del hombre con la naturaleza, la vida y la muerte. Hoy, arrinconado progresivamente a unos cuantos países. Combatido fuera y dentro por los que lo ignoran y rechazan, y los que intentan desvirtuarlo y venderlo como espectáculo de vacua diversión.
 
Su estética, su ética, sus héroes, sus hazañas pierden credibilidad, validez, mensaje y ejemplo para el enorme rebaño absorto en las pantallas que le transmiten edulcorado el horror de sí mismo y un futuro posible despojado de las certezas que lo humanizaron. Proclive a delegar su raciocinio y su moral en las máquinas (IA). Lelo ante su reanimalización inconsciente. Detrito de una manada impía, sin mitos ni rituales a la que solo escandalizó el toreo.

 

lunes, 6 de noviembre de 2023

LA FAMA CLIC - VIÑETA 515

 
VIÑETA 515

 La fama clic
Jorge Arturo Díaz Reyes 6 X 2023 
Ovación en Las Ventas. Foto: Las Ventas

Ser famoso en Suramérica no es dejar de ser un desconocido”. Decía Paul Groussac burlándose de sí mismo. Un inmigrante que “veía su destino como frustrado: él hubiera querido ser un gran escritor francés, y llegó a ser un escritor, digamos célebre, aquí”.  Lo recordaba Borges, al final de su vida entrevistado por Osvaldo Ferri.
 
Y lo hacía sin acritud. Borges lo admiraba. Escribió su obituario, le citó no pocas veces a lo largo de su obra y se preciaba de sus coincidencias. Ambos, escritores laureados, ciegos al final de su vida, directores a su turno de la Biblioteca Nacional Argentina…
 
Bueno, pero aquella ironía groussaquiana de hace un siglo, cuando la migración iba en contrario, ya no tiene la misma validez. Y no solo para la literatura; para casi toda dedicación. Hoy, en la era de las redes, la selfie y el like. Cuando la vida se ha tornado una sucesión de instantáneas públicas, cualquiera, desde cualquier sitio (incluido Suramérica), puede alcanzar con cualquier ocurrencia la enorme celebridad de un “influencer”, que así sea fugaz, nunca fue imaginada por Groussac.
 
El toreo, es excepción. Se resiste. Ser “figura” en América, Francia o Portugal, incluso en la mayoría de las plazas españolas no es aún dejar de ser un ignorado. La bendición de Madrid sigue siendo condición de santidad.
 
Sin embargo, también allí, en Las Ventas, en su incierta dureza, pesa la época. El toreo que siempre ha reflejado la suya lo acusa. Tanto, que a veces ya ni siquiera es indispensable torear para ser entronizado. Sí, sin torear, perdónenme. Ya no se impone ligar la lidia total del toro-toro, oficiarla de principio a fin, bajo exigencia canónica, la faena como unidad estética y ritual, sacramento de la Fiesta. Ni hacerlo con fidelidad por años.
 
No. A veces basta con un pastueño, blando, corniapretadito (que ayude). Algo de pose personal en la composición de imágenes inconexas (“de pellizco”), de parón, una por aquí otra por allá, entre carrerita y carrerita. Un fierrazo cómo y por donde caiga. Un público divertido. Una presidencia condescendiente. Un ventarrón de titulares aromáticos. Unas fotos oportunas y… listo.
 
Es la nueva fórmula. Más perfomance que verdad. Por supuesto no solo en el toreo. Igual o más, en las otras artes, el comercio, la política, las profesiones, y hasta la ciencia. La virtualidad, la impostura, las “fake news” marcan el espíritu del tiempo y el camino de la fama, clic al éxito.

lunes, 30 de octubre de 2023

INTELIGENCIA ARTIFICIAL - VIÑETA 514

 VIÑETA 514
 
 Inteligencia artificial
Jorge Arturo Díaz Reyes 30 X 2023 
Fotograma: OneToro
En Iñaquito, las corridas eran a las doce. Promediaban los ochenta. Víctor Méndez, tabaco y oro, sudoroso, congestionado bajo ese sol vertical ecuatoriano, pasaba trabajos con un marrajo.
 
El inolvidable Gonzalito, con las espadas en la mano y la toalla en el hombro le seguía por el callejón muy preocupado, sin parar de darle consejos que parecían órdenes. ¡Tócalo… Cámbialo… Piérdele un paso! Y el portugués, apremiado por el calor, el público impaciente y las tarascadas del toro, no atinó sino a decir sin mirarlo: Qué bien se torea desde allí Gonzalito.
 
Bueno, la corrida, metáfora de tantas cosas, también lo ha sido (proféticamente) de la Inteligencia artificial (IA). Ingenio que tiene sorprendido y alarmado al mundo. Máquinas que piensan, actúan, raciocinan, deciden y se comportan como humanos.
 
Capaces de crear arte, literatura, ciencia, técnica, medicina, economía, urbanismo, industria, política, estrategia y acción militar… Incursionando en la intimidad, afectando la cotidianidad, la libertad, la dignidad. En fin, toda la condición humana. La ciencia ficción se hizo realidad otra vez. Aquí está. ¡Cuidado! La cosa va en serio. Ya hay hasta seis leyes defensivas de robótica propuestas por el Parlamento Europeo.
 
Cierto, aunque la IA solo es otra herramienta más, creada por el hombre (y la mujer). Heredera del hacha de piedra, la palanca, la rueda y como ellas exenta de moral, hecha para obedecer no para mandar, para ser decidida no para decidir, para ser usada no para usar. Sin embargo, esta puede hacer todo lo contrario. De ahí el miedo…, a ser usados por esos aparatos desalmados. Miedo fundado, pues así los políticos, con o sin nuestro voto, nos hayan habituado a ello el cibergobierno podría ser peor, dicen.
 
Pero volvamos a la plaza, crisol de tantas alegorías, y de esta en particular. El viejo intento de torear sin torear, manejando el torero a distancia. No solo desde los burladeros y el callejón (su cuadrilla), sino desde los tendidos: ¡Crúzate… arrímate… dale distancia… baja la mano… súbela… no, así nooo…!
 
Bueno, de hecho, ya se han hecho intentos de poner eso a tono con los tiempos que corren. Hace cuatro años, Marta García informaba en “El Confidencial”: “Toros a fuerza de algoritmo: así preparan la corrida perfecta”. Juan Pedro Domecq dio la enorme base de datos de su ganadería al físico Nicolas Franco “Bravo data base” con el objeto de anticipar el comportamiento de los toros.
 
Pero no ha sido suficiente. Habría que ser más ambiciosos. Esto da para todo. Por ejemplo, un computador, (uno portátil o un celular), que conectado a cámaras y altavoces observara la faena y la teledirigiera inteligentemente. O mejor aún, reemplazar toro y torero con robots. Programados el uno para solo embestir pastueño y el otro para solo hacerle cosas bien bonitas.
 
¡Qué maravilla! Eliminaríamos la detestada lidia, el riesgo y el susto. ¡Pura belleza! Las faenas todas de orejas y rabo (artificiales claro) y las ovaciones y las apoteosis también debidamente programadas. Y se reemplazaría la conflictiva presidencia humana.
 
Además, de aprobarse la ley 3 de la propuesta parlamentaria europea: “No podrán generarse relaciones emocionales” (con la IA). Desaparecerían las broncas, todo sería oles y felicidad virtuales, pues entraríamos a la corrida debidamente programados para divertirnos, fin único de la fiesta (canon actual). Y los sabihondos a quienes de todas maneras habría que reconocer su mérito de precursores en la teledirección inteligente, no tendrían nada que gritar.
 
La perfección. Lo único malo creo, sería que no desaparecerían los antitaurinos animalistas. Porque seguro se harían antitaurinos robotistas.
 

lunes, 23 de octubre de 2023

MARCO PÉREZ - VIÑETA 513

 
VIÑETA 513
 
Marco Pérez
Jorge Arturo Díaz Reyes 23 X 2023 
Marco Pérez a hombros de figuras, Manizales enero 2022. Foto: Camilo Díaz
Salía Belmonte como espectador de la plaza de Córdoba y le preguntaron qué opinaba del nuevo fenómeno y contestó: “Que debutó con caballos, llenó la plaza y cobró cuarenta mil duros, qué más puedo decir”. Era Manuel Benítez “El Cordobés”. Luego pasó lo que pasó.
 
Marco Pérez, debutó solo, con caballos hace ocho días en Istres (Francia). Llenó la plaza y no sé cuánto cobró, pero se fue a hombros con tres orejas de cuatro misericordiosos utreros, casi erales de Gallón y con todo el bullicio mediático tras él. Solo Antonio Lorca se atrevió a titular en El País: “Discreto debut”.
 
Anteayer, debutó en España. Arenas de San Pedro, corrida mixta, con figuras, y ya con solo tres cuartos de entrada, Talavante una oreja, Perera ovacionado y él, de nuevo a hombros con tres orejas de dos novillos de El Pilar sin edad ni peso publicados. Triunfal barullo periodístico. Nadie arriesgó una glosa.
 
Tengo fresca en mi memoria su imagen pueril, a hombros de César Rincón, El Juli, Enrique Ponce, Roca Rey, Emilio de Justo, Juan Ortega, José Arcila… tras el festival nocturno de Manizales (Colombia), el siete de enero de 2022, casi dos años ha. Tenía, catorce, ahora dieciséis.
 
Bueno, era imposible obviar que algunos de quienes le cargaban entonces, también fueron niños toreros y novilleros de impacto. Unos con más impulso de sistema y prensa que otros, pero casi todos después, figuras del toreo. Qué honor. Le había cortado dos orejas a un eral de Ernesto Gutiérrez. Todo el mundo se hacía lenguas. Todo tan bonito, todo tan fácil, todo tan enternecedor. Y tan ilusionante, la eterna primavera del toreo que siempre anuncia nuevos brotes en reemplazo de los marchitos.
 
De ilusiones así está llena la historia. Claro que con reclamos diferentes. El “más cornadas da el hambre” de El Espartero”. Joselito (El Gallo) exigiendo como novillero una corrida de toros para debutar en Madrid. El Guerra alertando los públicos: “Vayan a verlo (al joven Belmonte), pues así no se puede torear y vivir mucho tiempo. Los caídos y sobrevivientes del “Valle del terror”, El Cordobés, entre ellos…
 
Y bueno, en esta dura profesión del riesgo, el miedo y la muerte… 1987, Joselito Arroyo ensartado del cuello y arrastrado en Las Ventas por “Limonero” de Peñajara (700 kilos)… La formación sobreprotegida y complaciente, puede llevar a la blandura, el aburguesamiento y la vulnerabilidad. Las adulaciones, el aplauso fácil, la gloria exprés, traer consigo el hastío y la vanidad fatua. —No importa, hay que cuidarlo, la fiesta lo necesita —he oído.
 
Para verdades el tiempo. Quizá Marco con sus graciosas maneras infantiles y sus mentores, terminen refutando la historia. Cambian tanto los modos.
 
Por mi parte, sigo creyendo que el camino de los mitos toreros, ha sido el de la exigencia, el rigor y la dificultad. Lo demás, puede rendir unas temporadas, pero difícilmente arraigar en esa profunda oquedad subconsciente de las masas y las generaciones.
 

lunes, 18 de septiembre de 2023

DE CASTILLA A CASTILLA - VIÑETA 512

 
VIÑETA 512
 
De Castilla a Castilla
Jorge Arturo Díaz Reyes 18 IX 2023 
Juan de Castilla en Las Ventas. Fotograma: OneToro TV

Hay un trecho largo del popular barrio Castilla de Medellín, al centro de la Castilla histórica, mar de por medio. Pero, para un joven torero que busca confirmarse allí, ese trecho es más largo y tortuoso y ese mar es más hondo y azaroso. Ayer Juan lo completó.
 
En verdad, no lo esperaba mucha gente allá. En la televisión, sí. Cuando le cedieron los trastos, fue al micrófono y dijo: “Por mis viejos que están tan lejos, pero me han dado el motor para llegar hasta aquí”.
 
“Tronador II”, cuatreño, cárdeno, buenmozo de amplia cuna, con el aristocrático hierro “Pablo Romero” a cuestas, lo miraba desde los medios, ajeno a sentimentalismos, palabras y dramas íntimos. Lo que quería era pelea. Pero ya se había visto que traía más ganas que fuerza para darla. Cayó y cayó en los primeros tercios. El publico protestó y protestó, y don Ignacio Sanjuán Rodríguez, repantigado en su elevado palco, lo ignoró y lo ignoró. Como hizo toda la tarde. Inexpresivo, en uso de sus atribuciones legales y considerando aquí el que manda soy yo, dejó pasar.
 
Con el público de los pelos, al paisa no le quedó de otra que apuntalar al defensivo blandengue con su templada muleta. Con tanto acierto lo hizo que no volvió a caer y obedeció a media altura. Torear no solo es potenciar las virtudes del toro sino resolver sus problemas. La concurrencia que fiera clamaba devolución, se calmó y tanto agradeció que ya estaba lista para premiarle. Pero pinchó y pinchó. Aunque siempre arriba eso sí. Nada.
 
Le quedó entonces, última carta para marcar la efeméride, el imponente “Preso” de la ganadería desafiante, Sobral, muy cebadagago, en su empaque burraco de 590 kilos. César Rincón y su señora Natalia le observaban desde el tendido. Y él, como una reminiscencia de aquel ya lejano miércoles 26 de mayo de 2004, reaparición post-hepatitis del maestro bogotano en Las Ventas, a plaza llena, con ese “Chiflado” torrestrella, (estábamos ahí, Quinito II, Germán Wolff, que en paz descansen ambos, y yo). Tal cómo César entonces, clavó pies en el platillo adelantó la mano y de muy largo aguantó el incierto galope una y otra vez. El toro, igual que el otro, tenía sus intenciones y desviaciones, que obligaban tragar y pagar caro cada una de las cortas pero intensas tandas que impartió.
 
Caras, caras, caras…, cotizadas por la dificultad, el aguante y el riesgo asumido. Además, la estocada fue leal, en sitio y eficaz. La petición de oreja ruidosa y mayoritaria. ¿Faltó un pañuelo? No creo. ¿Qué faltó? Usía indiferente no dijo ni mú. De consolación, fervorosa vuelta con los ojos encharcados. Bien, vale, si así fuese todas las veces. Pero de haberlo sido, quizá no se hubiese concedido, ni el sesenta por ciento de las orejas pastueñas y manirrotas que han abundado. El toro es la medida, ¿sí o no?
 
Y otra cosa, cuando Octavio Chacón penaba por estoquear al segundo, que se llevó dos avisos, el maestro de toreros Eduardo Dávila Miura, exclamó: “hay que buscar los bajos”, y don Domingo Delgado de la Cámara, maestro de aficionados, replicó, urbi et orbi: “pues claro que hay que ir a los bajos”.