VIÑETA 421
Lo clásico
Jorge
Arturo Díaz Reyes, VIII 30 2021
En 1914, al tiempo con el estallido de la primera
guerra mundial, el madrileño F. Bleu (Félix Borrel), publicó su libro “Antes y
después del Guerra”. Hecho sordo en medio del descomunal estruendo. Sin embargo,
andando el tiempo, aquel neonato ignorado se ha convertido en un clásico de la
bibliografía taurina. Clásico de género, sí, cómo en fin lo son todos. ¡Y hay
tantos géneros!
A sus sesenta y seis años, el autor, madrileño, rechoncho,
de aspecto reflexivo, tertuliano, boticario, crítico musical, notable pintor, escritor
fácil, honesto historiador, aficionado superlativo, testigo presencial (en
plaza) del último medio siglo XIX y primeras dos décadas del XX, cronista de La
Lidia; había vivido a profundidad las épocas de entre otros: Cayetano Sanz, El
Tato, El Gordito, Lagartijo, Frascuelo, El Guerra, El Espartero, El Gallo
(padre), Bombita, Machaquito, Pastor, Bienvenida (padre), Gaona, Joselito,
Belmonte. Los vio, los analizó, los comparó, los narró...
Transcribo el último párrafo de la obra, el que
precede la Conclusión:
“Belmonte no es más que un fenómeno con cosas de
torero. Acaso algún día dé motivo para que se le proclame torero y matador
fenomenal. Y que yo lo vea.”
El viejo
canónico veía incierto el presente y el futuro del joven revolucionario. Mirados
más de un siglo después, resultan clásicos ambos. Cada uno a su modo. Pasa. El que
hoy rompe un orden para imponer otro, mañana será el orden desafiado. Pero será
clásico si su imposición vence y perdura.
Pues
entre las muchas acepciones de lo “clásico”, esa de la perennidad, es quizá la
más válida, pese a no estar taxativamente incluida por la Real Academia de la Lengua
Española. El mantener vigencia, por encima de los tiempos, las generaciones, los
cambios culturales y por supuesto de las modas con sus maquinaciones
mercantiles. Algo cercano al paradigma intemporal, digamos. No importa qué, quién,
cómo, donde, pero siempre.
Sobre
todo en el arte, campo subjetivo y convencional. El del toreo, tanto después de
Belmonte, se mantiene dentro del cauce que le abrió él. ¿Erraron Bleu y su mismísimo
Guerra al juzgarlo? ¿O acertaron, previendo el agotamiento emocional del belmontismo
en estilismos, tancredos, norias y el toro cultivado para su derrota?
El
clásico lo es también por la corriente de imitación, versiones y perversiones
que abre. Borges, por ejemplo, sostenía que la decadencia del tango comenzó con
Gardel. Porque dejó de ser música guerrera, épica de los bajos fondos, para derivar
a canción lánguida, llorona y autocompasiva.
Bueno,
ahora uno y otro son también más que centenarios paradigmas. Pero el tango
clásico, que reclamaba el poeta, sigue siendo aquel pregardeliano. Ese de: “Traiga
cuentos la guitarra, de cuando el fierro brillaba…”