VIÑETA 420
Platón y los toros
Jorge
Arturo Díaz Reyes, VIII 23 2021
|
Dax. El fotógrafo André Viard,
otro punto de vista. Fotograma, Plaza Toros TV |
Absorto, un personaje de Borges, se dice a sí mismo en
“El libro de arena”: Para ver una cosa hay que comprenderla... Si viéramos
realmente el universo, tal vez lo entenderíamos”. Y ejemplifica: “El
pasajero no ve el mismo cordaje que los marineros a bordo”. Sí, sí, todos
vemos las cosas a nuestro modo. Tema viejo, trascendental y no resuelto aun por
la filosofía (Platón, La caverna).
¿Qué decir entonces de una corrida de toros? Cada
visión, sentimiento, interpretación es personal. Bueno. ¿Pero la reacción masiva
de los espectadores? ¿El !ole!
colectivo, la ovación unánime, los triunfos multitudinarios? ¿Es que todos nos
ponemos de acuerdo en haber visto y comprendido lo mismo? ¿Nos plegamos a lo inobjetable?
¿O por qué coincidimos? ¿Por azar, por condicionamientos, por contagio?
Humanos, gregarios naturales, tendemos instintivamente,
automáticamente a obedecer al rebaño, resignar a él nuestra percepción individual,
integrarnos a la manada... Herencia. Venimos con ello en los genes. Pero la
detonación del efecto masa necesita un estímulo. En la prehistoria fue la
inminencia del peligro; la huida, la defensa, la sobrevivencia de uno y de
todos. Hoy no necesariamente. Mejor dicho, ni siquiera las más de las veces. Los
impulsos detonadores de la masificación han sido descubiertos, estudiados,
perfeccionados, tecnificados y ubicuamente utilizados.
Al punto que la subsistencia misma de la especie, y
quizá también su extinción (la economía global), depende de ellos. De hasta
donde puedan empujar el consumo y mantener a tope la cadena de producción con
todas sus implicaciones. Pero también, la organización política, la devoción
religiosa, el fervor deportivo, la industria del ocio, el mundo del
espectáculo. El eslogan, la “crítica”, la publicidad (ciencia del
comportamiento masificado) hacen la tarea.
Crear apariencias, apetencias, preferencias,
realidades virtuales. Cambiar el ser por el parecer y mover. Formar mayorías
circunstanciales ávidas, imperativas. Es la “sociedad del espectáculo” que
predijera el alcohólico Debord. No somos engañados, asaltados en nuestra inocencia.
No. Es que deseamos, necesitamos, exigimos y pagamos por ser tramados, placenteramente...
En el cine, la televisión, el internet, el show,
el discurso, el estadio, el teatro, la prensa, las promociones, los expendios
de comida insalubre, de pornografía, de droga… Explicable así que se persiga la
tauromaquia, culto ancestral consagrado a las dos más reales realidades humanas;
la vida y la muerte. Que se la condene desde fuera y desde dentro por oficiar de
verdad en lugar de representar. Es barbarie, dicen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario