Viñeta 327
Los elegidos
Toro de Cali. Foto: Jorge Arturo Díaz |
El domingo pasado los casi mil municipios de Colombia votaron por alcaldes. Como siempre, tremendo revuelo de medios y opinión. Al final, terminado el conteo, los elegidos festejaron como quien logra una cumbre 8.000, se gana la lotería o alza la copa mundo. Había que ver.
Todo lo contrario a la lógica preocupación en quien recibe un fardo sobrehumano de problemas inveterados. Los cuales, además, ha prometido resolver en un fugaz período. Nada, discursos eufóricos, autorreferentes, autoelogiosos con gran jaleo de la hinchada. Y sin alguien en la carroza que como a los generales romanos les estuviese susurrando: “eres mortal, eres mortal…”
Pero es que más allá de vanidades y petulancias los mueve la cultura, la identidad, el folclor. Sin importar banderías, retóricas o latitudes, los cargos de servicio público se asumen, por costumbre política, como trofeos conquistados. Como jerarquías escaladas por encima de quienes les pagarán sueldos y gabelas. Los contribuyentes, todos.
Hasta ahí la parte cómica. La trágica salta cuando el triunfador usa sus atribuciones municipales a satisfacción de las conveniencias y preferencias personales, incluso más allá de lo que marca la ley. Frecuente, todos los sabemos y entre todos los taurinos, claro.
¿El señor alcalde no gusta de los toros? Bueno, entonces que a nadie le gusten. ¿Y la Constitución? Qué importa la Constitución. Yo el supremo.
El domingo mismo, aún con las parrandas en curso, Guillermo Rodríguez, veterano periodista bogotano, publicó en su portal, Tendido 7, un artículo de piadoso título: “Solo pedimos respeto, solo eso”.
Súplica al antitaurinismo galopante de los victoriosos en las tres ciudades dónde aún resiste la temporada colombiana, con sus apenas doce corridas de toros; Bogotá (3), Cali (4) Manizales (5). No hablemos de Medellin y otras, donde a la fiesta la mataron hace rato.
Conmovedor lo de Guillermo, pero insuficiente. Creo, vivido lo vivido y escuchado lo escuchado, que si ya respeto es lo único que podemos implorar entonces quizá sea lo primero y no lo único que nos van a negar…, los elegidos para servirnos.