VIÑETA 501
Espíritu de Curro
Jorge Arturo Díaz Reyes, 17 IV 2023
Majestuosamente desde lo alto, el venerado Curro Romero presenció (presidió
podría decirse mejor), la tarde de ayer en la Maestranza.
La corrida no era de postín. Ni mucho menos. Seis jóvenes locales, sin
licencia para exigir, lidiando a pie una ganadería murubeña de prosapia
rejoneadora. Modesto y económico cartel de preferia. Solo media plaza ocupada, pero
por fieles valga decir. Debutaba, en quinto turno, José Ruiz Muñoz, sobrino nieto
de “El Faraón”, quizá eso lo trajo.
Yo por
mi parte, tras la frustración de hace ocho días, también me inauguré como
televidente de la nueva plataforma Mundotoro TV. Producción, imágenes,
entrevistas, narración, comentarios y recepción “uno A”. Mantendré mi
suscripción. No se. Supongo que los demás estarán igualmente complacidos.
El
saldo final de cinco saludos en el tercio y una vuelta al ruedo tras fuerte
petición denegada de oreja, podría parecer una discreta calificación para el
festejo, pero no. Fue rico y reminiscente. Variedad en los seis cinqueños de
Bohórquez, negros todos, 545 kilos promedio, con hechuras en el espectro del
toro de Sevilla. Ya el juego varió desde la mansedumbre del segundo hasta la noble
alegría del tercero y el quinto. La falta de fondo, general en mayor o menor
medida, opacó los finales. Pero la suerte suprema los iluminó. Solo un pinchazo
al tercero hubo.
Los
paisanos, ricamente ataviados, lucieron sus tauromaquias con aceptación popular
igualitaria... Un gran volapié de Lama de Góngora. Cuatro derechazos ligados,
vibrantes, con cambio de mano y natural de Rafael Serna. Otros tantos lentos, íntimos
de Ángel Jiménez al cuarto, así como su estocadón fulminante. Dos pares de alta
gama de Fernando Sánchez al segundo, con desmonterada y todo. Sobresalían como
cumbres de la tarde, hasta cuando saltó el quinto.
Entonces
aparecieron Ruiz Muñoz y el mejor toreo de capa. Cinco verónicas y dos medias de
una frugalidad y desapego que hicieron volar la nostalgia hasta las alturas
desde donde contemplaba impertérrito el augusto tío abuelo. ¡Como! --Son los
genes --comentó Dávila Miura. Encima, cuatro chicuelinas acompasadas y la media
salerosa para colocar en suerte. Calerito, quitó gustoso y breve por el mismo
palo cerrando el evocador tercio.
Y el
brindis: A usted Don Francisco, que llenó esta plaza de toreo. La montera
subió reverentemente, de mano en mano entre gran ovación. En la chaquetilla del
oferente, dos ramos de romero bordados arriba y abajo de la cruz de Santiago
lucían como blasones de santidad.
Luego,
la faena que empezó en loor currista decayó, pero volvió a tomar vuelo al final,
cuando las contenidas derechas arromeradas y la trinchera reavivaron la invocación.
Franca y eficaz la estocada valió, mas, la colocación pasada y desprendida desautorizó
el trofeo. La montera descendió de uno en uno, otra vez y la devoción en la vuelta
al ruedo fue por muchas cosas más que la faena.
Javier
Conde tomó el micrófono e improvisó ante las cąmaras un panegírico: El maestro
se ha asomado a este templo, como el Papa en El Vaticano. Sí, porque sobre esta
arena sagrada han toreado los dioses del olimpo. Dijo entre otras cosas el
malagueño.
Era el fervor
que reinaba. Si Curro no se hubiese aparecido seguro la cosa hubiese sido otra
cosa. Pero ahí estaba él, arriba, de cuerpo presente, adorado, emocionante, con
la cabeza blanca y la mano alta como bendiciendo. Desde tan lejos yo también
estaba conmovido. Los intonsos hallarán todo esto cursi, allá ellos, pero así
fue. Los iniciados lo entienden.
El sexto,
que, atacando de largo, partiendo el palo y empujando en dos turnos le hizo
merecer una prolongada ovación al picador Ruiz Román, se desfondó, y a
“Calerito” que lo había recibido a la gayola no le quedó más que cerrar la
corrida con honor. “Una buena estocada también es una obra de arte” concluyó
Domingo Delgado de la Cámara en el palco de Mundotoro TV. Claro que sí. El martes
de nuevo frente a la pantalla.