Viñeta 405
Parar
Jorge Arturo Díaz Reyes, Cali mayo
10 de 2021
Juan Belmonte
Parar es el tempus regit actum del toreo. Su centro de gravedad. Lo
que le signa como culto a la naturaleza. Lo que le avala como rito telúrico.
Como el mar, la montaña, el cielo, el toro es más grande, potente y
misterioso. Impone, ataca, estremece la arena. El hombre está ahí, cumple su destino,
a pie firme se ofrece, solo con su destreza, un trapo y una espada que no usa. Espera
quieto, templa la embestida, la manda, la modula, la repite hilvanando una coreografía
peligrosa, real y alegórica simultáneamente.
Es litúrgico. Hacemos con un toro en veinte minutos lo que hace la vida con
nosotros. Le decía Juan Belmonte a Manuel Chaves Nogales. Nacer luchar, morir… Es
la ley. Es el mundo. Él y tu. Él o tu. En ello va todo: la verdad, la mentira,
lo bello, lo feo, la prosperidad, la ruina, el honor, la vergüenza, el bien, el
mal. Por fiero y avieso que sea, por incierta que venga la suerte, por dura que
sea la tarde, por inclemente que sea el público, no eches pie atrás, mantén el sitio, el
voto, la dignidad.
Está escrito. Lo dictó José Delgado Guerra “Pepe-Hillo”,
en su libro primigeneo: Tauromaquia o arte de torear 1796: Parado en tu
terreno, tendrás los pies firmes hasta que el toro llega y haces la suerte.
Como un roble azotado por la tormenta, imaginó Hemingway muchos años después viendo
los naturales de Nicanor Villalta. Consentir hasta dejarse coger si es
necesario pedía Pedro Romero a sus alumnos; Desperdicios, Cúchares, Paquiro…
“Por la libertad y por la honra, se puede y
se debe aventurar la vida”, contradecía Don Quijote los ruegos de prudencia que
le hacía Sancho. Por cruel que se ponga todo,
por dispar que sea la empresa, si quieres respetarte, aguanta, no hurtes el
bulto, no traiciones.
—¿Cómo
me iba a levantar, no viste como estaba la gente? —Contestó hace años en una
clínica de Cali “El Cordobés” (hijo) cuando al cuarto derechazo ligado de
rodillas el toro había estrechado tanto el cerco que le cogió atravesándole el
cuello.
Pero ese honor ya no se estila. —Es anacrónico,
decae la clientela, hay que cambiarlo, ponerlo a tono con los tiempos que
corren —claman los “sanchos” de hoy. Esa es la otra gran embestida frente a la
cual para todo el toreo.