lunes, 28 de noviembre de 2016

MANOLETE EN CALIPUERTO - VIÑETA 165

Viñeta 165
Manolete en Calipuerto
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 23 de agosto 2016

Arruza, Gitanillo y Manolete, Medellín (Col) 1946
Jamás toreó en Cali, ni en sus alrededores. Mejor dicho, en Colombia solo vistió de luces en las plazas de Bogotá y Medellín; la una cerrada y la otra reemplazada por un Centro de Espectáculos. Fue en el año de 1946, agotó boletería y dejó historia. Más por su presencia que por lo que hizo en el ruedo. “Vimos a Manolete”, para qué más, eso pagó todo.

Bueno, los caleños también podríamos decir algo parecido. Lo vimos, que toreara o no, es aleatorio. Fue otra de sus revoluciones. De él en adelante las figuras de moda no necesitan torear para poner patas arriba las ciudades y boca abajo las plazas. Y sin necesidad de ser Manolete, ni siquiera de parecérsele, algunas con solo presumir de ser su caricatura lo consiguen. 

“El Monstruo” estuvo por aquí unos minutos, en el viejo aereropuerto “Calipuerto”. También extinto. Estaba ubicado en las afueras de la ciudad, donde ahora queda el gran mercado mayorista de alimentos Cavasa. Allí aterrizó, haciendo escala, en su viaje de Lima hacia Bogotá.  Venía con su séquito, sus famosas gafas de sol y camisa liviana de manga corta.

Para qué fue eso. Todo el que pudo, mi padre incluido, se desplazó a verle bajar y subir al avión. Yo no. Estaba recién nacido, pero es como si hubiese ido pues la historia la escuché muchas veces desde que tengo memoria. Además hay fotos.

Ese fugaz paso le inscribió en la historia taurina de la ciudad, jamás lo olvidamos. Dieciocho años después otro torero, también cordobés, sin haber toreado, aunque luego si lo hiciera con gran éxito, causó un impacto similar. Entonces la revolución ya no era revolución, era lo establecido. 

El domingo Manuel Rodríguez Sánchez cumplirá sesenta y ocho años de muerto, y acá en la ribera del Cauca, donde nunca se abrió de capa le seguimos recordando con tanta emoción como si lo hubiese hecho. No nos importa. En Bogotá y en Medellín le recuerdan igual.

EL SEÑOR DE LOS MIURA - VIÑETA 164

Viñeta 164
Al señor de los Miura
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 16 de agosto 2016

Cincuenta corridas de Miura. Las cumplió anteayer, en Beziers, abriendo la puerta del triunfo. Cuantos habrán podido decir eso. Cincuenta, y además indemne, y con el cartel en alto. Mucho más que cuando empezó. Y justificadamente. No a fuerza de publicidad. A fuerza de pechar por los ruedos, los más exigentes, los más duros, los más desconsiderados. Jugado siempre frente a esos astutos, ágiles y enormes toros que para él resultan más grandes aún dada su corta estatura.

   Me consta. Lo he visto. De año en año, cierto, porque no vivo en España. Pero voy, lo he visto. Su nombre honrando los carteles, cotizándolos, dándole sentido a mi largo viaje desde Cali. Llamándome a la plaza con la promesa de la verdad. Esa tan esquiva pero tan contundente verdad que ha mantenido vivo el culto por los años de los años. 

Firme, una y otra vez ante la tremenda divisa, la fúnebre divisa, la histórica divisa, que tantos retorcijones causa en los que lo tienen todo porque pueden escogerlo todo, y en sus apologistas e idólatras que la temen y detestan aún más que sus melindrosos ídolos. Que quisieran borrarla. “Porque no ayuda. Porque no se deja. Porque no es de garantía”. 

 De año en año, digo, siempre ante los colores temidos, verdinegros en Madrid rojinegros en el resto. Colores que recuerdan a Pepete, Dominguín, Espartero, Manolete... Colores gloriosos y execrados, inscritos de por vida en las listas negras de las luminarias del show bussines. Al cual alimentan desde lejos con su leyenda. Con ese respeto y ese miedo que debe inspirar el rey de la fiesta cuando pelea por su vida.

 De año en año, en Las Ventas, plaza llena, cerrando feria, dándole contenido tras treinta corridas consecutivas. Dejando recuerdos hondos, “Velador”, “Injuriado”, “Tabernero” y Rafaelillo, “Señor de los miuras”. De año en año, digo, es poca suerte pero a la vez mucha suerte.

EL RUEDO PUBLICITARIO - VIÑETA 163

Viñeta 163
El ruedo publicitario
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 9 de Agoto 2016

Si como aseguran los arqueólogos, las edades de la humanidad se pueden clasificar por los materiales con que cada una se ha construido a sí misma: de piedra, de bronce, de hierro… la nuestra bien podría llamarse la edad virtual.

Más acá de la pintura, la escultura, el teatro, el toreo; artes icónicas limitadas en principio al ámbito de los observadores presenciales; la imprenta, la fotografía, el cine, la televisión, el Internet, han mediatizado multiplicado y universalizado a tal punto las representaciones y potenciado su capacidad de sugestión que cada vez resulta más difícil diferenciar lo ficticio  de lo real; saber a qué lado de la imagen estamos, o asegurar que no seamos nada más que partes de un sueño soñado por otro, como imaginaba Borges.

No el objeto, su imagen es ahora el asunto. No lo que se es, sino lo que se representa. Esta virtualidad rige hoy por igual para el comercio, el arte, la política y hasta la ciencia. La publicidad prestidigita, fabrica y "posiciona"; fija en la mente del público la imagen del artículo, la obra, la teoría, el personaje a conveniencia del cliente. Se trata más que de ser, parecerlo.

La propaganda se ha hecho parte del ambiente. Insoslayable, abrumadora. Se dice, y lo consignan los museos, que imágenes tan comerciales, como las de: Sopa Campbell, los arcos dorados de McDonald o la botella de Cocacola, son "iconos universales" entronizados profundamente a nuestra cultura.

Y su frecuencia en la comunicación masiva (raiting) indica cuanto trascienden, cuanto influyen. Al respecto, el Instituto Cervantes de Madrid, publicó hace algunos años una encuesta sobre la presencia de iconos culturales en el Internet hispano:

Mikey Mouse resultó primero, mientras Mozart quedó 42 y Cervantes 80. Ya La Fontaine había escrito tres siglos antes: “Toda la inteligencia del mundo es impotente frente a cualquier estupidez que esté de moda”. 

Bien, quizá esto explique la inexplicable conducta de los públicos modernos en las taquillas, pero más en los tendidos cuando alucinan tomando lo bufo por épico y viceversa.

ESCUPIENDO PA´RRIBA - VIÑETA 162

Viñeta 162
Escupiendo pa´rriba
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 2 de Agoto 2016

El empresario francés Simón Casas ha declarado muy orondamente, con titular y todo: “Las novilladas de Madrid rozan el concepto de crimen contra la Humanidad… hechos indignos de la condición humana… mensajes bárbaros”.

Lo que faltaba. Decir tales cosas no se les había ocurrido ni al argentino Leonardito Anselmi, gran civilizador de Cataluña, ni al holandés Peter Janssen que vive a todo taco en España de lanzarse al ruedo semidesnudo y pintarrajeado en mitad de las corridas. Ni siquiera se pueden hallar en las obras completas del catalán Eugenio Noel, ese intelectual que pidió en plena plaza de Valencia le cortaran las orejas, no al toro sino al inmortal “Gallo”.

Y hace don Simón su vertical emisión oral aprovechando una doble oportunidad (es que las pintan calvas). La primera, el revuelo mediático por dos novilleros corneados en Las Ventas, horas antes; Pablo Belando y Tulio Salguero. La segunda, el lanzamiento por la Comunidad de Madrid del pliego de condiciones para los aspirantes a explotar en los próximos cuatro años la plaza capital. Negocio que él ha buscado  con vehemencia durante la última época. 

Pues hay que hacer escándalo, hay que figurar en los medios. Que hablen de uno, bien o mal pero que hablen. Que lo diga Donald Trump. Bueno, cada quien tiene derecho a sus opiniones, ambiciones y maneras de ganarse las lentejas. Pero con respeto. Lo que tiramos para arriba nos puede caer en la cara. 

¿Qué le horroriza del novillo de Madrid al señor Casas? “Que tienen más trapío de toro-toro (del suyo) que de novillo”, que puede herir y que no tiene “procedencia de máxima garantía”. Pero además ¡Que lo vean los turistas! ¡Qué dirán! ¡Los turistas! Es toda una declaración de principios hecha según el mismo desde su corazón, y con la modestia de su proclamado “profundo conocimiento del arte del toreo”.

En fin, de una cosa nos deja seguros este manifiesto del sagaz empresario, y ella es, cuál será el “trapío” y la “procedencia” del novillo y el toro-toro de Madrid si es que al fin gana el ansiado manejo de la primera plaza del mundo. 

sábado, 26 de noviembre de 2016

A LOS CAÍDOS - VIÑETA 161

Viñeta 161
A los caídos
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 26 de julio 2016

¿Cómo llamar esta temporada? Dura, digamos. Para no usar el melodramático trágica. Que bien cabría. Toreros muertos, toreros heridos de toda gravedad, toreos muchos salvado por un pelo. Ahí están las estadísticas.

¿Habríamos de repetir que el toreo es peligroso? ¿Qué el peligro es su esencia? ¿Qué los toreros son sus sacerdotes? ¿Qué ofician con él, y que de él viven y mueren? Todos. Unos más otros menos, pero todos.

Por el lado toro, han sobrevivido muy pocos, en América la mayoría. Tiene que ser así. Es un rito de sacrificio. De muerte litúrgica. De amor a la naturaleza. El único que guarda la humanidad en que aun el hombre la enfrenta en condiciones de igualdad. Respetándola.

Oponiendo el valor y el talento humano a la fuerza y el tamaño sobrehumanos. Pero con un código. Me pondré aquí, me quedaré aquí, solo usaré este trapo para dominar y además trataré de hacerlo con arte. Al final, únicamente al final, usaré mi arma, la espada, y de frente la cruzaré con las tuyas, a vida por vida. Si no puedo me coges y que pase lo que ha de pasar. Lo que ha pasado. 

¿Tiene sentido? Claro. En aras del llamado progreso estamos destruyendo el planeta, las especies, animales, vegetales, el equilibrio ecológico. Todo con abuso de nuestra capacidad técnica. Con la cobardía de la superioridad. Con la insensatez de ignorar la autodestrucción.

Hoy en día solo en el ruedo damos la cara. Solo en el ruedo nos portamos con la decencia de conceder al animal que vamos a matar la oportunidad de matarnos, y además de con ética lo hacemos con estética y convicción. Por eso mueren los toreros.

Los caídos no lo han hecho en aras de salvar un negocio, una industria, una política. Lo han hecho por su credo, por la dignidad humana, por la redención de nuestros pecados contra natura. Honor a ellos.  

martes, 20 de septiembre de 2016

DE PETRO A PEÑALOSA - VIÑETA 125

Viñeta 125

De Petro a Peñalosa
Por Jorge Arturo Díaz Reyes 27 de octubre del 2015

A Enrique Peñalosa lo acaba de elegir el 33% de los que votaron, quienes a su vez no sumaron sino la mitad de los electores aptos en Bogotá. O sea que aritméticamente fue aprobado a lo más por el 17% del gran total. Una minoría exigua sin duda.


Había qué verlo. No cabía de gozo. Un sueño, decía, como cualquier ganador de la lotería, y en medio de su euforia madrugó a declarar que mantendrá la guerra a los toros porque según él, “hay un consenso muy amplio de que no se quieren más toros en Bogotá.” ¡Qué maravilla! De igual manera podríamos decir entonces que hay un consenso muy amplio, el 83% (este sí cuantificado) que no le quiere a él como alcalde repitente.

Claro. Pero así funciona la democracia. La socorrida "democracia" de los políticos. No voy a cuestionarla (se cuestiona sola), voy al concepto que de ella expresa la evidente contradicción del alborozado continuador de Petro. Voy a la forma como retrata su teoría y su práctica de la verdad y la equidad.
Minoría es la de los otros, la minoría suya es “amplio consenso”, "mayoría", y por lo tanto con licencia para reprimir, imponer, prohibir, arrebatar… --Esto es una democracia y todo el mundo tiene derecho a obedecer –nos decía burlonamente a los residentes mi viejo profesor de cirugía Federico, Peñalosa como él.
Pero lo sabíamos y no importó. Como no importaron el descredito e ínfima popularidad en que terminó su anterior alcaldía (1998-2000). Mal recuerdo que castigó sus dos aspiraciones posteriores a reincidir (2007 y 2011). A la tercera fue la vencida. Por un lado, los desastres de Petro y sus conmilitones seudoizquierdista (uno de ellos en la cárcel) que traicionaron en tres períodos consecutivos, doce años, la confianza de los bogotanos, y por otro la debilidad de sus rivales, tan antiaturinos como él, que sin querer le hicieron realidad el “sueño”.
Sueño que para los aficionados a los toros será prolongación de la pesadilla. No tuvieron oportunidad en estas elecciones. Los seis candidatos pensaban y habrían procedido así; la plaza de Santa María es de todos los bogotanos menos de los que la construyeron, sacralizaron y habitaron por casi un siglo.  La suerte ya estaba echada. De Petro a Peñalosa la misma cosa.

martes, 19 de julio de 2016

PEPE CÁCERES - VIÑETA 160

Viñeta 160
Pepe Cáceres
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 19 de julio 2016

Pepe, Hemingway y Ordóñez en Pamplona
Hace veintinueve años ya. Cómo pasa el tiempo. Fue en Sogamoso la cornada mortal. Pepe Cáceres toreaba con Antonio José Galán y el rejoneador Dairo Chica un encierro de San Esteban de Ovejas (Domecq).

Era 20 de julio, fecha patria, feria del sol. Conmemoración del grito de independencia en 1810, inicio de la guerra, que llegó a ser “a muerte” contra España y dio paso a casi un siglo de antiespañolismo por estas tierras.

Paradójico recordarlo con la más española de las fiestas. La de los toros. Pero así ha sido. Cuando el general Pablo Murillo reconquistó Bogotá para la corona en 1816, lo celebró con toros, y cuando Bolívar tras la batalla del Puente de Boyacá la liberó en 1819 definitivamente también dio toros.

Como diciendo --renunciamos a la sumisión pero no a nuestra  cultura, seguiremos siendo lo que somos. Creo que Pepe pensó siempre igual. Colombiano y torero. Cómo se engallaba cuando alternaba con las figuras españolas. Diferente de lo que pasa hoy por ahí. Primero se reniega de lo que se és para luego posar de independiente.

Pepe, cerca del burladero de matadores entró a volapié y “Garrotillo” alias “Monín” le atravesó el pecho. Tenía cincuenta y tres años, pensaba en el retiro. Siete meses atrás durante su última corrida en Manizales, que fue triunfal, había brindado a Manolo Chopera retándolo a que lo pusiera en la corrida de la hispanidad de Las Venta, el 12 de octubre --Porque quiero despedirme de Madrid. No alcanzó.

El joven César Rincón venía pisándole los talones. Murió sin ser derrocado. No lo hubiera resistido. Orgulloso, torero de pies a cabeza, de todas las horas, de todos los días, de todos los trances, en el ruedo y fuera de él. Murió en su ley.


Tuvo un inmerecido mes de agonía que le “regaló” la ciencia. Dicen que tras recuperar la conciencia sus primeras palabras, escritas no habladas pues la traqueostomía conectada al respirador se lo impedía, fueron: ¿Le pagaron a la cuadrilla? ¿Corté las orejas?