VIÑETA 488
El festín de los píos
Jorge Arturo Díaz Reyes, 16 I 2023
La comida de Gargantúa. Gustavo Dore. Wikipedia |
Ya somos 7.900 millones de humanos. 18% más que hace quince años. Y prospectando
datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la
Agricultura (FAO), este año asesinaremos, sí, sí, asesinaremos para nuestro consumo y placer
(nutrición, salud, adorno, gastronomía, confort, moda, lujos, deporte, lucro…) unos
71.000 millones de animales, mantenidos en torturante confinamiento. Además de aproximadamente
165 millones de toneladas de peces inocentes.
Sin contar, claro, los miles de millones a eliminar porque nos resultan
molestos o amenazantes; insectos, roedores, reptiles, fieras… y por similares
razones, otra miríada de seres vivos: vegetales, microrganismos, protozoarios, bacterias…
Y sin tampoco incluir la experimentación científica: médica, cosmética,
militar o docente. que usará unos 125 millones de animales causándoles dolor,
estrés, sufrimiento y muerte.
Remitámonos únicamente a lo devorado en el descomunal y desigual festín (un
tercio de la humanidad padece hambre). La mayor parte será desechada como
basura y excremento, pues el metabolismo humano, por sus propios mecanismos,
apena retiene lo indispensable para su funcionamiento y reserva (grasa),
expulsando el resto a la polución del medio ambiente.
De toda esa enorme masa de animales a masacrar en 2023, con abuso de
astucia, fuerza y técnica, unos 355 millones serán bovinos, (vacas, novillos o
toros). Y de estos, apenas a un minúsculo porcentaje, quizá menos del 0,00001, después
de cría y cuidado privilegiado, se les permitirá batirse por su vida en el
ruedo. A diferencia de los otros, lo harán cara a cara, con identidad, historia,
nombre, número, respeto, liturgia, oportunidad de defensa, recuerdo...
No por “maltrato” ni por “diversión”. Lo harán en un reverendo rito milenario,
ecológico, cultural, de origen religioso, de comunión con la naturaleza, único
actual en que el ser humano reconoce a otra especie igualdad en la lucha por la
vida.
Prohibir esta ceremonia de honor y expiación biológica, que insulta la
hipocresía, es hoy asunto prioritario para supuestos animalistas. Ahítos de
proteínas y lípidos, reclaman derechos humanos en los no humanos, condenan el sacrificio
público en las corridas, pero exoneran por oculta la carniceria de los
mataderos y otras formas.
En marzo próximo sus representantes en Colombia, políticos de todas las
vertientes, de todas, instalados en el Congreso con promesas electorales de
unidad en la diferencia, respeto a las minorías y libertad de cultos, aspiran
abolir la ley taurina nacional (916 de 2004), criminalizar la tauromaquia y exterminar
el toro de lidia en todo el territorio nacional.
Será para que siga la gran matanza sin referencias históricas ni alegorías
insufribles a las “buenas conciencias”.
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